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Iñaki Gil de San Vicente, Nacionales E.Herria :: 21/05/2009

Los "derechos humanos" burgueses y los derechos de la humanidad trabajadora

Dax Toscano Segovia
Entrevista con el pensador marxista vasco Iñaki Gil de San Vicente :: Un pueblo oprimido puede conquistar su ?independencia? si no afecta a la estructura de explotación

Consistencia y vitalidad de un militante comunista

Iñaki Gil de San Vicente es una persona excepcional en todo sentido. Es, como diría el Che, el modelo de un ser humano nuevo. Tal vez a él no le guste que lo vean así. Su modestia es grande y sincera. Se parece en muchos aspectos al gran revolucionario y teórico alemán Federico Engels, con quien no sólo le identifica el dominio de la dialéctica, el conocimiento profundo de la ciencia y de la historia de las guerras, la pasión por la lectura, la dedicación permanente por la escritura de temas políticos de interés para el colectivo revolucionario, la praxis consecuente dentro de la militancia comunista; sino, además, la grandeza de su corazón, de su calidad humana.

Así fue Engels quien, junto a Marx, su amigo y camarada, al que ayudó siempre sin interés de ninguna naturaleza, elaboró un cuerpo teórico científico para comprender y transformar la realidad oprobiosa y explotadora del capitalismo, porque ellos no fueron intelectuales de escritorio, sino hombres de acción revolucionaria, metidos en el movimiento mismo de lo real.

Iñaki, al igual que ellos, desdeña el intelectualismo como la práctica aberrante que desprecia la actividad de la clase trabajadora, que separa la mente de la mano. Él, al contrario de los intelectuales y académicos universitarios que asumen poses de que conocen sobre todas las cosas, es un obrero, un trabajador y un militante teórico-práctico de la revolución vasca y mundial.

Incansable lector y escritor, Iñaki es uno de los más importantes pensadores marxistas de nuestro tiempo. No se formó al calor de los debates de cafetines, por el contrario, se formó al calor de la lucha social, del combate revolucionario en un país al cual el Estado español niega, con todo tipo de medidas represivas que han criminalizado su lucha, el derecho a la insurgencia y a la independencia.

Al amigo sincero, al camarada, al hermano que siempre ha entregado sus conocimientos, sus enseñanzas, el más profundo reconocimiento de gratitud por haber accedido a esta entrevista en la cual, una vez más, expone la vitalidad y firmeza de su condición de militante comunista.

1. Camarada, si bien una de las características de las y los revolucionarios vascos es no hablar de sí mismos, sino del colectivo social, es importante que las y los jóvenes en distintos lugares del mundo conozcan a las personas también en su individualidad, su historia, su vida, su formación. No creo que haya que esperar a que tú mueras para que recién allí nos preocupemos de saber quién eres, qué has hecho o qué estás haciendo. En ese sentido, y sin querer a través de esto convertirte en un icono o en un ídolo de piedra, cuéntanos brevemente algunas cosas sobre ti, tus orígenes, tu infancia, las relaciones con tus padres, tu educación inicial, tu formación académica, el entorno donde tú viviste.

La costumbre de la izquierda independentista y socialista vasca de primar los referentes colectivos y de evitar la personalización excesiva en su doble faz de, por un lado, aceptación del individualismo burgués como criterio ontológico, y, por otro lado, aceptación del culto al líder, al Secretario General, para entendernos, esta costumbre proviene de la fusión de dos instantes de un largo proceso histórico. El componente fundamental proviene del valor que otorga nuestra cultura a lo común, a lo colectivos, a lo realizado mediante la ayuda mutua, la libre y consciente participación voluntaria. En realidad, esta costumbre está presente en mayor o menor grado en todos los pueblos que aún conservan experiencias prácticas o, al menos su reciente memoria histórica, centrada en el trabajo social en tierras comunales, en propiedades colectivas y públicas, en sus diversos grados y características, desde bosques y prados, hasta huertos e incluso las riquezas del subsuelo.

No se trata de nada nuevo, específico u original del Pueblo Vasco, sino de relaciones sociales surgidas en todos los pueblos en los que el trabajo social realizado en las propiedades comunales ha generado sus correspondientes relaciones sociales de producción, relaciones culturales, tradiciones y formas societarias de interrelación colectiva alrededor del trabajo y la defensa de lo colectivo y común, en cualquiera de sus múltiples variantes históricas. Y estas relaciones sociales de producción explican por qué, por lo general y tal y como reconoció Marx, estos pueblos han resistido con todos los medios a su alcance a los intentos privatizadores de lo comunal, intentos realizados bien por las castas y clases dominantes autóctonas, bien mediante invasiones militares, presiones comerciales, chantajes económico-políticos, o todo junto a la vez, realizadas desde el exterior, desde el imperialismo.

Pues bien, sobre esta base material --aún quedan en mi nación restos de propiedades comunales y públicas--, y a partir de las bases socioculturales, tradicionales e identitarias generadas durante los siglos de existencia de lo comunal, sobre esta base y a finales de los años ’50 del siglo XX empezó a actuar en extremas condiciones represivas una pequeña organización independentista que fue tomando conciencia teórica de los riesgos inherentes a la personalización individualista de la dirección política, riesgos que podemos sintetizar en tres cuestiones: riesgos represivos obvios, riesgos de seguidismo dogmático de la militancia hacia la dirección oficialmente reconocida y sobrevalorada, y riesgos de dirigismo de la militancia hacia las organizaciones populares al creerse única depositaria de la verdad que a su vez le ha sido revelada por la omnisciencia del Secretario General. Naturalmente, no fue una toma súbita de conciencia teórico-política sobre la ineluctabilidad de este triple riesgo, sino que fue un aprendizaje bastante rápido por la conjunción tanto de la tradición cultural descrita como de las exigencias de la lucha clandestina, aprendizaje enriquecido luego por las lecciones obtenidas al conocer otros procesos.

De cualquier modo, hay que decir que en lo que toca a la prioridad dada tanto a lo colectivo como al rechazo tajante al denominado “culto a la personalidad”, la izquierda vasca no ha inventado nada pues, sin extendernos ahora, este método era el practicado por el bolchevismo hasta comienzos de los años ’20, y por otras izquierdas. Hay que decir, que la figura del Secretario General, en el sentido actual de un cargo dotado de poderes casi extraordinarios, era desconocida entre los marxistas en general, y en concreto entre los bolcheviques hasta esos años ’20; que se creó solamente por necesidades de efectividad técnica pero sin ningún poder político añadido; que las y los revolucionarios bolcheviques más influyentes, con credibilidad y prestigio ganados mediante sus aportaciones, rechazaron ese cargo exclusivamente técnico y tenido como de importancia secundaria; que, desgraciadamente, se dieron cuenta tarde, muy tarde, del error cometido al dejar que el grupo representado por Stalin copara ese cargo y lo utilizara de inmediato otorgándolo poderes fácticos enormes que serían luego reglamentados durante el mismo proceso de degeneración burocrática, y que desde entonces y en la mayoría inmensa de los casos, la figura del Secretario General ha sido más un freno burocrático que una fuerza impulsora.

Había que explicar lo anterior para comprender por qué el independentismo socialista vasco es tan cuidadoso con todo lo relacionado con la prioridad de lo colectivo sobre el personalismo individualista. Fijémonos que no hablo de lo colectivo como algo que choca frontalmente como lo individual, ya que existe una muy rica, ágil y pluridimensional dialéctica que une a ambos componentes de la totalidad del ser humano y de su entorno, sino que especifico claramente la distancia entre lo colectivo y el personalismo individualista, que es algo muy diferente. Quien quiera acceder a mis ideas sobre este particular expuestas más concretamente, tiene a su disposición en Internet el texto: “Lo individual y lo colectivo en el marxismo. Una aproximación desde Euskal Herria” de 21/02/1995.

Dicho esto, mi historia personal apenas tiene importancia sino es, y muy relativamente, dentro del poderoso torrente colectivo que construye una República Socialista Vasca. Nací en septiembre de 1952, en una familia que hoy se definiría como de “clase media”, en la que el padre era un alto funcionario franquista. Fui maleducado en un colegio católico de infausto recuerdo, y fue allí, en aquél campo de concentración, donde se desarrolló una de las tres grandes influencias que abrieron el camino que me llevaría al marxismo. La represión global visible e invisible que se ejercía en los colegios católicos --se sigue ejerciendo-- terminó forzando las condiciones para mi salida del colegio agudizando mi enriquecimiento intelectual y personal. A partir de aquí, mi evolución personal es inseparable de mi formación política, así que prefiero extenderme en mi respuesta a la segunda pregunta.

2. Tú eres un pensador y un revolucionario marxista. ¿Qué hechos y qué personas influyeron en tu formación ideológica política?, ¿cómo llegas al marxismo? y ¿cuál ha sido el desarrollo de tu militancia política?

No fueron hechos aislados, sino la evolución del contexto en su conjunto, la que me llevó al marxismo. Por ejemplo, recuerdo que en el colegio católico, un profesor de química que era a la vez militar español suspendía inmediatamente los exámenes de quienes se atrevieran a escribir sus nombres y apellidos con grafía euskaldun, con la grafía de la lengua vasca, muy diferente a la española. El resultado del examen, el conocimiento adquirido, la ciencia y la educación, etc., eran claramente secundarios frente a la importancia suma de la lengua española, del nacionalismo español aplicado en un colegio católico. Recuerdo el desprecio opresivo para con la cultura e identidad vasca que reinaba en el colegio, y que era un reflejo multiplicado de la opresión nacional que existía en la calle. Sin embargo, semejante política antivasca chocaba frontalmente con uno de los componentes esenciales de mi desarrollo personal como era el del profundo ideal nacionalista vasco de mi madre, y el entorno euskaldun, baserritarra y arrantzale, es decir, de cultura vasca campesina y pescadora de mi familia por parte de madre, en contraste con el entorno mayoritariamente españolista de mi familia por parte de mi padre, empezando por él mismo.

Esta contradicción entre dos identidades, una oficial y dominante y la otra machacada y perseguida, dentro de mi familia y en el contexto social objetivo fue la primera fuerza que me empujó primero a preguntarme sobre las causas de la opresión y luego a enfrentarme a ella. Recuerdo, por ejemplo, que entre mis masivas y desordenadas lecturas juveniles me impactaban con especial influencia los textos de aventuras en los que, de algún modo, quedaban reflejadas las situaciones injustas, de opresión nacional, de explotación y sobre todo de luchas contra la opresión. Decisiva importancia tuvieron aquí mis lecturas sobre la guerra, el arte y la historia militares, dedicándoles horas en la Biblioteca Municipal de Donostia, cuando apenas tenía 17 años. Al margen del valor historiográfico de muchos de aquellos libros, lo cierto es que la historia de la guerra termina mostrando de algún modo las razones últimas de la violencia, o sea, la explotación, o la “injusticia” como yo pensaba entonces. A partir de aquello nunca he dejado de leer historia de la guerra. Pienso que hacerlo es una necesidad imperiosa para todo marxista, y que el marxismo no se entiende sino se comprende el papel de la violencia en la historia y su inextricable conexión con la economía.

El hecho es que fueron mis horas en la Biblioteca Municipal las que me pusieron en contacto con uno de sus trabajadores, una persona mayor, asmática y fumadora compulsiva, que me fue guiando en algunos autores hasta que un día puso en mis manos un antiguo libro de bolsillo de tapa dura y gastada, que compendiaba trozos básicos e imprescindibles de la teoría de Marx y Engels, y que contenía en letra muy pequeña y con hojas amarillentas y sobadas, y algunas rotas pero recompuestas con exquisito mimo, el Manifiesto Comunista entero. Me pidió que me recluyera en un extremo de la enorme sala y que ocultara el pequeño volumen debajo de otro mucho más grande, como hice. Fue mi primera lectura larga y sistemática del marxismo, aunque sin una previa contextualización pues el libro no tenía ni presentación. Se inició así la segunda fuerza que me introdujo en el marxismo.

La tercera y última era, como es lógico, la vida social misma, las relaciones con otras personas, con amigas y amigos, que iba conociendo. La dictadura del general Franco recurría a los peores crímenes para sobrevivir y a finales de los ’60 y comienzos de los ’70 la vida política avanzaba rápidamente desbordando las represiones de todo tipo. En este tercer componente, varios hechos fueron decisivos para mi futuro: las torturas que sufrí y la imagen de un crucifijo al lado del genocida dictador durante los interrogatorios; los debates en la cárcel y en otros muchos sitios; las horas de especialización en electricidad en las que el maestro terminó descubriéndose como un viejo luchador comunista, represaliado y perseguido, de modo que yo acudía a las clases más para aprender de él que para sacar el título; el establecer contacto con otro viejo luchador, esta vez nacionalista vasco demócrata cristiano, que me advirtió de la podredumbre interna del partido nacionalista burgués, y de cómo se estaba preparando para claudicar frente a España; los contactos con compañeras y compañeros de diversas filiaciones políticas dentro de una izquierda con una teoría poco elaborada y muy dogmática, pero combativa.

En aquellos intensos años pasé en poco tiempo de ser estudiante de un colegio católico que abandoné antes de que me expulsaran, a un joven con una tremenda experiencia vital en la que no faltaban capítulos duros y muy difíciles de sobrellevar, sobre todo cuando tras avatares que no merecen ser recordados me encontré casado y a la espera de ser padre con poco más de veinte años, y expulsado de todos los puestos de trabajo porque me dedicaba a luchar contra la explotación que a aceptarla resignadamente. Mi compañera y yo pasábamos semanas y meses de aguda penuria económica, aliviados por puntuales momentos de tranquilidad económica, que acaban pronto porque comprábamos los libros que necesitábamos para nuestra vida. Por circunstancias que vienen a cuento, a lo largo de estos y otros años nunca tuvimos ni dinero ni tiempo para cursar estudios universitarios, y dudo de que lo hubiéramos hecho de haber dispuesto de medios porque la vorágine política de la primera mitad de los años ’70 exigió mucha entrega a gran parte de la juventud independentista vasca de entonces. En aquellos años, y en los inmediatamente posteriores, por regla general fueron las fuerzas reformistas y claudicacionistas las que más se preocuparon por entrar, copar y controlar la educación y las universidades, abandonando al poco tiempo toda lucha práctica contra la dictadura, contra el capitalismo y contra la opresión nacional.

