¡Basta de impotencia y sentimientos de derrota!

El reciente anuncio de Volkswagen sobre el cierre de 3 fábricas en Alemania, es una llamada de atención. Si pensamos que esto es algo puntual que afecta solo a nuestros vecinos europeos, echemos un vistazo a la situación de España: Subidas salariales irrisorias y flexibilización del empleo en Acerinox, ERE en la empresa MasOrange con más de 600 trabajadores afectados o las condiciones precarias de las trabajadoras del sector textil en Álava, por no hablar de otros sectores como el campo, la educación, o la salud pública, que no se libran de la difícil situación que padecemos.

Muy poco podemos esperar de este “gobierno de progreso” que no ha sido capaz de cumplir ninguna de las (pocas) promesas para mejorar la vida de las clases más afectadas por la crisis. Para colmo, nuestros gobernantes empujan a nuestro país a un conflicto militar vendiendo armamento al estado genocida de Israel y dando soporte militar a los neonazis ucranianos, cargando el coste económico de estos gastos sobre las espaldas de los trabajadores.

Para esto sirve su aclamada “paz social” que pregonan la patronal y sus colaboradores. ¿De que vale esa “paz social” cuando ya es extremadamente complicado tener un salario que nos permita afrontar el pago de una vivienda y una alimentación de calidad para nuestras familias? ¿Cuándo el mismo trabajo nos desgasta física y mentalmente a un ritmo brutal que nos roba la vida? Esta paz social no es otra cosa que nuestra guerra diaria por la supervivencia. No podemos aceptarla.

Cuando la clase obrera no avanza en la conquista y defensa de sus intereses, los que lo hacen son los capitalistas. Actualmente los trabajadores en España estamos mal organizados. Desde los pactos de la Moncloa, no hemos nada más que retroceder. Han logrado que perdamos gran parte de nuestra tradición de lucha y que predomine la confusión, la resignación o el desconocimiento de qué hacer para mejorar nuestras condiciones de vida. Para llegar a esta situación, el estado crea leyes, paga a partidos políticos y sindicatos para que actúen como vendidos de los poderosos, y así aislar y castigar al compañero honesto y consecuente, llevarnos a la claudicación y conducir los conflictos por los cauces que benefician a los empresarios.

Sí, la situación es mala: una mierda. Es por ello que resulta un punto de partida excelente. Sabemos que lo que hay ahora no nos vale y esto nos abre un campo de acción amplísimo porque tenemos todo por hacer. Hoy los trabajadores y trabajadoras estamos en mejores condiciones de identificar todo aquello que no ha funcionado, desestimar los cantos de sirena de los distintos lobos con piel de cordero y descartar los desvíos a callejones sin salida a los que nos tratan y tratarán de conducir.

Actuemos con memoria: sirvámonos de nuestra experiencia para rescatar aquello que si nos resultó históricamente útil además de ir descubriendo e incorporando elementos nuevos que nos ayuden en las condiciones actuales. Empecemos trabajando en pequeños grupos a espaldas de la dirección para recuperar una de las cuestiones que más nos urge: las asambleas de trabajadores no sumisas a la patronal, que sean nuestra verdadera voz y fuerza.

Todo pasa por tomar nosotros mismos las riendas de nuestros asuntos. Debemos asumir que la única forma de lograr mejorar las condiciones particulares de cada uno de nosotros es pelear junto a las personas que se encuentran nuestras mismas condiciones, con nuestra clase social. Todos los asuntos ya sean políticos, económicos, sociales son de nuestra incumbencia y debemos preocuparnos por ellos para definir nuestra posición y nuestros intereses o nos conducirán a defender los de otros. Sin las riquezas que nuestro trabajo crea y que solo la clase obrera crea, ellos no son nada. Si no hay perspectiva que apunte a la conquista del poder político, las luchas desaparecerán.

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