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La fabricación de mayorías
Lucía Draín
Se suele afirmar que el sufragio universal se ha alcanzado en varias oleadas de democratización. Es la visión más romántica del tema. Con la perspectiva histórica de un manojo de décadas podemos ya afirmar otra tesis: el sufragio universal ha sido concedido, en aproximaciones sucesivas, conforme las élites experimentaban y refinaban los mecanismos de fabricación de mayorías. Este fenómeno histórico forma parte de la gran transformación política iniciada en el siglo XIX: la sustitución de la Fuerza por el Engaño.
Aunque, en general, se mantuvo la estrategia de no legalizar los movimientos políticos incómodos, tras la democracia de los liberales (reservada a los propietarios, algo menos del 3% de la población) se iniciaron los primeros ensayos. También en la fabricación de mayorías hemos aportado nuestro particular gracejo español. El sufragio universal masculino de 1890 vino acompañado por el sistema de turno que fabricaba mayorías mediante el elaborado, y sorprendentemente público, caciquismo electoral. El sistema fue "estable" durante más de veinte años y dictó el voto rural hasta la II República. En el resto del mundo se aplicaron durante décadas restricciones étnicas y, especialmente, fuertes pruebas de alfabetización y civismo. El miedo liberal a la población les hizo aguzar el ingenio. Por supuesto, a la mujer se la mantuvo, sin demasiadas excusas, entre los "idiotas" (término de la democracia griega que designaba a los irresponsables por naturaleza para los asuntos públicos, sin derecho al voto). Por ejemplo, la cacareada democracia suiza no otorgó el pleno sufragio femenino, ¡hasta 1971!.
Actualmente, entre los "tecnicismos" de fabricación de mayorías destaca el utilizado por el sistema electoral mayoritario. En las democracias fósiles (Reino Unido, EEUU, Canadá, ...) que siguen utilizando la circunscripción unipersonal, las oligarquías en el poder manipulan adecuadamente los límites de cada circunscripción. Inflan, contraen o cambian los límites geográficos de las circunscripciones de diputado único, hasta lograr reducir al mínimo la representación de importantes minorías políticas o étnicas.
Como todo proceso histórico la fabricación de mayorías no ha sido lineal, ni homogéneo, ni universal. Las élites han cancelado con sangre numerosos procesos democráticos que no se ajustaban a la mayoría prevista. En ocasiones, las propias élites locales han liderado la involución como en España del 36 o Argelia del 92. Pero en la mayoría de los casos fueron intereses imperialistas los que acabaron con los procesos, como en la interminable y sangrienta lista de los países satélites de EEUU. Merece la pena recordar cómo se constituyó la mayoría en las municipales de Colombia de 1988: con el asesinato de 87 candidatos del UP a alcalde y más de 100 a concejal. A pesar de todo, la tendencia mundial ha sido sustituir la fuerza de las armas por el engaño mediático. Sin duda, mucho más estable y práctico.
En las autoproclamadas democracias los fuertes estados ya han estabilizado "pacíficos" mecanismos de fabricación de mayorías. La práctica totalidad de los medios de comunicación de masas actúan como medios de propaganda sobre los temas centrales, incuestionables, que no pueden ni deben depender de la opinión popular. En contraprestación, la sustitución de la Fuerza por el Engaño ha abierto también un amplio abanico de temas "menores" donde se admite e incluso se promociona el debate. En un esfuerzo de síntesis se pueden identificar tres grandes ámbitos de opinión donde los medios de propaganda actúan, sin concesiones, diariamente: la autolegitimación como régimen democrático, los conflictos armados del estado y la economía capitalista.
En ese corazón del Régimen todo intento de debate, cualquier opinión alternativa, es rápidamente absorbida por los mecanismos de control, cuya severidad es proporcional a la cantidad de población votante que el medio de propaganda controla. En este sentido, la televisión y, a mucha distancia, la radio son los medios más "eficaces". Como estrategia general no se abusa al sesgar la información. Demasiado arriesgado. Se opta claramente por el silencio, por el ostracismo, por la ocultación. La estrategia es impecable: la población no opina sobre lo que no conoce, no elige lo desconocido, odia "justamente" sólo el dolor que le muestran, conformando el actual autismo sociocultural.
Habitualmente, es el propio carácter privado de los medios de comunicación, su estructura de empresa privada, lo que consigue acompasar sus intereses mercantiles con la propia doctrina del Régimen. Las inversiones necesarias crecen exponencialmente conforme aumenta la población controlada, y sólo los medios mejor "adaptados" al Régimen logran una cuota de mercado que garantiza su supervivencia. Destaca, por su influencia mundial, el cinturón mediático que se ha constituido en EEUU, controlando no sólo la fabricación de mayorías locales sino también la propaganda imperial.
En países con menor tradición "democrática", como España y Portugal, se han desarrollado mecanismos de control adicionales. Se mantiene prohibido directamente, sin ningún pudor, la libre apertura de emisoras de TV y radio, requiriéndose una licencia política, ajena a consideraciones técnicas. Nuestro propio Tribunal Constitucional ha revalidado tan "democrático" procedimiento. Y es que, en nuestro país, el proceso de sustitución de la Fuerza por el Engaño todavía no está maduro.
Los medios de propaganda realizan, también, un importante filtrado de profesionales. Sólo los trovadores mejor dotados, con una calculada mezcla de rebeldía o atrevimiento, saben bordear los temas prohibidos. Diariamente, los medios escenifican una pluralidad inacabada y excluyente que crea opinión, etiqueta hombres de estado, ridiculiza a los radicales, proclama democracias, ignora ciertas dictaduras, orquesta campañas de odio civil, declara enemigos y aliados militares. Crea, en fin, doctrina sobre los temas prohibidos.
Al día de hoy, la situación es delicadísima. No existe, ni remotamente, expectativa de solución. Ningún pensador o filósofo pudo prever tan formidable mecanismo de control. Ningún intelectual contemporáneo ha logrado articular un frente de lucha contra esta lacra (con la inevitable excepción de Noam Chomsky). En España, la situación es hasta cómica. La población cree vivir en democracia aunque se limita a prorratear las listas redactadas por las élites. No se elige ningún otro Poder. La Jefatura del Estado es hereditaria. No existen referendums vinculantes. La iniciativa popular al referendum está prohibida. La iniciativa popular legislativa no se puede aplicar a la Constitución ni a la Ley Electoral. No existe derecho de autodeterminación, ni control de la guerra, ni primarias, ni mecanismos populares de cese o disolución. Y con todo, la población acepta el Régimen como demócrata. Debe ser por que se lo han dicho por la "tele".
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La Haine
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