Sida, un problema político y económico

Editorial Gara

La XIV Conferencia Internacional del Sida finalizó dejando un sabor agridulce a quienes asistieron a la misma en Barcelona. Diferentes organismos y ONG denunciaban que, a pesar de haber tenido muchos aspectos positivos, ningún estado ha hablado de adquirir compromisos concretos al respecto, algo que para hacer frente a esta pandemia resulta imprescindible. Y es que si algo ha reflejado esta conferencia, es que el sida ha dejado de ser un problema de salud únicamente, para convertirse en un auténtico problema político en todo el planeta. Esta pandemia acarrea no sólo los costes de política sanitaria, sino también la necesidad de tomar medidas específicas ante la desvertebración social que produce. Es un problema evidentemente político, y por lo tanto, las soluciones y medidas a tomar han de ser también políticas.

Mientras que las noticias que más páginas ocupan en los diarios continúan siendo los nuevos fármacos que parecen ofrecer la panacea para hacer frente a la enfermedad, la industria farmacéutica no muestra la más mínima intención de invertir en lo que realmente sería necesario para ofertar alternativas, por ejemplo, a los millones de enfermos que existen en Africa. Las leyes de mercado se imponen, nuevamente, a la justicia y a la igualdad. Y esto es algo que ha quedado reflejado en la Conferencia.

La pandemia se extiende de forma rápida y violenta fundamentalmente en los países más pobres. Un dato nada sorprendente pero que merece la pena subrayar. Y es que detrás de todos estos macro-congresos se esconde, a menudo, una profunda hipocresía, y como muestra la ausencia de compromisos en torno a las contribuciones pendientes de los países ricos al Fondo Global contra el sida, la tuberculosis y la malaria. De los 10.000 millones de dólares que prometió el G8, 7.200 brillan por su ausencia.

Para hacer frente al sida, hace falta dinero, determinación política, nuevos fármacos... Pero sobre todo es necesario no olvidarse nunca de la importancia de la prevención.

Barcelona ha despedido esta conferencia cargada de propósitos y declaraciones de buena voluntad, pero como suele ser habitual en este tipo de eventos, con la ausencia de verdaderas medidas que garanticen soluciones a este problema de carácter social, político y económico.

 
         
   
 

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