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Asturies :: 16/01/2006

Asturies alienada

Carlos X. Blanco - La Haine
No podemos seguir así. Todos los años perdemos un número considerable de asturianos. Salen hacia Madrid, salen hacia el Sur, el Levante, etc. Van en busca de un trabajo que en su patria se les niega.

Y muchos de ellos son jóvenes y universitarios, gente bien preparada que podría haber sido la savia fresca de una nueva Asturias. Pero entre todos dejamos que esa savia se pierda. La vertemos a un océano llamado España, en el que otros despabilados la recogen, y en el que los nuestros se disuelven.

Los políticos del "Principado" hacen oídos sordos a ese goteo incesante. Incluso a veces parece que con su hacer y no hacer, lo alimentan. Quien califica el hecho de la emigración incesante de asturianos como de "Leyenda Urbana", se incapacita a sí mismo para el cargo. Es un autista, mucho peor, un don nadie que nada quiere saber de la realidad. ¡Ojalá emigrase el director de esa sucursal del Estado, llamada "Principado"! ¡Ojalá se fueran él y todo su cortejo a hacer los madriles, a ver si allí les quieren para algo! Así, libres de tales gobernantes de colonia, los asturianos podríamos autogobernarnos, regir los destinos propios, los que nos pertenecen.

Así, por ejemplo, podríamos dejar de orientar la universidad asturiana hacia los deseos de los de los empresarios "canallas", esos que abundan en todas partes, pero en especial al sur de Asturias, en ese estado español subdesarrollado científica y culturalmente, pero que sin embargo anhela técnicos y titulados a precio de peón indocumentado, de emigrante ilegal.

La más alta institución del conocimiento no ha cuidado su propio solar, y ha dado la espalda a su pueblo. En ella se refugiaron no pocos hijos del franquismo, para medrar a su propio beneficio, nunca al servicio del país asturiano. En esa universidad ciertas elites, que ya parecen eternas y autoperpetuadas, encontraron su acomodo. El yugo y las flechas se transformaron en el puño y la rosa. Pero ¿qué más da? Son elites que, de manera retrasada (retraso mental, retraso ideológico) siguen avergonzándose de su nación asturiana, de su lengua y de su ser. Cuando de tales cosas se acuerdan, cuando de tales cosas saben algo, apenas llegan a alcanzar un cierto nivel de "regionalismo". Regionalismo que, al ser trasladado a la prensa asturiana, o a alguna publicación, no deja de constituir una prolongación directa de los "Coros y Danzas" aquellos del falangismo.

Su actitud y su pedagogía ¿en qué consisten? Ellos lanzan a los asturianos un mensaje como éste: mirad qué bien se vive en Asturias, mirad qué bien vivimos nosotros. Y luego acumulan alabanzas bucólicas al paisaje, la gastronomía, la tradición. ¿Qué puede pensar, mientras tanto, el asturiano emigrado, el desempleado, el joven que inicia su viaje de no retorno hacia la España tórrida y atrasada, fundada en el contrato-basura? ¿Pueden soportar la lectura en un diario asturiano, sin escándalo y sin vergüenza, reportajes como esos de "Conversaciones en Valdediós"? Mejor sería decir "Fartures de Valdediós" ¿A qué vienen esos alardes de buena tripa, y presunto saber vivir? No se sabe por qué los periodistas elevan a esos individuos a las cumbres de una asturianía universal. ¿Quiénes son, empero? ¿Qué han hecho esos señores por Asturias? Ojalá fuera tan simple como pensar que pontifican sobre las esencias asturianas a cambio de un plato de fabes. Nuestro pueblo debería desalojarles de la palestra pública. Otro tanto se diga de los afamados "Premios Príncipe de Asturias" y los "Milenios de la Ciudad de Oviedo" y tantos y tantos fastos. ¿De veras hay asturianos que aún se creen que el mundo gira en torno a la capital carbayona, o que todas estas personalidades vienen a algo más que a cobrar y comer bien, sacado el monto de gastos de aquel dinero que entre todos -como tontos- los asturianos les damos?.

