Alarma en San Lorenzo, ¿playa o acantilado?

Todo en aras de la ampliación de un puerto, cautivo del carbón y del mineral de hierro, que no podrá incrementar sus tráficos, sino más bien disminuirlos. La mayor inversión de Asturias, 830 millones de euros y, también, el mayor sobrecoste, 251 millones. Todo por una ampliación que desde el principio se dijo que el negocio estaba en hacerla.

Mientras, los responsables, las autoridades del Gobierno regional y local, ambos del PSOE-IU eluden cualquier responsabilidad sino es para añadir más incongruencias

La situación de la playa es preocupante. No se trata de sembrar una alarma innecesaria y mucho menos de especular, porque pocas veces se puede comprobar de manera tan directa cómo está la playa. Basta con dar un paseo por El Muro para ver que ya no es lo que era hace tan sólo unos meses. Pero, dos circunstancias dificultan la apreciación de la realidad. Por una parte los horarios variables de las pleamares y bajamares y, por otra, el distinto nivel que alcanza según qué mareas. Mientras no relacionemos ambas variables no hay modo de saber en qué situación se encuentra y de qué manera va cambiado. Las pleamares y bajamares se suceden cada poco más de seis horas y, al día siguiente, ya no será a la misma hora, sino que se retrasarán una hora, más o menos y, para mayor confusión, el nivel que alcanzan tampoco será igual que el día anterior y lo mismo sucede con el estado de la mar, el tamaño de las olas y su recorrido en la arena. Esto hace que, a simple vista, no sepamos cuanta playa queda disponible y cómo se ha ido modificando.

El espigón Norte de la ampliación de El Musel, de más de 4 km desde el Cabo Torres, ha cerrado la bahía a las corrientes y a la mar predominante proveniente del Oeste, que es la que principalmente configuraba la dinámica de la bahía y de la playa de San Lorenzo.

El movimiento de la pleamar o de la bajamar no es uniforme. Las mareas suben o bajan un 25% el nivel del agua en las dos primeras horas y el 50% en las dos horas centrales (un 25% en cada una). Al final del ciclo de la marea, se repite la secuencia del principio y, en las dos últimas horas, sube o baja el 25%, según sea pleamar o bajamar. Si a todo esto sumamos lo ya dicho, que el horario se retrasa una hora cada día, que el nivel de cada marea varía y que el estado de la mar y de las olas también cambia, sin una observación detenida, no es posible saber cómo se ha modificado, salvo cuando llegue la hora de encontrar sitio en la playa.

Datos significativos. En el pasado mes de enero, por ejemplo, la altura media de las 60 bajamares y las 60 pleamares fue 1,05 y 3,82 metros respectivamente y, la diferencia de nivel entre ambas mareas, de 2,77 metros, que es lo que queda disponible para la playa. La diferencia de un mes a otro es pequeña, por ejemplo, respecto a julio sólo es de 4 centímetros.

En los días 7, 8, 15 y 16 de enero entre la escalera dos (La Pescadería) y la escalera once, la playa disponible en bajamar era de 70 metros, medidos desde El Muro. En estos mismos días, a la mitad de la pleamar o de la bajamar, la playa disponible era de 25 metros solamente. Pero, el día 5 de febrero a la mitad de la bajamar, y en la misma zona, sin embargo las olas se estrellaban contra El Muro y con bastante profundidad de agua, es decir, la playa estaba sumergida. Al día siguiente, el día 6, en la bajamar, la playa disponible era de 35 metros. Es decir, en a penas un mes, a media pleamar ya no queda playa y, en la bajamar, la playa se redujo a menos de la mitad del mes anterior,es decir a sólo 30 metros.

La pérdida del nivel de arana equivale a un aumento similar del nivel de la mar, con un descenso de 1,38 metros (la mitad de 2,77) la playa disponible se reduce exactamente a la mitad. Entre la escalera dos y la escalera once, la pérdida de arena va de uno a más de dos metros. Es decir, en estos momentos, la playa se ha quedado reducida a la cuarta parte. No se trata de conjeturas, basta medir, en la bajamar, la distancia del El Muro hasta el borde de la ola más próxima. Es bien fácil.

El largo espigón Norte de la ampliación del puerto y la prevista extracción de hasta 24 millones de metros cúbicos de arena, están modificando inevitablemente la playa. Como ambas operaciones se realizan al mismo tiempo, resulta difícil saber qué influencia tiene cada actuación. Pero dado que las corrientes y la mar predominante es del Oeste, el espigón Norte es, seguramente, el mayor causante de esta gran alteración y lleva camino de convertir una buena parte de la playa de San Lorenzo en un acantilado.

Antes, la incertidumbre era la principal alarma, ahora parece que la evidencia confirma el desastre de la gran playa. Las observaciones y las mediciones, que se han hecho con mareas de suave oleaje, lo confirman. Lo mismo que el silencio de la autoridad competente como le es la Dirección General de Costas, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente.

El equilibrio de cualquier playa es muy sensible a pequeñas modificaciones del entorno, pero el caso es mucho más grave, porque las dos actuaciones para la ampliación del puerto son muy agresivas con todo el entorno dada su proximidad y su gigantescas proporciones. Con frecuencia los cimientos de El Muro y de sus escaleras quedan al descubierto. Resta ver ahora cómo pueden comportarse con esta erosión o con cualquier temporal. Y, queda también por ver, cómo va a evolucionar la playa en los pocos meses que quedan para el verano.

Lo más grave es que como lo que se ha alterado es sobre todo la dinámica de la playa, no parece que el relleno de arena sirva para corregir su pérdida.

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La Haine
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