Fundamentalismo
Cuando los escribas y fariseos le llevaron a Cristo una mujer adúltera para que opinase sobre la ley de Moisés, o sea, la de lapidar a tales mujeres, Cristo les respondió: "El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella."[1]
Parafraseando a Jesús, podría aplicarse lo mismo a quienes acusan a otros de fundamentalismo. Pues, tampoco el Occidente cristiano presenta una historia libre de fundamentalistas, de fanáticos religiosos, o integristas, como se denominan hoy. Los papas y predicadores enardecían a los cristianos durante la Edad Media para enrolarse en las cruzadas prometiéndoles el paraíso a quienes cayeran en el campo de batalla. Exactamente igual que los fundamentalistas islámicos de ayer y de hoy.
Así, por ejemplo, el papa Urbano II (n. en 1042), promotor de la primera de ellas, y llevado tal vez de un profundo amor al prójimo, la calificó de "guerra santa para exterminar la raza funesta de los musulmanes". Baste recordar, igualmente, con qué celo los Torquemadas de turno enviaban al cielo las almas de disidentes, purificadas en el fuego de sus hogueras. En la España actual tenemos a los Guerrilleros de Cristo Rey y a los Legionarios y Legionarias de Cristo, a los catedráticos que juran morir antes de permitir que un comunista acceda a la docencia, o la marginación del gran escritor y dramaturgo Alfonso Sastre y tanto otros.
El fanatismo religioso ha estado siempre vinculado a la política. En los EEUU, por ejemplo, la ultraderecha defensora de los valores cristianos ha llegado incluso a colaborar con el Pentágono en la propagación del terror tras el 11-S con el envío de cartas contaminadas con ántrax.[2]
Como otros muchos, el término fundamentalismo tiene también su origen en los EEUU. Desenterrar el significado de las palabras, identificar las fuerzas sociales que lo fijaron, puede ser un acto de resistencia intelectual y política.
Los términos fundamentalismo y fundamentalista provienen de un grupo de teólogos conservadores estadounidenses que se reunieron a finales del siglo XIX para definir los "fundamentos" de la fe cristiana. El conocimiento de esta historia, de suyo colateral, puede ser significativo en el contexto del uso que se hace hoy del concepto "fundamentalismo islámico" a fin de recabar apoyo para la guerra. Es muy raro que los medios de comunicación "occidentales" definan este concepto, usado casi siempre en relación con el Islam. Pero estos medios lo asocian a ciertas actitudes de índole atrasada y peligrosa.
Sin embargo, el término lo acuñaron a finales de la década de 1880 en el Seminario Teológico de Princeton. En 1909 los hermanos Milton y Liman Steward, enriquecidos con la industria del petróleo, financiaron un proyecto llamado Fundamentals. Una serie de 12 volúmenes publicados entre 1910 y 1915. Estas creencias fundamentales se resumen en cinco:
1) La Biblia es la palabra literal de Dios.
2) La divinidad de Cristo y su nacimiento virginal.
3) Cristo murió en la cruz, de suerte que quienes crean en él serán redimidos de sus pecados,
4) La creencia en la resurrección literal de Cristo entre los muertos,
5) La creencia en la vuelta de Cristo a la tierra.
Fue un movimiento que duró poco. Mas, a los cristianos que sostienen estas ideas se le les llama fundamentalistas. Así que el fundamentalismo es un movimiento teológico cristiano relacionado con lugares, personas y acontecimientos específicos. El concepto se emplea peyorativamente para denotar, por extensión, los aspectos opresivos y retrógrados de cualquier religión. Se subsume que los fundamentalistas se oponen a la libertad de pensamiento y a la modernidad.
