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La conflictividad del campo andaluz y el SOC
x Rubén Ibán
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La lucha contra la más reciente reforma laboral, y en concreto
la reforma del PER, ha puesto o debería haber puesto de actualidad
la conflictividad y la lucha del campo Andaluz y Extremeño con
una larga historia a sus espaldas. Esta tradición de lucha se
ve reflejada en la actualidad en la moderada combatividad del Sindicato
de Obreros del Campo, que aúna en mayor o menor medida diferentes
corrientes de la lucha obrera que se han desarrollado en este ámbito,
la ocupación de tierras, el nacionalismo y el catolicismo de
izquierdas o las corrientes comunistas y libertarias.
Dada la falta de credibilidad de los sindicatos mayoritarios, el SOC
parece destinado a cargar con gran parte de la lucha de los jornaleros
desde su fundación en el 77. Esto a pesar de sus carencias y
contradicciones. Las respuestas a las reformas del gobierno están
enfocándose por el momento hacia la desobediencia civil: cortes
de carretera, ocupaciones simbólicas, marchas, huelgas de hambre,...
sin embargo la lucha del jornalero tiene un potencial mucho mayor que
este.
Vamos a intentar examinar el origen de la endémica problemática
del campo andaluz que es a su vez el origen de su conflictividad social.
El latifundio
El campo andaluz ha sido históricamente un nido de subversión
y levantamientos biografiado por historiadores del XIX como Bernaldo
de Quiros y Diaz del Moral o por sus propios protagonistas como “Historia
de dos revoluciones” de Perez del Alamo. El periodo de luchas
que comienza con el levantamiento de Loja en 1868 y que termina con
la matanza de Casas Viejas en el 1933 fue el mas conflictivo del que
se ha venido a llamar “espartaquismo andaluz”(1). Esto no
es casualidad, pero no se encuentra aquí el origen del problema,
para ello debemos remontarnos mucho mas atrás. Aunque no es el
momento de buscar el origen del espacio político y humano llamado
Andalucía, muchos autores definen el mismo como el territorio
conquistado por Fernando III en el siglo XIII mas el Reino de Granada.
La conquista cristiana de gran parte de la península fue fundamentalmente
diferente de la de Andalucía. El norte fue ocupado mas por la
presión demográfica que por la acción militar,
mientras que la meseta, además de encontrarse escasamente poblada
durante la mayor parte del periodo de convivencia de ambas culturas,
fue ocupada de forma muy espaciada en el tiempo. La ocupación
de Andalucía occidental se produce mediante la acción
de Estados ya consolidados y en un periodo muy escaso de tiempo. Esto
se traduce fundamentalmente en la creación de grandes latifundios.
El latifundio es una consecuencia de la expansión y conquistas
de un Estado feudal como el Castellano-Aragones. Así parece deducirse
de la coincidencia de la estructura de la tierra en latifundios tanto
en las ultimas zonas de la península ocupadas por los cristianos
como en las tierras posteriormente conquistadas en América. Y
es que “la única experiencia de la que partía el
Reino de Castilla y Aragón ante la conquista de América,
era la conquista del sur de la península Ibérica arrebatada
a los árabes”(2). Hemos de tener en cuenta que la composición
del ejercito de un Estado en la alta edad media era fundamentalmente
diferente del de un Estado moderno. Así, el origen del latifundio
medieval se encuentra en el pago de servicios a los señores feudales
por sus conquistas en nombre de una determinada corona.
Durante un tiempo XV-XVII la emigración a América, y
el comercio de los puertos andaluces con este continente, atenúa
la conflictividad latente en esta situación de una gran masa
de campesinos sin tierra, aunque tampoco quiere decir que no existiese
y no es casualidad el famoso levantamiento de Fuente-obejuna ni muchos
otros. Cierto que esta situación era principalmente patrimonio
del valle del Guadalquivir, pero también es cierto que esta zona
fue la mas poblada de Andalucía por mucho tiempo.
En el XIX, con el paulatino deterioro del comercio con América,
y el traslado de los ejes de desarrollo a las zonas mejor posicionadas
con respecto a Europa, Andalucía comienza a convertirse en una
región subdesarrollada con respecto al resto de la península
a la vez que se convierte en una de las zonas mas conflictivas y preocupantes
para el Estado.
Independientemente de la decadencia económica de la región,
el latifundio en Andalucía se traduce en monocultivo, paro estacional,
hambrunas y apabullante desigualdad entre una reducida elite de grandes
propietarios y una gran masa de campesinos sin tierra. A su vez la posibilidad
para los latifundistas de vivir cómodamente de las rentas impide
el desarrollo de una burguesía al estilo de las europeas en las
ciudades, no hay demanda de maquinaria luego no se desarrolla la industria
y los capitales no sé reinvierten(3). Esta situación sin
embargo se mantiene a lo largo de cinco siglos mediante la alianza del
terrateniente con el funcionario del Estado, lo que se califica como
“caciquismo”. Así los sucesivos levantamientos de
campesinos sin tierra son acallados a base de látigo y cárcel
cuando no a cañonazos.
