Irrealidad y violencia
Si España fuera realmente una nación -como lo son Catalunya o Euskal Herria- no necesitaría defender su unidad a sangre y fuego, como viene haciendo desde hace más de quinientos años. Y, por otra parte, no es casual que los genocidas que impusieron la falsa identidad española masacrando, expoliando y expulsando a los diferentes, pasaran a la historia como los Reyes Católicos, ni que fueran ellos los inspiradores del franquismo, que adoptó sin reservas su heráldica, sus lemas y sus símbolos. La admisión de lo falso y lo irreal solose puede llevar a cabo desde el delirio y solo se puede imponer con la violencia extrema. Los hechos objetivos acaban imponiéndose por sí mismos -por más que algunos se empeñen en negarlos-, pero las mentiras hay que repetirlas miles de veces, como decía Goebbels, para que los necios se las crean; y a quienes no se las creen hay que amordazarlos.
A primera vista, resulta sorprendente que entelequias como la supuesta virginidad de María o la doble naturaleza de su hijo hayan sido defendidas a lo largo de los siglos con la mayor brutalidad; pero la tradicional alianza de la Iglesia Católica con los poderes establecidos hace de la quema de herejes -la defensa a ultranza de los dogmas-una necesidad de supervivencia, tanto para la primera como para los segundos. Y aunque ya no se puede quemar vivos a herejes, apóstatas y blasfemos, se puede seguir criminalizándolos, y el nacionalcatolicismo actual necesita continuar haciéndolo tanto como sus antecesores, los Reyes Católicos y Franco.
Puede que los exabruptos de Willy Toledo o de la Hermandad del Sagrado Coño Insumiso sean de mal gusto y ofendan algunas sensibilidades; pero parece ser que, si no se agita ese trapo rojo ante el hocico de la bestia nacionalcatólica, mucha gente no se da cuenta de su tamaño y su ferocidad. Ni de su composición concreta, que incluye a organizaciones tan casposas y profundamente reaccionarias como la Conferencia Episcopal, el Opus Dei, los Legionarios de Cristo, Yunque, Hazte Oír o la Asociación de Abogados Cristianos, sin las cuales el PP no estaría en el Gobierno.
Gracias, Willy, una vez más, por renunciar a tus privilegios de actor de éxito para convertirte en francotirador del antifascismo; gracias, mujeres de la Hermandad del Coño Insumiso; gracias, Cassandra, Hasel, Valtonyc, Drag Sethlas… Gracias por vuestro “mal gusto” necesario, por vuestra irreverencia liberadora. Gracias por poner en evidencia que quienes quieren imponer la espuria autoridad moral de la Iglesia, a menudo son los mismos que imponen por la fuerza la unidad de la inexistente España, dos irrealidades sinérgicas que solo la represión más brutal y las falacias más burdas pueden seguir manteniendo. Y no por mucho tiempo.