Pero cuando estos atributos se asignan a un grupo humano tan grande como el musulmán, nos hallamos ante la retórica infernal de la guerra. Se trata de un discurso inhumano que incluye a millones de personas inocentes (1 de cada 5 habitantes de la tierra) como enemigos. La presentación que se hace de ellos en los medios de comunicación es negativa: aspecto amenazador, sin afeitar, con una canana en el pecho, etc. Son seres deshumanizados, por lo que no es sino legitimo exterminarlos. Como hicieron los europeos con los habitantes indígenas de América. He aquí, por ejemplo, cómo, llevado tal vez del precepto bíblico de amarás a tu prójimo como a ti mismo, se expresa el general Thomas Blamey a la hora de arengar a sus tropas en Iraq: "Sabéis que tenemos que exterminar estas sabandijas si queremos vivir nosotros y nuestras familias. No estamos tratando con humanos tal como los conocemos".[3]
La actividad clerical de las capas altas de la Iglesia refleja también los intereses del gran capital. El fundamentalismo neoliberal de la fase actual del capitalismo se aprovecha del fundamentalismo religioso para proteger los beneficios de algunas empresas farmacéuticas a fin de seguir sacando pingües beneficios. (El jardinero infiel). Al aprovechar la influencia de los dogmas religiosos sobre la población, el capital se beneficia de la propaganda religiosa. Hasta el dirigente de la derecha francesa, Sarkozy, actual Ministro del Interior, aplica el lenguaje fundamentalista en relación con las protestas de los barrios pobres cuando dice que le gustaría utilizar una manguera de alta presión para limpiar las cités de la basura que las contamina.
Cuando el que se considera superior no entiende el comportamiento del inferior, deduce que su actitud se debe a la vileza y ruindad de su carácter. Se cuestionaba que tuvieran alma. La imagen dominante, e interesadamente propagada, de los "indios" era la de desnudez, desprovistos de vestidos, de cultura y de moral, o sea, provistos de pecado y desenfreno sexual.
A partir de ese momento se les aplica el látigo y toda clase de epítetos despectivos: bárbaros, viciosos, impíos, siervos de los demonios, violadores de la naturaleza (precisamente a ellos), blasfemos, idólatras, etc. El cristiano europeo considera como un igual al "indio" americano. Pero se trata de un igual malo, pecador y, por tanto, merecedor de castigo[4] . A los 60 años del "descubrimiento", América estaba ya cubierta de cruces, desde el Mississippi hasta el Río de la Plata y el Mapocho, cruces de cementerios y de templos, con sus correspondientes ciudades. Los moradores han quedado diezmados. Un siglo y medio después de la conquista habían desaparecido casi 100 millones de seres humanos. De los 25 millones que había en México en 1500 sólo quedaba un millón en 1600[5].
Ahora, igual que antes, el lenguaje vacío del derecho se orquesta con imaginarios y simbolismos que evocan profundas ansiedades raciales. Ahora, lo mismo que antes, el complejo militar-industrial enmascara su propio afán de beneficios, recursos y mercados con una ideología de superioridad moral y cultural que le permite conquistar y desposeer a los pueblos en interés de un puñado de favorecidos.
La realidad, en cambio, es bien distinta. Los fundamentalistas más furibundos se encuentran en los EEUU, bien sea en los consejos de educación de los Estados que prohíben la enseñanza de la evolución o las edades geológicas de la tierra y que imponen el creacionismo, bien en el gobierno federal de Washington, cuyo jefe presume de que es Dios quien le dice cuándo debe exterminar a los malos.
Los fundamentalistas estadounidenses han conseguido incluso que el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York no encontrase en el otoño de 2005 ningún patrocinador para una exposición de la vida y obra de Charles Darwin. Pero el Museo Creacionista de Cincinati, que explica la historia natural tal como se narra literalmente en la Biblia, sí obtuvo donativos por valor de 7 millones de dólares.
La iglesia creacionista, como se denomina este movimiento, se está extendiendo ya por Europa. La puerta de entrada es el Reino Unido, donde este grupo religioso se está introduciendo en los colegios públicos con la connivencia del Estado. A través de generosas donaciones por parte de sus ricos patrocinadores locales, el colegio "elegido" se ve obligado a seguir las recomendaciones académicas del nuevo equipo directivo. Las escuelas elegidas se encuentran en los barrios más deprimidos y pobres del país y suelen ser la única opción de escolarización para muchas familias.