Por tanto, mi formación marxista fue además de inseparable de mis condiciones de vida y trabajo, con sus tremendas dificultades, también determinada y exigida por las necesidades de la lucha en los sucesivos trabajos en los que fui explotado, así como de los colectivos en los que militaba. No fue una formación marxista académica, teoricista y libresca, sino eminentemente praxística, exigida por las necesidades de la lucha y, por ello, siempre dentro de las contradicciones en pugna, una formación realizada en un medio colectivo, en absoluto individual y menos aún sujeto al control del poder universitario, al control de la casta académica. Cuando se milita en las luchas concretas, la formación teórica ha de aprenderse a argumentar rápidamente en las asambleas y reuniones ilegales y clandestinas, con orden, rigor y pedagogía; ha de aprenderse a destrozar la ideología y la propaganda burguesas para convencer a las compañeras y compañeros de trabajo. A la vez, en la medida en que existe una organización que se preocupa por asegurar el estudio teórico, en esa medida se evita el riesgo del autodidacta individual y aislado del entorno, así como las censuras y manipulaciones del control académico.

De joven, empecé siendo presidente de un centro juvenil de la Iglesia parroquial de mi barrio; para entonces yo ya tenía serias dudas críticas sobre la religión pero las ocultaba para no dar argumentos a los adultos católicos que querían echarme del cargo a pesar de ser el elegido por la mayoría de la juventud del centro. Pero todo aquello acabó al ser detenido, y fue durante las torturas cuando comprendí que no puede existir un dios tan brutal e inhumano, tan indiferente al sufrimiento humano, al dolor de “sus criaturas”, como para dejarlas sufrir. Más tarde leí a E. Bloch y a su sabia y cierta aseveración de que basta el lloro de un niño pequeño para demostrar que dios no existe. Y es cierto. Desde aquél entonces soy un ateo militante; respeto a las personas creyentes, pero combato con educada radicalidad sus creencias que son objetivamente reaccionarias al margen de los deseos subjetivos de esas personas, entre las que tengo muy buenas amistades.

Por tanto, de joven ya había desarrollado dos puertas de entrada al núcleo del marxismo como son, por un lado, conocimientos algo serios para mi edad de la historia de la violencia y, por otro lado, un ateísmo militante basado en un materialismo tosco y mecanicista. Bien pronto fui obligado a profundizar en dos aspectos decisivos: el estudio de la crítica marxista a la economía política capitalista, es decir, la teoría de la explotación, y el estudio de la dialéctica materialista. Además, estas mejoras y otras que se fueron produciendo se realizaban siempre dentro del pensamiento independentista vasco y de una sana precaución hacia la grandilocuencia dogmática de otros grupos según la cual nuestros problemas se solucionarían casi al instante si aplicábamos con los ojos cerrados las recetas de Stalin, Mao, Trotsky, Carrillo, etc., y que más adelante se ampliaron a Rosa Luxemburgo, Pannekoek, Negri…, o peor, si esas recetas no eran las auténticas sino resúmenes y refritos vulgarizadores realizados por burócratas.

Esto no quiere decir que no estudiara a estos marxistas y a otros muchos, sí lo hacía pero siempre según el criterio triple de, primero, ver qué podían aportar a nuestra lucha general y a las luchas concretas en las que estaba enredado; segundo, descubrir sus diferencias entre ellos y, tercero, descubrir las tergiversaciones que de ellos hacían sus seguidores. Por ejemplo, durante un tiempo tuve que trabajar de vendedor de máquinas de coser, de libros y de repostería. Ya fuera por las necesidades de la venta como para responder a las discusiones con los compañeros, me puse a estudiar marketing, publicidad y en fin todo lo relacionado con las técnicas de manipulación psicológica, lo que me llevó al freudo-marxismo. Naturalmente, me echaron de todos esos trabajos. Al sufrir explotación en una empresa de aire acondicionado, en varias de la construcción y en una eléctrica, tuve que aprender el funcionamiento del capitalismo, las formas de lucha sindical clandestina, etc. También me expulsaron de todas ellas.

Por fin, encontré trabajo en Telégrafos y Correos. Curiosamente, aunque la mayoría de los trabajadores y todos los jefes eran españoles y muchos de ellos fascistas, también había una franja de funcionarios medios, jefecillos, de origen vasco con diversos niveles de conciencia democrática. Varios de ellos me ayudaron de forma decisiva para librarme de la expulsión fulminante en algunas luchas contra la dictadura, y en las huelgas posteriores. Semejante acumulación de experiencias de luchas laborales tan diferentes, me exigió bucear en las distintas versiones marxistas sobre el sindicalismo, la conciencia, la organización, etc. Además, al ser muchos de esos trabajos realizados en condiciones de mayoría de obreros no vascos, emigrantes, tuve que precisar mucho la dialéctica entre la lucha nacional y la lucha economista y sindical, comprendiendo en la acción cómo la lucha de clases en Euskal Herria era a la fuerza lucha de liberación nacional y viceversa. Uno de los debates más importantes en esta época fue el de las relaciones entre el bolchevismo en su forma leninista, es decir, no estalinizado, y las tesis autonomistas que proliferaron entre finales de los’70 y comienzos de los ’80 también en Euskal Herria. Mi conocimiento detallado de las tesis de Toni Negri y de otros parecidos, viene ya de aquellos años.

Además de estas luchas, también tuve que desarrollar el marxismo por otras razones, todas ellas prácticas. Por ejemplo, por motivos que no interesan, durante un tiempo mantuve relaciones con una asociación dedicada a la ciencia en todas sus formas, y una de ellas era las existentes entre ciencia y parapsicología. Había gente de todas clases, desde sinceros materialistas y progresistas, hasta reaccionarios que creían en los ovnis y en Hitler. Devoré todo lo que encontraba sobre filosofía, ciencia, materialismo y dialéctica. Luego y sin dejar nunca la lucha sindical pero ya en condiciones de “democracia”, me sumé a la lucha antinuclear y ecologistas en varias de sus expresiones, sobre todo en el de los métodos de la desobediencia pacífica y el boicot no violento a las empresas eléctricas, negándonos a pagar los recibos mensuales de la luz, etc., como a la lucha antinuclear en las formas propagandísticas, concienciadoras y teóricas. Todo ello me abrió a nuevas investigaciones del marxismo, ahora en lo relacionado con la ecología y las formas de lucha no violenta. Además, mi compañera militaba activamente en la lucha feminista, lo que provocaba enriquecedores debates y lecturas sobre las relaciones entre el marxismo y los feminismos.

A lo largo de estos años iniciales, influyeron sobre mí una gran cantidad de autores marxistas de todas las tendencias. Por ejemplo, para escribir una crítica del eurocomunismo repasé todo lo que pude sobre la historia del movimiento revolucionario, incluyendo el grueso de las obras de los principales ideólogos de esta corriente reformista. Debido a esta característica de mi formación teórica, los doctrinarios mecanicistas y dogmáticos me han tildado de todo, desde anarco-comunista hasta ferviente estalinista, pasando por toda la gama imaginable de posturas intermedias. Mi experiencia y la de otras compañeras y compañeros, nos confirma la tesis de que, a la larga, quienes más han aportado y enriquecido la creatividad del marxismo han sido quienes no se encasillaron en una única corriente, por muy importante que haya sido, o quienes se especializaron en una sola temática del marxismo, por muy necesaria que sea, sino las personas que han desarrollado una concepción dialéctica y polivalente de la teoría iniciada por Marx y Engels, y que esas personas han aprendido a mejorar siempre desde el interior de las contradicciones en pugna, no desde el exterior, en la neutra y distante distancia del academicismo asalariado.

3. Iñaki, uno de los elementos fundamentales que el pueblo vasco rescata en este proceso de lucha por su independencia es el de la lengua. ¿Cuál es desde el punto de vista político la importancia que tiene el euskera en la lucha de liberación del país vasco? ¿Existe todavía persecución para quienes enseñan y hablan el euskera?

El Pueblo Vasco rescata su lengua porque si ésta perece también desaparece la cultura vasca y con ella el pueblo que se define a sí mismo por esa lengua. Hay que saber que la traducción al español de Euskal Herria es precisamente la de “pueblo que habla euskara” o lengua vasca. Dicho en otros términos, el Pueblo Vasco se define a sí mismo, se autoidentifica, como el pueblo que habla la lengua vasca, no como el pueblo que habita un territorio determinado o que tiene unas determinadas peculiaridades étnicas propias, sino como el pueblo que habla esa lengua vasca. Por tanto, no es una autodefinición biologicista y territorialista, centrada en la sangre y en la geografía, sino en la lengua y en la cultura. La autodefinición biologicista y territorialista tiene un muy alto componente etnicista, con los enormes riesgos que ello supone de deriva fácil y rápida al chauvinismo, a la xenofobia y al racismo. Mientras que no sucede lo mismo con la autoidentificación centrada en la lengua y en la cultura, más abierta a otras culturas y lenguas, a otras aportaciones exteriores.

La función identitaria que tiene el complejo lingüístico-cultural euskaldun en la conciencia vasca viene, por tanto, de su misma raíz sustantiva. Destruida la lengua, el Pueblo Vasco se marchita y muere, se seca, como lo hace un árbol desarraigado. En la medida en que el complejo lingüístico-cultural siga vivo, en esa medida seguirá existiendo esperanza y con ella seguirá la lucha por su (re)construcción, que es a la vez la del propio Pueblo Vasco. Los Estados español y francés son plenamente conscientes del papel crucial de la lengua en la pervivencia vasca y por eso la atacan abierta y solapadamente para debilitarla, agotarla y, por fin, lograr su extinción como lengua viva. Saben que una vez reducido el euskara a una reliquia única en el museo de las lenguas muertas, chapurreteadas por contados especialistas estrambóticos, la nación que hablaba, pensaba y luchaba con esa lengua ha dejado de existir como tal.

Como marxistas, sabemos que la lengua de un pueblo es, en palabras de Marx, “el ser comunal que habla por sí mismo”, es decir, la autoconciencia colectiva expresada de forma individual dentro de la unidad comunal, y la autoconciencia individual insertada creativamente en dicha unidad comunal. Marx escribió esto al estudiar con el rigor que le caracterizaba las sociedades precapitalistas y preclasistas, los pueblos antiguos, las primeras agrupaciones humanas tal cual eran conocidas en la mitad del siglo XIX. Todos los descubrimientos realizados desde entonces han confirmado, enriquecido y ampliado esta tesis que también explica cómo funciona la dialéctica entre la economía y la cultura, dialéctica que el dogmatismo mecanicista ha destrozado con la falsa dicotomía entre “infraestructura” y “superestructura”, priorizando la primera, relegando la segunda. Sin embargo, para entender la historia de la lucha entre el capital y el trabajo a nivel mundial hay que partir de la dialéctica entre economía y cultura, sobre todo si se realiza en la práctica de liberación de las naciones oprimidas por el imperialismo.

Me preguntas sobre qué importancia tiene el euskara desde el “punto de vista político”. La respuesta depende de qué entendamos por “política”. Si reducimos la política a la politiquería profesional al servicio del poder capitalista, la importancia del euskara es, primero y superficialmente, la de un simple reclamo propagandístico y electoralista tanto desde el autonomismo burgués, que lo usa para seguir engatusando a las bases populares vascas que le votan, como, en mucha menor escala, por parte de los partidos españoles y franceses que, pese a su nacionalismo imperialista antivasco, no tienen más remedio que decir que defienden la lengua vasca aunque en la práctica la ataquen; y segundo y ya más estructuralmente, un enemigo a combatir y destruir como lengua viva por el nacionalismo español y francés, como hemos explicado.

Ahora bien, si definimos la política desde el marxismo, es decir, como la síntesis teórica de todas las contradicciones, como la economía concentrada, como la lucha de clases en su expresión de lucha por el poder, como la planificación de las violencias, etc., entonces la lengua vasca tiene una importancia triple ya que, por un lado y como hemos visto, es la base de la autoconciencia nacional de un pueblo oprimido; por otro lado, es también un poderoso aglutinador de la conciencia democraticista y progresista de base, sin mayores pretensiones de radicalidad sociopolítica, porque su recuperación y (re)construcción se hace en medio de una presión antivasca y antidemocrática, y viceversa, de manera que, al margen de lo que opine cada cual, el aprendizaje del euskara, en este contexto, es en sí mismo un acto de inicial reafirmación democrática en todos los sentidos de la palabra. Este contenido subyacente es tan obvio que los Estados español y francés intentan con todos sus medios, que son muchos, reducir el aprendizaje del euskara a una simple obligación de currículum laboral, de capacitación profesional para cobrar más, como quien aprende nepalí o inglés sudafricano, de modo que deja de ser necesario aprender la lengua vasca cuando la economía deje de exigirlo, como ya no es necesario saber sánscrito o arameo excepto para los especialistas en lenguas muertas. La reducción del euskara a fastidiosa y desagradable “puntuación” para un trabajo es un paso más en su marginación al gueto de lo exótico e inservible socialmente.

Por último, la tercera razón que explica la importancia política de la lengua vasca es tan sencilla como lo es la propia antigüedad y especificidad del euskara. En sentido marxista, por política hay que entender también la acción por mantener viva la rica diversidad lingüístico-cultural de la especie humana, en especial las lenguas que están al borde de la extinción y, entre éstas, las que tienen más dificultades para sobrevivir, las que corren mayor peligro. Según lo estudiado hasta ahora por las ciencias que se encargan de la sociolingüística, el euskara es la única “lengua isla” que sobrevive en la Tierra, sin parentesco con ninguna de las familias lingüísticas existentes, grandes o pequeñas, pese a los ímprobos esfuerzos que se realizan para encontrar una solución al “enigma vasco”. La hipótesis más plausible y que adquiere verosimilitud según avanzan los estudios, es que el euskara es el resto superviviente del bloque de lenguas del paleolítico europeo, que resistió en el mesolítico y retrocedió en el neolítico frente al avance de las lenguas indoeuropeas. Si esta hipótesis se confirma, y todo indica que sí, al euskara se le reconocerá un valor cultural tan grande como el ya otorgado mundialmente a las impresionantes pinturas rupestres de la cultura cantabro-pirenaica, zona en la que se hablaba el proto-euskara y en la que se mantiene el euskara en grandes áreas.

Nadie niega la importancia cultural y política, en el sentido humanista, marxista, de este debate, del trasfondo histórico que lo sustenta y del presente cargado de conflictos que nos remiten, en parte, a este pasado. Los Estados español y francés boicotean con todos sus recursos las investigaciones sobre el origen y originalidad de la lengua vasca, sabedores de que en este como en todos los casos, la verdad es revolucionaria y la ciencia crítica un arma de liberación, de manera que si se confirma el origen no español ni francés del euskara y del Pueblo Vasco, algo históricamente incontrovertible, se termina de hundir internacionalmente la falsa legitimidad con la que excusan su ocupación militar de Euskal Herria. Por tanto, cuando las y los vascos luchamos por mantener viva nuestra lengua, con el apoyo inestimable de cada vez más grupos científicos, demócratas y revolucionarios de todo el mundo, no solamente lo hacemos en defensa de lo que es nuestro, que también, sino que a la vez, simultáneamente, nosotros y esos movimientos internacionalistas y humanistas, defendemos la diversidad cultural humana, un valor que no tiene precio. La importancia política, en el sentido radical de la palabra, de esta lucha es incuestionable, como lo es la de todo pueblo que defiende su identidad frente a la mercantilización alienante del imperialismo.

