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Ecocidio en Galiza y capitalismo de conveniencia
x A-Infos / Red-libertaria.net
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El Vaivén de Rafael Cid
Desde A Coruña a Cambados, incluidas las islas Cies, más
de 200 kilómetros de cornisa marítima casi virgen están
siendo devorados por el crudo derramado desde el petrolero Prestrige.
Un buque mercenario, fletado bajo bandera de conveniencia, tripulado
por marineros de conveniencia y armado por propietarios de conveniencia,
que a su modo es un paradigma del mercantilismo pirata que gobierna
el mundo. Porque el dinero no tiene patria, sólo banderas de
conveniencia.
El capitalismo global se afirma y reafirma, entre otros signos, en
su naturaleza esencialmente depredadora. La producción masiva
del sistema históricamente dominante ignora la nula capacidad
de reposición de muchos recursos. Y a menudo la economía
positiva, en su irrefrenable desarrollo, ejecuta una política
de “tierra quemada” sobre amplias zonas del planeta despreciando
el medio ambiente. Con un efecto devastador para los pobladores de todo
género presentes y futuros de esas zonas (en su indispensable
libro, La economía en evolución, Juan Manuel Naredo ha
diseccionado el fenómeno).
Sin embargo, junto a la destrucción que tal producción
masiva no sostenible acarrea, existen otros siniestros colaterales no
menos alarmantes. Las catástrofes “naturales”. Es
decir, esos “accidentes” producidos por la imprevisión
dolosa de los poderes públicos, o por la codicia de los intereses
privados, o por ambas cosas juntas, que afectan al patrimonio público
y social de los pueblos. El del Prestige, el mercante que ha provocado
el último ecocidio en Galiza, es uno de los últimos y
siniestros ejemplos.
Como un Chernobil sin dirección, el enorme ataúd flotante
en que se ha convertido el petrolero, está a punto de transformar
una extensa franja del litoral atlántico en un auténtico
cementerio marino, llevándose por delante a la flora y la fauna
marítimo-costera y condenando a la indigencia a decenas de miles
de humildes familias trabajadoras. ¿Un accidente, un error humano?.
Un autentico atentado ecológico, terrorismo medioambiental, perpetrado
por la lenidad de un sistema que busca el beneficio a toda costa y caiga
quien caiga.
Un accidente es algo insólito, sorprendente, imposible de prever.
Un accidente no es que un jergón de chatarra se pasee a la deriva
sin las mínimas garantías con 77.000 toneladas de fuel
por las embravecidas aguas de la Costa de la Muerte. Precisamente en
el mismo cuadrante donde ya naufragaron el Mar Egeo (80.000 toneladas)
y el Urkiola (50.000 toneladas) con su letal carga de “oro negro”.
Eso es jugar a la ruleta rusa con la sien del prójimo. Y si el
paisano es gallego, un hachazo más a la yugular para la economía
de un país en permanente luto por otros “accidentes”,
la plaga de los eucaliptos, la despiadada reconversión naval,
los misteriosos incendios forestales y el no menos extraño mal
de las vacas locas.
Llama la atención el doble rasero con que actúan los
gobiernos. Tan diligentes para unificar leyes superestatales que persigan
a los sin papeles o el terrorismo y tan morosos para disponer medidas
que eviten desastres medioambientales a cargo de los agentes económicos.
No tienen conciencia. En su escala de valores, siguen viendo a la naturaleza
como una finca de recreo
o como terreno de especulación y conquista. Esta en la lógica
del Poder. Vienen de lejos. Ya Felipe II produjo la mayor tala de masa
forestal que ha visto la historia de España.
Claro que en el caso de Galiza lo que impera es la política
del retrovisor. Allí el panorama tiene aristas que nos devuelven
a los tiempos más negros que denunciaba Castelao. Estamos hablando
de un país esquilmado de recursos y haíto de desterrados,
de gentes forzadas a vivir a salto de mata del contrabando y el subsidio.
Sin más ni más. Una población anclada en la caridad
pública del PER de la Xunta por secula seculorum. Una geografía
crucificada en la estéril brega del clientelismo político…los
putos amos de la barca y del barquero. Como en la edad media. Pero sin
irmandiños.
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