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A raíz del desalojo del C.S. Malas Pulgas
y de las acciones de respuesta, el pasado mes de octubre fueron detenidos
4 compañeros, en principio acusados de daños y lesiones
y mas tarde de terrorismo.Todavía están 3 compañeros
encarcelados por este motivo. Aunque en un primer momento podría
sorprendernos este desarrollo de los acontecimientos, la repetición
cada cierto tiempo de hechos represivos parecidos nos debería
hacer reflexionar para poder comprender bien qué es lo que está
pasando. Comprender para poder responder mejor a estos ataques. Hace
falta establecer conexiones entre los distintos elementos para comprender
el conjunto.
¿Porqué los compañeros han sido acusados de terrorismo
por algo que, en otras circunstancias, hubiera sido considerado un delito
no terrorista? ¿Es que el juez que les toco es un archivillano
comparado con otros? En los últimos años los políticos
con la colaboración del aparato judicial han ido implantando
leyes cada vez más represivas, no sólo aquí sino
en muchos otros países. El número de policías,
carceleros, jueces, guardias jurados, etc. está aumentando a
un ritmo cada vez más rápido. Los periodistas, mercenarios
de la guerra psicológica a sueldo de los medios de comunicación
intensifican sus ataques contra todo lo que huela a disidencia real.
El control a través de las nuevas tecnologías se extiende
por el territorio en forma de videovigilancia, bases de datos, etc.
Los estados, herramientas al servicio del Capital, aumentan el control
sobre el sector de la población que, de alguna manera, puede
plantarles cara. En un momento en el que se prevé la posibilidad
de aumento de choques entre el poder económico y sectores del
proletariado la máquina represiva de los estados intensifica
sus ataques. La guerra interior contra todo aquel que se atreva a levantar
la cabeza se acelera y en este contexto los revolucionarios son los
primeros en sufrir las consecuencias. A veces el aturullamiento del
momento, las prisas o los miedos hacen que se olvide el origen de los
acontecimientos. Los compañeros fueron detenidos a raíz
del desalojo de una casa okupada y de las posteriores acciones de respuesta
sobre unas cuantas inmobiliarias (aunque no deja de sorprender que en
la propaganda se haga poca o ninguna referencia a ello limitándose
a pedir su libertad sin explicar las causas y los responsables de la
situación) Independientemente de que lo hubieran hecho o no (nosotros
preferiríamos que sí lo hubieran hecho) el asunto se sitúa
en el contexto de la lucha por nuestra necesidad de vivienda y locales
enfrentada con los intereses del sector inmobiliario. Este sector junto
con el de la construcción es un negocio seguro, especialmente
en épocas de crisis económicas como ahora, y por eso quienes
se benefician de él no están dispuestos a dejar impune
la toma de edificios sin permiso. Valencia es un pastel demasiado suculento
para este sector como para que alguien se lo estropee: allí se
está desarrollando una campaña especulativa de proporciones
inmensas en la que los estrategas de la especulación señalan
a la okupación y a los vecinos que se oponen a sus planes como
un enemigo a eliminar "en pos del progreso". Las inmobiliarias
y constructoras con la complicidad de la administración están
acelerando la guerra económica en la que quienes luchan por forrarse
a nuestra costa se enfrentan contra quienes luchamos por sobrevivir
dignamente.
Nos solidarizamos con los compañeros valencianos. Pero nos solidarizamos
con ellos no sólo porque sean víctimas de la represión
(víctimas hay muchas más) sino porque intuimos por sus
declaraciones y actitudes que nos une cierta complicidad. La complicidad
entre revolucionarios, entre explotados conscientes que desean acabar
con este sistema. Es la misma complicidad que nos une a los compañeros
argentinos que atacan a los líderes sindicales, a los compañeros
de la Cabilia que asaltan comisarías y edificios del gobierno,
etc. Por eso entendemos que para solidarizarse con ellos no es suficiente
el apoyo directo (legal, económico...) que por supuesto es necesario,
sino que hay que ir más allá. Tenemos que continuar la
lucha: contra el sector inmobiliario que nos condena a la esclavitud
laboral para conseguir una vivienda; contra los políticos de
todo tipo y los demócratas en general que aprueban y apoyan leyes
que nos llevan a la cárcel; contra los mercenarios de la prensa...
y en general contra todos aquellos que son parte activa y beneficiada
del sistema capitalista. También entendemos la solidaridad como
el apoyo a otras luchas revolucionarias de aquí y allá
y la extensión de las mismas a nuestro propio entorno. Estamos
inmersos en una guerra social que nos enfrenta (lo queramos o no, participemos
activamente o no) a nuestros opresores. Estos no son ni invulnerables
ni invisibles, nos los cruzamos todos los días en el trabajo
y en la calle. Elegir sus puntos débiles, prepararnos y actuar
es una decisión que sólo depende de nosotros mismos.
¡Extendamos las Fallas!
¡Otra guerra es posible!
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