La represión que sufre actualmente el euskara en concreto y la cultura vasca en general es, a simple vista, menos brutal en sus formas que la ejercida en su tiempo por el franquismo, pero más destructora en realidad porque el nacionalismo español y francés ha mejorado sus métodos. Por ejemplo, ahora se nos tolera escribir nuestros nombres y apellidos en grafía vasca pero nuestra lengua no está reconocida oficialmente en la totalidad de nuestra nación sino sólo en una parte de ella, en la denominada Comunidad Autónoma Vasca, y ahí, en esa parte, supeditada a la supremacía legal, institucional y económica de la lengua española. La lengua francesa y española son oficialmente obligatorias, todo vasco y vasca tenemos la obligación oficial de saberlas y la obligación práctica de usarlas por los enormes y frecuentemente insuperables impedimentos legales o prácticos que limitan el uso público de la lengua vasca o lo suprimen del todo. El euskara es lengua cooficial sólo en una parte, en la CAV, y encima su aprendizaje es opcional, voluntario aunque sin apenas subvenciones ni ayudas, y lo que es peor, incluso en esta zona su uso está muy limitado a una parte reducida de las administraciones.

Nacionalmente hablando, la lengua vasca está sometida a la aplastante superioridad legal y práctica del español y del francés, existiendo zonas de Euskal Herria en las que está en serio riesgo de desaparición inminente, encontrándose en riesgo de extinción a medio plazo en toda Euskal Herria. En zonas de nuestro pueblo se impide la enseñanza del euskara, y su uso público es sometido a presiones crecientes en esas zonas. Lo peor de todo es que la ofensiva antieuskaldun va en aumento: no se conceden ayudas o cada vez se conceden menos, se recortan drásticamente las que se condecían antes, se aumentan las subvenciones a otras lenguas como el inglés, por no hablar de los masivos y constantes apoyos al español y al francés, se persigue políticamente o se asfixia económicamente a los medios de prensa y de cultura en euskara y a todas las movilizaciones populares a favor de dicha lengua, y las universidades y centros de estudio reducen las asignaciones a la lengua vasca.

Se ha empezado incluso a prohibir el reparto de prensa vasca y euskaldun en las bibliotecas públicas en Nafarroa, medida claramente dictatorial como en el franquismo. Para machacar aún más a la lengua, cultura e identidad vasca, los partidos españoles PP y PSOE han dado un golpe político-institucional prohibiendo el ejercicio del elemental derecho al voto libre, ilegalizando candidaturas y partidos, amañando así elecciones para obtener una mayoría fraudulenta e inexistente en la realidad social. Mediante este pucherazo electoral típico de regímenes autoritarios y dictatoriales, se quiere aumentar el ataque al euskara desde todas las realidades cotidianas, no dejando ningún resquicio legal o alegal que facilite la defensa de la identidad nacional de Euskal Herria.

4. Camarada, ¿cuál es el origen del Movimiento de Liberación Nacional Vasco? ¿Qué hechos históricos son fundamentales para entender su formación y desarrollo? El MLNV se ha formado a lo largo de un proceso en el que se han ido superando etapas hasta concluir en su aparición formal en la mitad de la década de 1970. Su origen hay que buscarlo en la confluencia de sectores diversos caracterizados pese a todo por coincidir en dos grandes preocupaciones: luchar por las libertades vascas y luchar contra la injusticia social. Me expreso en estos términos un tanto ambiguos porque son los más flexibles y abiertos para incluir en su contenido a los grupos que ya tenían esas inquietudes antes incluso de que se formara el marxismo. Por ejemplo, en las luchas populares y campesinas del siglo XVIII, por no retroceder mucho, llamadas “matxinadas” porque su fuerza social dirigente eran los “matxines” o trabajadores explotados en talleres, ferrerías, astilleros, serrerías, etc., las reivindicaciones sociales a favor de precios justo del pan, la sal y otros alimentos básicos, eran inseparables de la defensa de las leyes vascas, del mercado y del territorio, del sistema foral y parlamentario interno, cada vez más amenazados por las presiones imperialistas extranjeras.

Muy sintéticamente, el sistema foral aseguraba el poder de las clases propietarias antiguas, en retroceso frente al auge de la burguesía mercantil e industrial, y más tarde financiera, pero, a la vez, garantizaba la independencia de la economía vasca, de sus aduanas y de los precios básicos en su interior, y por tanto permitía a las clases explotadas, a campesinos, matxines y pescadores, así como a las mujeres trabajadoras que tuvieron un destacado papel en estas y otras luchas, una cierta capacidad de presión social que evitaba mayores injusticias y abusos. Esto vino facilitado, entre otras cosas, gracias a que el sistema foral garantizaba mal que bien la pervivencia de espacios de bienes comunes, de tierras comunales, de las minas del subsuelo, etc., para cuya explotación y buen uso se autoorganizada colectivamente el pueblo trabajador en permanente tensión negociadora con el bloque de clases dominante. La lucha de clases se libraba así en el interior de Euskal Herria, llegando a momentos de verdaderas sublevaciones y represiones muy duras.

La alianza de clase entre la burguesía vasca en ascenso, que quería privatizar los comunales y apropiarse del País, y la burguesía española que quería destruir el sistema foral vasco, anexionarse su territorio, cargarlo de impuestos y obligaciones militares y abrir sus mercados hasta entonces protegidos por el sistema foral a los productos españoles, esta alianza se realizó mediante agresiones políticas y, fundamentalmente, dos guerras de invasión que culminaron en la conquista de Euskal Herria por el Estado español en el último cuarto del siglo XIX. Las masas populares vascas fueron las que más resistencia armada presentaron en las dos guerras --1833-40 y 1872-76-- porque sabían de sobra que la victoria española solamente beneficiaba al odiado explotador vasco interno, al patrón, a la vez que multiplicaba las obligaciones y deberes de todo tipo, y anulaba para siempre derechos y libertades ejercidas desde tiempos remotos, antes de que existiera España.

Otra experiencia de luchas en las que el MLNV encuentra profundas raíces es la larga lista de huelgas pacíficas y sectoriales, huelgas generales, revueltas, motines, rebeliones e insurrecciones obreras y populares sostenidas de modo intermitente desde 1890 en adelante, hasta 1934. Muy pocos años después de la derrota militar de 1876 y en medio de una clara recuperación de la identidad vasca tal como entonces se entendía, comenzaron a surgir desesperadas luchas obreras contra las brutales condiciones de vida y trabajo impuestas por una burguesía vasca victoriosa y envalentonada por la protección militar española. Durante este casi medio siglo se fue forjando una subjetividad de la que nacerían dos movimientos sociopolíticos. Uno, el más conocido, fue Acción Nacionalista Vasca, ANV, un partido fieramente antifascista, socialista e independentista que ha sostenido una lucha tenaz desde entonces en defensa de la democracia, y que ha sido ilegalizado en 2008 por el Estado español. Y el otro, el menos conocido, el Partido Comunista de Euzkadi, o PCE, que no hay que confundir con el PC de España. El PC vasco desarrolló un programa radical de lucha contra la ocupación militar imperialista española, programa que puede ser integrado en su esencia en el MLNV. El PC vasco fue liquidado por el PC de España y luego “refundado” como su obediente y fiel sucursal en Euskal Herria.

La guerra de 1936-44 ofrece también otra base práctica en la que el MLNV afianza sus raíces. Fue una guerra total en el sentido de, primero, unir la lucha nacional contra una invasión extranjera, del ejército internacional nazifranquista, con la lucha de clases interna al Pueblo Vasco; y segundo, de experimentar formas de guerra total que se generalizarían más tarde a escala planetaria. La burguesía vasca apoyó a los invasores, y en donde éstos no lograron vencer inmediatamente, la burguesía boicoteó todo lo que pudo el esfuerzo de guerra, y potenció el espionaje y el sabotaje contra su propio pueblo. El mismo comportamiento mantendría los años sucesivos, hasta ahora mismo. Hubo un sector de esa burguesía, el autonomista representado por un sector del PNV, que no tuvo más remedio que entrar en la guerra por las presiones que recibía de sus bases militantes, pero su dirección no se volcó decididamente en la lucha sino que se rindió a la primera oportunidad que tuvo. Decimos que un sector de la dirección autonomista porque otros dos sectores negociaron diversos acuerdos con los invasores, evitando así entrar en guerra contra el fascismo, y hasta apoyándolo materialmente con tropas en su ataque a Madrid. Pero la poca resistencia que opuso una parte de la dirección del PNV, ocultada debajo del heroísmo fanático del ejército vasco, fue la última que hizo desde entonces hasta ahora mismo. Si aquella resistencia muy tímida --la de la dirección del PNV--, empero no tiene comparación alguna con las permanentes claudicaciones realizadas desde entonces.

Otra cosa fue, como decimos, la voluntad de lucha del pueblo trabajador vasco que mayoritariamente se opuso a los nazifranquistas. El MLNV debe mucho a aquella guerra que solamente acabó con la derrota de las tropas nazis en Ipar Euskal Herria. En los 8 años de conflicto se acumularon experiencias que más tarde serían vitales para no cometer errores estratégicos que hubieran llevado al independentismo vasco a un callejón sin salida, como el de no confiar en las buenas palabras de un burguesía autonomista dispuesta a la rendición fácil nada más presentársele la oportunidad. También la de no confiar en las promesas del republicanismo español que retrasó todo lo posible la concesión de un pobre estatuto, que no prestó apenas apoyo militar a los vascos, dejándolos casi abandonados a su suerte ante la abrumadora superioridad del atacante. Igualmente, la de desconfiar de las “izquierdas” estatales, del PC de España, que bien pronto olvidó el internacionalismo marxista defendido por un sector del partido para aplicar militarmente el nacionalismo español republicano. Estas y otras lecciones serían decisivas a medio y largo plazo.

Pero el impulso decisivo para la aparición del MLNV se produjo a partir de la década de 1950, y en tres fases sucesivas. La primera fue la fase que va de la creación de EKIN, grupo juvenil radicalizado muy crítico con la pasividad de las organizaciones antifranquistas y sobre todo del PNV, hasta la creación de ETA en 1959 por este grupo. La segunda fase va de la creación de ETA a la “transición democrática” a finales de los ‘70, fase que tiene dos momentos álgidos como son, uno, la V Asamblea de esta organización política realizada en dos actos entre 1966 y 1967, decisiva en todos los sentidos, y otro, la fase de movilizaciones que se inicia a raíz de los juicios militares contra militantes de ETA en Burgos. La tercera fase abarca desde finales de los ’70 hasta el presente, fase en la que destacan dos momentos importantes: el cambio táctico realizado a comienzos de los ’90 y la subfase abierta por la ampliación de las represiones a todas las esferas sociales desde finales de los ’90 y que encuentra su expresión máxima, por ahora, en las ilegalizaciones de todo tipo.

En estas fases sucesivas culmina la confluencia en una realidad organizativa y teórica nueva e integradora, de todas las aspiraciones populares que ya estaban anunciadas en las primeras matxinadas y guerras de resistencia nacional en el siglo XIX, expresadas en recuerdos algo imprecisos en sus formas de adaptación al presente, pero activos en lo esencial. También se asumen como propios los deseos algo más precisos de los objetivos últimos por los que se luchó desde finales del s. XIX hasta 1934, especialmente los expresados en ANV y en menor medida del PC de Euskadi de aquella época. Más concretas son ya las adquisiciones de las experiencias de la guerra de 1936-44, y, por último, todo lo anterior termina fusionándose definitivamente en la V Asamblea en la que se sientan las bases de un modelo que irá demostrado su efectividad y adaptabilidad hasta el presente. La independencia y el socialismo se fusionan definitivamente en la V Asamblea, y más adelante, conforme la lucha lo exige, este núcleo teórico inicial va enriqueciéndose con la asunción de reivindicaciones estratégicas como el feminismo, la ecología, etc.

5. Iñaki, ¿la lucha del pueblo vasco por su independencia se logrará únicamente con el triunfo de la revolución socialista? O ¿es primordial la independencia y secundaria la construcción del socialismo?

Un pueblo oprimido puede conquistar su “independencia política” dentro del capitalismo si entendemos aquí ese logro como meramente formal, superficial, que no afecta a la estructura de explotación capitalista y de sexo-género. Desgraciadamente, abundan los ejemplos de países que lograron su “independencia” formal y aparente, “política”, incluso ante la ONU y reconocida internacionalmente, pero, a la vez, vieron cómo se reforzaban las cadenas de la explotación económica, cultural, tecnocientífica, sanitaria, ambiental, etc., cadenas que, en realidad, son más brutalmente políticas que la “política” formal. Debemos recordar aquí la distinción arriba realizada sobre la política en sentido burgués, y la política en el sentido marxista. Si usamos la definición capitalista de política, todos los Estados actuales son “independientes” unos de otros, pero si usamos la marxista vemos que solamente unos pocos grandes Estados imperialistas son realmente soberanos, e incluso con grados de contradictoria dependencia mutua. Y son soberanos porque las fuerzas productivas están en manos de sus clases dominantes. En este sentido fundamental, se trata de “naciones burguesas” que han logrado su independencia burguesa dentro del imperialismo actual.

Desde la visión marxista, una nación es verdaderamente independiente sólo cuando su economía está bajo propiedad y control del pueblo trabajador, cuando no depende de los caprichos y exigencias imperialistas apoyadas por la burguesía autóctona, cuando puede establecer relaciones solidarias, de apoyo mutuo en base a criterios de igualdad, con otros pueblos sin tener que plegarse a los dictados de las potencias imperialistas, etc. Desde esta perspectiva, hablamos de la nación socialista. Pongamos tres ejemplos para ilustrar mejor lo dicho. El primero trata sobre la decisión bolchevique de declarar en peligro de muerte la “patria socialista” en verano de 1918. Para entonces se había reconocido la independencia a cuantos pueblos no rusos oprimía el zarismo, y a otros se les había reconocido el grado de relaciones igualitarias con la Rusia bolchevique que libremente habían elegido. Además, para entonces el grueso de las fuerzas productivas estaba en manos del poder soviético, del pueblo en armas, mientras que la burguesía rusa y las burguesías de las naciones ya liberadas de la opresión zarista, se integraban en las tropas contrarrevolucionarias que contaban con el apoyo imperialista. En aquellas extremas condiciones, los bolcheviques debatieron y aprobaron por mayoría abrumadora el electrizante documento: “La patria socialista en peligro”. Gracias a la revolución, la patria burguesa había desaparecido, y ya solamente existía la patria socialista, que, por tanto, no oprimía nacionalmente a ningún pueblo.