Al principio, padres y alumnos están contentos con los cambios, pues reconvierten las escuelas en centros de primera calidad en lo que a instalaciones se refiere. Pero pronto surgen los consabidos problemas: nuevas normas de comportamiento, nuevos uniformes, selección del alumnado, del profesorado, y, lo que es más grave, los dobles mensajes o esquizofrenia que los alumnos tienen que aprender: dos teorías de la evolución. La que escribirán en el examen oficial es la de Darwin, pero la verdadera es la otra. Así consiguen sus propias escuelas con el dinero público de todos. A partir de ese momento cualquier discrepancia, aunque venga avalada por la ciencia, es cuestión de opinión o de diferente punto de vista. Experiencias de este tipo tenemos en España con los colegios religiosos y los concertados.
Aunque hasta los últimos papas han puesto en entredicho la existencia del diablo, los fundamentalistas estadounidenses describen la batalla contra los terroristas islámicos como un choque entre la cristiandad y "a guy named Satan" (un tipo llamado Satán)[6], en palabras textuales del general William Boykin. Esta lumbrera del entorno fundamentalista del Pentágono pide que los cristianos apoyen el plan divino del presidente Bush.[7]
Los milenaristas apocalípticos creen que una conflagración mundial en Oriente Medio será el preludio de la vuelta de Cristo. Otros fundamentalistas pretenden recrear los EUA bajo la ley bíblica. (Compárese con la sharía islámica).
El multimillonario predicador Franklin Graham, cuyo padre convirtió a Bush sacándolo del alcoholismo, llama al Islam "el mal", y otros fundamentalistas lo califican de idolatría, paganismo, etc. Mahoma es un pedófilo poseído por el demonio, y lindezas semejantes.[8] Como es sabido, hoy el diablo es musulmán, judío, mujer, homosexual.[9]
Cuando el terrorismo se ve como extremismo religioso o herejía violenta, su erradicación puede adoptar formas violentas. Las distinciones maniqueas entre el bien y el mal, la seguridad y el peligro, convierten la denominada guerra contra el terror en unan "misión" divina. Su objetivo político es la exportación de la libertad y la democracia. Disentir de esta misión equivale a una amenaza nacional y mundial. Nos hallamos, pues, no ante el lenguaje de una religión o de una ética espiritual, sino ante la de una religión o una ética de Estado, de poder, de territorio. De ahí que para entender los crímenes de Abu Ghraib, Guantánamo, Faluya, etc., etc., haya que desvelar el lenguaje que camufla la tortura y el genocidio como "seguridad nacional", "protección de nuestras libertades", y eufemismos semejantes.
La religión cívica estadounidense está impregnada de esta concepción. Desde los primeros colonos, los puritanos del Mayflower, hasta el "Manifest Destiny" retomado por J. F. Kennedy, el continente americano se ha considerado como tierra de promisión. El Destino Manifiesto, el eslogan de los expansionistas yanquis lanzado en 1845 para capturar tierras para los millones de emigrantes que afluían de Europa, estaba muy lejos de la verdad. Conquistaron tierra para los millonarios, no para los millones de colonos.
El discurso de los medios de comunicación, en particular los estadounidenses, es la retórica del terror, de la guerra. Presenta a quienes disienten de la política, de la cultura o las creencias dominantes como enemigos. Y es que "la imagen oscura del enemigo da cohesión al Estado y sus sujetos. Marca la dirección de la comparación. Permite simbolizar toda la bajeza y oscuridad que sea necesaria a fin de que la constitución interna salga favorecida con la comparación y aparezca colocada en orden Tener un símbolo exterior enemigo es imprescindible porque pone de manifiesto el deslinde de dentro y fuera. La ausencia de negación exterior priva de gran parte de su esplendor al orden interno." [10]
Cuando un ser humano mata a otro se plantea la cuestión de si se trata de un homicidio o de una ejecución, si es víctima de una guerra o de un culto. Si la cobertura de las atrocidades estadounidenses y sionistas por los medios de comunicación demuestra algo es la casi total corrupción de esos medios. La prensa mantiene una actitud servil ante el poder. Presa de los privilegios, es reacia a desvelar las mentiras oficiales y combatir la desinformación. La sociedad libre, honesta y justa necesita unos medios que promuevan el bienestar de todos en vez del de unos pocos.
