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No podéis
x Federico Montalbán López. Del
colectivo Desobedecer la ley – Convivir sin racismo
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El 25 de mayo, al igual que siempre que se realizan elecciones, se
repitió hasta la saciedad aquello de que celebrábamos
la fiesta de la democracia. Una fiesta que, como las celebradas por
determinadas discotecas, tenía reservado el derecho de admisión.
No, con esos zapatos no puedes entrar aquí. No, siendo inmigrante
no comunitario no puedes votar aquí. Lo del 25 de mayo fue una
fiesta privada, sólo para algunos. Aunque, en realidad, de lo
que se trataba, más allá de lo lúdico, era de la
democracia. Y la democracia no es sólo cosa de los políticos
profesionales ni de fechas cerradas y escasas en el calendario ni de
normas excluyentes. La democracia es algo que le corresponde a las y
los ciudadanos. El 25M un grupo de ellos, convocados por el colectivo
Desobedecer la ley – Convivir sin racismo, decidimos practicar
una democracia mejor que la que nos ofrecen en la actualidad. Aquellas
personas inmigrantes no comunitarias que viven en nuestra ciudades y
comunidades autónomas no tiene reconocido el derecho al voto.
No importan cuánto trabajen, cuántos impuestos paguen,
cuánto participen junto al resto de las distintas actividades
de la comunidad, no se les deja votar. No podéis, les dicen.
Y algunas de las personas que no estamos conforme con esto decidimos
ceder nuestro derecho al voto a aquellas personas que nuestra ¿democracia?
no les reconoce. Decidimos celebrar la fiesta de la democracia pero
sin reservarnos el derecho de admisión.
Habíamos quedado a las doce de la mañana del domingo
en la plaza de la Glorieta, frente al Ayuntamiento, para realizar la
cesión del voto en un acto público. Antes de ir, dos de
nosotras nos pasamos por un colegio electoral para recoger papeletas
y sobres de todos los partidos. Mientras los recogíamos un hombre
que se identificó como presidente de mesa nos dijo que no nos
las podíamos llevar. Otro hombre, con una gran chapa de Partido
Popular en la solapa, descorrió la cortina de la cabina en la
que la otra compañera recogía las papeletas, para preguntarle
en mal tono qué era lo que estaba haciendo. Descorrer la cortina
de una cabina electoral mientras alguien está dentro es un acto
de dudosa legalidad. No podéis llevaros las papeleteas, nos dijeron.
Les explicamos que las necesitábamos para realizar un acto muy
democrático y, evidentemente, nos las llevamos.
En la Glorieta todo salió mucho mejor de lo previsto. Sin haber
hecho una gran convocatoria acudió mucha más gente de
la esperada, tanto para ceder el voto como para recogerlo y los medios
de comunicación también cubrieron el acto con bastante
interés. El hecho se lo merecía.
Cuando las personas inmigrantes no comunitarias (dichosos nombres para
llamar a amigas y amigos) hubieron escogido sus papeletas nos marchamos
a votar. Dos de nosotras volvimos al colegio electoral donde habíamos
recogido las papeletas y con nostras se vinieron dos compañeros
marroquíes. Uno lleva en la región siete años,
otro ocho, los dos hablan castellano perfectamente, trabajan, pagan
impuestos, son parte activa de nuestra comunidad pero, como a otros
miles, no se les deja votar. El gobierno no les deja votar pero parte
de la ciudadanía (dueña legítima de la democracia)
sí.
Una periodista que nos acompañó quiso hablar con Ibrahim
justo antes de que votáramos. Enseguida vino un policía.
No podéis hablar aquí, les dijo. No se podía hablar
en un pasillo del colegio electoral, menos mal que el mismo policía
nos explicó que en el patio del colegio o en la calle sí
se podía hablar.
Al colegio electoral acudimos además con unas chapas que decían
No a la guerra. Cuando nos acercamos a la urna, una de las vocales nos
dijo que no podíamos votar con una chapa (así, en general).
Por suerte sabíamos que sí se podía y se lo dijimos
tranquilamente. Pero es grave la confusión que se ha producido
con ese tema. ¿Qué hubiera pasado si no hubiéramos
tenido claro que se podía votar con ese mensaje? ¿La confusión
de esa señora, provocada por la junta Electoral, hubiera limitado
nuestra libertad de expresión? ¿Cómo se han atrevido
a intentar prohibirnos votar con un lema pacifista? ¿A quién
asusta la paz?
Al final, a pesar de leyes que lo prohíben y de pequeños
obstáculos, conseguimos realizar lo que nos propusimos y un buen
número de inmigrantes no comunitarios decidieron a quién
votar. Su decisión fue la que se depositó en las urnas.
Detrás de cada No se esconde un Sí. Detrás del
No a la guerra (un no muy diferente a los que motivan este
texto), brilla el Sí a la Paz. Detrás del No
podéis votar, se esconde un Sí podemos decidir
quiénes son ciudadanos de primera y de segunda, sí podemos
quitaros derechos. Detrás del No podéis llevaros
las papeletas, se esconde un Sí podemos decidir las
condiciones de la democracia o sí podemos vulnerar el
derecho al voto secreto descorriendo la cortina de la cabina porque
me da la gana. Detrás del No podéis hablar aquí,
se esconde un Sí podemos haceros callar. Detrás
del No podéis votar con una chapa, se esconde un Sí
podemos limitar vuestra libertad de expresión.
Pero ante cada No se puede enfrentar un Sí. Sólo es cuestión
de querer. Y el domingo 25 de mayo, un grupo de ciudadanas y ciudadanos
quisimos. Desde la convicción de que la democracia es cosa de
todos y poniendo en práctica la imaginación contra una
ley injusta, frente al No podéis optamos por el Sí
podemos.
PD: Algo más pasó alrededor del acto de cesión
del voto convocado por Desobedecer la ley – Convivir sin racismo.
La campaña se presentó a los medios el jueves por la mañana.
Ese mismo día por la tarde, una compañera ecuatoriana
paseaba por la Trapería de Murcia. Allí la pararon un
grupo de personas, le dieron publicidad del Partido Popular y le animaron
a votar a dicho partido. Ella les explicó que era inmigrante
no comunitaria y que no podía votar. Entonces estas personas,
tranquilamente, le dijeron que no había problema, que podía
ir el domingo a la plaza del Ayuntamiento y aprovechar la acción
de la cesión del voto para votar al Partido Popular. Por supuesto,
hubiera podido hacerlo. Nadie condicionó el voto de nadie y fue
efectivamente una elección libre y voluntaria de cada cual. Pero
quizás olvidaron que las cosas no pasan porque sí y que
las leyes no caen del cielo. Los responsables de que haya una Ley de
Extranjería que impide que los inmigrante no comunitarios puedan
votar son los del Partido Popular. Si de verdad creen en la democracia,
si quieren que esta compañera ecuatoriana les vote, que cambie
su ley, injusta y discriminatoria.
27/05/03
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