El segundo ejemplo trata del análisis de Trotsky sobre la nacionalización del petróleo mexicano por el gobierno de Cárdenas. Pese a sus críticas por las debilidades y miedos de este gobierno, Trotsky afirma que la nacionalización del petróleo es un paso más en la obtención de la independencia de México, de la verdadera independencia nacional. ¿Acaso México no era independiente antes de la nacionalización? Formalmente, sí; desde la definición burguesa de “independencia política”, sí; pero desde la marxista hay que decir que no era independiente en lo decisivo, en la soberanía económica sin la cual un pueblo no puede decidir por sí mismo. México era dependiente en lo esencial, en su libertad para decidir qué política económica quería aplicar, porque en esta cuestión clave el fundamental recurso mexicano, el crudo de petróleo, era propiedad yanqui. Pero habiendo dado un paso de gigante con la nacionalización, se trataba de una batalla más en una larga guerra que únicamente podía concluir con la victoria de la nación burguesa, o con la victoria de la nación socialista. Esta guerra entre el componente burgués y el componente socialista inserto en toda nación, sigue en la actualidad, con la tendencia clara hacia la victoria del componente burgués que quiere entregarse en manos de los EEUU con el Tratado de Libre Comercio, con la privatización del petróleo y de lo poco de todavía sigue siendo público.

El tercer y último ejemplo hace referencia a la tesis de la “primera” y la “segunda” independencia que es defendida por organizaciones marxistas latinoamericanas y por movimientos indígenas de liberación. La tesis, realmente, es una nueva forma de llamar a la teoría marxista clásica expuesta aquí arriba, con la ventaja de su fácil comprensión. La “primera” independencia es la lograda venciendo a los ocupantes europeos. Fue una independencia “política” formal porque no conquistó la independencia económica plena, e incluso supuso un duro retroceso de las condiciones de vida y trabajo para las naciones y pueblos indígenas, y para las clases trabajadoras mulatas y mestizas, beneficiando exclusivamente a la clase criolla y, algo más tarde, a las empresas yanquis y en menor medida británicas, que antes habían pugnado entre ellas. Durante unos años, algunas fracciones burguesas han pretendido apuntalar la “primera” independencia con la política de “prohibición de importaciones”, para reforzar la base productiva propia, fortalecer a una debilitada “clase media”, detener el avance obrero, popular y campesino, y para controlar la penetración norteamericana. Pero terminaron cediendo bien pronto a las implacables exigencias yanquis y al miedo pánico a la revolución socialista y a la emancipación de los pueblos. Sin embargo, desde unos años a esta parte crece la decisión popular de dar el salto de la “primera” a la “segunda” independencia, a la verdadera, la que pone en manos del pueblo los recursos económicos, energéticos, naturales, culturales, etc., recuperándolos del saqueo imperialista y devolviéndolos a la nación socialista.

Visto el problema desde esta perspectiva histórica, es patente que dependiendo de sus circunstancias concretas cada pueblo ha de elaborar su proceso de liberación nacional teniendo en cuenta la diferencia cualitativa entre la independencia burguesa, falsa en sí misma, y la socialista, partiendo de un hecho cierto: que es mejor tener una muy mermada independencia burguesa, pero que permita el libre desarrollo del potencial revolucionario del pueblo trabajador, que permanecer bajo la opresión nacional. Para entender la importancia verdadera de este avance a la independencia formal y aparente, burguesa, no real en lo decisivo, en lo socioeconómico, pero necesaria a pesar de eso, hay que recurrir al contexto marxista de “actualidad de la revolución”. Fue Lukács quien puso ese nombre a esta práctica marxista anterior, al comienzo de un librito sobre Lenin.

Por “actualidad de la revolución” se entiende algo tan elemental como que cada acto y pensamiento nuestro esté siempre orientado a acelerar el avance revolucionario aunque todavía nos encontremos muy lejos de la victoria. Cada lucha concreta, por minúscula que aparente ser, ha de estar inserta en una perspectiva histórica en la que la victoria revolucionaria no aparece como un fin lejano desvinculado del presente, sino como un objetivo que debe materializarse en la victoria concreta lograda en esa lucha pequeña. La dialéctica entre el fin y el medio, que expresa su interacción, muestra cómo el fin está presente en el medio, en la reivindicación concreta que, a su vez, influye en el fin último, acelerando su victoria general. La dialéctica entre el “programa máximo”, que expone los objetivos irrenunciables, y el “programa mínimo”, que expone los pasos tácticos con los que avanzar, esta dialéctica ya explicitada brillantemente nada menos que en el Manifiesto Comunista de 1848, es otro ejemplo de la “actualidad de la revolución”.

El falso dilema sobre si hay que supeditar el socialismo a la independencia, o viceversa, se resuelve al instante aplicando la dialéctica del medio, la independencia formal o “primera”, y del fin, la “segunda” o independencia socialista, según la interacción entre el programa mínimo y máximo, todo ello dentro de la visión histórica de largo plazo expresada en la tesis de la “actualidad de la revolución”.

6. Con el pretexto de combatir el terrorismo, los Estados español y francés han establecido marcos legales eminentemente represivos contra quienes luchan por la independencia. Prácticamente cualquier organización de la izquierda vasca se ha visto imposibilitada para llevar adelante su accionar político. ¿Cuál es la situación actual de la izquierda abertzale? ¿Es posible en la actualidad realizar una lucha política dentro del marco de la legalidad burguesa española y francesa?

La represión brutal al independentismo socialista es anterior a la excusa de la “cruzada mundial contra el terrorismo”, lo que ocurre es que los Estados opresores se han apoyado en la propaganda imperialista sobre sus “derechos humanos” burgueses, que no los derechos de la humanidad trabajadora, para ampliar los golpes. Lo hubieran hecho de cualquier modo, antes o después. Las ilegalizaciones, los cierres de medios de prensa, el encarcelamiento de decenas de militantes, las multas y prohibiciones, la manipulación más descarada y las mentiras oficiales más cínicas, todo esto y más golpea desde hace años al socialismo independentista vasco, pero aún así se ha seguido haciendo política en el sentido marxista antes visto. Lo que pretende el Estado español es lograr que cualquier organización independentista se vea imposibilitada para llevar adelante su accionar político, y lo ha logrado en algunos casos al prohibir su participación electoral, sobre todo, y en otros al ilegalizar determinadas organizaciones, etc.

La situación actual de la izquierda vasca puede definirse recurriendo a la categoría filosófica de forma y contenido. La forma externa siempre refleja al contenido e influye en su evolución, pero lo decisivo radica en las contradicciones internas del contenido, de modo que, al final de un fase del proceso general, la forma termina dependiendo del fondo, del contenido, reiniciándose luego otra fase del proceso en el que de nuevo la forma vuelve a incidir sobre el contenido, así en una espiral permanente hasta que surge otro proceso cualitativamente nuevo al anterior. La forma externa actual del MLNV está sufriendo enormes presiones represivas que, por pura dialéctica, impactan en su contenido interno. No puede ser de otra forma. La represión lo que busca es lograr que sus golpes desquicien tanto la forma externa abertzale que, al final, el contenido estalle en múltiples trozos, desapareciendo como MLNV al creerse incapacitado definitivamente para “hacer política” porque le han sido cerradas todas estas puertas.

Quienes rechazan la dialéctica, la ignoran o la desconocen, creen que mediante la asfixia política puede llegar el momento en el que la forma externa aplaste al contenido interno, pero se vuelven a equivocar porque el Estado español no ha conseguido “echar de la política” al independentismo socialista ya que éste hace política en el sentido marxista, no burgués. Insisto en esta diferencia fundamental entre los dos conceptos antagónicos de política porque en ella radica una de las razones del fracaso estratégico de la dominación española. La política independentista no se limita a una sola forma, la parlamentarista y electoralista, por importante que sea en momentos puntuales, sino que es global ya que la izquierda vasca está activa contra todas las formas de explotación, opresión y dominación que sufre nuestro pueblo. En unas más que en otras, dependiendo de diversos factores que no podemos explicar por falta de tiempo, pero en todas ellas.

En este sentido decisivo, no hay diferencia cualitativa alguna entre la política abertzale y los criterios enunciados por Lenin en el “¿Qué hacer?”. Tampoco hay diferencia alguna, en lo esencial, entre la sistematicidad represiva española contra el MLNV destinada a impedirlo, y la de la policía zarista contra los bolcheviques. Las diferencias, obvias, son empero las de las condiciones histórico-genéticas, especialmente en lo que concierne al contenido de liberación nacional vasco. Tales diferencias formales desde la perspectiva de la explotación capitalista mundial, existen también con el resto de luchas independentistas socialistas que, por eso mismo, aplican los mismos criterios leninistas básicos pero amoldados a sus necesidades.

Son los reformistas los que no aplican la política revolucionaria que busca intervenir en todos los conflictos, absolutamente en todos. Dado que la política marxista es la síntesis teórica de todas las contradicciones, como hemos dicho arriba, la única diferencia entre la acción independentista y el método expuesto por Lenin, que resume toda la forma marxista precedente, radica en que nosotros aplicamos ese método en nuestro contexto de opresión nacional. En todas estas luchas, el abertzalismo socialista aplica el criterio básico marxista de buscar la mayor participación popular, no dudando en aliarse con otras fuerzas democráticas pero poniendo siempre en el centro de la lucha la cuestión clave: la lucha contra la propiedad privada que en un contexto de opresión nacional se expresa en la lucha por la independencia. ¿Por qué? Porque los imperialismos español y francés creen que Euskal Herria es propiedad suya, que el Pueblo Vasco no es propietario de sí, sino que es propiedad privada de la burguesía española y francesa.

Así, hasta la cuestión más aparentemente apolítica, sin contenido político externo alguno, el deporte por ejemplo, descubre su real contenido político interno si la estudiamos desde esta perspectiva: los y las deportistas vascas son usadas como propiedad española y francesa en las competiciones estatales e internacionales porque les es negada su nacionalidad vasca, su derecho a presentarse como exclusivamente vascas y vascos. No es un ejemplo insustancial éste, ya que el deporte oficial es una potente industria político-económica, patriarcal y alienante. Los Estados ocupantes saben que su deporte oficial es un instrumento de desnacionalización de los pueblos que ocupan, y a la vez de reforzamiento de sus nacionalismos imperialistas en dichos pueblos carentes de toda defensa. Por ejemplo, las selecciones estatales de fútbol.

Podemos recurrir a un sin fin de ejemplos que llevan al mismo asunto clave, el del poder, también definido aquí en su sentido marxista, a saber, el de construir instrumentos que faciliten la lucha contra la opresión en cualquiera de sus expresiones y, por tanto, que refuerce la liberación nacional. Construir poder popular embrionario inserto en toda lucha es una de las características esencias del MLNV y de toda fuerza revolucionaria, un poder que no puede crearse sino mediante una larga militancia paciente y pedagógica que no podemos exponer ahora aquí sino sólo en su síntesis esencial: la dialéctica entre, por un lado, el proceso general resumido en “autoorganización, autogestión, autodeterminación y autodefensa”, y por otro lado, su materialización práctica adecuada en cada conflicto mediante la dinámica ascendente que empieza creando el contrapoder obrero y popular concreto, que asciende al doble poder en esa lucha y que concluye en el poder popular generalizado.

Durante todo este proceso es de vital importancia demostrar que solamente la izquierda independentista y socialista defiende los derechos democráticos elementales, y lo hace con una coherencia innegable. La propuesta siempre actualizada de que se puede resolver la forma violenta del conflicto causado por la ocupación española mediante un proceso negociador, esta propuesta tiene la virtud de poner el dedo en la llaga, primero, en el problema de fondo que estructura toda la realidad vasca, el de la negación de los derechos básicos, y a la par, pone el dedo en las múltiples llagas concretas, pequeñitas, creadas por las restricciones democráticas en las múltiples opresiones a pie de calle, en las fábricas, barrios, escuelas, etc., demostrando mediante las políticas respectivas la dialéctica entre la resolución democrática del conflicto general y la resolución democrática de los conflictos particulares. La democracia defendida por el independentismo socialista es, así, una poderosa fuerza emancipadora.

La política independentista y socialista se realiza también dentro del muy restringido y tramposo marco legal actual, como se realizaba dentro de la dictadura, y como se seguirá realizando sea cual sea el futuro que acontezca. De la misma forma en que la lucha de clases en su sentido socioeconómico es una realidad siempre viva aunque pase por períodos de latencia, también la lucha de liberación nacional es una realidad siempre presente. El secreto a voces radica en desarrollar en las peores condiciones expuestas arriba y que podemos expresar ahora como infinitas políticas concretas dentro de una única forma política, recurriendo a la dialéctica entre lo uno y lo múltiple.

7. Camarada, teniendo esto en cuenta, ¿cuál es el nivel de organización de la izquierda abertzale? ¿Cómo, en medio de la represión, pueden organizarse políticamente las y los revolucionarios vascos? ¿Puedes proporcionar algunos ejemplos?

Cuando comentábamos en el inicio de la entrevista que una característica de la cultura vasca es la de primar lo colectivo sobre lo individual, y que el independentismo socialista fue muy pronto consciente de los riesgos burocráticos inherentes a la forma de partido que giraba alrededor de la figura del Secretario General, adelantábamos una de las razones de la respuesta a la pregunta que ahora planteas. La respuesta a la pregunta anterior también adelanta una parte muy significativa de la que ahora planteas. Uniendo las dos cosas dichas hasta ahora, vemos que el impulso a la autoorganización que nace de la experiencia histórica de nuestro pueblo es una de las dos partes de la respuesta. La otra parte es la aplicación a las condiciones vascas de la teoría marxista de la organización revolucionaria, la aplicación del marxismo en un pueblo nacionalmente oprimido.

