Garzón y su entrada fallida en las puertas giratorias: la lógica del ministerialismo burgués
La noticia del fichaje y posterior renuncia de Alberto Garzón, exministro y exlíder de Izquierda Unida, por la consultora Acento ha reavivado el debate sobre las puertas giratorias y la integración de la izquierda reformista en el régimen capitalista.
Hace unos días se hizo noticia el fichaje de Alberto Garzón, exministro y ex coordinador general de Izquierda Unida, por la consultora Acento fundada en 2018 por el exministro de Fomento de Zapatero y exsecretario de organización del PSOE, José Blanco, y cuyo presidente es el exministro de Sanidad de Rajoy, Alfonso Alonso.
La noticia generó una enorme polémica sobre las llamadas “puertas giratorias”, que políticos del régimen -tanto de derecha como de izquierda- han utilizado históricamente para beneficiarse de puestos bien remunerados en el sector privado después de haber abandonado un cargo institucional o haberse “retirado” de la vida política. Finalmente, Garzón se vio forzado a renunciar a dicha oferta presionado por las críticas en las redes sociales, incluidas las de sus propios compañeros de Izquierda Unida y Sumar que recibieron la noticia como un virtual golpe de “fuego amigo”.
Alberto Garzón lanzó un comunicado disculpándose por haber fichado por Acento, en el que se lamentaba del posible daño que habría propiciado su decisión a su espacio político (IU y Sumar). Una disculpa a regañadientes, ya que al mismo tiempo Garzón se quejaba de una supuesta “pureza” de la izquierda. Las palabras del exministro parecían dirigidas a señalar un supuesto afán por un “voto de pobreza” de los militantes de partidos de izquierdas que no contemplaba el desgaste que los cargos públicos sufrían en su vida personal como resultado de su actividad política.
Garzón pretendía así cubrirse de las críticas apelando a una supuesta insensibilidad de la militancia, que no tendría en cuenta los tremendos sacrificios que el exministro habría hecho tras más de una década de cargos institucionales sin tener un puesto de trabajo asegurado tras la experiencia institucional.
De forma similar, varias figuras de Más Madrid o Podemos como Emilio Santiago o Carolina Alonso salieron con mensajes similares apoyando la decisión de Garzón. Algunos periodistas también publicaron columnas criticando “la pureza de la izquierda” que no reconocería el sacrificio personal de sus dirigentes o que no habría preparado “la jubilación” de sus representantes institucionales, atrapándoles al mismo tiempo al negarle las puertas giratorias. Parecería que quienes no apoyaban el fichaje de Garzón por Acento estarían apostando porque el exministro se muriese de hambre. Insólito.
Acento: el lobby en alza para asuntos de la UE
Acento se presenta en su web como “una firma de consultoría supra-especializada en asuntos público-estratégicos, positivos y proactivos”. La empresa está oficialmente registrada como un lobby desde octubre de 2020 en el Registro de Transparencia de la UE, siguiendo la normativa para poder ejercer como grupo de presión.
En dicho registro también se indican algunos de los clientes de la firma como LaLiga, el gigante tecnológico Huawei o la AMCI, la agencia marroquí de cooperación internacional. La cartera de clientes le reportaría entre 350.000 y 599.000 euros anuales a la firma, lo que sería menos del 10% de su facturación en 2022.
Su labor como lobby es influir en las decisiones políticas a favor de las grandes compañías, ya sean españolas o internacionales, ante autoridades estatales o europeas. Una tarea para la cual cuentan en su consejo con una elevada cantidad de exdirigentes políticos del PP y del PSOE de asesores quienes cuentan con una red de influencias, contactos y conocimientos de cómo funcionan las instituciones capitalistas, como ha explicado el propio José Blanco sobre la utilidad de ser exministro a la hora de dirigir un lobby.
Algunos periodistas como Pablo Elorduy han señalado el rol que han tenido los ejecutivos de Acento en presionar para que el PSOE no votase en el Parlamento Europeo a favor de votar el caso de corrupción sistemático conocido como Marocgate. Solo un hecho que ilustra el verdadero rol de los lobbies, más allá de la imagen que algunos hayan querido pintar de Garzón, como alguien que podrá influenciar y cambiar desde dentro el funcionamiento de esta firma.
El futuro de los exministros de la OTAN
La decisión de Garzón resulta a priori irónica teniendo en cuenta que en los inicios de su carrera política allá por los tiempos del 15M, centraba una parte importante de su discurso en la crítica a las puertas giratorias y la corrupción del bipartidismo.
