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Pensamiento :: 09/09/2011

Cada época tiene sus falsificadores

Mikel Arizaleta
El problema de la Iglesia católica no es que sea carca y que sus dirigentes sean unos impresentables, el problema fundamental es que el Jesús que predican es invento y mito

En una librería de Berlín tropecé con el profesor Gerd Lüdemann, que
me habló de la novela "Sakrileg" de Dan Brown, versa sobre el
descubrimiento del mayor desenmascaramiento de la historia. El objeto
del complot es Jesús y la autora la Iglesia católica, que reprime y
esconde documentos sobre Jesús y su familia de los que se deduce,
entre otras cosas, que ha tenido una hija con su esposa María
Magdalena.

Los personajes de la novela revelan todo tipo de misterios sobre Jesús
y la primigenia Iglesia, que con ojos de la investigación histórica
rigurosa y el tamiz de una investigación teología crítica hay que
catalogarlos de "absurdos cómicos". Por citar algunos ejemplos: Jesús
habría redactado una crónica de su vida, María Magdalena habría
escrito un diario personal, en el siglo IV el emperador Constantino
habría elegido, entre más de 80, los Evangelios del Nuevo Testamento
o un descendiente de Jesús se habría casado en el siglo V con un
descendiente de la casa real francesa, de la que procedería la
dinastía merovingia.

Esta historia infumable pero divertida pudo verse también en los
cines alemanes. Un reparto importante -con Tom Hanks haciendo de
Robert Langdon, profesor de Harvard, quien a su pesar descubre la
verdadera pista de Jesús- hizo que la película arrojara buenos
dividendos.

Lo curioso es que muchos teólogos de las dos grandes Iglesias se han
interesado en demasía y pugnado por hacer ver la incongruencia en sus
páginas, tratando de aminorar y paliar posibles daños entre creyentes,
previniéndoles ante la "deformación del mensaje bíblico", del "osado
embuste" y el "gran engaño", del que responsabilizan a Dan Brown.

Pero resulta más sorprendente que estos jueces de la fe ortodoxa no
sean capaces de distinguir entre la historia ficticia -narrada por
Brown, y cuyos héroes lanzan disparates y desatinos- y un libro de
documentación engañoso. Da bastante más qué pensar que precisamente
los maestros y profesores cristianos, que acusan e incriminan a Dan
Brown de conducir al error o incluso de intentar engañar, sean quienes
le arrojen piedras desde su tejado de cristal. Brown (con razón o sin
ella) reivindica como autor que todas las obras de arte y
arquitectura, mencionadas en su obra, existen realmente y que los
documentos son reproducidos fielmente, pero en ninguna parte sostiene
que las revelaciones de los personajes, inventados por él, se
refieran a hechos fiables históricamente. Si teólogos ortodoxos acusan
a Brown de propagar errores y despropósitos históricos, debieran
recordar que de esto mismo, sólo que con más razón, se puede acusar a
los Evangelios neotestamentarios, puesto que sus autores reclaman y
reivindican -y no como Brown- dar un retrato auténtico de Jesús.

Los 250 años de investigación crítica de la Biblia han mostrado que la
tarea de falsear al hombre Jesús, de tergiversar y retocar sus
palabras y sus obras, comenzó en al inicio del cristianismo,
reflejándose ya en un grado avanzado en los escritos del Nuevo
Testamento. Las tradiciones de Jesús, contenidas en el Nuevo
Testamento, están en gran medida y en gran parte en clara
contradicción con lo que realmente dijo e hizo Jesús .

Desde un punto de vista histórico los primeros cristianos moldearon a
Jesús a su conveniencia, adaptaron la figura y pensamiento a sus
gustos e intereses, dando de él el perfil que más les convenía en su
lucha contra aquellos otros, a los que se les tildaba de heterodoxos o
disidentes. Y en sus manos y en sus escritos panfletarios el
carismático exorcista Jesús se convirtió en un ejecutor de prodigios
monstruosos, el narrador judío de parábolas pasó a ser un antisemita
envidioso, el predicador errante y vagabundo se convirtió por arte de
falsificadores en el dominador de mundos, que un día juzgaría a vivos
y muertos.

Los funcionarios eclesiásticos, que critican a Dan Brown, conocen sin
duda alguna los resultados ciertos de la investigación bíblica, sin
embargo, y a pesar de ello, estos fanáticos siguen imponiendo un duro
castigo y comportándose de manera inmisericorde con quienes en
púlpitos parroquiales o en facultades y cátedras de teología exponen
los resultados de sus investigaciones y sacan las consecuencias
debidas. Ya al inicio del cristianismo judíos no cristianos
catalogaron como engaño la falsificación piadosa y sin escrúpulo
alguno de las palabras y obras de Jesús por parte de los autores
neotestamentarios y su gente.

2000 años después siguen propagando su mensaje falsificado. Si su
falsificación es denunciable también lo es el talante de quienes lo
creen.

Antonio Álvarez Solís comenta en Gara (8.9) que “escuchó a Su Santidad
decir en la gran asamblea evangélica de Madrid que no se puede seguir
a Jesucristo fuera de la Iglesia”. Ni fuera ni dentro. El problema de
la Iglesia católica no es sólo que sea carca y que sus dirigentes sean
unos impresentables, restos de Edad Media, el problema fundamental es
que el Jesús, que predican, es invento y mito. Pura falsificación.

Mikel Arizaleta

 

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