Contra la hipocresía: ¡Viva el botellón!

Por Inés Arcia. Especial para La Haine.

Vivimos en una sociedad que tiene entre sus valores el consumo de altas cantidades de alcohol y que a todos los niveles considera que la limpieza de la mierda que produce no es de su responsabilidad. El consumo del alcohol está muy presente en la vida cotidiana y no se concibe una reunión entre más de dos personas si no es con una copa de por medio.

El estado español tiene los jóvenes que sus familias y sus instituciones han educado. Los jóvenes, al igual que "los mayores", se reúnen a pasarlo bien con un vaso de alcohol en la mano. Entonces, ¿a qué viene esta actitud tan hipócrita de la prensa y de los políticos en contra del botellón? ¿Están realmente preocupados por la salud de los jóvenes y la tranquilidad de los vecinos? Las instituciones sólo están en contra del alcohol por libre, fuera de los lugares privados, de las terrazas, de las discotecas. Y no sólo eso, está en contra de que los jóvenes decidan cómo, cuándo y dónde deben divertirse, sin realizar grandes gastos, compatibilizando el ocio con la austeridad consumista.

El gobierno está redactando una ley que prohiba beber en la calle, "salvo en determinadas circunstancias, como las fiestas populares". Es decir, que los jóvenes pueden intoxicarse y ensuciar a discreción siempre y cuando el estado lo autorice. Vamos, como las manifestaciones. Hay que pedir permiso. Y estos viejos caducos, corruptos, mediocres, impresentables, que son nuestros políticos, tienen que darnos el visto bueno. Los jóvenes tenemos que estudiar lo que nos dicen los empresarios, vestirnos como nos dicen las multinacionales de la ropa, aceptar trabajos basura por dos duros, y además, divertirnos cómo y cuándo a la burocracia se le ocurre.

Los políticos quieren imponernos su botellón. Un botellón con porteros en la puerta de las discotecas, que seleccionan con quién podemos tomarlo según la ropa que tenemos puesta, el color de la piel o el acento. Un botellón sólo accesible a los que pueden pagar 500 pesetas por una cerveza o 1.000 ptas. por una copa. El botellón del sistema, además de privatizado, no protege contra la contaminación acústica o la suciedad de la que se quejan los vecinos o la contaminación, y tampoco protege contra el alcoholismo. Simplemente da dinero y afianza la cultura del consumismo, que es lo que de verdad importa.

A nadie le preocupa que los impuestos de los ciudadanos paguen por los comas etílicos o las cirrosis que los adultos cogen en las distinguidas terrazas y bares de la Castellana o en los Sanfermines, o en la fiesta de la Paloma, o en la Feria de Abril, y pagan por los accidentes de coche de conductores alcoholizados. También pagan por la violencia doméstica contra las mujeres y los crímenes originados por el alcohol; por la limpieza de las calles despues de las fiestas patronales y los partidos de futbol que llevan a cabo las contratas y subcontratas de los ayuntamientos con mano de obra casi esclava.

¿Por que tanto escándalo, tanta doble moral y tanto proyecto de ley mojigata? ¿Que tal si incluyen en el presupuesto municipal la limpieza de la Plaza 2 de Mayo o Barceló los fines de semana, la insonorización de las viviendas de los vecinos que se quejan del ruido, la duración del Metro las 24 hrs. para evitar tantas muertes en la carretera, y la instalación y limpieza de servicios públicos para los jóvenes que eligen el botellón como forma de diversión?

Si no quieren contaminación medioambiental y acústica, que prohiban los coches, las autopistas, los aviones, los trenes de alta velocidad. ¿Cuánta gente no puede dormir por estas razones?¿Cuánta naturaleza se destruye?

Que prohiban la tecnología, el "progreso", la producción moderna, los ruidosos y contaminantes coches y aviones, las empresas que contaminan y destruyen impunemente el Coto Doñana, los rios, el Amazonas. Que prohiban la contaminación salvaje que produce el sistema. Que prohiban este sistema, y que construyan y construyamos un sistema racional, acorde con las necesidades reales de la naturaleza y del hombre.

El gobierno está aprovechando las "protestas de los vecinos" para privatizar el botellón y fortalecer el mercado, y así incorporar al consumo desorbitado de alcohol en las discotecas a miles de jóvenes: subirán los precios las empresas de bebidas alcohólicas; los bares harán, obviamente, lo mismo; la gente se ajustará un poco más el cinturón para no dejar de estar "integrado"; y encima, todos los demás, nos habremos dejado echar de nuestras calles y plazas.

Todos hacemos botellón porque disfrutamos de un ambiente relajado y amistoso.

Reivindiquemos el botellón porque es más sano y más barato que pasarlo en las discotecas gastando fortunas que no tenemos. Reivindiquemos el botellón en la calle porque tenemos derecho a decidir cómo queremos pasar nuestros fines de semana, dónde y cómo. Y sobre todo, reivindiquemos una sociedad libre de la contaminación acústica, medioambiental y consumista salvaje, y poder reunirnos a nuestro aire, hacer nuestro espacio independientemente de los burócratas, en las calles de nuestras ciudades.

Limpiemos nuestra propia mierda, no porque el botellón suponga un atentado a la naturaleza (ni por casualidad), sino porque ya es hora de que entendamos que también es nuestra responsabilidad. Y no sólo de las mujeres y las chachas importadas del tercer mundo, de todos.

Y en cuanto a "los adultos" y las instituciones, el día que dejen el alcohol como forma de entretenimiento y negocio, dejen de ensuciar y contaminar, respeten al otro, y dejen de utilizar la violencia como forma de resolver los conflictos, entonces, tendrán alguna autoridad moral para decirnos algo. Entre otras cosas, cómo debemos pasar nuestros fines de semana.

 
         
   
 

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