El artículo que mandamos a los amigos de La Haine ("Abajo el gobierno") puede haber parecido aventurado a algunos. Ciertamente parece insólito en la estable Europa de nuestros tiempos lanzar la propuesta de Abajo el Gobierno cuando no aparecen señales de una crisis interior que evidencia la incapacidad de este gobierno.

No obstante lo cual mantenemos nuestra propuesta. El gobierno de Aznar ha llegado tan lejos en su desprecio a la voluntad popular en su servilismo a los dictados de la cuadrilla de extrema derecha que gobierna en Washington que se ha hecho merecedor del rechazo incluso de algunos de sus compañeros de partida.

Prácticamente toda la clase política se horroriza ante las consecuencias y el aventurerismo de Aznar puede acarrear al Estado español. Pero todos desean que el gobierno del Estado se mantenga que esté dispuesto militarmente no desemboque en una crisis abierta.

Los candidatos a sucesores dentro del PP porque pretenden ahorrarse el desgaste que inevitablemente les a suponer la crisis presente. La dirección del PSOE porque tal vez no se encuentre preparado para afrontar una crisis de cierta envergadura y porque en su fuero interno prefiera prolongar los efectos del desgaste del PP sabiendo que su política de gobierno no sería tan distinta de la de sus adversarios. Toda la clase política y las instituciones, porque coinciden en presentar la guerra que viene, como el producto del “extremismo” de la administración republicana como una disfunción del orden internacional que puede ser solventada con otra administración USA, desde luego, pero mientras tanto a través de los vías diplomáticas multi y bilaterales.

Las versiones de izquierda de la política instituida denuncian que esto es una guerra por el control del petróleo. Pero acaso no necesiten del resto de los estados capitalistas el suministro de crudo a precios razonables ¿Está acaso amenazado tal suministro cuando en las condiciones actuales lo que desea Sadam Hussein es poder vender petróleo sea el precio que sea? ¿Estamos en fin, en presencia de una pugna de las potencias imperialistas por el control del petróleo o, por el contrario, en una de las primeras acciones de policía de un nuevo orden que pretende mostrar la falta de límites para el ejercicio de su poder?

Nos parece que esta guerra que viene es constituyente de este nuevo orden mundial, que se va constituyendo a impulso de los desterritorialización del capital y del poder. Esta guerra que pone en evidencia la superación de los límites del Estado y la soberanía, funda efectivamente un orden, una nueva soberanía. Contra ella, contra este orden guerra se afirman resistencias que no pueden aspirar a un retroceso a una época de las soberanías estatales y del pretendido orden del Derecho Internacional. Hoy los gobiernos y los Estados muestran sus limitaciones para resolver cualquiera de los problemas que teóricamente justifican su existencia.

La catástrofe del Prestige ha puesto de manifiesto la completa inutilidad de los gobiernos estatal y regional, de sus administraciones repletas de altos burócratas y expertos incapaces de adoptar una sola decisión razonable o de seguir las indicaciones de los que sí sabían cómo hacerlo.

El espectáculo de la frenética actividad diplomática, aferrándose en producir instrumentos de consenso en Naciones Unidas para poder cubrir la vergüenza de la criminal agresión ya en marcha cuando millones de personas en el mundo expresan con rotundidad su rechazo a la guerra, indica la disociación que se acrecienta entre el sistema político y las sociedades.

“Ahora que la gente ha empezado a hablar de política... cuestionar al gobierno es posible” dice el editorial de La Haine del día 26 de febrero. Cuestionamos pues al gobierno español, reclamamos que se vaya. Y, por favor, a nuestros amigos de la “izquierda sensata”: abstenerse de preguntarnos por alternativas.

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