Ha muerto Andrés Casinello, fontanero de la Transición
Ha muerto a los 97 años el teniente general Andrés Cassinello, uno de los militares españoles más vinculado a la CIA y responsable del Servicio Central de Documentación (SECED; los servicios de información de Presidencia del Gobierno) durante los años de plomo de la Transición. Esta es la biografía de Casinello extraída del libro «La matanza de Atocha y otros crímenes de Estado» (Atrapasueños, 2022), muy alejada de la que publicarán los grandes medios de comunicación.
ANDRÉS FERNANDO EDUARDO JOSÉ PERFECTO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD CASSINELLO PÉREZ nació el 18 de abril de 1927 en Almería, donde su abuelo paterno había sido alcalde. Su padre y su tío, este último diputado de la Acción Popular de Gil-Robles, fueron "paseados" al iniciarse la guerra y están incluidos en el proceso de beatificación de los llamados Mártires de Almería.
Cassinello ingresó en la Academia General Militar en septiembre de 1945. Diplomado de Estado Mayor, cursó las especialidades de Cooperación Aeroterrestre y de Acción Psicológica e Información Contrasubversiva, ampliadas en el "Centro de Guerra Especial JFK" de Fort Bragg (EEUU) con formación específica en contrainsurgencia y guerra especial. En esa época escribe el libro Operaciones de guerrillas y contraguerrillas (1966), una obra donde trata la "Sintomatología de la subversión comunista".
En 1968, siendo capitán, fue destinado a la OCN (Organización Contrasubversiva Nacional), cuya principal función era el espionaje a los estudiantes en la universidad. En 1970 ascendió a comandante y en 1972 ingresó en el recién creado SECED, donde ejerció de Jefe de la División de Operaciones. En 1975 publicó, bajo pseudónimo, el libro Subversión y reversión en la España actual. Persona de la máxima confianza del monarca Juan Carlos de Borbón y del presidente Adolfo Suárez, en julio de 1976 pasó a dirigir el SECED en sustitución de Juan Valverde, despachando a diario con los máximos órganos del Estado. En 1977, Cassinello ascendió a teniente coronel y quedó vinculado al CESID, servicio impulsado por Manuel Gutiérrez Mellado tras las primeras elecciones y que unificaba al SECED y a los servicios de Inteligencia Militar del Alto Estado Mayor de los Ejércitos.
Tuvo un papel fundamental en la «Operación Tarradellas», actuando como emisario del rey y Adolfo Suárez. Se reunió con Josep Tarradellas por vez primera en la localidad suiza de Saint-Martin-le-Beau, en noviembre de 1976. Tarradellas se comprometió en secreto con el militar a «acatar públicamente al Rey, a la unidad de España y respetar al Ejército, [...] a no ser federalista y quedar siempre al margen de los planteamientos valencianistas y mallorquines».
Entre 1978 y 1984, Cassinello ocupó la jefatura del Servicio de Información de la Guardia Civil, cargo que desempeñaba cuando se produjo la intentona de golpe de Estado del 23-F. En 1981 asumió también la subdirección del Mando Unificado para la Lucha Contraterrorista (MULC), dirigido por el comisario Manuel Ballesteros. Ascendió a coronel en 1982 y fue nombrado jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, a las órdenes directas del teniente general Sáenz de Santamaría, con quien colaboró durante años en diversos órganos gubernamentales de lucha antiterrorista. Cassinello sonaba ya como cerebro de los GAL. En julio de 1984 ascendió a general de brigada, a propuesta del ministro de Defensa Narcís Serra (PSOE).
Artículo publicado en ABC.
El 16 de octubre de 1986 escribió una polémica carta al diario ABC donde con lenguaje barriobajero cargaba duramente contra la prensa, los políticos y la judicatura. En el texto señalaba: "Dicen que no soy demócrata y lo dicen tan enfadados que a lo mejor tienen razón, porque chillan un rato y hasta manotean; además, lo dicen también los comunistas, que de eso saben mucho. De todas formas, no lo entiendo. ¿Para qué querrán un demócrata en la Guardia Civil?". Fue cesado fulminantemente del cargo y posteriormente nombrado responsable de la Comandancia General de Ceuta. Sin embargo, en abril de 1988, el gobierno de Felipe González, en medio de una fuerte tormenta política, le ascendió a teniente general y le nombró capitán general de la Región Pirenaica Occidental, que incluía El País Vasco, Navarra y Castilla-León, cesando en el cargo el 18 de abril de 1991 al pasar a la reserva.