Las ideologías en el campo Andaluz.
Visto esto es fácil comprender que la problemática particular
del campo Andaluz y Extremeño no es otra que la existencia del
latifundio. Es este un problema eminentemente político y no es
de extrañar que tras la creación de la AIT(4) las doctrinas
comunistas se extiendan como un polvorín por estas latitudes.
Es así el anarquismo la doctrina que más rápida
y profundamente se expande entre los jornaleros(5). Esto se debe, en
parte a que los primeros difusores de las ideas comunistas que llegaron
a Andalucía eran discipulos de Bakunin, en parte quizas al propio
carácter individualista y desengañado de la politica institucional
del jornalero Andaluz.
El nacionalismo, que hace su aparición con Blas Infante, también
juega su papel- aunque sin calar realmente en la sociedad andaluza-
denunciando el origen del latifundio en la conquista del territorio
por parte de los reinos de Castilla y Aragón. Estas herencias
las asume el SOC como heredero de la lucha de los jornaleros tras el
estancamiento, para la lucha de clases, que supone el Franquismo. Prueba
de ello es el origen anarcosindicalista de muchos de sus miembros que
se afilian tras la escisión entre la CNT y la CGT. Por otra parte
la conciencia nacional cala tan profundamente en el SOC por coincidir
su auge con el periodo de mayor difusión de estas ideas con la
llegada de la democracia, las masivas manifestaciones del 4D y el aplastante
resultado del referéndum por la autonomía.
La izquierda nacionalista andaluza, aunque pueda ser a veces algo chovinista,
no ha fomentado nunca ningún tipo de xenofobia. Son repetidas
las denuncias del SOC de las condiciones de explotación de los
inmigrantes en los regadíos de Huelva y Almería, y no
han dudado en apoyar los encierros de inmigrantes como él ultimo
en la Pablo de Olavide. El nacionalismo del SOC entra mucho mas dentro
del patrón de nacionalismo antiimperialista, inspirados en las
luchas por la independencia latinoamericanas. Esto es común a
parte de los nacionalismos periféricos del Estado español,
sin embargo el SOC no lleva una política realmente nacionalista.
Sus reivindicaciones no parecen prestar demasiada atención a
la independencia y es natural pues su lucha tiene una orientación
bien diferente. Parece pues percibirse que su carácter nacionalista
es mayormente simbólico y nace de la relación entre el
ente llamado Andalucía y la existencia de campesinos sin tierra.
La otra orientación integrada por el SOC, el socialismo en sus
diferentes vertientes (libertario, demócrata o marxista), parece
mucho más real en cuanto a las luchas que esta llevando a cabo
este sindicato. La lucha de los jornaleros, ahora como siempre, es una
lucha por la posesión de la tierra, la única solución
a su situación. Sin embargo esta lucha tiene dos caminos bien
diferentes, la reforma agraria y la ocupación directa de la tierra.
La primera de ellas es de contenido reformista como el mismo nombre
indica, la segunda implica un cambio revolucionario y por lo tanto la
ruptura con las instituciones.
Las reformas agrarias dentro del contexto industrial y post-industrial
han sido defendidas y realizadas por gobiernos reformistas de carácter
socialdemócrata y de socialismo de Estado, lo que no quiere decir
que no sean positivas y tengan una repercusión positiva real
en la calidad de vida de la población. Un ejemplo claro es el
Chile de Allende. El PSOE también defendió durante un
tiempo la posibilidad de una reforma agraria, por supuesto antes de
conseguir el poder y mostrar los verdaderos intereses que defendía
este partido, y es que la posibilidad de una reforma tan grande como
la que haría falta en Andalucía sobre la propiedad de
la tierra es imposible de realizar en la actualidad por cauces democráticos.
El SOC pretende la reforma agraria, y en este sentido el verdadero
carácter de este sindicato seria el de reformismo radical. Sin
embargo las instituciones no están interesadas en pactar con
este colectivo, que resulta dentro de la economía actual totalmente
prescindible y fácilmente sustituible por mano de obra inmigrante.
Es ahí donde reside la radicalidad de este sindicato, pues la
única vía de actuación que tiene es la acción
directa y al margen de las instituciones, incluso cuando controlan varios
ayuntamientos. Dentro de esta orientación el uso de la ocupación
directa de la tierra no es sino una medida de presión para obligar
a los gobiernos a realizar dichas reformas. Mediante este tipo de acciones
se ha conseguido la expropiación de fincas(6), sin embargo esto
no presenta una solución global para el conjunto de los jornaleros,
dado que el modelo “Marinaleda” no ha conseguido expandirse
a pueblos de características similares(7).
