El 11M y las conspiraciones
"No debemos combatir a los integristas más que en la medida de nuestros intereses", James Baker, ex secretario de Estado norteamericano
Conspiración es definida por el diccionario RAE como “Acuerdo entre dos o más personas para ir contra alguien o algo, especialmente contra la autoridad”, por tanto, podemos concluir que las conspiraciones ocurren diariamente, en diferentes ámbitos y son frecuentes. Las conspiraciones existen.
El problema está cuando a la palabra conspiración le antecede la palabra teoría, entonces es cuando no sabemos si reír, enfadarnos o poner cara de extrañeza e incredulidad. Es más, muchas veces solemos asociar esa expresión a personas con problemas y trastornos mentales –el término conspiranoia es explicativo- o a personas que, por motivos ocultos, tienen un determinado ansia de notoriedad. Páginas webs, blogs, canales de YouTube y redes sociales serían los espacios naturales de esa fauna que igual argumenta que la Tierra es plana como que, por ejemplo, hay un plan de exterminio de la “raza blanca” por parte de una elite judía mundial encabezada por el magnate George Soros.
Como sabemos es en los Estados Unidos donde nació esta expresión y donde han surgido los principales estudios referidos a la misma. Para muchos Estados Unidos es el país de las conspiraciones. El profesor de la Universidad de Florida Lance DeHaven-Smith, con su libro La teoría de la conspiración en Estados Unidos, daría por primera vez un tratamiento académico a este fenómeno, añadiendo si cabe más leña al fuego, por decirlo de alguna manera. Para DeHaven-Smith fue la CIA, sobretodo a raíz de las conclusiones de la Comisión Warren sobre el asesinato de Kennedy, la que generalizó el término teoría de la conspiración con el fin de deslegitimar y restar credibilidad atoda teoría que explicara las tramas secretas de las elites y oligarquías con las que ocultar sus acciones e intenciones de dominación.
Las conspiraciones han existido, existen y existirán, solamente que no todas las conspiraciones que se denuncian tienen base, se fundamentan en indicios o pistas a tener en cuenta, y por tanto pueden ser creíbles y reales.
En el Estado español, la teoría de la conspiración nos remite fundamentalmente a un hecho doloroso, el 11M, a la cadena de atentados que sufrieron cuatro trenes de cercanías el 11 de marzo de 2004 en Madrid en el murieron 192 personas y unas dos mil resultaron heridas, y del que se cumplirán ya 16 años. La teoría de la conspiración sobre el 11M nos remite a la (ultra) derecha española y su empeño en mantener que en aquella masacre de una manera o de otra había participado la organización armada vasca ETA. Fabricaron una mentira la misma mañana del 11 de marzo de 2004 y la siguieron manteniendo, con variantes, hasta prácticamente el fin del juicio por el 11M y la consiguiente sentencia, cuando empezó a remitir toda su campaña de intoxicación. Sirviéndose de su entramado mediático afín no pararon de publicar noticias falsas y mentiras que apenas resistían cualquier verificación o contraste, pero con las que consiguieron alimentar una sensación de sospecha generalizada. El único fin eradeslegitimar al gobierno del PSOE de Rodríguez Zapatero; no importó el sufrimiento de las víctimas y sus familias, cebándose en su dolor con una crueldad despreciable.
La (ultra) derecha inventó un relato para después aportar las pruebas que presuntamente avalasen ese relato previamente diseñado. Quizá por eso, cuando el argumento que implicaba a ETA o a una rocambolesca colaboración entre ETA, Al Qaeda y los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad relacionados con el PSOE, hacía aguas por todas partes, rehicieron la narración implicado a los servicios secretos marroquíes y derivando la cuestión al enfrentamiento por el islote de Perejil.
Sin embargo, la posterior utilización política de los atentados del 11 de marzo de 2004, sobre todo por la derecha, pero también por el PSOE, consiguió no despejar del todo qué pasó el 11M, porque a pesar de las mentiras lanzadas todos estos años por la derecha, la cuestión es que el juicio y posterior sentencia del 11M no despejó algunos puntos oscuros.
Definitivamente, no poner los atentados del 11M en un contexto internacional, en el contexto de la geopolítica de los imperialistas, ha sido un error en el que la izquierda antiimperialista ha caído quizá por miedo a que un cuestionamiento de lo que ocurrió el 11M pudiera interpretarse como un alineamiento con las tesis de la (ultra) derecha española.
La lectura que del 11M se hizo en el contexto europeo y sobre todo en los EEUU nos puede arrojar luz tiempo después sobre lo que ocurrió aquel terrible día del 2004 en Madrid. Igualmente, todo lo que vino después hasta nuestros días, especialmente el atentado de Barcelona en el 2017.
