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Pensamiento :: 05/01/2009

El Poder sobre los locos, el Poder sobre todos nosotros

Carlos X. Blanco
Nuestra sociedad, tan medicalizada, es en realidad el escenario de una lucha atroz por la posesión de los cuerpos, por alcanzar su control, sometimiento y dominación.

¿Acaso no vemos que los psiquiatras, los psicólogos, las Instituciones, en suma, son una continuación del aparato policial, y en general, represivo? ¿No podemos constatar que el Estado es algo más que una superestructura? El Estado y todas sus ramificaciones en realidad conforman un sistema de máquinas, agentes y dispositivos encargados de ejercer el control, el sometimiento y la dominación del ser humano. Su “autoridad” en realidad es una prolongación sutil y tecnológicamente planificada de la coerción, del control de los cuerpos humanos.

El Michel Foucault de la década de los setenta es un autor especialmente interesante. Sus análisis sobre los “procedimientos” del Poder en las sociedades contemporáneas son un modelo teórico y metodológico para las ciencias humanas que ya no se puede orillar.
Foucault, especialmente en esta etapa de su aventura intelectual, jamás considera el Poder como una sustancia que se posee o se deja de poseer. La médula de sus investigaciones –claramente historiográficas, aunque con repercusiones grandes en la filosofía, la psicología y demás ciencias humanas- no es otra que entender el Poder en clave relacional. A diferencia de los tratadistas clásicos de la filosofía política, el autor que nos ocupa rechaza toda teoría general o abstracta sobre el Poder. Más bien opta por aislar procedimientos, estrategias y tácticas concretas del Poder, acudiendo a su génesis, sus antecedentes, el curso de sus manifestaciones, las técnicas de su ejercicio y los desplazamientos en éstas. Así pues, resultan ya clásicos sus análisis sobre la administración, control, sometimiento y dominación de los cuerpos humanos y sobre poblaciones en los ámbitos punitivo, carcelario, escolar, militar, médico, psicológico y psiquiátrico, por citar alguno de ellos.

Estas manifestaciones concretas del Poder ejercido no son especies de un único Género, concentrado de manera clásica en el Soberano del Antiguo Régimen, o en el Estado burocrático y omnímodo del mundo contemporáneo. Nada de eso. Más bien son sistemas relacionales, procedimientos de ejercicio del Poder, que pueden contar con una carta de nacimiento independiente, con antecedentes genealógicos a veces insospechados y medio oscurecidos por intereses varios. Desde luego, en la sociedad moderna pueden contar con coordinaciones y “alianzas” con otros sistemas procedimentales de Poder. Su aislamiento metodológico, y el rastreo erudito de esos ancestros, ese curso histórico y esas coordinaciones de procedimientos es lo que Foucault emprende aquí a propósito del Poder Psiquiátrico.

Nótese bien que tampoco se trata de un análisis –y eventual crítica- de las Instituciones Psiquiátricas. El autor conoce y valora debidamente los análisis institucionalistas de diversos autores que, desde finales de la II Guerra Mundial, plantean la crítica al Manicomio y al Poder de los Psiquiatras (antipsiquiatría) desde varios frentes: carácter político de la enfermedad mental, la violencia del Manicomio contra el presunto “enfermo psíquico” entendido éste como disidente, artificialidad y falsedad del Modelo Médico a la hora de abordar la locura, cariz iatrogénico de la misma locura dentro de los asilos y consultas médicas, etc.

Lejos de un análisis institucionalista, centrado en el Asilo, después llamado Manicomio u Hospital Psiquiátrico, Foucault ofrece aquí más bien una apertura de esta caja negra que es la Institución. Ese Reino de locos, todos ellos súbditos de un Monarca omnímodo que es el Psiquiatra, que presuntamente todo lo ve y todo lo sabe, es destripado analíticamente por el autor francés en clave relacional y genealógica. Simultáneamente, estas dos perspectivas con combinadas en todo su Curso, arrojándonos una luz muy otra de la que puede desprenderse de los manuales de Historia de la Psiquiatría.

Para empezar, la disociación entre teoría y práctica a la hora de hacer una genealogía del Poder Psiquiátrico. Al igual que la Psicología y las otras Ciencias Humanas, la Psiquiatría posee una suerte de “infraestructura” muy poco teorizada y de raíces históricas un tanto sorprendentes, ancladas muy hondo en el subsuelo de la cultura occidental. Se trata de estrategias y tácticas de control, sometimiento y dominación de los cuerpos humanos, así como de la conversión forzada de los cuerpos en individuos, individuos sometidos absolutamente a una figura ajena que cuenta con el marco institucional como trampa, red, muro aislante y vía para el ejercicio de ese Poder que es absoluto sobre el cuerpo hecho individuo.

