El final de la guerra: Un examen de la tragedia española
Ángel Viñas y Fernando Hernández Sánchez.
El desplome de la República.
Barcelona. Crítica, 2022. Nueva edición.
681 páginas.
La caída de la república española a manos de una vasta coalición golpista que impulsó un alzamiento contra ella constituye una de las grandes tragedias del siglo XX. En medio de abandonos y carencias, los defensores de la república sostuvieron durante más de dos años y medio el conflicto armado contra un enemigo poderoso, apoyado por el fascismo internacional.
La obra que nos ocupa toma el acto final de la lucha, una vez que Cataluña cae en poder de los facciosos y las alternativas para quienes están al borde de la derrota es rendirse frente a un enemigo implacable o tratar de prolongar la resistencia para salvar lo que pudiera rescatarse.
El final de la guerra y sus responsabilidades.
El propósito central del trabajo, además de realizar una rigurosa investigación sobre fuentes primarias, es encarar una polémica con todo un modo de interpretar el final de la guerra. Y en cierto modo de la comprensión de todo el conflicto.
Los autores la emprenden con lo que consideran un conjunto de mitos.
Articulados en particular en torno a la actuación del jefe de gobierno a partir de mayo de 1937, Juan Negrín, y al papel jugado por el Partido Comunista, en su relación con ese gobierno. Y asimismo en los momentos finales del conflicto, cuando el gabinete comandado por el dirigente socialista dejó de existir a manos de una sublevación militar.
En esa línea desestiman la influencia determinante de los comunistas y de los representantes soviéticos por su intermedio, sobre el rumbo del gobierno Señalan que más bien se daba lo contrario, el primer ministro llevaba la batuta y la dirigencia del poderoso partido debía adaptarse a sus directivas.
Asimismo ponen en tela de juicio que Negrín y los comunistas tuvieran el propósito de resistir por tiempo indefinido y a como diera lugar.
Más bien sitúan sus preocupaciones en la línea de mantenerse en pie de combate para que pudiera organizarse una salida del país ordenada de los millares de republicanos que podían sufrir las terribles represalias de los vengativos triunfadores.
En ese punto los autores tratan de desmitificar el presunto predominio de los comunistas en el ejército y en las fuerzas de seguridad. Le contraponen la influencia que conservaban los militares profesionales, buena parte de ellos abiertamente anticomunistas. Explican así que aquéllos no pudieran evitar que la sublevación final triunfara en toda la línea, incluso mediante la represión de quienes quisieron oponérsele por la fuerza de las armas.
En contraposición a una mirada más bien favorable del papel jugado por la conducción gubernamental y sus principales aliados, los autores son muy críticos de todas las defecciones que se dieron en los días finales. Por ejemplo la del presidente Manuel Azaña, que se instaló en Francia, se negó a regresar a la península y finalmente renunció, dejando malherido a lo que restaba de la institucionalidad republicana.
No sale bien parado tampoco el grueso de los militares profesionales, propensos a creer que podían entenderse de alguna manera con sus colegas del otro bando. Hasta el punto de que llegaron a fantasear con que podrían continuar sus carreras respectivas en las filas del ejército franquista.
Asimismo se imputa una fuerte cuota de responsabilidad a los dirigentes anarquistas, que se enfrascaron en la idea de que Negrín y sus aliados se hallaban empujando a España a una hecatombe, mientras dejan que toda su visión se tiña por el odio a los comunistas.
Como es sabido el conflicto hispano culminó con el alzamiento comandado por el coronel Segismundo Casado, que desplazó por la fuerza al gobierno, y lo reemplazó por un llamado “Consejo de Defensa”, que prometió conseguir una “paz honrosa” y terminó descalabrándose en una rendición incondicional que dejó a todos los luchadores republicanos a merced de Franco.
Miembros de todos los partidos integrantes del Frente Popular se integraron a dicho Consejo, dando así su contribución al derrumbe sin atenuantes que hizo cesar la lucha.
Francisco Franco no quiso negociar nada con sus enemigos, virtualmente vencidos. Sólo pensaba en enjuiciarlos bajo sus peculiares leyes retroactivas y arbitrarias. Con el fin de que los tribunales militares prodigaran las condenas a muerte o penas larguísimas de prisión. Cualquier esperanza en unas condiciones de paz relativamente soportables para los derrotados quedó disipada.
La dictadura no quería ninguna pacificación, sino la imposición de su victoria sin tapujos ni atenuantes, acompañada por una profunda “limpieza” que le garantizara su dominio de todos los resortes del poder por tiempo indeterminado.
Los autores enjuician a quienes no comprendieron que esto sería así. Y que en consecuencia quisieron terminar la confrontación lo más rápido posible y dejaron el terreno libre a la dictadura.
Las controversias y sus razones.
La coautoría de este libro, cuya edición original data de 2009, aunó a un consagrado profesor y a un joven investigador que hacía sus tempranas armas en publicaciones de esta envergadura. El profesor Viñas venía de publicar una apreciada trilogía sobre la guerra, destinada a esclarecer muchos puntos hasta ese momento oscuros. Hernández Sánchez trabajaba en su tesis sobre el papel jugado por el Partido Comunista en el conflicto.
Como escribimos al principio, ambos historiadores no quisieron hacer nada parecido a una plácida indagación académica. A lo largo de todo el libro despliegan una requisitoria contra lo que consideran omisiones y tergiversaciones de un amplio conjunto de autores de orientaciones diversas. Desde la historiografía benévola hacia el franquismo hasta la escrita por autores próximos a las posiciones de los anarquistas o del POUM.
Con respecto a estos últimos Viñas y Hernández Sánchez piensan que respaldan a un anticomunismo de izquierda que se dejó llevar por un ensañamiento sin límites contra el último primer ministro de la república y sus seguidores.
Creemos que faltaría en el libro una consideración mayor de los motivos que atizaron esas posiciones. Ya que la España republicana fue escenario de no pocos crímenes contra quienes propiciaban un posicionamiento revolucionario a ultranza. Fueron reprimidos sin piedad por los que querían imponer como horizonte predominante la defensa de la legalidad republicana, en alianza con supuestos sectores moderados.
En las represiones promovidas durante el conflicto se halla una parte sustancial de las razones de las deserciones de la última etapa. Lo que por cierto no justifica a quienes prefirieron abiertamente una victoria de Franco a una imaginaria entronización de los comunistas en el poder, como fue el caso de Julián Besteiro y otros dirigentes socialistas. Ello no impide reconocer que asesinatos como el de Andreu Nin exacerbaron muchas posiciones.
Más allá de los reparos que pueden formularse este trabajo constituye un aporte valioso a una discusión histórica que no termina hasta hoy, e incluso sigue suscitando apasionamientos.
El libro contiene una inmersión en las fuentes primarias que siempre hay que agradecer. Lo que no quita que el examen de otros conjuntos documentales pueda llevar a contrarrestar o matizar seriamente sus afirmaciones.
La historiografía sobre el conflicto español seguirá albergando distintas vertientes e interpretaciones contrapuestas. Esos acercamientos divergentes pueden ser valorables. Salvo aquellos cuyo propósito predominante es disimular el carácter golpista y masacrador del franquismo, único causante de la guerra y autor de las mayores atrocidades que jalonaron su transcurso.