El Buñuel es hogar
Una de las últimas publicaciones del CSC Luis Buñuel decía en el titular: “Os necesitamos”. Y, aunque es cierto, no lo es menos que nosotras -todas- también lo necesitamos. A lo largo de estos días se han expuesto multitud de razones por las que es vital defender y apoyar no sólo el espacio físico como tal, sino lo que representa en sentido amplio.
Porque el Buñuel es hogar. En un mundo donde la propiedad se impone como yugo y trampa que nos convierte en una comunidad siempre en deuda, ni nuestras casas (quienes tengan), ni nuestra ropa (quienes tengan) ni todo aquello que consideramos “nuestras cosas” nos pertenecen realmente en una estructura que se erige bajo la falsa premisa de que lo que somos, y el valor de nuestra vida, se mide bajo el criterio de la capacidad que tengamos -que nos permitan- de acumular y generar capital en todas sus vertientes y de ser funcionales en el engranaje neoliberal. Es decir, de sobrevivir, no de vivir.
Sin embargo, nada de eso es lo que verdaderamente otorga valor a nuestras vidas. Pues sabemos de sobra que esa concepción de valor se sostiene precarizando nuestra existencia y nuestro entorno.
Es otro concepto de valor el que se está poniendo en juego aquí. Y que reside en los lugares y espacios que nos permiten cuidar la vida, desplegar nuestras singularidades, combatir las discriminaciones, las opresiones, las jerarquías dominantes. Aquellos espacios en los que podemos tejer un entramado social, político, de apoyo mutuo, de resistencia al hacer de puente en el encuentro con los otros, acogiendo y gestionando la diversidad, el conflicto que supone existir y coexistir. Y que, de alguna manera, logran abrir grietas donde supuestamente no puede haberlas, haciendo realidad, así, la posibilidad de lo imposible. Lo imposible de pensar de otra manera, de construir alternativas a lo establecido, de gestionar nuestras vidas, nuestros barrios, de ejercer nuestra potencia creativa y nuestro poder de autoconstitución. Lugares de tránsito que son caja de herramientas para abrir y construir los espacios de lo posible.
Porque lo que están intentando cerrar no es meramente un “centro social/cultural”, sino que pretenden arrebatarnos nuestro hogar. Ya que el hogar no es otro que aquel que nos permite ser comunidad, conformar vínculos, ser flujo de afectos y practicar políticas de lo común. Precisamente todo aquello que pone en evidencia y confronta esta otra mal entendida “política” que violenta los lugares de decisión y de gestión de nuestras vidas. Que socaba nuestro derecho a habitar lo que siempre ha sido y debe ser nuestro: el espacio público. Lo público es precisamente nuestro lugar de pertenencia, en la medida en que no pertenece a un qué ni a un quién y es, por tanto, de todas y cada una.
Una ya habitual estrategia de sometimiento es la de la exposición de un chivo expiatorio. La captura mediante el señalamiento, la identificación y localización de aquello o aquellxs que amenazan la perpetuación de un sistema de poder hegemónico. Y cuya supervivencia se basa en legitimarse deslegitimando lo que supone el concepto de lo público. Pues lo público alberga lo difuso, lo disperso, la heterogeneidad indisciplinable. Aquello que escapa a la captura porque no es propiedad de nadie, y donde converge la potencia común de lo anónimo que imposibilita convertirnos en un blanco fácil de abatir y controlar.
Defender el Buñuel es defender esta concepción de lo público. Es defendemos de la captura de nuestras vidas y de su instrumentalización. Defender nuestro hogar. Y de ello depende nuestra libertad y la posibilidad de materializar que siempre hay algo que resiste y que exige el derecho inalienable a tener la mejor de las vidas posibles.
Más información en el especial #ElBuñuelNoSeRinde.