La alcaldesa fusilada
Sus pasos iniciales
Fue hija de una pareja de campesinos pobres. Apenas pudo ir unos años a la escuela, por lo que su formación fue autodidacta:
“Mis padres eran unos pobres jornaleros del campo que no sabían leer ni escribir. Naturalmente, a mí también, en cuanto pude, me pusieron a trabajar. Iba a espigar, a vendimiar, arrancar trigo y cebada, a recoger olivas, a lo que salía. En los ratos libres deletreaba todos los impresos que caían en mis manos, romances de ciego, libros, cuentos de la escuela y cosas así. Me gustaba mucho…”, relató en una entrevista para el periódico Ahora cuando fue elegida alcaldesa de Gallur en 1932.
Por imposición de su familia se casó a los 18 años, sólo para sufrir la prepotencia violenta de su marido, hasta que consiguió dejar el hogar. Tuvo entonces que desempeñar variadas actividades para conseguir su sustento, lo que incluyó el trabajo en el servicio doméstico y la artesanía textil.
Por entonces comenzó una trayectoria en el periodismo. Hizo frecuentes colaboraciones en el semanario Ideal de Aragón, medio en el que solía escribir alegatos antibelicistas y contra la pena de muerte. Por entonces estudió para maestra, un propósito de sus primeros años que no había podido realizar por su situación de estrechez económica.
Casada en segundas nupcias luego de la muerte de su primer marido, se estableció con su nuevo esposo en el mencionado pueblo de Gallur, en la provincia de Zaragoza, Aragón. Fue en los años finales de la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Allí fundaron la sección local de la Unión General de Trabajadores (UGT).
Los años republicanos.
Siguió en la labor periodística, señalándose por sus notas a favor de la emancipación de los sectores más pobres de la sociedad española y en pro de la ampliación de derechos para las mujeres. Escribió allí: «Somos madres, somos hermanas y compañeras de los explotados; ayudémosles a su liberación, que es la nuestra». Proclamada la segunda república, intensificó la reivindicación feminista, socialista y republicana por medio de la prensa, mientras continuaba su actuación en la central obrera orientada por los socialistas.
Cuando en el verano de 1932 se produjo una crisis en la corporación municipal del pueblo en que residía, el Gobernador civil de la provincia la designó a ella como presidenta de una Comisión Gestora, convirtiéndose así en la primera mujer que estuvo al frente de una alcaldía durante la segunda República.
Sólo había un antecedente del ejercicio de una alcaldía por una mujer, pero en el anterior período dictatorial. María Domínguez ocupó el cargo, desde el 29 de julio de 1932 al 6 de febrero de 1933.
Una gestión breve, que sin embargo le dio tiempo para avanzar en la legislación laboral y social del municipio. Creó bolsas de trabajo rural, modo de combate al elevado desempleo. También puso en funcionamiento una escuela mixta, un avance en tiempos en que los sectores conservadores realizaban un acervo ataque contra la convivencia en las aulas de niñas y niños. Asimismo subvencionó a las escuelas de diferentes maneras, como parte de una lucha a favor de la educación pública.
Cuando cesó en la alcaldía continuó con sus dos vocaciones más fuertes, el periodismo y la enseñanza. Además daba conferencias, algunas de las cuales fueron publicadas en el libro Opiniones de mujeres, durante 1934.
Golpe y asesinato
Una vez que las fuerzas reaccionarias perpetraron el golpe contra la república, se refugió en casa de su hermana en el pueblo Pozuelo de Aragón. Allí la detuvieron unos días después.
No hubo clemencia para ella, como para tantos miles de republicanos y republicanas, considerados enemigos por quienes se aprontaban para la destrucción definitiva de la república. Fue fusilada el 7 de septiembre de 1936 en la tapia de un cementerio, como estilaban los represores. Su marido, Arturo Romanos, que la había acompañado en todas sus luchas, fue también fusilado al poco tiempo.
Tuvieron que pasar varias décadas para que sus restos fueran recuperados. Se lo consiguió el 30 de enero de 2021, tras descubrir la fosa en la que estaban enterrados. Por fin su cuerpo pudo ser traslado a una tumba con nombre y apellido, gracias a la acción de diversas asociaciones empeñadas en la lucha por la memoria histórica.
Vaya el recuerdo y el homenaje para quien como periodista, docente y alcaldesa, integró la cohorte de mujeres luchadoras que sufrieron represalias por su compromiso con la justicia social, los derechos de las mujeres y trabajadores y la pervivencia de la república. El naciente y sanguinario régimen no podía tolerarlo.
En 2015 se estrenó un recomendable documental sobre su vida, titulado La Palabra Libre. Fue así como comenzó a salir del anonimato, que se había prolongado durante demasiados años.
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