El machismo por las redes: TikTok y la credibilidad de las mujeres
Lo primero que muestra es que las mujeres sólo son creídas cuando niegan la violencia de género, en ese momento nadie las cuestiona; en cambio, cuando la denuncian, una gran parte de la sociedad piensa que mienten y aceptan sin dudar el mito de las “denuncias falsas”. Da igual que las denuncias sólo representen el 25-30% de toda la violencia de género que existe y que las denuncias falsas, según la propia Fiscalía General del Estado, representen menos del 0’02%, al final el valor de la palabra de las mujeres no depende de lo que digan, sino de cómo afecta al modelo masculino que los hombres han impuesto.
La palabra de los hombres es sagrada, nunca se cuestiona en su esencia, en cambio la de las mujeres “e mobile qual pluma al vento” como se dice en la ópera de Giuseppe Verdi. Hasta el punto de que la misma mujer que denuncia una agresión por violencia de género no es creída al hacerlo, pero cuando retira la denuncia o se acoge a su derecho a no declarar, diciendo “que en verdad su marido no le pegó y que lo denunció porque estaba enfadada con él”, entonces resulta completamente creíble y nadie se pregunta si las circunstancias sociales que envuelven a la violencia de género, como los miedos a las consecuencias, la propia sensación de culpabilidad en las víctimas o las amenazas directas de los agresores y sus entornos, pueden haber influido en su decisión.
La situación vivida en TikTok es reflejo de esa realidad. La joven es agredida en directo, pero el machismo rápidamente recurre al argumento que daba el mismo Groucho Marx cuando decía «¿a quién va a creer usted, a mí o a sus propios ojos?», y consigue que le demos más credibilidad al relato machista que a lo que hemos visto. Esa es una de sus grandes estrategias, no negar la realidad ante la objetividad que representa, sino darle un significado diferente. Por eso no niegan que las mujeres sean asesinadas y maltratadas, pero no como parte de la “violencia de género”, sino como “violencia doméstica o familiar”, pues de ese modo su significado es completamente distinto y al margen de la construcción androcéntrica.
Por dicho motivo lo ocurrido en TikTok es tan demostrativo de todo lo que caracteriza la violencia de género en la sociedad, y por ello debemos aprender de lo sucedido para evitar que vuelva a ocurrir.
La escena de Tiktok nos revela tres elementos clave relacionados con la violencia que sufren las mujeres:
1. Existencia de un contexto de violencia
La bofetada se produce en un contexto de violencia previa, las informaciones dicen que el novio de la chica la estaba insultando desde el fondo de la habitación, y cuando ella le pide que se asome él responde con la agresión.
Después ella misma reconoce que el novio ya estaba enfadado con ella “por unas preguntas que había contestado”. Por lo tanto, se trata de una conducta coherente con las circunstancias en las que se produce, no de una pérdida de control o de algo sin sentido.
2. Agresión machista
La agresión se lleva a cabo de manera inesperada y con intensidad, tal y como refleja el movimiento de la cabeza impulsada por el golpe. La reacción de la joven tras el bofetón es de ambivalencia afectiva, al principio ríe de manera automática, como queriendo evadirse de lo vivido y negar lo ocurrido, pero después y de forma inmediata pasa a una actitud triste, de cierta incredulidad y shock, algo habitual en violencia de género.
Al final trata de justificar lo que ha pasado desviando la atención sobre su protagonista al decir que fue su padre, y de ese modo proteger a su pareja, una situación también frecuente en violencia de género por miedo a las consecuencias que puedan producirse sobre ella en caso de que el agresor sea identificado.
En ningún momento se aprecian elementos relacionados con una escenificación acordada de la agresión. Ni por la respuesta emocional en ella con la ambivalencia afectiva explicada, ni por la ausencia de reflejos instintivos para protegerse o minimizar el impacto, especialmente en los ojos, sobre todo cuando la zona golpeada es próxima a ellos. Es muy difícil que si una persona sabe que va a ser golpeada como parte de una representación no se produzca un reflejo para preparar el golpe. Hay que ser muy profesional para que esto no suceda, y no es el caso.
3. Explicación tras la agresión
La primera reacción, con toda la espontaneidad que contiene y con los gestos que la acompañan, es muy significativa. Acusar al padre es proteger a su pareja, que es lo que ha hecho hasta el final cambiando de estrategia.
Por otra parte, no tiene sentido la explicación que da diciendo que se trata de una representación para obtener beneficios, puesto que ni los hechos se corresponden con una escena preparada, tal y como hemos explicado, y tampoco su final al reconocer de manera inmediata que se trata de una agresión del padre. Lo lógico hubiera sido darle algo más de continuidad a lo ocurrido para hacerlo más creíble, no acabar con la escena de manera tan cercana a la agresión. Tampoco se corresponde con la reacción emocional que la lleva a decir, “sin palabras”, y a una ambivalencia afectiva, algo muy difícil de simular salvo que se sea una gran actriz.
Y si todo ello fuera insuficiente, los argumentos finales de que «es mi pareja y yo hago lo que quiera en mis redes y en mi relación», se corresponden con los elementos que la cultura androcéntrica crea alrededor de las relaciones violentas para evitar que la familia, las amistades o los entornos puedan influir para que la mujer que sufre la violencia pueda salir de ella.
Pero lo más llamativo es que lo que hemos visto en TikTok no está tan lejos de la realidad social actual. El barómetro del Centro Reina Sofía (2021) recoge que un 15,4% de los chicos y un 7,3% de las chicas piensa que “si la violencia es de poca intensidad no es un problema para la relación de pareja”. Y un bofetón entra en lo que se considera “técnicamente” “violencia de poca intensidad”. Porque esa es la trampa del machismo, hacer creer que la violencia sólo se puede cuestionar por la intensidad, cuando la gravedad no está en su resultado sino en su presencia. Lo grave es que los hombres dominen e impongan su criterio, no la cantidad de violencia que utilicen para conseguirlo. Esa situación matizará los hechos, pero no define la gravedad de su significado.
No podemos caer en las trampas del machismo ni permitir que las redes sociales recuperen en la gente joven las referencias que habíamos erradicado. Cualquier retroceso en igualdad y en prevención de la violencia de género es un paso al frente para el machismo y el machismo es cultura, no sólo conducta.
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