Declaración unitaria: «Paremos el genocidio del pueblo palestino»
No encontramos palabras que puedan describir los sentimientos que nos produce ser conscientes de la ejecución del genocidio contra Palestina. Y menos aún, palabras que describan la amarga sensación de la impotencia que nos produce como individuos, como pueblo andaluz y como clase obrera, pese a las continuas movilizaciones de millones de personas en todo el planeta exigiendo el fin del genocidio y la reparación de la justicia para las víctimas. Los ejecutores de tal crimen, de lesa humanidad, hacen oídos sordos. No pueden rectificar sin poner en peligro su modo de vida, el que consiste en ser poseedores de forma privada de los bienes necesarios para la vida de todos, nutriéndose de la explotación humana y de la misma fuente de vida, la naturaleza.
Pero ese modo de vida, el de las gigantes compañías capitalista occidentales, está en peligro por dos cuestiones fundamentales: los Estados Unidos y las organizaciones supra-estatales de la Unión Europea no consiguen superar en productividad y competitividad al gigante asiático, la República Popular China, desde hace más de veinte años, y el fin de la venta a saldo de los bienes soviéticos en la época de Yeltsin con la política nacionalista de Putin, que impide el robo de las riquezas nacionales por compañías capitalistas no rusas. Cuestiones que están provocando el colapso de todo el sistema de Occidente. Crisis económica unida a la crisis política de los regímenes occidentales, pues ya no pueden dar respuestas desde el pensamiento liberal, y provocando, a su vez, crisis del sistema de los valores que las altas instituciones exponían al mundo como conquistas europeas, la democracia (liberal) y el Estado del Bienestar.
Sufrimos una crisis integral del sistema capitalista y del régimen político liberal, en un Occidente que se resiste a dejar paso a otras economías, a otros sistemas, a otros regímenes políticos, mucho más productivos y equitativos. Y para ello, las grandes formaciones políticas que se turnan en los gobiernos europeos, que si son grandes e influyentes es porque están protegidas por los grandes capitales, no pueden hacer otra cosa para seguir viviendo del trabajo de los demás que favorecer las privatizaciones, salvar bancos y empresas ruinosas endeudándonos por siglos, intentar salvar el orden político y la paz social complementando los salarios que no pagan los empresarios con derechos sociales que también sirven para aumentar la losa de la deuda pública… y el sanguinario recurso de la guerra.
La crisis es tan profunda que el aumento de la explotación de los pueblos y de la clase obrera no es suficiente para evitar la caída euro-norteamericana a la segunda división de las naciones del planeta. La guerra es la solución contra quienes ponen en cuestión la hegemonía mundial de Occidente. No dudaron en promocionar el golpe de Estado en Ucrania y la instalación de un gobierno de corte nazi al objeto de acercar la OTAN a la frontera rusa, financiando el exterminio de la población opositora hasta que la operación militar especial de Rusia ha supuesto una lenta y agónica derrota. O como es el caso, nuevamente, en el Oriente Próximo países y regímenes democráticos han sido reducido a cenizas como Libia o Iraq, intervenidos como Egipto, acosados como Irán…, hasta que la ayuda rusa puso fin a la agresión contra Siria.
La actual ejecución del genocidio de la nación palestina por el Estado de Israel, no podría ser llevada a cabo si no formara parte de la respuesta que los grandes capitales europeos y norteamericanos junto a sus respectivos gobiernos e instituciones, tienen que dar en un último intento de salvar sus capitales y su poder. Las oligarquías euro-norteamericanas han actuado siempre con el mismo método. La guerra de conquista, la colonización, el genocidio, el etnocidio… y la asimilación racista de la población conquistada sobreviviente mediante una instrucción pública orientada hacia el borrado de la memoria histórica.
Andalucía fue la primera tierra conquistada por la Modernidad europea. Las tropas europeas capitaneadas por el reino de Castilla conquistaron lo que después serán los reinos de Córdoba y Jaén entre 1236 y 1246. Sevilla fue conquistada entre los años 1248 y 1262 y del que saldrán las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. Y entre 1487 y 1492 fue conquistado el sultanato nazarí de Granada, convertido en un reino de Granada asimilado -como los demás andaluces- a la corona castellana y dividido posteriormente en las provincias de Málaga, Granada y Almería. Todas estas oleadas conquistadoras se inician con guerra para que tras la derrota andaluza se proceda a la, colonización, deportaciones, borrado… del pueblo originario andaluz, del que sus capas más pobres constituirán los primeros parias del Estado Moderno que se gestó tras la conquista de Andalucía.
Durante los más de cinco siglos transcurridos desde entonces, las potencias europeas han seguido el mismo itinerario colonizador. Toda la riqueza obtenida por las economías occidentales está manchada de la sangre de las víctimas y del sufrimiento que han producido en todos los rincones del planeta. Pero nunca han podido eliminar por completo a la resistencia a la ocupación. Una pequeña y dispersa fracción de nuestro pueblo mantiene la esperanza en la futura liberación andaluza de las garras sanguinarias de la Unión Europea. Pequeña y dispersa pero fortalecida por la experiencia de la lucha de quienes nos precedieron y con nuestra propia experiencia.
La Andalucía originaria no es europea, no puede ser europea. Blas Infante insiste en esto y termina diciendo que quienes vivimos y trabajamos en Andalucía no podemos querer ser europeos. El método europeo-capitalista es el que nos ha convertido a las clases trabajadoras en máquinas o en piezas de máquinas, de robots. Nos han arrebatado nuestra alma humana y nos han convertido en fuerza de trabajo, en una simple mercancía que compran, usan y desechan cuando sus cuentas de resultado se lo exigen. Para lo que cuentan con todas las instituciones nobiliario-burguesas que nos impusieron como amo de Andalucía, el Estado español, con el que se aseguran del traspaso de las riquezas que creamos con nuestro trabajo.
ORGANIZACIONES FIRMANTES: Centro Andaluz del Pueblo «Blas Infante» de Granada, Centro Andaluz del Pueblo «Javier Verdejo» de Almería, Centro Andaluz del Pueblo «José F. Rivera» de Huelva, Andaluzas en Pie, Nación Andaluza, Sindicato Unitario de Andalucía.