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Pensamiento :: 30/03/2004

Dinamitar la gran mentira

Alizia Stürtze - Gara/La Haine
Aznar mintió deliberadamente sobre la autoría del atentado del 11-M, y el pueblo (¿o la ciudadanía?) se lo ha hecho pagar, por medio de esa purificación ritual, que dicen fueron las elecciones del 14-M.

Esa es la interpretación preferida de periodistas y tertulianos: castigado el impuro, el cuerpo colectivo y su sistema de representación quedan libres de mancha. Reconocido y echado del Olimpo el pecador, la democracia española (la vasco-navarra incluida) vuelve a brillar sin mácula.

Esa es la la mentira de las mentiras de estos profesionales de la tergiversación que son los medios de comunicación y los partidos «democráticos»: pretender ahora, de cara a limpiar su mancillada credibilidad, que lo de Aznar fue una mentira puntual que creyeron, «en su virginal inocencia», cuando lo cierto es que la manipulación mediática es instrumento de guerra utilizado desde hace 25 años sistemáticamente contra el independentismo vasco y contra todo colectivo que ponga en tela de juicio el sistema actual.

El uso programado, masivo y constante de técnicas de envilecimiento e intoxicación de la población es el que ha servido para demonizar a la izquierda abertzale, para castigar por perjurio a quien denuncia torturas probadas, para justificar peticiones de condena de hasta 76 años para jóvenes vascos, para apoyar la dispersión y el maltrato y linchamiento de los presos, para ilegalizar a un amplísimo sector de la población vasca, para reprimir manifestaciones y cerrar periódicos y locales, para vaciar completamente de contenido real lo que ampulosamente llaman «democracia»... y, tras el atentado del 11-M, para hacer «creíble» esa gran mentira de Estado de Aznar a los grandes jefes de redacción, a los más experimentados dirigentes políticos y hasta al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El director del Instituto de Criminología de Granada parecía tenerlo muy claro en sus declaraciones a la revista "Time": culpar a ETA (y a su «mundo») no era sino el resultado lógico de una «actitud establecida de antemano», es decir, de un prejuicio anterior alimentado conscientemente desde el poder contra la izquierda independentista vasca.

Desde esta perspectiva, la lectura lógica que correspondería hacer a esos colectivos que dicen querer dar un contenido de cambio real a lo que votaron el 14 de marzo sería luchar por dinamitar esa gran mentira, lo que implicaría, con respecto a Euskal Herria, escucharnos cuando decimos que llevan 25 años mintiendo, que somos un pueblo solidario en lucha por su libertad y por la de los demás pueblos, y que la libertad no se consigue cambiando de peinado (de partido), ni llamando diálogo a lo que no es o aproximándose peligrosamente al fascismo con más policía y menos derechos, como propone ahora la UE.

 

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