Hay que partir del hecho histórico de que Euskal Herria apenas ha disfrutado de democracia-burguesa normal, de democracia burguesa que respeta mal que bien derechos elementales que la ideología capitalista define como “derechos humanos”, como el derecho de libre expresión y de manifestación, de libre organización, de libre elección, de libre autodeterminación del pueblo, etc., por no hablar de los “derechos” (sic) que aparecen escritos en la Constitución monárquica española vigente, impuesta por la alianza entre postfranquistas y reformistas y rechazada por el Pueblo Vasco nada menos que en referendo legal. Incluso podríamos decir que en la larga historia vasca, no llega a un año el tiempo de vigencia de un débil y ambiguo régimen democrático-burgués. En efecto, solamente entre octubre de 1936, cuando la II República concedió un muy pobre Estatuto de Autonomía pero sin que se resolviera definitivamente qué hacer con el elemental derecho democrático a la autodeterminación, hasta la caída de Bilbo en junio de 1937, únicamente en estos nueve meses una porción geográficamente muy reducida del Pueblo Vasco disfrutó de un régimen algo parecido a la democracia burguesa, y en condiciones impresionantemente duras de guerra defensiva contra el invasor franquista. Después, a partir de 1978, la supuesta “democracia constitucional” no es tal porque tiene varios topes insalvables como son, uno, que es monárquica y todo marxista sabe que monarquía y democracia son irreconciliables; otro, porque da poderes antidemocráticos al ejército español, y además, porque niega otros derechos elementales que sería prolijo citar aquí.

Pues bien, tantos años sin democracia burguesa plena han generado una sana costumbre de autoorganización fortalecida, con sus debilidades transitorias lógicas, por los muchos decenios de dictadura y dictablanda, pero siempre bajo el control, la vigilancia y la represión. Son muchas generaciones seguidas de vascos y vascas las que han aprendido a golpes, a palos, o bajo amenazas e intimidaciones, a organizarse por su cuenta sin depender de las burocracias estatales y, en este último tercio de siglo, de las burocracias autonomistas y regionales. De esta experiencia colectiva han destacado dos prácticas de autoorganización decisivas como son, una, la del sindicalismo sociopolítico que se niega a caer en el reformismo economicista y corporativista, y otra, la del movimiento popular. Sobre el sindicalismo sociopolítico no vamos a extendernos ahora, por obvio, y sobre el movimiento popular nos remitimos al texto “El movimiento popular contra la crisis capitalista. Notas para un debate sobre movimiento popular, socialismo y Estado vasco”, del 19-11-2008, a libre disposición en Internet.

Por último, el otro componente decisivo es el de la aplicación en las condiciones vascas de la teoría marxista de la organización revolucionaria. Sabemos que este capítulo tan importante del marxismo ha sido especialmente tergiversado por la socialdemocracia y por el stalinismo, y desgraciadamente no tenemos espacio para entrar a una crítica de esas falsificaciones. Dicho esto, tenemos que decir que la dialéctica entre autoorganización y organización, entre espontaneidad y organización ha sido y es ágil, pese a las tensiones inevitables que siempre existen y existirán. No negamos que algunas fricciones entre ambos polos de esa dialéctica han llegado a grados de tensión y de ruptura, y es cierto, pero en líneas generales la experiencia es positiva, sobre todo si la comparamos con las de otros pueblos en los que las organizaciones y partidos han aplicado un dirigismo burocrático y estricto, suicida a la larga, que ha terminado desanimando y cansando a amplios sectores militantes y franjas del movimiento obrero y popular. De hecho, una de las razones que explican varias de las escisiones que ha sufrido el MLNV en su historia es la del choque insalvable entre tesis que defendían unívocamente el dirigismo organizativo o bien el espontaneísmo autoorganizativo, negando ambas la interacción entre los dos componentes de la unidad de los dos polos.

Podemos entender ahora más plenamente el por qué de la insistencia práctica y teórica del MLNV en estar presente en todas y cada una de las opresiones que existen en nuestro pueblo, aplicando en cada una de ellas una línea política adecuada a su situación pero mirando todas ellas hacia el mismo objetivo histórico: lograr que Euskal Herria llegue a ser propietaria de sí misma, que deje de ser propietaria de las burguesías española y francesa que conceden a la vasca parte de los beneficios que obtiene con la explotación nacional.

8. ¿Por qué si hay un sentimiento general en la población vasca respecto a la necesidad de lograr la independencia, el triunfo no ha sido posible todavía? A más de los mecanismos represivos utilizados por los regímenes represivos español y francés, ¿qué otros recursos utilizan para lograr detener la lucha, cooptar a los más débiles políticamente y paralizar a los más rebeldes?

No podemos cometer el error de dar una respuesta simple a un problema complejo. Cierta vez, un gran científico con una sólida base dialéctica escribió un pequeño texto de elogio de la complejidad, pero también sabemos que se puede explicar lo complejo, es decir lo real, evitando la complicación. Por esto vamos a enunciar algunos puntos insistiendo en que no son lineales sino que interactúan y forman un sistema que los integra pero que es superior a la suma de sus partes.

Primero, hay que tener en cuenta que el sentimiento independentista no puede expresarse en forma pública en las mismas condiciones de igualdad y con los mismos recursos que tienen los proyectos estatalistas, autonomistas y regionalistas, es decir, los que de un modo u otro aceptan el orden establecido. La represión acumulada durante generaciones, las restricciones de todo tipo impuestas a los medios abertzales y la superioridad cuantitativa de la propaganda oficial, la criminalización de toda resistencia y de toda propuesta no admitida por el poder dominante, tener en cuenta esta realidad nos explica en parte uno de los grandes obstáculos que debe superar el independentismo socialista, eminentemente popular y obrero, es decir, carente de medios económicos, para superar semejantes trabas.

Segundo, esta ventaja reaccionaria, que existe en todas las sociedades capitalistas, se acrecienta debido a otra parte de la realidad mucho más profunda tanto en lo objetivo como en las subjetividades sociales. Hay que tener en cuenta que aproximadamente la mitad de la población vasca actual proviene directa o indirectamente de la emigración. Directamente porque son emigrantes de primera generación, o de forma indirecta porque son de segunda generación, o tercera. Los Estados español y francés conocen esta realidad y la manipulan todo lo que pueden con una permanente campaña que mezcla varias formas externas de sus nacionalismos respectivos para frenar el aumento de la conciencia vasca en estos sectores, con campañas de intimidación y de temor, cuando no de miedo, recurriendo a la mentira al decir que “si ganan los vascos echarán a todos los emigrantes”. Son campañas permanentes que se agudizan en las elecciones.

Como marxistas, sabemos que la subjetividad es una fuerza material, que existen métodos de manipulación de los sentimientos profundos, inconscientes, de las masas, que la política burguesa depende mucho de las técnicas del marketing comercial que busca penetrar en las emotividades de la gente, en esos mundos psicológicos poco receptivos a la explicación racional y crítica y propensos a la aceptación acrítica. Si esto ocurre en toda sociedad capitalista, su impacto conservador aumenta en las naciones oprimidas en las que el poder dominante cuenta con una amplia base poblacional que ha vivido su primera socialización en el complejo lingüístico-cultural del Estado ocupante. En estos casos, el poder ocupante dedica muchos esfuerzos para asegurar la “fidelidad nacional” de esta población recurriendo a todos los medios disponibles.

Por citar un solo ejemplo, a comienzos de la década de 1980 el gobierno de España, elaboró un plan estratégico denominado Plan ZEN, para derrotar al MLNV que compendiaba las más recientes innovaciones en las doctrinas de contrainsurgencia realizadas hasta ese momento, plan en el que además de recomendar el uso de la mentira, etc., insistía en que había que acabar con lo que definía como “solidaridad orgánica” del Pueblo Vasco y que, en realidad, es su profundo sentimiento colectivo, de solidaridad nacional, de apoyo mutuo y de unidad popular. Como vemos, el Estado español asumió públicamente que había que atacar al corazón mismo de la identidad vasca en una de peculiaridades decisivas, reconociendo así sin ningún rubor que provocaba un especie de “lucha de identidades” dentro de Euskal Herria entre la española, dotada de todos los medios y de un Estado propio, y la vasca, oprimida, expropiada de todo y sin instrumentos de centralización estatal. Quien desee profundizar en esta decisiva cuestión, puede leer dos textos nuestros disponibles en Internet: “Prensa, arma de contrainsurgencia. Guerra de baja intensidad e industria de la manipulación”, del 11-02-2008, y “Treinta tesis sobre la producción de identidades como concreción última de conciencias y sentimientos”, del 23-11-2002.

Tercero, junto a estas manipulaciones inconscientes y subconscientes como armas en la “lucha de identidades” practicada unilateral y exclusivamente por el Estado español, que no por el independentismo vasco, actúan la alienación y la fetichización inherentes al capitalismo. Aunque existe una unidad entre ambas, la alienación logra que la gente crea que la economía en vez de ser un producto del trabajo humano explotado, es una cosa independiente, que tiene vida propia y que actúa al margen de la voluntad colectiva; y el fetichismo hace que las gentes crean que sus relaciones interpersonales no se realizan directamente entre ellas, sino sólo mediante el mercado, reduciendo a los demás a mercancías sujetas a los caprichos de la “mano oculta” del mercado. De este modo, es muy difícil tomar conciencia de las razones de la explotación, achacándolas a fuerzas desconocidas y azarosas, incontrolables.

Estos mecanismos deshumanizadores son muy efectivos defendiendo a cualquier burguesía ya que la gente alienada y dominada por el fetichismo tiende de manera inequívoca a buscar protección psicológica en una autoridad que les proteja de las fuerzas superiores, desconocidas e inciertas, peligrosas, y esa autoridad es el Estado y sus representantes más autoritarios, machistas y fascistas, además de los opios religiosos varios. Cuanto más aumenta la preocupación e inquietud en estos sectores más tienden a refugiarse en el líder autoritario, en el fhürer, duce o caudillo, y en su Estado. Pero en aquellos pueblos oprimidos a los que se les impide por la fuerza tener su propio Estado, estas gentes deambulan a ciegas, como zombis, en busca de un guía y protector que no es otro que el Estado que les oprime nacionalmente. Desgraciadamente, sobran los ejemplos que confirman lo dicho. Pero aún siendo esto malo, lo peor sucede cuando en una nación oprimida una parte significativa de la población, la de origen emigrante, opta una y otra vez por los partidos estatales, que no por los del pueblo en el que trabaja.

Además del voto conscientemente nacionalista español y francés en Euskal Herria, sobre todo hay que tener muy en cuenta el voto alienado y fetichista que busca protección en su propio Estado, voto azuzado por la manipulación franco-española como hemos dicho y que, en su misma inconsciencia, se cree así mismo “demócrata”. Resulta difícil y requiere tiempo realizar una práctica concienciadora en estos sectores para que descubran con su propia experiencia diaria que defendiendo a los Estados opresores defienden a las burguesías que les explotan, y que la única posibilidad que tienen para emanciparse como clase obrera es la de sumar sus fuerza al pueblo trabajador vasco. Sin embargo, hay que decir que lenta pero pacientemente el nacionalismo español retrocede como referente alternativo aunque se mantiene como fuerza político-cultural dominante gracias al poder militar que le garantiza su Estado.

Cuarto, además de estas razones hay que considerar también el efecto negativo y de reforzamiento de la dominación realizado por el colaboracionismo, desde el autonomista y regionalista, hasta el supuestamente de “izquierdas”, que se atraganta con demagogia democraticista pero que no mueve un dedo ni contra la represión ni a favor del derecho de autodeterminación. Mientras que la izquierda independentista es machaca, estas fuerzas miran para otro lado, y la burguesía vasca justifica siempre al Estado. De este modo, los sectores dudosos entre una alternativa u otra, se quedan paralizados en sus dudas, mientras que el Estado y su nacionalismo imperialista se frotan las manos.

Y quinto, todo lo anterior actúa siempre bajo el atento control de los especialistas en contrainsurgencia. Del mismo modo en que el golpe fascista de Pinochet fue también un experimento observado por especialistas para, según sus resultados, aplicarlo después contra otros pueblos, dentro de lo que era el Plan Cóndor. De la misma forma en que el Plan Colombia era y es también un experimento para adaptarlo en su aplicación contra otras naciones, y, por no extendernos, de la misma forma que Irlanda del Norte y Palestina fueron y son laboratorios en los que la contrainsurgencia imperialista mejoraba sus técnicas, de este mismo modo Euskal Herria es desde hace comienzos de los ’80 unos de los principales laboratorios en represión, sino el principal, de la Europa capitalista.

A pesar de enfrentarse a estos y otros obstáculos, el MLNV y la izquierda abertzale en general, se mantienen vivos y se adecuan a los nuevos ataques del Estado.

9. Iñaki, tú has estudiado y desarrollado con profundidad la categoría del Poder Adulto y, de igual manera, lo has hecho con los procesos de alienación. En ese sentido ¿cómo tú ves a las y los jóvenes vascos desde el punto de vista político? ¿Piensan como jóvenes, están preparados políticamente? o ¿piensan como viejos debido a que los procesos de alienación han influido fuertemente en la juventud vasca?

Aunque no lo parezca, para los adultos resulta muy difícil calibrar qué piensa la juventud. Desde el surgimiento del poder adulto --quien desee profundizar en este tema puede leer “Poder adulto, prensa de ocupación e independencia juvenil”, del 21-02-2001, en Internet-- la juventud ha sido tratada por éste como un peligro potencial o activo, un peligro que hay que evitar, controlar y dominar. La educación oficial está diseñada para castrar mentalmente a la juventud y envejecerla psicológicamente aunque, en lo biológico, sea aún joven, siga teniendo fuerza física para ser explotada, o para ser usada como “carne de cañón” en las guerras injustas. La represión de la sexualidad juvenil tiene aquí un papel clave, pero no tenemos tiempo ahora para extendernos en estas cuestiones.

Las personas adultas, “viejas”, tendemos por una serie de razones a minusvalorar todo lo que hace la juventud, sobrevalorando lo que nosotros hicimos cuando éramos jóvenes. Nos es muy difícil no caer en este error que tiene malas o peores consecuencias de toda índole. Además, muy sabiamente, la juventud tiene muchos recelos para hablar claramente con las personas adultas, y, sobre todo, prefiere hacer antes que perder el tiempo hablando de más, al menos la juventud vasca, pero pienso que esa virtud practicista es característica de la fase juvenil de la vida, y sin ella no habría habido autogénesis humana. Básicamente, hay cuatro métodos para saber qué piensa la juventud: uno, el coercitivo de la presión afectiva de los padres y del terror simbólico del confesor, o la represión policial; dos, el de los métodos de la psicología que trata esas cuestiones, que depende de la escuela psicológica, psicoanalista, etc., progresista, revolucionaria o reaccionaria; tres, los métodos de la sociología con sus diversas tendencias, y cuatro, la práctica de la izquierda revolucionaria para ayudar a la autoorganización juvenil.