“Y lo que en los siglos XIX y XX se llama Hombre no es otra que una especie de imagen remanente de esa oscilación entre el individuo jurídico, que fue sin duda el instrumento mediante el cual la burguesía reivindicó el poder en su discurso, y el individuo disciplinario, que es el resultado de la tecnología utilizada por esa misma burguesía para constituir al individuo en el campo de las fuerzas productivas y políticas. De esa oscilación entre el individuo jurídico, instrumento ideológico de la reivindicación del poder y el individuo disciplinario, instrumento real de su ejercicio material, de esa oscilación entre el poder que se reivindica y el poder que se ejerce, nacieron la ilusión y la realidad que llamamos Hombre”. (El Poder Psiquiátrico, p. 69).

Los conventos y las cárceles no son meros “parientes” del asilo de locos, sino ancestros en sentido genealógico, espacios de dominación absoluta y panóptica sobre los sujetos individuales. Pero es que la “teoría” psiquiátrica, esto es, las representaciones conceptuales de los primeros alienistas, nada tenían que ver en su ejercicio tecnológico cotidiano de su poder sobre los locos. La imposición incontestable del “poder” personal del médico sobre el pobre loco sometido era el todo de su vis curativa. Esto fue así claramente en tiempos de los padres fundadores de la psiquiatría: Esquirol, Pinel. Esta medicina de locos tenía muy poco de medicina. La introducción ulterior de drogas, psico-cirugía, hipnosis, etc. , no fueron tanto unos avances en el tratamiento medico de una enfermedad, como ocurría en la medicina propiamente dicha, sino el ensayo de procedimientos disciplinarios tendentes a garantizar el sometimiento absoluto y eficaz del alienado.

La separación entre esta infraestructura psiquiátrica ejercida, esto es, la tecnología de control, sometimiento y dominación de los locos, por un lado, y la “superestructura” representacional de los psiquiatras del siglo XIX es magistralmente señalada en este libro. Los psiquiatras del siglo XIX desarrollaron dos grandes clases de representaciones de su trabajo bajo la analogía de la ciencia, y de la ciencia médica en concreto, aun cuando su práctica era muy distinta. La nosografía era el proyecto de clasificar sistemáticamente las enfermedades mentales como si estas fueran especies botánicas o zoológicas. Por su parte, la anatomía patológica cumplió –solo de manera muy limitada- el papel de satisfacer deseo de fundar la enfermedad mental en la lesión o disfunción orgánica. Pero Foucault insiste en que estas dos clases de representaciones apenas guardaban una conexión externa con la verdadera tecnología de control, sometimiento y dominación en la práctica asilar. La impostación del psiquiatra como voluntad fuerte sobrepuesta a la del loco, ejercida con una casi nula base gnoseológica, y tan solo con la fachada de un aparente saber médico o biológico, pronto hubo de conocer una expansión –que Foucault califica de colonización y parasitismo- en el ámbito escolar y judicial (los anormales, los idiotas). El modelo médico, la medicalización de la sociedad, tuvo que hacerse por medio de la instancia previa de la medicalización del propio alienista –el cuidador y dueño de los locos- autoconvertido y autopresentado en la sociedad como médico especialista. No ya el asilo, sino la cárcel, la escuela, la familia, etc. , se fueron psiquiatrizando.

Hay que destacar el interesante análisis que aquí se realiza sobre el papel crucial de las histéricas en la Historia de la Psiquiatría. En ese pulso, esa guerra constante entre los locos y los psiquiatras, la respuesta de las histéricas ante el célebre Charcot en La Salpêtrière representa el papel de figurar como “las primeras antipsiquiatras”, según Foucault. Toda la parafernalia de sus síntomas y su extrema docilidad ante el médico no era sino la contrafigura de una verdadera resistencia al Poder Absoluto del Psiquiatra y de su cuerpo extendido, el Asilo, prolongación gigantesca de esta voluntad médica. Las histéricas se vengaban de Charcot (y otros psiquiatras como él) entregándole la sintomatología que éste mismo creaba sin pretenderlo. Muy lejos del paradigma epistemológico representacional donde el médico describe y trata unas entidades objetivas llamadas “patologías mentales”, la psiquiatría aparece en Foucault como un asunto claramente político, una lucha de voluntades. La lucha básica entre médicos y medicalizados.

Nuestra sociedad, tan medicalizada, es en realidad el escenario de una lucha atroz por la posesión de los cuerpos, por alcanzar su control, sometimiento y dominación. Cada etiqueta inventada administrativamente es, en realidad, un mercado por alcanzar poder: “Género”, el mercado del poder sobre cuerpos femeninos. “Sexualidad”, el mercado del poder sobre las anatomías, relaciones e identidades eróticas. “Psique”: el mercado del poder sobre las emociones, actitudes y comportamientos. El Estado entra a saco, a sacar su tajada. Tiene mucho que ganar. Se apodera de todos nosotros.


Lectura recomendada:
Michel Foucault: El Poder Psiquiátrico.
Editorial Akal, Madrid, 2005.

Título original: Le pouvoir psychiatrique.
Cours au Collège de France,
1973-1974 (Seuil/Gallimard, 2003).
Traducción de Horacio Pons.

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