No obstante, esta actitud es lógica con el proceso de transformismo, para utilizar un concepto de Gramsci, del que fue sujeto Garzón y en general todas y todos los lideres y cuadros políticos del neorreformismo en el último ciclo político (desde Podemos, hasta IU, el PCE y Sumar), que terminaron plenamente integrados en las instituciones del régimen imperialista español. Nada sorprendente de todos modos. Solo el final de un camino de integración que tuvo su antecedente fundamental en el rol del PCE en la propia fundación del Régimen del 78, el desvío del ascenso obrero de los 70 para imponer la Transición pactada, con la unidad incuestionable de España, la continuidad del aparato represivo del franquismo y la fidelidad a la Corona incluidas.
El fichaje de Garzón por el lobby Acento es un acto obsceno por parte de un dirigente político reformista que no tiene nada que ver con la vida y los padecimientos que sufre la clase trabajadora y los sectores populares. Pero, seamos sinceros: ¿acaso no ha hecho más daño avalando la actividad del gobierno imperialista español y participando en el Consejo de ministros? ¿Alguien cree que si Garzón hubiese tenido una pizca de rebeldía como ministro habría recibido una oferta de Acento?
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Garzón como el resto de los políticos burgueses han tratado de acceder a un rango de ofertas de trabajo que vienen a recompensar con altas prebendas el haber cumplido su rol como gestor de las instituciones capitalistas. Una oferta de trabajo que premia las inevitables redes de conexiones y favores que cualquiera que medre en las instituciones construye como resultado de su actividad política. No se contrata a Garzón por sus conocimientos de geopolítica, sino porque tiene el teléfono de quien Acento necesita.
Las puertas giratorias son un síntoma de la corrupción sistemática que se produce en la democracia burguesa. Algo que el propio Garzón nos recordaba en sus primeros años de diputado cuando se preguntaba “¿Por qué soy comunista?” en un libro que, si ya era una impostura, ahora resulta casi una broma.
Pero el problema no sólo son las prebendas, como es la aceptación de un puesto en un lobby capitalista liderado por dos viejos cuadros del PSOE y el PP. El problema fundamental es el rol de Garzón y el de su organización como engranajes del mantenimiento, el funcionamiento y la reproducción de la máquina estatal capitalista. Lo contrario del objetivo elemental de cualquier comunista, que es justamente construir la fuerza política y social que permita destruirla.
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En última instancia, que Garzón tenga o no un retiro dorado es una cuestión secundaria frente al hecho central de que el PCE lleva años actuando como la “pata izquierda” del régimen imperialista español.
¿Morirse de hambre o ser un corrupto? Un debate falso
Un punto clave del debate de los últimos días ha girado en torno a “la pureza” de la izquierda que exigiría que sólo funcionarios o gente con dinero podrían ser cargos institucionales, ya que sólo ellos podrían esquivar el “problema” de tener que buscar trabajo tras abandonar un cargo institucional o haberse dedicado toda la vida a ser un “político profesional”. ¿Puede haber una argumentación más burguesa que esta?
Garzón podría trabajar de muchas cosas, pero consideró que ser lobista de las empresas y gobiernos capitalistas, que es lo que hace Acento, era lo más adecuado a sus “cualificaciones”.
Tras más de una década como diputado con un sueldo base de 3.000 euros mensuales más complementos e indemnizaciones varias, sin contar el sueldo de ministro y el dinero que recibe Garzón como exministro durante un par de años, ¿a quién se lo ocurriría la insensatez de que Garzón escogiera un trabajo que detenga ese tren de vida? A nosotros, por supuesto.
Debajo de la superficie de este debate yace la esencia profundamente antidemocrática del sistema de representación burgués, en el que existe una clara diferencia entre el nivel de vida de las y los representantes políticos y la realidad de la mayor parte de la población trabajadora. Una población cuyo poder adquisitivo, dicho sea de paso, ha empeorado mientras Garzón tenía una situación económica más que asegurada como ministro.
Hay que reconocer que hay cierta lógica en el pensamiento del exdirigente de Izquierda Unida. Tras ejercer como un responsable y fiel gestor de las instituciones capitalistas al servicio de su Majestad, tan solo exige el mismo premio que han recibido otros muchos antes que él. Para cualquier persona sinceramente de izquierdas resulta totalmente hipócrita que quien hizo su carrera criticando las puertas giratorias, ahora se quiera echar a los brazos de los lobbies. Pero sus casi socios no le guardaran rencor, porque el rencor no va bien en los negocios.
El escándalo no debería ser sólo qué puerta giratoria atravesará hoy o mañana Alberto Garzón, sino todo lo que ha hecho anteriormente por el camino para lograr dicho “retiro dorado”: avalar los envíos de armas a Ucrania y a Israel, el apoyo político y formar parte del gobierno que asesina inmigrantes en Melilla y traiciona al pueblo saharaui, que sigue desahuciando a personas mientras los bancos y especuladores viven una fiesta, o permite que las casas de apuestan llenen de veneno los barrios obreros. No lo olvidemos.