Debemos partir de este último método, que puede y debe recurrir a las corrientes críticas de la psicología y sociología, porque es el mejor ya que emplea, o debe hacerlo, la praxis como criterio de conocimiento y de verdad. No se puede conocer qué piensa la juventud sin conocer qué hace la juventud, y no se puede conocer qué hace y qué piensa si no se sabe a la vez qué es la juventud, qué relaciones mantiene con la estructura de clases, etc. Se trata de tener una visión total de la juventud que se expresa en sus hechos, en sus formas de diversión, protesta política o delincuencia, consumo, placer y amor, recurso a las drogas, o incluso recurso a la delincuencia, etc., y es mediante estos hechos que tienen que ser estudiados dentro de un período de tiempo relativamente largo, que podemos conocer sus pensamientos, pero nunca a la inversa. Y es precisamente esto lo que hace el MLNV.

En base a lo visto, podemos afirmar que la juventud vasca es, muy probablemente, la más activa de toda Europa en la lucha por la democracia, lo cual indica la existencia de una base política suficiente como para arriesgar su libertad y su futuro conociendo la severa represión que padece nuestro pueblo y que se vuelca especialmente contra su juventud. Son los hechos los que demuestran su pensamiento. Son los hechos colectivos de la juventud vasca sostenidos durante decenios en un entorno represivo implacable los que confirman su ideal político. Para ocultar su decisión política y su práctica, los aparatos del poder, especialmente la sociología y la prensa, realizan una sistemática campaña para enturbiar la realidad e impedir que se propaguen al resto de la juventud vasca los ideales de la juventud independentista. Se puede decir que existe un abismo entre la juventud real, y la imagen oficial de la juventud totalmente pasiva que ofrece un sistema que no duda en recurrir a cualquier medida represiva. Por ejemplo, el poder adulto funciona al máximo de su capacidad para movilizar a los padres reaccionarios o apolíticos, para que vigilen muy de cerca, controlen y repriman a sus hijas e hijos, ahorrando así tiempo a las fuerzas represivas. El poder adulto es azuzado por el poder opresor general para que ate en corto a los hijos e hijas, para que no contacten con la juventud independentista, etc.

La izquierda vasca fue una de las primeras organizaciones revolucionarias, si no la primera, que aplicó el criterio de que la juventud tiene que organizarse de manera propia y sin tutelajes dirigistas de los adultos, y también aplicó lo mismo a las mujeres, cuando era un dogma organizativo, y sigue siéndolo, que las “juventudes” de los partidos deben ser dependientes de los adultos de ese partido, meras correas de transmisión del mensaje adulto del partido en la juventud, como sucede con las mujeres, los sindicatos, etc. La juventud debe tener libertad organizativa para poder experimentar por sí misma sus errores y sus aciertos. Es innegable que siempre existe una interacción entre la praxis de la juventud organizada y los órganos decisorios del colectivo, pero nunca ha de ser dirigista y sustitucionista, autoritaria, sino de consejo respetuoso basado en el debate y en la credibilidad ganada por la organización. Si ésta lo impone todo a su organización juvenil, más temprano que tarde esa juventud se desanimará, reducirá su iniciativa militante y empezará a abandonar la organización.

Para que la juventud piense tal y como es, como juventud, debe poder experimentar por ella misma, aventurarse, aprender y equivocarse en la acción. Insisto en que debe existir un sincero y respetuoso debate constructivo con el resto de la organización en todas aquellas cuestiones fundamentales, pero este debate debe potenciar la creatividad crítica que es inherente a la juventud revolucionaria. La dirección revolucionaria debe ser intransigente y estricta con la organización juvenil únicamente en cuestiones inaceptables para cualquier comunista como la violencia contra las mujeres y el machismo, la drogadicción y la venta de drogas duras, el racismo, la homofobia, los comportamientos agresivos y despreciativos hacia las gentes, el desprecio hacia la teoría, etc., además de las normas de funcionamiento interno que rijan en cada caso. En estas cuestiones se ha de ser intransigente porque son contrarrevolucionarias, porque abren las puertas a la degeneración moral y ética, a la propaganda burguesa reaccionaria y a la acción policial.

Superados estos problemas y otros similares, la iniciativa es la que demuestra con la acción, según venimos insistiendo, que esa juventud hace praxis juvenil, es decir, actúa y piensa con la enorme responsabilidad que caracteriza a la juventud cuando dispone de medios que le aportan una visión teórica, histórica y política. Los adultos tendemos a reducir el potencial creativo de la juventud, cuando por lo general los adultos somos más conservadores y menos creativos que los jóvenes. Esto se demuestra en nuestras dudas sobre la formación política de la juventud. ¿Qué entendemos por formación política? Según la experiencia del independentismo socialista, hay que entender la capacidad de la juventud para organizar grupos progresistas y revolucionarios empezando desde la nada o desde muy poco. La formación política no es la memorización de libros sagrados para repetirlos como cotorras, sino la capacidad de extender la lucha revolucionaria según lo que estamos viendo hasta ahora. Por ejemplo, una formación libresca no sirve para crear e impulsar una organización de defensa de los derechos juveniles en una barriada, o los derechos del estudiantado, y un largo etcétera.

Para potenciar la autoorganización juvenil y sus relaciones con la juventud organizada, y para facilitar la militancia de la juventud organizada en otros colectivos populares, sindicatos, etc., hace falta una preparación política opuesta a la libresca, a la dogmática. Una formación que se adquiere en la propia militancia joven siempre que ésta mantenga esa buena dialéctica de aportaciones mutuas con la dirección adulta de la organización común, más amplia, a la que pertenece esa organización juvenil. La formación política, que ha de ser a la vez teórica y ético-moral, de la juventud requiere del aporte del resto de la organización común, más experimentada, pero siempre dentro de las relaciones de respeto arriba expuestas, aunque insistiendo en la decisiva importancia de la formación teórico-política de la juventud, de aquí que haya de ser rigurosos con las y los jóvenes que rechazan y se mofan de la teoría.

Sería reaccionario sostener que en la juventud vasca no existen fracciones jóvenes que optan por la opresión, o pasivas e indiferentes y consumistas, machistas y racistas, o con prácticas de delincuencia, esto existe como en cualquier otro pueblo. Lo que sí afirmo y con orgullo es que en base a los datos oficiales sobre personas detenidas por razones políticas, razones de defensa de los derechos humanos, es verdad que la juventud vasca es una de las más conscientes, comprometidas, críticas y combativas de Europa, si no la que más, teniendo en cuenta esos datos represivos oficiales. Obviamente, no es una juventud envejecida ni alienada.

10. En América Latina el imperialismo norteamericano, la oligarquía colombiana y la industria mediática al servicio de los intereses de esos grupos han criminalizado la lucha de las FARC-EP, catalogándoles como terroristas. De igual manera lo que se conoce en el mundo sobre la organización revolucionaria ETA es que es una banda de terroristas y asesinos. Conociendo que tu respuesta puede evitar topar ciertos puntos debido a las implicaciones legales que te pueda acarrear, ¿podrías explicar que es ETA, cuáles son sus características y qué importancia tiene para la lucha de liberación vasca?

El derecho a la resistencia aparece reconocido en el Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos con estas palabras: “supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”. Pero desde siempre los opresores han perseguido ese derecho, lo han prohibido y criminalizado, y un número incalculable de personas han sido asesinadas o se han podrido en mazmorras, destierros o galeras, por haberlo justificado con unas palabras o con otras. Según el marxismo la verdad es concreta y revolucionaria, y por eso mismo la clase dominante no puede tolerar la verdad bajo ninguna de sus formas. Para manipular la verdad limando su carga revolucionaria que va a la raíz, y su poder de concreción que ilumina ese camino a la raíz, el sistema de pensamientos burgués ha elaborado una serie de requisitos sobre la “objetividad” y “neutralidad” del saber, la diferencia entre juicios de valor y juicios de hecho, la parcelación de lo real y el rechazo del principio de totalidad, etc., requisitos que nacen del fetichismo de la mercancía y de la denominada abstracción-mercancía, es decir, que interpretamos la realidad de forma abstracta y metafísica, inmóvil y troceada, porque fetichizamos la mercancía como realidad única y absoluta, como modelo y medida de todo.

Y dado que la mercancía se nos presenta estática y separada de otra mercancía, lo real también debe ser estático y troceado, y dado que en la ideología burguesa la mercancía sólo se conecta con otra mercancía mediante la mano invisible del mercado, entonces creemos que lo real debe estar regido por fuerzas invisibles e incognoscibles. De este modo la verdad es desnaturalizada por el pensamiento burgués y tenida como un saber neutro y objetivista; ahora bien, debido a la unidad material del mundo objetivo --que no objetivista-- siempre en movimiento, ocurre que inevitablemente la verdad nunca puede ser desnaturalizada del todo, sino que conserva algo de su poder aunque sea en forma de negación dialéctica. Es esta esencial dialéctica inextinguible pese a todo de la verdad por muy manipulada que haya sido, la que explica por qué temprano o tarde las contradicciones destrozan la verdad oficial, especialmente cuando aquellas bullen en el corazón mismo del problema, en nuestro caso el problema de la explotación.

En la parte humana de la realidad objetiva que constituye la naturaleza en sí, el punto crítico ante el que estalla la castrada verdad oficial es el de la revolución social y por tanto, el de la actualidad de la revolución en el sentido antes descrito, como práctica de sus objetivos históricos. Más aún, la verdad oficial se estrella contra la verdad concreta, la verdad radical y crítica, una vez que las contradicciones irreconciliables han emergido a la superficie inocultable mediante el choque de dos violencias opuestas. Llegados a este nivel la verdad oficial solo tiene el recurso de la mentira, la censura y represión. Mientras que las contradicciones no han llegado a ese nivel, el sistema dominante puede permitirse el lujo de tolerar algún contraste de ideas, opiniones, proyectos enfrentados, es decir, el debate entre, por un lado, la verdad concreta que explica el por qué y el cómo de la explotación, opresión y dominación, y sobre todo cómo superarlas, y por otro lado, la verdad oficial cargada de ideología y propaganda destinadas a negar la existencia de la explotación. Pero cuando las contradicciones estructurales rompen todos los diques y hacen visibles, concretas e innegables, entonces el poder no tiene más remedio que reprimir la verdad revolucionaria.

Teníamos que explicar este proceso antes de seguir adelante porque de lo contrario podríamos caer en el error de creer que la represión del derecho a explicar por qué existen las organizaciones revolucionarias que recurren a la lucha armada, esta represión responde tan solo a la maldad congénita de las clases dominantes, de modo que si se les pudiera convencer mediante el diálogo cambiarían totalmente de comportamiento. Sin embargo, la causa de esas y otras prohibiciones radica en otra parte: la necesidad ciega del capitalismo para machacar toda resistencia que pueda convertirse en un peligro mortal, necesidad que es pensada desde los parámetros vistos que gangrenan y pudren su concepto de verdad, y a partir de aquí todo el pensamiento burgués. Una vez más, la opresión nacional y la opresión de sexo-género añaden factores cualitativos que empujar a la represión de la verdad revolucionaria por parte del pensamiento burgués, patriarcal e imperialista.

La ideología española, burguesa y patriarcal es incapaz de saber que ETA ha de ser definida mediante la dialéctica entre tres procesos materiales y simbólicos que confluyen en determinados momentos, y se separan en otros, siempre dentro de una dinámica histórica cargada de contradicciones de todo tipo, entre las que destacan la opresión nacional y la lucha de clases como dos caras de una misma moneda, por decirlo de algún modo. Hablamos de tres procesos particulares del mismo modo que podemos hablar de tres niveles específicos pertenecientes al mismo proceso histórico general, el de la historia vasca en cuanto tal. La flexibilidad metodológica y teórica del materialismo histórico nos facilita el movernos entre los diferentes niveles o procesos, yendo de uno a otro y volviendo sobre sus pasos, conectándolos y encontrando sus relaciones hasta llegar al presente sin perder la vigencia del pasado. Y dado que la dialéctica es consustancial al materialismo histórico, podemos y debemos usar permanentemente la interacción entre dos conceptos diferentes pero unidos como son, uno, el de ETA como complejo fenómeno histórico que se adapta a los cambios, es decir, el mismo complejo fenómeno del IRA durante su historia por poner un ejemplo de entre los muchos existentes; y otro, el de ETA como organización concreta actuante en un determinado período histórico, pero que es el producto de una larga evolución previa en la que no han faltado escisiones y rupturas a veces dramáticas.

El fenómeno-ETA ha dejado una impronta innegable en el Pueblo Vasco porque centenares de miles de personas han tenido y tienen múltiples relaciones directas o indirectas con tal fenómeno histórico, desde la cultura y arte, hasta la economía y el deporte, por citar algunas áreas de la praxis humana. La interacción entre el fenómeno-ETA y las sucesivas ETAs concretas --no es lo mismo ETA zaharra que ETA berri, ETA V Asamblea que ETA VI Asamblea, ETA Militar que ETA Político-militar, etc.--, habidas a lo largo de medio siglo solamente puede comprenderse si sabemos movernos entre los tres niveles o procesos particulares. Cada uno de ellos, como veremos, tiene su propia temporalidad, abarcando por tanto más fases evolutivas de la historia vasca en general y concretamente del capitalismo. Cada uno de ellos tiene sus problemáticas y sus temáticas dominantes, como veremos, pero los tres nos remiten siempre a la misma raíz. Podemos recurrir al símil del árbol que arraiga profundamente en la tierra vivificándose de ella pero también de la energía solar y del agua del exterior. Su tronco va creciendo con los años y sus ramas extendiéndose, algunas de ellas se secan y caen o son arrancadas, pero otras nuevas surgen. El fenómeno-ETA es, salvando las distancias, como este árbol, y las diversas ETAs que han existido sus ramas.

El primer proceso, el más profundo y duradero en el tiempo, es el de la muy larga experiencia práctica de resistencia vasca a las crecientes presiones centralistas y agresiones militares de los Estados español y francés, resistencia que se ha plasmado de múltiples formas y no solamente violentas aunque éstas han sido las decisivas. Ya hemos hablado antes de cómo las raíces remotas del MLNV pueden rastrearse en lo esencial, en la soberanía vasca y en la justicia social, desde las matxinadas del siglo XVIII por no retroceder más en el tiempo. Este primer proceso ha construido una memoria militar, una memoria de autodefensa existente en muy amplios sectores del Pueblo Vasco porque prácticamente no hay una familia vasca que no haya sufrido directamente la represión española o francesa en estos dos últimos siglos. La historia de la autodefensa ha generado una memoria militar que se va convirtiendo en conciencia militar según sean las fuerzas organizadas políticamente que intervienen a su favor o en su contra.

