2017: Primer centenario de una revolución para el género humano
“El género humano es la Internacional”. Es una de las estrofas más hermosas del himno proletario por excelencia, La Internacional.
En la noche del 6 al 7 de Noviembre, en San Petersburgo, se inició la batalla decisiva entre dos fuerzas antagónicas. Por un lado, las herederas del zarismo, que buscaban mantener el orden del poder económico bajo el formato de la mera ruptura política con el zarismo, sin cambiar el orden económico y social, y, por otro, por quienes pretendían cambiar el mundo de base, l@s trabajadore@s, parte del campesinado y la fuerza del pueblo ruso que mejor representaba esas aspiraciones, los bolcheviques.
100 años después, en estos tiempos en los que el circo parlamentario de la dictadura de clase burguesa ha convertido su propia idea de “democracia” en una patética burla de lo que supuestamente representa, las palabras de Lenin sobre el parlamentarismo burgués se hacen más actuales que nunca:
“Precisamente Marx, que aquilató mejor que nadie la importancia histórica de la Comuna, mostró, al analizarla, el carácter explotador de la democracia burguesa y del parlamentarismo burgués, bajo los cuales, las clases oprimidas tienen el derecho de decidir una vez cada determinado número de años qué miembros de las clases poseedoras han de "representar y aplastar" al pueblo en el Parlamento.” (Vladimir Ilich Ulianov, Lenin.
“Tesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado”)
Los bolcheviques, herederos de La Comuna de París habían aprendido bien la la vieja lección de Karl Marx y Friedrich Engels, que el Estado (“El poder público”) “es el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa".
Inauguraron un tiempo nuevo, en el que los trabajadores tomaron el viejo poder de la burguesía, para destruirlo y crear un nuevo poder de clase.
Por eso asaltaron los cielos de nuevo, esta vez con éxito, dirigidos por una organización revolucionaria consciente de su papel histórico y de que la revolución sería protagonizada por una nueva concepción democrática de la lucha de masas o no sería.
Todo proyecto revolucionario se enfrenta a la circularidad del tiempo repetido. Toda revolución, que de verdad lo sea, pretende ser una escisión, una discontinuidad abrupta en la historia que inaugure un tiempo nuevo.
Walter Benjamin, haciendo referencia a la revolución francesa de 1789, explica en sus “Tesis sobre el concepto de Historia” el significado, convertido en hecho, de esa voluntad revolucionaria:
“La conciencia de hacer saltar el “continuum” de la historia es propia de las clases revolucionarias en el momento de su acción. La gran Revolución introdujo un calendario nuevo. El día con el que comienza un calendario oficial de compendio histórico acelerado. En el fondo, ese día es el mismo que vuelve siempre bajo la forma de días festivos, que son días de recordación. Los calendarios no miden el tiempo como los relojes: son monumentos de una conciencia histórica de la que no queda en Europa la menor huella desde hace cien años. En la Revolución de julio se registró un incidente en el que esa conciencia todavía se hizo valer. Al caer la tarde del primer día de lucha sucedió que en varios sitios de Paris, al mismo tiempo y sin previo acuerdo, se disparó contra los relojes de la torres. Un testigo ocular, que acaso deba su acierto a la rima, escribió entonces:
¡Quién lo creyera! Se dice que indignados contra la hora
estos nuevos Josué, al pie de cada torre,
disparaban contra los relojes, para detener el tiempo.”
La Revolución de Octubre, proletaria o soviética, como mejor nos guste llamarla, disparó también contra el tiempo, no para pararlo sino para romperlo, para iniciar una nueva etapa. Y para liberar de la opresión a una clase explotada que, al emanciparse, habría de redimir al conjunto de la humanidad, algo que previamente Marx había expresado:
“En la formación de una clase atada por cadenas radicales, de una clase de la sociedad civil que no es ya una clase de ella; de una clase que es ya la disolución de todas las clases; de una esfera de la sociedad a la que sus sufrimientos universales imprimen carácter universal y que no reclama para sí ningún derecho especial, porque no es víctima de ningún desafuero especial, sino del desafuero puro y simple; que ya no puede apelar a un título histórico, sino simplemente al título humano; que no se halla en ninguna suerte de contraposición unilateral con las consecuencias, sino en contraposición omnilateral con las premisas mismas; de una esfera, por último, que no puede emanciparse a sí misma, sin emanciparse de todas las demás esferas de la sociedad y, al mismo tiempo, emanciparlas a todas ellas; que representa, en una palabra, la pérdida total del género humano, por lo cual, sólo puede ganarse a sí misma mediante la recuperación total del género humano. Esta disolución total de la sociedad cifrada en una clase especial, es el proletariado.” (K. Marx: "Crítica de la filosofía hegeliana del derecho estatal")
Esa fue la llamada del proletariado y del campesinado rusos al mundo, la emancipación de la necesidad, de la explotación del ser humano por otro ser humano, la superación de la alienación, el comienzo de un tiempo de cooperación entre las personas y la posibilidad de ir más allá de la prehistoria de la humanidad.
Para el Espacio de Encuentro Comunista (EEC) la llama que prendió en “Octubre”, con Lenin a la cabeza de los bolcheviques, trajo un “Mayo” prometedor para nuestra clase y para toda la humanidad.
El EEC va a celebrar a lo largo de 2017 un conjunto de actividades, iniciativas, difusiones y debates sobre el significado de la primera revolución proletaria triunfante de la historia.
Nuestra aportación a la Revolución de Octubre va a ser una mirada al pasado, como aprendizaje y enseñanza para el futuro de otras revoluciones que vendrán, porque la razón está de parte de l@s explotad@s y oprimid@s.
No vamos a hacer ni una museística de la revolución, y de lo que sucedió tras ella, ni una antología de la nostalgia. Para el EEC, con La Comuna de París y la Revolución de Octubre, nacen la identidad de los comunistas y el camino que hemos de recorrer por la liberación de nuestra clase, y con ella, del ser humano.
“Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía.” (Vladmir Ilich Ulianov, Lenin)
Si deseas formar parte del grupo de trabajo del Espacio de Encuentro Comunista que organizará los distintos eventos del Centenario de la Revolución de Octubre, ponte en contacto con nosotros: encuentrocomunista@yahoo.es. Todas las manos, todas.