Sí, la crítica de la sociedad propia se castigó siempre, incluso con la muerte. La crítica a la sociedad es necesariamente crítica a los gobernantes. No serían dominadores si no dominasen las mentes. Por eso hay que preguntar por qué están ahí, quién los puso arriba, por qué la gente se calla cuando entra el jefe, por qué cuelga esa foto en la pared y no otra, cómo sirven los medios las noticias, y así sucesivamente. Si se quiere mejorar la calidad de vida, en vez de quejarse de la manipulación habría que llamar a las cosas por su nombre.
En Grecia, los dioses castigaban la soberbia, el orgullo desmesurado, la hybris. Lo que había que cultivar era la sofrosine, el justo equilibrio y la exacta conciencia de la propia posición. Critias (40-403 a n. e.) declaraba abiertamente que los dioses eran una astuta invención de los gobernantes para hacer respetar las leyes que ellos promulgaban.
Sí, el ser humano no es bueno. Mas, como dice Kurt Tucholsky, pedirle que no mate, ni siquiera bajo una bandera ética, es tarea y deber de seres humanos mejores.
Frente al fundamentalismo, la duda metódica, el pensamiento crítico. Para eso, afirma Frenando Aínsa, "hay que volver a las fuentes del racionalismo secular y universalista y adaptarlo a las necesidades de nuestra realidad’.[11]
Hay que forjar nuevas formas de poder contra el capital. Las posibilidades que ofrece Internet pueden contribuir a la formación y consolidación de una opinión crítica mundial. "La buena y gran política, en su expresión de fondo, busca la realización de todas las personas en la comunidad’, nos dice el entrañable Volodia Teitelboim.[12]
Notas
[1] Evangelio según San Juan, 8, 7.
[2] Cf. Ruiz Borrachina, Emilio: Brujos, reyes e inquisidores, Barcelona 2003, p. 169.
[3] En Rajiva, Lila: loc. cit., p. 187.
[4] A últimos de febrero la Iglesia brasileña ha pedido perdón por los abusos de la evangelización. A mediados de marzo también lo ha hecho el papa de Roma por crímenes parecidos. En 1972, en una visita a la reserva de los Micmacs de Nueva Escocia, Canadá, el autor de este trabajo pudo comprobar personalmente el desprecio que sentía el sacerdote católico encargado de su bienestar espiritual cuando decía de ellos que ni siquiera sabían plantar patatas, como hacía él en su huerto. Pero no se había molestado en enseñarles.
[5] AA.VV.: Nuestra América contra el V centenario. Emancipación e identidad de América: p. 204-206
[6] "Un tipo llamado Satán" (Obsérvese también el juego con la casi homofonía Sadam-Satán.)
[7] Cf. Rajiva , Lila: The Language of Empire. Abu Ghraib and the American Media, New York 2005, pp. 171-172.
[8] Cf. Rajiva, Lila: loc. cit. P. 173.
[9] Véase el artículo de Eduardo Galeano "Los diablos del Diablo", en Rebelión, 15-10-2005.
[10] Cf. Pross, Harry: La violencia de los símbolos sociales, Barcelona 1983, reeditado en 1989, p. 63.
[11] Aínsa, Fernando: La reconstrucción de la utopía, Correo de la UNESCO 1999, p. 76.
[12] Teitelboim, Volodia: Un hombre de edad media. (Antes del olvido II), Editorial Sudamericana , Chile 1999.
Rebelión