Si salimos de lo que se convirtió en una lamentable pelea de patio de colegio entre el PP y el PSOE, descubriremos que en los EEUU desde el minuto uno se atribuyeron los atentados a la red de grupos de Al Qaeda. Desde el primer momento, la administración del por entonces presidente George W. Bush enmarcó lo sucedido en Madrid dentro de la guerra contra el terrorismo islamista, afianzando su discurso belicista y agresivo en la opinión pública norteamericana. Posteriormente, y a raíz de la incautación de un documento atribuido a Al Qaeda (por supuesto, hay quien duda de su autenticidad) en los que se exponía que el atentado en Madrid buscaba un cambio político en el Estado español como el que se produjo, la administración Bush argumentó que España había cedido al miedo y al chantaje terrorista, algo que no podía ocurrir en los EEUU, recuerden que el 2004 también fue un año de elecciones presidenciales en el país norteamericano. Por otro lado, el 11M también sirvió de excusa para la penetración norteamericana en el Sahel africano, ya que en esa zona –como bien sabemos rica en recursos energéticos y minerales- grupos de la red Al Qaeda estarían presuntamente preparando nuevos atentados en Europa como el ocurrido en Madrid. Casualidad o no, también reforzaría el papel del Reino de Marruecos como aliado de los EEUU y que el futuro del Sahara Occidental, debido a las diferencias sobre el llamado Plan Baker, quedase sin una solución negociada que, a todas luces, reforzaba al Reino de Marruecos.
Vayamos por un momento al año 2003, ¿se acuerdan del “Comando Dixan”? Les refresco la memoria. En enero del 2003, poco meses antes de la intervención norteamericana –y aliada- en Iraq, el juez de la Audiencia nacional Guillermo Ruiz de Polanco lanzó la denominada “Operación Lago” por la que fueron detenidas 23 personas de origen magrebí –la mayoría argelinos- en localidades de Barcelona y Girona. Inmediatamente, los vocerosdel Gobierno español de José María Aznar desplegaron toda una batería de terribles y gravísimas acusaciones contra los detenidos, desde que eran integrantes de un grupo salafista escindido del temido GIA (Grupo Islámico Armado) argelino hasta que preparaban brutales atentados con armas químicas. Aunque Ruiz de Polanco acabaría poniendo en libertad a los detenidos, éste fue sustituido por el juez estrella Baltasar Garzón que ordenó nuevas detenciones. Finalmente, seis de los detenidos inicialmente fueron juzgados por la Audiencia Nacional, que absolvió a uno de ellos, después de la revisión del Tribunal Supremo, los otros cinco cumplieron íntegramente penas de entre 6 y 9 años en régimen de aislamiento y dispersión penitenciaria. Por cierto, los productos químicos con los que presuntamente estos “peligrosos terroristas” pretendían atentar eran productos de limpieza, es decir, detergente y escamas de jabón, de ahí lo del “Comando Dixan”. Más allá del ridículo espantoso de jueces y policías, y de lo jocoso y a la vez cruel del asunto, todo aquello había que ponerlo en su contexto: 1) Aznar necesitaba forzar la alianza española con el intervencionismo norteamericano, nada mejor para el argumentario que el relato de unos malvados terroristas islamistas listos y preparados para entrar en acción y cometer una masacre; 2) en correspondencia con lo primero, se sabe que el FBI norteamericano presionó a las autoridades judiciales españolas para que se encausara a los acusados, los federales encontraron unos firmes partidarios de sus tesis: el ya citado Baltasar Garzón y el fiscal Pedro Rubira, que aceptaron las informaciones del FBI sobre la posibilidad de que los acusados pudieran fabricar “napalm casero” (¡con detergente y escamas de jabón!); 3) como colofón, el que fuera Secretario de Estado con Bush, Colin Powell, haría alusión a la “Operación Lago” el 5 de febrero de 2003 en su histórica comparecencia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, para justificar la existencia de una amenaza terrorista y la necesidad de acabar con esa alianza que solo existía en la mente enfermiza de los neoconservadores yanquis y sus amigos europeos entre Bin Laden y Sadam Hussein.
Curiosamente, a inicios del año 2003 y a diferencia de lo que ocurriría un año después, a Aznar le interesaba especialmente inflar la amenaza yihadista sobre el Estado español para convencer a una opinión pública reacia a apoyar los planes de agresión contra el Iraq de Sadam Hussein.