Ese es el regionalismo de papanatas, que ya desde sus franquistas raíces anuló y hasta sepultó las estructuras auténticas de nuestro pueblo. Aquel de los que, viviendo burguesamente en la calle Uría de Oviedo, o en Somió, explotaban a las criadas con cofia, venidas de la aldea, obligadas como perdedoras de la guerra a servir en todos los aspectos de la existencia a sus amos. Esos burgueses que, venidos de España como funcionarios, esos rentistas y herederos de algún indiano, esos profesionales e industriales que colaboraron con el régimen y que se reían de aquellas esencias palurdas, aldeanas y obreras, de esa rusticidad indígena, imposible de extinguir ni siquiera con una guerra.

Regionalismo enemigo de los asturianos reales, falsa erudición ostentada por leguleyos, catedráticos y médicos, cuyos posibles hacían factible estudiar una carrera. Hombres dados al humanismo, aunque a su lado se cruzaran con niños que aprendían las letras y las cuatro reglas por la noche, fuera de hora, tras una larga jornada como obreros de fábrica o aprendices (guajes) de mineros. Pero esas lumbreras conservadoras, hartas de la ignorancia del pueblo llano, se divertían fuera de hora, como hacían la mayor parte del día en sus cafés o en el club, y daban sus "pinceladas" (nada serias, sólo sentimentales, en absoluto reivindicativas), y creaban sus costumbrismos, muy "folklóricos", muy tardorromántcios. Para su gusto, bajo los palurdos de carne y hueso, tras el aldeano, podrían descubrir un "tipo ideal" que adornase su ocio tan mal administrado. Y así, de la mano de estos regionalistas, hasta la llegada de la democracia, Asturias estuvo a punto de ver aniquilada su conciencia nacional y todo un modo de ser que es netamente popular, hijo legítimo del aldeano y del obrero. Con la pérdida de la guerra, a punto estuvimos de conocer la pérdida de nuestra misma nación. Nuestro folklore hubiera sido objeto de las más completas manipulaciones de los "Coros y Danzas". Mas no fue del todo así. En el mismo momento en que el régimen dictatorial iniciaba su declive, un amplio movimiento nacionalista y reivindicativo afloró en Asturias, centrado especialmente en la cuestión lingüística, en la defensa y oficialidad del asturiano (el "bable").

El nacionalismo político (frente al viejo regionalismo cultural) salió a escena. Desde aquel mismo momento, en la década de los setenta, nación asturiana y lengua asturiana conformaron una ecuación indisoluble. Genéticamente, no es pensable una idea de la nación asturiana que relegue a un segundo plano la recuperación, promoción y oficialidad de su lengua vernácula. Es cierto que no es imposible que se formen nuevas naciones compartiendo las lenguas que se hablan de otras preexistentes: la historia ha enseñando muchos ejemplos de nuevas naciones autodeterminadas y conquistadoras de su propio estado, compartiendo las lenguas de otras.

La ecuación nación y estado no es universal ni necesaria, y como ejemplo tenemos las repúblicas sudamericanas con respecto al castellano. Pero en el caso asturiano no tratamos de una construcción nacional a partir de un proceso de descolonización, sino más bien de una recuperación de su propia lengua y de su propio modo de ser, del renacimiento de unos rasgos de identidad antiguos e históricamente legítimos para constituirse en nación, rasgos más sobresalientes que los definidores de Castilla y de España (España como proyecto inventado desde Castilla, pues tal es nuestra tesis). Por tanto, al menos en un sentido histórico-genético y lingüístico, a Asturias no le conviene un federalismo hipotético en asociación a las otras comunidades, sin antes pasar por un proceso de revolución de su propia conciencia nacional. Antes nación, y autodeterminación, y sólo después, habrá que ponerse a pactar (si esa es la voluntad popular) una federación.