La lucha por mantener y actualizar la memoria militar de un pueblo oprimido atañe a multitud de colectivos, pero fundamentalmente a la decisión política colectiva. Quien desee acceder a una explicación más detallada sobre las relaciones entre memoria y conciencia militares puede leer el texto “27 de septiembre” del 22-09-2005 a disposición en Internet. Muchas fuerzas sociopolíticas vascas, desde los carlistas hasta ETA pasando por el PNV de Sabino Arana y otras más, han activado la memoria y la conciencia militares vascas desde sus perspectivas, del mismo modo que lo hace en todo momento el nacionalismo imperialista español y francés en defensa de sus intereses. En este sentido general y común, la historia de ETA solo se diferencia del resto en algo cualitativo: que lleva esa memoria y esa conciencia militares a su plasmación presente y que la fusiona con la emancipación de clase y de sexo-género dentro de la dinámica independentista.

El segundo proceso nace de las experiencias del primero en lo relacionado con los efectos de las resistencias nacionales y sociales vascas en la defensa de su identidad lingüístico-cultural atacada por fuerzas exteriores en medio de la indiferencia o de la decidida colaboración interna. No se puede negar que las guerras de resistencia a la opresión nacional generan, por lo común, una conciencia cultural propia, y tampoco se puede negar que la propia guerra de resistencia nacional está reforzada por la conciencia cultural diferenciada previamente existente. En el caso vasco, las frecuentes tensiones y conflictos de resistencia violenta a las agresiones franco-españolas terminaron por generar una conciencia de identidad lingüístico-cultural eminentemente política en el fondo. Fueron intelectuales euskaldunes navarros los que tomaron conciencia cruda de la importancia de la lengua y de la cultura vascas para dar el siguiente salto movilizador a raíz de las trágicas experiencias militares del reciente pasado.

Una constante de todas ellas fue la relación entre la lengua y los derechos sociopolíticos atacados por las agresiones extranjeras, de la lengua y de la cultura como elementos cohesionador e identificador de los ejércitos vascos que defendían sus derechos frente a las invasiones extranjeras. Se puede demostrar con avasalladores ejemplos las relaciones entre la conciencia militar vasca antes citada y la conciencia lingüístico-cultural. Más todavía, una de las fuerzas profundas que dieron impulso al surgimiento de EKIN y luego de ETA fue precisamente la alarmante situación de peligro del euskara y de la cultura vasca a comienzos de la década de 1950. La sensación innegablemente objetiva y cierta de que el euskara y la cultura vasca en general estaban al borde de la extinción, fue la chispa detonante de un sentimiento de resistencia que iría tomando cuerpo hasta terminar en ETA. Actualmente, cualquier persona que conozca la evolución de la identidad cultural vasca sabe que sin EKIN y sin ETA la lengua y la cultura vasca muy probablemente habrían desaparecido, o aun habiéndose salvado habrían quedado reducidas a simples reliquias del pasado.

El tercer proceso, el más actual, es el de la formación de ETA a partir de los años ’60 apoyándose, por un lado, en los dos procesos citados como base sustantiva, y por otro lado, innovando cualitativamente gracias a la síntesis de la lucha de clases con la lucha nacional. No se trata, por tanto, de una continuidad lineal del pasado sino de un salto cualitativo del pasado al futuro que sin negar los valores básicos los subsume en un proyecto nuevo mediante la introducción del contenido socialista de liberación nacional. El salto se produce en la V Asamblea, como hemos dicho, y a partir de ahí las mejoras se realizan siempre dentro de una continuidad estratégica muy clara.

Por tanto, para entender lo que es ETA hay que saber moverse a la vez en tres niveles diferentes pero interrelacionados en sus efectos sobre el presente. Por ejemplo, la obsesión española y francesa por impedir que el independentismo socialista escriba su propia historia, bucee en su pasado y extraiga las lecciones necesarias, esta obsesión por imponer la “verdad” de opresor responde precisamente al miedo que tiene ese bloque a que se actualice la memoria y la conciencia militar de nuestro pueblo, y relacionada con ella se amplíe si conciencia lingüístico-cultural, y, por último, desde ambas se dé un salto a su conciencia política socialista e independentista.

ETA es, por tanto, mucho más que una organización política que se ve en la necesidad de emplear la violencia armada como instrumento táctico; es ante todo la síntesis de un largo proceso de agudización de las contradicciones múltiples externas e internas a Euskal Herria. Por ello mismo es la máxima expresión de la conciencia vasca en su pleno sentido, es decir, la conciencia del pueblo trabajador vasco que con su fuerza de trabajo explotada por el capitalismo y por el sistema patriarco-burgués produce valores que generan grandes beneficios a las burguesías vasca, española y francesa. La larga historia que sostiene y alimenta al independentismo socialista en este tercer proceso, garantiza la continuidad de la conciencia nacional vasca durante muchas generaciones futuras.

Al margen de lo que cada quien piense sobre el accionar armado de ETA, sin entrar en esta cuestión, no se puede negar, por un lado, que las fuerzas subterráneas aquí expuestas se han hecho y se hacen presentes de alguna forma en esta organización política; por otro lado, que el grueso de las fuerzas culturales vascas son conscientes del decisivo papel del fenómeno-ETA en la recuperación y supervivencia de la lengua y de la cultura vasca, aunque no se atrevan a decirlo en público; y por último, que en el presente esta organización y todo el amplio movimiento popular que asume objetivos idénticos defendidos por otros medios, representan una fuerza social cualitativa y cuantitativa innegable.

11. Iñaki ¿cuál es la situación de las y los presos políticos vascos en las cárceles españolas y francesas? ¿Se ha institucionalizado la práctica de la tortura en esas instituciones represivas? De igual manera camarada ¿podrías hacer una explicación sobre la situación de las y los exiliados y la persecución internacional llevada a cabo contra ciudadanas y ciudadanos vascos como el caso de Iñaki Etxebarria?

La situación de las y los prisioneros vascos es ahora peor que durante la dictadura franquista y durante los pocos años transcurridos desde la muerte del dictador hasta la fecha de introducción de los novedosos métodos científico-criminales de destrucción de seres humanos en las cárceles estatales. No debe sorprendernos esta evolución, este “progreso” que como tal y desde la perspectiva marxista ha de verse como unidad de contrarios: progreso para la burguesía porque destruye mejor a los seres humanos peligrosos, pero retroceso para la humanidad porque aumenta el sufrimiento y prolonga la explotación. Desde este criterio marxista aplicado a las “mejoras” represivas, entendemos que las cárceles vascas, y las cárceles imperialistas en su conjunto, siempre busquen un “progreso” en sus métodos. Ahora bien, ello sería imposible de no existir un poder político que dirija la “mejora”, que busque y pague a especialistas internacionales que trabajan para otras potencias opresoras, que movilice los recursos del Estado, que dirija la propaganda mediática destinada a justificar dichas “mejoras”, etc. En el Estado español esa función la cumplió la socialdemocracia, el PSOE, con el apoyo incondicional de la burguesía vasca representada por PNV y UPN. Otro tanto está sucediendo en el Estado francés.

El empeoramiento de las condiciones carcelarias responde a una única y fundamental razón: el fracaso reiterado de las sucesivas estrategias represivas implementadas a lo largo de los años. Las cárceles, todas ellas, son instrumentos del Estado para terminar de destruir a las personas deshumanizándolas en simple cosas desmoralizadas. Tal destrucción de la naturaleza humana se inicia desde la primera educación alienante, pero llega a su máxima letalidad en el sistema carcelario. Por esto, cuando los sistemas disciplinadores y coercitivos que actúan en la vida pública y privada fracasan, es el sistema carcelario el que asume la tarea final de la destrucción de la persona peligrosa durante su vida carcelaria. La destrucción puede llegar al punto de irreversibilidad, a la muerte y al suicidio, como ha ocurrido con harta frecuencia, y como seguirá ocurriendo. En un contexto de opresión nacional, este proceso se extiende e intensifica tanto por la mayor importancia que tiene para el Estado opresor acabar con la resistencia nacional, como por el odio al oprimido inherente al nacionalismo opresor, lo que explica la especial saña persecutoria de las y los carceleros contra las personas prisioneras por defender sus derechos nacionales. El odio imperialista a la nación que se le resiste se traslada a la cárcel porque aquí su impunidad es aún mayor, pudiendo adquirir tantas formas como sea necesario para aumentar la efectividad destructiva carcelaria.

En líneas generales, actualmente existe la condena de cadena perpetua de facto aunque legalmente no esté reconocida. Se ha hecho una ley que permite sumar las condenas de modo que la resultante supera a todos los años de vida que restan al prisionero afectado por esa innovación. La mayoría inmensa de prisioneros y prisioneras están en cárceles muy distantes de sus hogares, cientos o miles de kilómetros que hay que hacer para disfrutar de muy poco tiempo de visita. Se les ha dispersado a muchas y lejanas cárceles para aumentar su soledad, machacarles mejor, aumentar su indefensión y castigarlos a ellos y a sus familias dificultando las visitas lo más posible. Las familias y personas amigas de las prisioneras y prisioneros han de gastar grandes sumas económicas al mes para sufragar viajes de centenares de kilómetros, que pasan muy frecuentemente de más de mil sumando la ida y la vuelta. Decenas de personas han resultado muertas o heridas de diversa gravedad durante estos trayectos.

Se ha restringido mucho el número de visitas que puede tener la persona encarcelada, no más de diez, que deben recibir el permiso de continuidad cada seis meses, pudiendo ser rechazadas por el Estado, que es el que decide qué visitas se permiten y cuáles no. Las conversaciones supuestamente privadas e inviolables son grabadas y entregadas al Estado. La duración de las visitas es muy corta, y la gente tiene siempre la certidumbre que se le puede negar la visita en el último segundo con cualquier excusa caprichosa de los carceleros. Además, hay casos que no son pocos en los que las personas que han realizado el viaje se encuentran con que la presa o el preso ha sido trasladado de cárcel sin haberse avisado a los familiares, o está cumpliendo castigo de aislamiento por cualquier razón aducida por la cárcel, etc. Hacer un viaje de visita siempre tiene una dosis de incertidumbre sobre su resultado y sobre la seguridad en el trayecto.

La tortura, en su sentido tradicional no se practica en las cárceles, aunque existen otras formas de tortura menos ostentosas pero igualmente dañinas o más como las palizas que pueden dar los carceleros a los presos, o determinados presos sociales pagados para que acosen y golpeen a los prisioneros políticos, o las técnicas de insonorización y aislamiento sensorial permanente destinadas a destrozar la vitalidad psicológica y las capacidades de percepción de la realidad de prisioneras y prisioneros, la arbitrariedad de las medidas carcelarias, las muchas horas de soledad en las celdas, las restricciones de derechos elementales como los de correspondencia, estudios, etc. Otra forma de presión es la de obstaculizar al máximo la realización de estudios universitarios durante la condena, para lo que se han suprimido derechos anteriores y se han reducido otros que todavía perviven. La obstaculización de los estudios universitarios ha llegado ya en la actualidad a su expresión máxima, a la prohibición total. El Estado español ha decidido impedir que las prisioneras y prisioneros vascos en el Estado francés puedan realizar estudios universitarios mediante las instituciones educativas españolas, condenándoles así a dejarlos o a matricularse en el sistema francés, con las tremendas dificultades que ello acarrea en todos los sentidos. Como sería largo exponer al detalle la situación carcelaria, pongo a disposición una página Web en la que se pueden encontrar informes y datos mucho más precisos: www.pat-eh.org, www.pat@pat-eh.org.

Por último, el Estado español está decidido a meter en sus cárceles a todas las exiliadas y exiliados por razones de persecución política en Euskal Herria. Los fines que busca con ello son tres: hacer creer que no hay futuro en libertad para quienes se resistan a su poder, porque serán perseguidos hasta el fin del mundo para encarcelarlos en el Estado; buscar así el debilitamiento de la resistencia al extender la idea de que no hay refugio seguro, con el efecto desmoralizador que ello supone, y aumentar la creencia en la victoria en el interior del nacionalismo español que observa cómo no puede vencer al Pueblo Vasco después de tantas guerras, dictaduras y sistemas represivos. Para lograr estos fines, el Estado español no duda en recurrir a todos los métodos posibles: desde el trámite legal de extradición realizado en otro Estado, hasta la guerra sucia e ilegal que recurre al soborno para apresar y torturar a personas vascas, creando una especie de “negocio del refugiado vasco” en el que interviene la hez y la escoria de la corrupción burguesa. Recordemos que en estos momentos hay tres militantes vascos “desaparecidos” al estilo de las dictaduras latinoamericanas. Bajo estas presiones, la vida de los refugiados y refugiadas puede llegar a ser muy difícil en determinados casos, siendo siempre una vida precaria e insegura, sometida al riesgo de la detención y el traslado a una cárcel española. Un estudio más detenido sobre este particular puede leer en “Por el derecho de asilo y contra la extradición” del 28-04-2009, a libre disposición en Internet.

12. Finalmente camarada ¿cuál es tu apreciación de lo que está sucediendo en América Latina en el momento actual? ¿Hay realmente un fortalecimiento y avance de la izquierda y un debilitamiento de la derecha?

Menuda pregunta para acabar. Lo primero que debo decir es que no conozco todavía lo suficiente la situación de las extensas Américas, de sus pueblos y clases explotadas, como para decir algo serio. Incluso cuando haya adquirido un conocimiento más pleno, incluso entonces tendré que dar mi opinión con respeto y cautela porque, por un lado, el contenido eurocéntrico de mi pensamiento seguirá desgraciadamente activo y los comunistas debemos ser muy autocríticos en este problema ya que, aunque no lo deseemos, siempre se nos cuelan ramalazos eurocéntricos; y por otro lado, porque los internacionalistas que provenimos de otros continentes siempre debemos ir detrás de los oriundos, aprendiendo y hasta “obedeciendo”, en el buen sentido de la “disciplina consciente”, a lo que nos propongan los movimientos revolucionarios de los países en los que estemos. Y aun siendo cierto que el buen uso del marxismo nos dota de un método válido para analizar todas las contradicciones del capitalismo mundial, no es menos cierto que el marxismo también nos exige extremo rigor y precaución a la hora de sentar opinión. Recordemos que una de las máximas preferidas de Marx era: “de omnibus dubitandum”, dudando de todo.

Para responder a las dos preguntas que haces, debemos antes que nada recurrir al método marxista, en este caso a la ley dialéctica del desarrollo desigual y combinado que opera a pleno rendimiento en las Américas. El carácter desigual de sus diversos procesos es innegable y viene determinado desde el origen de la conquista europea por sus diversas peculiaridades, por las resistencias enfrentadas, por las diferencias geográficas y de recursos naturales, por las diferentes formaciones de los bloques de clases dominantes y de las burguesías criollas y sus resistencias a la ocupación, por los distintas agresiones posteriores del colonialismo británico y yanqui, y un largo etcétera.