La lucha presente.
En la actualidad existen dos luchas principales para con los jornaleros,
con los que estamos identificando al SOC, a falta de otro ente político
o sindical con repercusión real que participe de esta lucha.
La primera, más radical, seria la lucha por la tierra. Es esta
una fuente de conflictividad que seguirá latente en Andalucía
y Extremadura mientras no se acabe con la distribución actual
de la tierra, mediante reforma o mediante revolución. Dada la
imposibilidad de conseguir esto en el contexto actual de democracia
capitalista, es esta una reivindicación que deberá esperar
tiempos mejores, a menos que encuentren medios de desobediencia a las
instituciones que se concreten en mejoras cualitativas para los jornaleros.
En este sentido, entre el reformismo y la acción directa, se
han llevado a cabo experimentos interesantes como la ocupación
de tierras, la creación de cooperativas, idustrias transformadoras
dirigidas a la autonomia alimentaria, presupuestos e impuestos participativos
en Marinaleda y en Cabezas de San Juan.
La verdadera fortaleza de la lucha contra el latifundio, es que esta
es a su vez la lucha contra el subdesarrollo. La reforma u ocupación
de la tierra es un paso ineludible para el establecimiento de un modelo
económico en el campo que lo saque da la dependencia y el subdesarrollo.
El segundo es la transformación y distribución de sus
productos por los propios jornaleros, organizados en cooperativas. Sin
embargo, por deseable que sea esta visión, no es sino un sueño
en el momento en que nos encontramos.
La otra lucha es la lucha por conservar los subsidios. Es esta una
lucha mucho mas desesperada, puesto que sus consecuencias inmediatas
pueden ser desastrosas. Los subsidios son medios para aplacar la conflictividad
del campo andaluz, y no es de extrañar que su retirada conlleve
una reacción en este. Todos sabemos que no son sino parches a
los problemas reales de subdesarrollo y su función es eludir
soluciones reales (la redistribución de la tierra). Sin embargo
también hemos de tener en cuenta las consecuencias que va a tener.
Sin subsidio es evidente que muchos de los jóvenes de los pueblos
del valle que hasta ahora de establecían en sus poblaciones van
a dejar de hacerlo. Aunque aumente notablemente el numero de temporeros
arrastrados regularmente fuera de su tierra, es muy posible que se desarrolle
un verdadero éxodo hacia las capitales de provincia andaluzas,
hacia el litoral y hacia las regiones mas desarrolladas de Europa occidental.
Lo que propone el actual gobierno es el lento genocidio de los pueblos
de la campiña. El paisaje desolador de los pueblos abandonados
de Castilla y Aragón corre el riesgo de extenderse al sur.
El subsidio, al igual que la reforma agraria, solo existen cuando sirven
al poder, pues es el poder el que pone y dispone. Si concluimos que
esta puerta esta sellada, solo les queda a los jornaleros y al SOC o
la radicalización y la ruptura total con las instituciones o
una lenta y dolorosa agonía.
Si esta insostenible situación desemboca en la emigración
o en un nuevo periodo de conflictividad obrera, esta por ver. En las
manos de los jornaleros emigrados de Africa y Europa del Este, de los
andaluces y de los extremeños esta el futuro de esta tierra.
Notas:
1. Adoptado por Bernaldo de Quiros en “Colonización y
subversión en la Andalucía de los s. XVII-XIX.
2. Hector Silva “Iberoamérica: El largo ciclo de la transnacionalización”
(articulo).
3. Existe un cierto consenso en poner el latifundio como origen del
subdesarrollo andaluz. Un buen lugar para buscar información
sobre la frustración de la industrialización Andaluza
es el libro “Historia de Andalucía Contemporánea”
editado por la Universidad de Huelva.
4. La primera sociedad carbonaria de corte comunista se remonta a 1969
con la ejecución de ocho jornaleros en Arahal tras la quema de
los archivos del ayuntamiento y con ellos de los títulos de propiedad,
según el mencionado libro “Historia de Andalucía
Contemporánea”.
5. Díaz del Moral hace un completo seguimiento del mismo en su
libro “Las agitaciones campesinas del periodo bolchevista”.
6. Marinaleda, por supuesto.
7. En esto por supuesto influye la excesiva dependencia de un liderazgo
fuerte y mesianico, como es el de Sanchez Gordillo, y la incapacidad
de crear nuevos cuadros politicos o dinamicas asamblearias con menor
necesidad de lideres.
(Artículo enviado especial para La Haine)
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