En mayo de 1996, el juez Baltasar Garzón le imputó, junto al teniente general Sáenz de Santamaría y al general de la Guardia Civil, Enrique Rodríguez Galindo, acusado de impulsar la guerra sucia contra ETA con la creación de los GAL, que tenían su base en el cuartel donostiarra de Intxaurrondo. En febrero de 2002, el juez le retiró la imputación. En una entrevista concedida en 1984, un periodista le preguntó directamente si era jefe de los GAL, su respuesta fue tajante: "Fíjate si fuera verdad y tú lo hubieras descubierto. Tu vida valdría sólo dos pesetas".
Ostentaba numerosas condecoraciones, como cinco cruces del Mérito Militar y la del Mérito Naval, la Gran Cruz del Mérito Civil, la Cruz de Plata de la Orden del Mérito de la Guardia Civil, la Cruz del Mérito Policial, la Orden de Cisneros o la Encomienda de Alfonso X el Sabio, entre otras.
Cassinello saluda al rey Juan Carlos I en una recepción oficial.
Uno de sus hijos es el polémico coronel Agustín Cassinello, nombrado en julio de 2008 jefe de la Dirección de Inteligencia del CNI, pero destituido apenas cuatro meses después de su nombramiento.
Desde 2007, Cassinello presidía la Asociación para la Defensa de los Valores de la Transición (ADVT), fundada por personas próximas al expresidente Adolfo Suárez.
Pero la auténtica contribución de Cassinello a la Transición podrá desvelarse el día que se abran los archivos sujetos a la Ley de Secretos Oficiales y se rompan los obstáculos para investigar los crímenes del franquismo. En febrero de 1977, Andrés Casinello dirigió el desmantelamiento de un taller de armas en la calle Pelayo de Madrid y ordenó la detención de sus once responsables. Entre los detenidos estaban el máximo dirigente de los Guerrilleros de Cristo Rey, Mariano Sánchez-Covisa, y algunos de los más destacados fascistas italianos residentes en España, acusados en su país de, entre otros crímenes, la autoría intelectual del asesinato en Roma del juez italiano Vittorio Occorsio.
El asesinato del juez se había producido el 10 de julio de 1976, y fue realizado por el fascista italiano Pier Luigi Concutelli, jefe militar de Ordine Nuovo adscrito a los servicios secretos españoles, con una Ingram M10 (conocida como «Marietta») perteneciente al SECED que dirigía Cassinello. Los jueces italianos que investigaron el caso descubrieron que el fascista Stefano Delle Chiaie, también al servicio de los servicios secretos españoles, había sido el encargado de facilitar el arma a Concutelli. Los jueces italianos solicitaron al entonces jefe del SECED información sobre cómo llegó la metralleta a los neofascistas italianos. Nunca obtuvieron respuesta y los italianos gozaron de inmunidad plena. Esa misma arma fue utilizada, probablemente, en el asesinato de los abogados laboralistas de la calle Atocha, 55, el 24 de enero de 1977.
Sobre el asesinato de Arturo Ruiz, el crimen que dio inicio a la «Semana negra de la Transición» cometido en Madrid el día anterior al de los abogados por José Fernández Guaza y el argentino Jorge Cesarski, también vinculados a los servicios de Información, Cassinello declaró con calculada desmemoria: "De esto no sé nada, excepto que esos casos los vivíamos como derrotas propias, porque deseábamos una transición en paz. De la investigación de los asesinatos se encargaba la policía y los jueces. Tampoco Francia colaboraba en estos temas. Desde luego los asesinatos de Atocha debieron cubrir toda la atención del momento".
La clave de la Transición la aporta Cassinello en una entrevista concedida a El País el 18 de mayo de 2008 cuando afirma: «Uno se sabe testigo de muchas cosas, pero lo principal se ha contado ya. Algunas cosas no es bueno que se sepan». Por supuesto, él y muchas de las autoridades políticas, judiciales, policiales y militares de este país se han ocupado hasta ahora de ocultar la verdad a las víctimas y sus familiares. Quien ha contribuido a limitar conscientemente la democracia nunca puede aparecer como su artífice.
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