El carácter combinado viene tanto de la unidad de fondo de la explotación española, de la posterior unidad de fondo del capitalismo dependiente y del subdesarrollo estructural, del fracaso irrecuperable de las políticas de “independencia nacional burguesa” tímidamente intentados por algunos países y, por acabar, por la unidad de fondo de la criminal política neoliberal impuesta por los EEUU desde la dictadura de Pinochet en el Chile de 1973, en resumen, el carácter combinado viene de la inserción dependiente, desestructurante y explotada de las Américas en el capitalismo mundial.

Una vez que la dialéctica del desarrollo desigual y combinado ha tomado un carril, en este caso el de la “especialización” de las Américas como suministradora de recursos vitales al imperialismo, como fuerza de trabajo poco calificada y muy barata, y una vez que las burguesías autóctonas han renunciado definitivamente a toda resistencia a las exigencias imperialistas, por pequeñas que fueran, ya en este carril histórico, la única perspectiva que queda a los pueblos de las Américas es la de avanzar en su segunda independencia, en la revolución socialista como proceso. Las burguesías criollas no se van a enfrentar a los EEUU en concreto, tampoco al euroimperialismo y menos al neoimperialismo blando por ahora de China, India y Rusia. Un ejemplo de su plegamiento lo hemos tenido en la pasada Cumbre de las Américas celebrada en abril en Trinidad y Tobago con la presencia de 33 presidentes latinoamericanos, meno Cuba, y de los EEUU representados por Obama, en donde Bolivia, Nicaragua y Ecuador han estado más aisladas por el resto que en Cumbres anteriores.

Desde esta perspectiva podemos decir que el momento actual se caracteriza por el tensionamiento de todas las contradicciones ya que, como indica la misma ley, los procesos más avanzados en conciencia y autoorganización influyen sobre los más retrasados, les muestran el camino, les enseñan lo que pueden conquistar y cómo hacerlo y, sobre todo, les indican que pueden ahorrar tiempo, sacrificios y dolor si no repiten los errores cometidos por los más avanzados, si apoyándose en ellos cogen impulso y dan grandes pasos en su avance. Esta posibilidad es innegable y ya se ha dado en otras oleadas revolucionarias. Ahora bien, por estricta dialéctica, también las burguesías que todavía no han sido derrotadas políticamente pero que están debilitadas pueden aprender y aprenden de los errores de las vencidas para no repetirlos, y reciben consejos de las fuertes para endurecer su poder; por último, las burguesías vencidas políticamente en mayor o menor grado aprenden de las demás para reconquistar su poder cuanto antes.

En estas condiciones de tensionamiento, la dialéctica del desarrollo desigual y combinado también opera a la máxima velocidad en el resto de problemas de las Américas, especialmente en estos años en los que han aumentado la explotación, la pobreza y la precariedad vital en todo el continente excepto en contadas áreas y en la muy reducida clase burguesa. La agudización de las contradicciones explica que unas veces la revolución se estanca o se acelera, se trocea en partes o se reagrupa a la vez que, a la inversa, la contrarrevolución se recupera o se debilita, se unifica o se disgrega. Debemos aplicar la dialéctica de los ritmos desiguales y combinados para entender esta complejidad, las discordancias de los ritmos y su combinación subterránea. Pero este es sólo un momento del análisis porque el otro es sacar a la luz las transformaciones decisivas que se producen simultáneamente a los cambios en los ritmos desiguales y en la totalidad combinada de las Américas. Sin esta otra parte del estudio la primera no sirve de nada.

Ahora solamente podemos realizar tres reflexiones que entiendo son de importancia crítica para todo proceso revolucionario y especialmente para el que se libra en el Caribe, Centro y Suramérica. Son estas: la reflexión sobre los cambios en el sujeto colectivo; sobre los cambios en la contrarrevolución, y sobre los cambios en el sujeto revolucionario. Naturalmente, como he advertido desde el principio, son ideas lanzadas por europeo y que, por tanto, deben ser leídas por las revolucionarias y revolucionarios de las Américas con las lógicas precauciones que ello acarrea. Por esto mismo, tampoco me voy a detener en los procesos concretos, en los de cada pueblo, reconociendo que es muy importante debatir sobre la evolución de la lucha en Ecuador, Venezuela, Bolivia, Paraguay, El Salvador, Nicaragua, Perú, Colombia, México, Argentina, Brasil, etc. No lo hago porque conozco a compañeras y compañeros que lo hacen infinitamente mejor que yo. Son las revolucionarias y revolucionarios de primera trinchera de combate los que tienen que alimentarnos con sus experiencias, y a los europeos nos queda aprender.

La primera reflexión trata sobre la diferencia de ritmos en la constitución del sujeto revolucionario colectivo caribeño, centro y suramericano. Sin mayores precisiones, para definir el sujeto revolucionario actual podemos aplicar a las condiciones de las Américas el concepto de pueblo trabajador elaborado por los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, celebrados entre 1919 y 1922. La definición marxista de “clase social” aparece magistralmente expuesta como un proceso de lucha de clases global a lo largo de los documentos internacionales elaborados en aquellos años. No es una definición “cerrada” sino “abierta”, dialéctica y adaptable a las condiciones latinoamericanas presentes. La irrupción de las masas campesinas y de las naciones indígenas, especialmente de las mujeres, es perfectamente integrable en la totalidad teórico-política concretando dicho concepto a las situaciones caribeñas, centro y suramericanas.

Sobre todo es comprensible teóricamente el engarce de la subjetividad revolucionaria organizada en el proceso de toma de conciencia colectiva y por tanto de avance de la clase-en-sí a la clase-para-sí. Una de las razones que explican las desigualdades en el ritmo del sujeto revolucionario es la de las diferentes represiones y exterminios sufridos por las organizaciones revolucionarias en el pasado reciente, destrucción masiva que incide muy fuertemente en la autoconciencia del pueblo trabajador. La interacción desigual y combinada entre represión y clases fue estudiada con un rigor no igualado aún por aquellos congresos.

Dentro de esta problemática, otra cuestión que entiendo importante es la de conocer la evolución de las llamadas “clases medias”, el empobrecimiento imparable de la mayoría de sus componentes volviendo a aparecer su contenido de simples fracciones trabajadoras con salarios relativamente altos comparados con la media, y el mantenimiento de una minoría de ella gracias a que las nuevas transnacionales imperialistas han creado una capa técnica obediente con salarios medios y altos según su calificación y su fidelidad, capas que son los cuadros de apoyo al reformismo y los que propagan esta ideología en franjas del pueblo trabajador. Más importante si cabe es estudiar el empobrecimiento de la pequeña burguesía en su conjunto, nueva y vieja, y cómo influye ello en sus relaciones con el pueblo trabajador y con la burguesía.

Del mismo modo, la penetración de nuevas multinacionales, el poder creciente del capital financiero mundial, las tecnoburocracias de los aparatos del FMI, BM, OMC, etc., estos y otros cambios adaptativos de las burguesías latinoamericanas deben ser estudiados a la vez que se estudian los cambios en el pueblo trabajador y en las “clases medias” como “clases” que no son clases sociales y que por eso mismo fluctúan entre el capital y el trabajo. La dialéctica marxista exige que el estudio del proletariado sea acompañado a la vez, simultáneamente, con el estudio de la burguesía porque ambas clases forman una unidad de contrarios antagónicos en lucha permanente, de modo que no se entiende a uno sin la otra, y viceversa.

La segunda reflexión trata de los posibles efectos que sufrirán los pueblos de las Américas por los cambios en el imperialismo yanqui a raíz de su crisis interna, por los cambios similares en el euroimperialismo y en el resto de potencias que quieren obtener beneficios con sus tratos económicos, y esta reflexión se concreta por último en el problema decisivo, a saber, cómo repercute todo ello en el reforzamiento de la contrarrevolución latinoamericana. La población yanqui es el 4% de la población mundial y consume el 25% de la energía del planeta. La administración de Obama es consciente de esto, y la burguesía yanqui en su conjunto sabe a ciencia cierta que el orden interno puede sufrir muy serias sacudidas si no garantiza al pueblo trabajador yanqui la mínima pero suficiente dosis de consumismo barato como para tenerlo adormecido, o al menos para poder controlar su malestar social. Tres son las razones básicas que explican por qué el bluff mediático de Obama no podrá mantenerse mucho tiempo pues no tendrá más remedio que seguir con el militarismo imperialista, aunque lo disfrace con demagogia: la urgencia por recomponer la tasa media de beneficios; la urgencia por mantener la hegemonía yanqui en el escalafón imperialista, y la urgencia por contener y reprimir el malestar social interno.

Las necesidades del imperialismo yanqui con respecto a su control sobre las Américas se agudizan por otros dos motivos: uno, el agotamiento de los recursos materiales y de las reservas estratégicas, el encarecimiento de los costos de la producción mundial pese al avance tecnocientífico y el aumento de los costos producidos por las catástrofes medioambientales, sociales, sanitarias, etc.; y otro, los frenos a su expansión y hasta las derrotas que puede sufrir el imperialismo yanqui en las Américas y en otras partes del mundo. Además, en la medida en que otras potencias y el euroimperialismo penetran cada vez más en el Caribe, Centro y Suramérica, en esta medida los EEUU deberán responder con creciente firmeza.

¿Cómo hacerlo? Mediante la interacción de varios métodos según las necesidades concretas, métodos entre los que destacamos, uno y antes que nada, lavar la imagen de los EEUU con el detergente-Obama para que los pueblos bajen la guardia, se confíen y debiliten sus defensas; dos, establecer acuerdos “pacíficos” y “respetuosos” con las burguesías autóctonas, reforzándolas y enseñándoles las tácticas más modernas de manipulación, contrainsurgencia y guerra de baja intensidad que deberán ser aplicadas por estos gobiernos sin la intervención pública y ostensible de los yanquis, pero con su apoyo interno; tres, establecer acuerdos secretos con fracciones especialmente criminales de las burguesías autóctonas para imponer a cualquier precio medidas estructurales en beneficio de los EEUU y en detrimento de otros imperialismos; y último y cuatro, aumentar sus bases militares, fortalecer sus lazos internos con las fuerzas fascistas de toda índole, etc., para realizar en su momento diversas operaciones militares que sería largo exponer ahora.

Un punto crucial en estas medidas es el de las opciones de las burguesías autóctonas, sus tensiones internas, sus relaciones con otros imperialismos, etc., cuestión sobre la que hemos dicho algo antes y que es inseparable de las dinámicas de la lucha de clase en su conjunto. Si como parece probable, la crisis capitalista mundial puede sufrir un brusco empeoramiento a partir de 2010 entrando definitivamente en una devastadora destrucción de fuerzas productivas, con efectos destructores que pueden superar ampliamente a los de la crisis de 1929, a pesar de las diferencias que separan a la actual de aquella, si termina siendo así, una de las potencias que más sufrirá el descalabro será la estadounidense porque sus pies de barro van disolviéndose en el océano de su impagable deuda externa, entre otros defectos estructurales de su economía.

Y aunque otras potencias corran en su ayuda para evitar un hundimiento generalizado, como ya ocurre, pese a esto el actual potencial militar yanqui sufrirá un fuerte debilitamiento interno unido a un aumento de las resistencias mundiales que deberá aplastar para seguir garantizando que el 4% de la población mundial, la norteamericana, siga dilapidando el 25% de la energía del planeta. Por esto Obama multiplica la modernización intensiva del militarismo yanqui. Y en este punto crítico serán decisivas las opciones de las burguesías latinoamericanas que, con matices y diferencias secundarias optarán combinadamente por salvar a los EEUU para salvarse ellas a la vez de la revolución socialista, de la segunda independencia, la definitiva, de las Américas.

La tercera y última reflexión surge precisamente de la dialéctica entre las dos anteriores, entre el proceso de toma de conciencia del pueblo trabajador, del sujeto colectivo de las Américas, con sus ritmos desiguales, y el proceso de recomposición y contraataque del capital autóctono dependiente del imperialismo yanqui para sobrevivir. Hablamos del papel de la subjetividad revolucionaria organizada en fuerza material que incide tanto en la toma de conciencia popular como en la mejora de las formas de lucha de esta conciencia en proceso de radicalización revolucionaria.

A la vez, la subjetividad organizada como fuerza material impacta en las decisiones de las clases explotadoras y del imperialismo. Y a la inversa, la fuerza de la organización revolucionaria se acrecienta o debilita según evolucionen tanto el radicalismo de las masas como la legitimidad burguesa. Es decir, la ley del desarrollo desigual y combinado funciona también en el interior de la organización revolucionaria. No hace falta decir que para mí la organización principal en este sentido en las Américas es la Coordinadora Continental Bolivariana en proceso hacia el Movimiento Continental Bolivariano.

Visto lo anterior, una de las prioridades de la organización revolucionaria en estos momentos es la de impulsar el acercamiento de las luchas menos desarrolladas hacia las más desarrolladas, es decir, reducir las distancias entre los ritmos más lentos del desarrollo desigual y el proceso combinado en su totalidad. Para esto es muy importante, además de las mejoras organizativas imprescindibles, también masificar la lucha teórica marxista, su método dialéctico, el único que es capaz de mostrar la profunda conexión entre todas las formas de lucha de los pueblos y los objetivos históricos y estratégicos que les unifican en contra de la explotación imperialista, a favor de la independencia nacional y del socialismo internacional. Solamente el conocimiento teórico marxista puede extender la conciencia plena de la unidad en la infinita y necesaria riqueza de lo múltiple, y de esta compleja multiplicidad inserta en la cruda unidad de la explotación capitalista, mostrando que la dialéctica entre ambos es el internacionalismo proletario ejercido por los pueblos que han conquistado su independencia socialista y viceversa.

Otra de las prioridades es la de impulsar todas las luchas democráticas elementales, por pequeñas que parezcan ser, aprendiendo a colaborar con todos los colectivos que luchen por las mismas reivindicaciones, pero mostrando con exquisita pedagogía siempre basada en la legitimidad que da el ejemplo y el buen hacer, que en última instancia toda opresión, dominación y explotación por reducida que sea, por “privada” que aparente ser, nos remite siempre a la contradicción irreconciliable entre la propiedad privada y la propiedad colectiva, sin mayores precisiones ahora. Dicho en otras palabras, mediante la praxis diaria realizada desde lo arriba descrito como actualidad de la revolución en el presente, debemos demostrar con ejemplos prácticos la innegable “actualidad del comunismo” como única garantía frente al caos capitalista.

EUSKAL HERRIA 18 de mayo de 2009

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