La crisis como ventana de oportunidad… (para desbancarlos del poder)
Desde nuestra organización se viene hace tiempo alertando… no de que venga una nueva crisis, sino de que nunca se ha ido del todo la anterior. Por eso, preferimos hablar de “réplicas” de una misma crisis sistémica. Sí: cada vez hay más analistas que coinciden en ligar la recesión que se está anunciando con el período abierto tras el estallido de 2007-2008 en el “primer mundo”. Pero, en realidad, nosotros nos retrotraemos a más atrás. Y es así como planteamos que a partir de los 70 del siglo pasado se ha venido exportando la crisis desde el centro mismo del sistema a la periferia a través de la deuda… para acabar volviendo.
En todo caso, son crisis profundas del capitalismo para las que no hay salida global ni pacífica. ¿Qué decir de la del 29 y de lo que finalmente conllevó…? Por cierto, ¿otra mera “estafa” también? La estafa en realidad es reducir el fenómeno a meras crisis financieras, cuando estas son la manifestación más visible de una crisis estructural que viene de donde todas las crisis vienen: de un sector productivo cuya competencia le lleva a empantanarse, como describió Marx (que tan poco tenía de “estafador”), en el trabajo muerto.
Como hemos apuntado, esta vez lo vemos en todos los periódicos. La guerra comercial entre China y EE UU… la salida de Reino Unido de la UE, la “desaceleración” de Alemania y de Francia… otro incremento del paro en España. Una nueva y aguda réplica se aproxima, y esta vez el poder contará con menos margen de maniobra. ¿Dónde recortarán ahora, y hasta qué punto sin provocar un descontento de masas? ¿Y qué sucederá cuando fallezcan los millones de pensionistas que hoy alimentan a familias enteras?
No deseamos la crisis, pero tampoco es decisión nuestra. Solo está en juego quién la pagará esta vez. Y lo que estamos obligados a tener en consideración es que una crisis supone siempre una ventana de oportunidad para aumentar la influencia de actores políticos hasta entonces minoritarios… de todo signo. Véase sino el meteórico ascenso del hasta entonces minoritario y residual Partido Nazi en Alemania tras la crisis del 29.
En ese sentido, es evidente que la izquierda revolucionaria y, de manera particular, los comunistas nos encontramos con enormes dificultades para hegemonizar a las masas. Y no basta con escudarse en el papel de los medios de comunicación: además de que eso siempre será así, la experiencia demuestra cómo las masas dan la espalda a los medios cuando se conjuga una crisis económica… con un trabajo político correcto por parte de cuadros revolucionarios bien insertados entre la gente.
Para ello, haríamos bien en empezar a desembarazarnos de un excesivo “ideologicismo” o de un caudal de verborrea revolucionaria que se pretende autosuficiente y que, por tanto, es reaccionaria en los hechos. La historia enseña que los pueblos no hacen la revolución comprendiendo lo que hacen, sino siendo orientados por una vanguardia que, como Lenin, es capaz de abandonar toda jerga para decir en el momento adecuado “paz, pan y tierra”.
La clave no está en que nuestras frases sean formalmente revolucionarias, sino en que ayuden a revolucionar la realidad. Hoy día, y en cualquier época, las condiciones para que las masas populares se hagan comunistas no están dadas. Pero, en cambio, es patente que la población detesta a los banqueros y aún les reprocha tanto los desmanes que aceleraron la llegada de la crisis, como su rescate que hipotecó la economía del país. ¿Qué mejor caldo de cultivo podríamos encontrarnos?
Por ello, ha llegado la hora de iniciar la creación de plataformas amplias, sin exigencias políticas adicionales, contra la oligarquía financiera. En ellas, hay que defender que no estamos dispuestos a suicidarnos con sus deudas para sus rescates; ni de la banca de aquí ni de la internacional (que, por cierto, presionará para comerse a la de países intermedios como el nuestro). Esas plataformas de lucha que hay que impulsar servirán como mínimo de ejemplo. Y con suerte, podrían llegar a constituir el primer germen desde el que se forme el día de mañana el referente político de masas que la situación nos exige como solución revolucionaria de poder. Desde luego, lo que no vamos a hacer es enfrascarnos en debates de autoconsumo hasta que la ventana vuelva a cerrarse. Porque el tren de la historia no esperará a que nos pongamos de acuerdo con nuestros demonios.