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Sobre “lo radical” y la revolución:
Una aportación al documento de debate de Corriente Roja
x Jesús García Blanca - kefet@telepolis.com
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“La progresiva destrucción
de la sociedad por el Estado, la organización de las ciudades
como espacio de normalización, la rapiña y la inspección
del espacio común por los poderes públicos, la imposición
de una antropología basada en la relación productor-consumidor,
la uniformización de la masa en familias estandarizadas, la persecución
sistemática de los irregulares, los lisiados, los incapaces o
rebeldes, han terminado por configurar en la amalgama social la imagen
de la familia tal y como la entendemos ahora”.
Philippe Meyer
“Radical”
Demasiadas veces utilizamos ese concepto magnífico, plurivalente,
lleno de vida, sin tener muy claro lo que queremos decir con él.
Por mi parte, confieso que le he dedicado bastante horas, paseos mentales
y laberintos de meditación y dispendio intelectual.
Y lo he hecho porque me preocupa enormemente mantener una parcela
importante del campo semántico del término a salvo de
posibles corrupciones morales, y porque –en el otro sentido- hay
una parte importante de nuestra acción revolucionaria que requiere
de ese término para nombrarse, que necesita esa bella palabra
para expandirse.
Metáfora para la batalla
Imaginemos un campo de golf enorme lleno de agujeros –muchos más
de los reglamentarios que no sé muy bien cuantos son. Imaginemos
ahora que todos esos agujeros están conectados mediante una red
de túneles que se disponen como las ramas de un árbol
y que conforme se profundiza en las capas de tierra fueran conectándose
entre sí mediante complejos y variados diseños. Imaginemos
que si se profundiza lo suficiente todos esos túneles acaban
desembocando en uno sólo.
La batalla política se desarrolla en la superficie, con los
seres que van asomando por los agujeros, pretendiendo cambiar estas
o aquellas manifestaciones superficiales sin comprender que tienen raíces
profundas. Gastando ingentes cantidades de energía en rascar
una coraza blindada que ha sido construida allá abajo en el túnel
único y primigenio donde se implantan los mecanismos esenciales
de comportamiento emocional.
Ahí es donde está la batalla radical.
La educación no es un absoluto
Considero un error referirse a la Educación como algo absoluto
con valor en sí mismo: “la educación nos hará
libres”. Terrible trampa: la educación para la libertad
nos hará libres; la educación para la obediencia nos hará
obedientes.
Más allá del debate-trampa sobre Educación pública
o privada, al hablar de educación tenemos que precisar en relación
con los objetivos.
Contra la educación concebida como herramienta del Sistema de
Pensamiento Dominante con el objetivo básico de perpetuar su
dominio, se hace necesario trabajar en una propuesta radical que conciba
la educación como un conjunto de estrategias para proteger la
vida, devolver la libertad a los niños y contribuir a la revolución
emocional que provoque la revolución social.
Contra la simplicidad del Control, la complejidad de lo vivo; contra
la división y la especialización que organiza el Poder,
la integración global de los múltiples niveles de lo viviente;
contra los objetivos trazados desde Arriba, el conocimiento y la protección
de los espontáneo y de las infinitas posibilidades de la vida.
Una propuesta radical porque debe explorar la raíz de los múltiples
problemas y aspectos implicados y reconocerse integrada en un proceso
de transformación revolucionaria.
Pero también una propuesta abierta, que se construya al mismo
tiempo que se reflexiona, se critica, se analiza, se debate, se pone
en práctica... se vive.
Contra el instinto de muerte
El soporte teórico de la Educación como herramienta del
Sistema de Pensamiento Dominante ha sido Sigmund Freud y sus continuadores
más o menos fieles. El postulado de un “inconsciente antisocial”
complementado con uno de los peores artificios inventados por los esbirros
intelectuales del poder, el “instinto de muerte” que según
su perpetrador se oponía a los impulsos vitales del ser humano
han tenido consecuencias dramáticas sobre la historia de la batalla
del ser humano contra la dominación: el psicoanalisis es en pocas
palabras el símbolo de los mecanismos científicos diseñados
para devolver al redil a los insurrectos.
El soporte teórico de la propuesta radical que aquí
hacemos son los descubrimientos y las intuiciones de Wilhelm Reich que
tuvo la honradez intelectual de enfrentarse a Freud y situar el conflicto
básico en su justo lugar: la culpa no está dentro del
ser humano sino en la sociedad: es la sociedad antivital la que agrede
al individuo reprimiendo sus impulsos y desviándolos. No se trata
de domesticar a los rebeldes, sino de cambiar el orden social.
Y el orden social –es decir, los innumerables mecanismos de los
que se dota- no se cambian a ras de suelo, sino cavando profundamente
en la tierra o en la naturaleza humana.
Continuará...
Lo dejo aquí por ahora. Pero la reflexión no ha hecho
más que comenzar a relatarse, a comunicarse... entretanto me
permito algunas recomendaciones para los previsibles ratos de lectura
que todos nos reservamos en verano:
· HOLT, John. El fracaso de la escuela. Madrid, Alianza Edicotirla,
1982.
· LERENA, Carlos. Reprimir y liberar. Crítica sociológica
de la educación y de la cultura contemporáneas. Madrid,
Akal, 1983.
· MEYER, Philippe. El niño y la razón de estado.
Madrid, Zero, 1981.
· REICH, Wilhelm. Los niños del futuro. Orgone Energy
Bulletin, vol. II, 1952.
· ROCHEFORT, Christiane. Los niños primero. Barcelona,
Anagrama, 1980.
· SCHÉRER, René. La pedagogía pervertida.
Barcelona, Laertes, 1983.
· SERRANO, Xabier. Contacto-Vínculo-Separación.
Valencia, Publicaciones Orgón, 1994.
· SERRANO, Xabier y SANCHEZ PINUAGA, Maite. Ecología infantil
y maduración humana. Valencia, Publicaciones Orgón, 1997.
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