Las elecciones que se han ido celebrando han defraudado no poco las esperanzas populares en lo que se esperaba como un efectivo "Resurgir". Ello se debió a que la izquierda oficial había venido traicionando sistemáticamente al pueblo en esto de la cuestión lingüística. Después de treinta años, la asignatura pendiente de la oficialidad sigue viciando la normalidad política de Asturias. Un bloque anti-asturianista liga a la derecha y a la izquierda españolistas, bloqueando así en nuestro país la posibilidad de romper de una vez con el franquismo y sus políticas de represión lingüística. Tal bloqueo tiene la coartada, cada día más patética y discutible, de un supuesto compromiso de socialistas y comunistas para con el ideal federalista. Pero esta coartada, esta antítesis doctrinal entre federalismo y nacionalismo no hay quien se la crea. No se puede creer en ninguna supuesta pretensión doctrinal de Alvarez Areces, o del presidente de turno, orientada hacia un estado federalizante aunque "siempre" dentro del marco de la Constitución.

¿De veras cree algún asturiano que a él y a su "Principado" van a ser tenidos en cuenta en la dinámica de "federalismo asimétrico" introducida por otros socialistas periféricos (de más peso)? ¿De veras creen los simpatizantes socialistas y comunistas que este federalismo, tenga simetría o carezca de ella, es una versión laica, ilustrada o republicanista del, según ellos, cerril y romántico nacionalismo confesional del PNV y CiU? Para todos estos apóstoles de la nueva federación hispánica (Maragall, López) Asturias figura en la nómina de comunidades de tercer orden, de lenta velocidad competencial, en el censo de las Hurdes ibéricas, en el redil del Constitucionalismo vigilado y policial. Toda otra consideración hacia estas propuestas federalistas equivale a engañarse miserablemente, confiar una vez más en la mil y una maniobras trapaceras en las que socialistas (y sus acólitos de IU) han dado a conocer. ¿Confiar en que la "izquierda" centralista va a tener en cuenta a la clase obrera? De hecho, el PSOE en Asturias liquidó a su clase obrera, o la dejó herida de muerte. ¿Confiar en que esa "izquierda", por su histórica raíz republicana, promoverá un federalismo entre naciones verdaderas, y no una mampara para 1) defender privilegios de unos, y 2) prolongar dependencias parásitas de los otros?

Verdaderamente lo que vemos es otra cosa. Esa izquierda vergonzante de siempre, la que se metió en la OTAN y la que ha agachado la cabeza reverencial y abyectamente ante un Borbón puesto por Franco, va a aportarnos no es sino una versión mala, una versión-estafa, de las aspiraciones nacionalistas de algunas comunidades. Esas aspiraciones, en sí mismas legítimas, no están directamente comprometidas en buscar una solución para el resto de las comunidades del estado, y en su lugar se develan por mejorar el status de la suya, ya sea dentro o fuera del estado. En cambio, el federalismo vergonzante de una izquierda que nunca ha dejado de tener una vocación centralista, consiste única y exclusivamente en otorgar privilegios a quienes han cogido fuerza para demandarlos y crear al mismo tiempo crear alguna suerte de superestructura formal que ate fuertemente a la España pobre y que sirva toda ella -unida- como contrapeso al nacionalismo de los privilegios.

Este es un federalismo miserable, que reconoce de forma sofística el derecho al más fuerte y al más rico. En Asturias, que no somos, a lo que se ve, ni fuertes ni ricos, no nos puede convenir este tipo vergonzante de federalismo, presentado las más de las veces como "nacionalismo light". Ni un Patxi López ni un Pascual Maragall son personajes que podamos trasplantar aquí. Ni sus ideas, caso de tenerlas claras, nos importan. La alienación política de los asturianos hace que nos desvelemos -por influjo machacón de los media- por un Plan Ibarretxe o por un Estatuto catalán, y en cambio vivamos en la más absoluta ignorancia de nuestra situación como asturianos, como nación en relación (¿qué relación?) con el Estado español.

 

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