La cuestión, y a donde queremos llegar, es al hecho de la funcionalidad que Al Qaeda y ahora el Estado islámico tiene para los intereses del imperialismo norteamericano. Da igual Bush, que Obama o Trump, el terrorismo islamista viene a reforzar la agresividad imperialista, las intervenciones militares y los intentos por derrocar a regímenes que defienden su soberanía e independencia. Esta funcionalidad se extiende e interesa curiosamente a los países patrocinadores de los diversos grupos terroristas islamistas, del lado wahabita, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, y del lado más vinculado a la Hermandad Musulmana, Turquía y Qatar. En Europa, las acciones de Al Qaeda y el Estado islámico, además de servir como se ha señalado antes a la retórica belicista norteamericana, igualmente contribuyen a reforzar las políticas de recortes de derechos y libertades, fomentan el racismo, la xenofobia y la islamofobia, y alimentan las opciones ultraderechistas y neofascistas. Los discursos del fanatismo islamista y del neofascismo se retroalimentan de una forma macabra, pero sorprendentemente -o quizá no tanto- de forma muy similares.
Esa funcionalidad ha quedado en numerosas ocasiones expuesta en el conflicto sirio cuando estos grupos han actuado como milicias proxies de los Estados imperialistas contra la República Árabe Siria y sus aliados Rusia, Irán y el Hezbolá libanés fundamentalmente. Básicamente, los EEUU e Israel han venido actuando en Siria como apoyo de estos grupos porque éstos ponía en bandeja la posibilidad de destrozar a la República Árabe Siria, un país soberano que no admite injerencias de ningún tipo y que era y es base esencial de la resistencia antisionista y antiimperialista. Llama la atención como la aviación israelí suele golpear en Siria coincidiendo en muchas ocasiones con ofensivas de estos grupos o del Ejército Árabe Sirio (EAS) contra éstos. Los territorios sirios ocupados por los sionistas de los Altos del Golán han servido como prácticamente hospitales de campaña en los que miembros de estos grupos terroristas combatientes en Siria eran atendidos por los israelíes.
Cuando hacemos referencia a la funcionalidad de estos grupos no queremos decir que siempre y en todo caso sus acciones respondan a unos planes determinados anteriormente y que estos grupos ejecutan o reivindican sin más, es decir, no todo lo que hacen estos grupos responde a una gran conspiración en la que todo está previsto, hasta la última coma. Al respecto resulta muy complejo distinguir qué puede o no responder a un diseño predeterminado, pero si debemos tener presente en todo caso el alto grado de infiltración de los más diversos servicios de inteligencia de diferentes países en dichas organizaciones, al igual que el origen de lo que hoy denominamos como Al Qaeda como del Estado Islámico, uno en los 80 del siglo pasado en la guerra de desgaste contra los soviéticos en Afganistán, el otro en Iraq tras la invasión norteamericana y la descomposición de las resistencias baazista y nacionalista multiconfesional y multiétnica, con el fin de hacer frente a la creciente “influencia iraní”. En cualquier caso, sea como fuere, esa funcionalidad existe, haya planes previamente diseñados o no, o los haya parcialmente o solo en determinados casos.
Hoy cuando el Ejército antiimperialista de liberación nacional sirio, el EAS, intenta reconquistar el territorio de Idlib, sabemos que Turquía está detrás de grupos Hayat Tahrir Al-Sham (HTS), es decir, Al Qaeda en la zona, además de otros grupos fanáticos como el Partido Islámico del Turquestán, Hurras Al-Din, Ahrar Al-Sham, Faylaq Al-Sham, el Ejército de Élite, la Brigada Libre de Siria, el Movimiento Nur Al-Din al-Zenki y Soqur Al-Sham, entre otros. Turquía a su vez, ya pesar de tiras y aflojas, está siendo apoyado en su guerra no declarada contra Damasco por los EEUU y la OTAN. Sin embargo, a ningún medio de comunicación de masas en Occidente le produce el mayor escándalo, todo lo contrario, se compra gustosamente esa visión de un fundamentalismo islámico cool que se esfuerza continuamente en una puesta en escena victimista, gracias a la organización de los Cascos Blancos, con la que se intenta reflejar la maldad del “régimen de Damasco” contra una población civil indefensa. A quienes hemos venido denunciado todo esto se nos ha acusado de conspiranoicos o de ser pro rusos “amigos de Putin”.
Recientemente, Associated Press en un reportaje de investigación nos contaba como militantes relacionados con Al Qaeda están siendo apoyados la coalición saudí y los mismos EEUU en la lucha contra los rebeldes hutíes y la resistencia patriótica antiimperialista yemení. Tampoco esto causa escándalo alguno.
Wesley Clark, General retirado del Ejército de los Estados Unidos, fue Comandante Supremo de la OTAN durante la agresión a Serbia en 1999. En el año 2003 se postuló como candidato del Partido Demócrata a la presidencia de los EEUU. En una entrevista realizada en marzo de 2007, Wesley Clark revelaba que los planes de invadir Irak salieron del Pentágono una semana después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. La orden era invadir 7 países en 5 años: Irak luego Siria, Líbano, Libia, Sudan, Somalia e Irán. No le dé más vueltas, es una simple y curiosa coincidencia, deje sus conspiranoias a un lado.