La toma del poder político por las clases populares
Repitamos una vez más que la justificación de la existencia del Partido Comunista es, ante todo, la afirmación y la confirmación cotidiana, de su voluntad de hacer la Revolución.
Primera Parte: ¿Para qué es imprescindible el Partido Comunista?
Hacer la Revolución es definir el programa para llevarla a cabo, contribuir a fortalecer el poder de la clase obrera y sus aliados, y, como tarea propia, en el plano superior, construir la organización capaz de dirigir la conquista del poder político por la clase obrera.
Y este complejo proceso es preciso realizarlo sobre el análisis concreto del Estado español en el marco de la UE y es aún más perentorio teniendo en cuenta las agudas contradicciones que caracterizan el momento histórico actual. La lucha de clases tiene carácter objetivo y los tiempos de las grandes crisis, lo son también de inestabilidad de las clases dominantes y de oportunidades para los movimientos revolucionarios. La importancia de las crisis, analiza Lenin, reside en el hecho de que manifiestan lo que hasta ese momento se mantenía latente, rechazando todo lo secundario y superficial, sacudiendo el polvo de la política, poniendo al desnudo las causas verdaderas de la lucha de clases, tal como ella se despliega en la realidad.
Las insurrecciones populares aparecerán inevitablemente pero el saldo de las mismas, su victoria o fracaso cuando se enfrentan al orden establecido, dependen de la existencia de una voluntad consciente capaz de organizar y dirigir las energías desencadenadas. Dicho de otra manera, las crisis abren una ventana de posibilidad a la situación revolucionaria pero no son decisivas. La posibilidad de la revolución no la determina la profundidad o la extensión de la crisis. La desestabilización de las clases dominantes se transforma en proceso revolucionario sólo cuando hay un sujeto político que hace suya la responsabilidad de culminarlo.
La aportación decisiva de la organización comunista es su capacidad de condensar en teoría la experiencia histórica de la lucha de clases, la utilización de esas herramientas teóricas en el análisis del imperialismo y de la sociedad concreta en la que nos ha tocado luchar. y, sobre todo, la construcción de la propia organización en la forja cotidiana de sus militantes en su intervención en la lucha de clases.
El progreso en esta dirección no viene determinado, ni por la validez de una sigla histórica determinada, ni por la autodefinición como el “verdadero” partido comunista. Siguiendo a Lenin en el ¿Qué hacer?, la validez revolucionaria del partido no se manifiesta por su número de miembros, o por el origen social de éstos, sino por su política. Y no cabe hacer pronósticos sociológicos; sólo la práctica, sólo la historia aportará el saldo de su efectividad en el proceso revolucionario.
Confluencia comunista
En este trascendental camino, Red Roja —y en esto se diferencia de otras organizaciones que establecen la cercanía ideológica en diferentes ismos, con o sin guiones— identifica tres requerimientos políticos para la confluencia comunista:
1) la ruptura con el régimen del 78, con todo lo que ello supone en lo que respecta a depuración a distintos niveles (no solo de los aparatos estatales, sino también de diferentes tinglados que se integraron al régimen, como los propios aparatos sindicales de CCOO y UGT) y en lo que se refiere a la reivindicación de amnistía y derecho de autodeterminación;
2) la conciencia de que la salida a la actual crisis solo puede construirse en la perspectiva del socialismo, y nunca de un Estado del Bienestar o “modelo social” europeo construido, en última instancia, sobre la base del imperialismo y la sobreexplotación del proletariado de otros pueblos;
3) un antiimperialismo que no ponga el acento en juzgar los límites del agredido, sino en las intenciones criminales del agresor y en nuestra responsabilidad especial por estar tan cerca de las bases agresoras (único planteamiento que es expresión real del internacionalismo proletario), no apoyando por tanto jamás a “rebeldes” como los promovidos por el imperialismo en Libia, Siria, Ucrania o Nicaragua.
El acuerdo en torno a estos planteamientos constituye sólo el punto de partida. La búsqueda de la unidad, como la experiencia histórica enseña, exige la coincidencia concreta en el análisis y sobre todo en la práctica común, en la intervención acordada en el movimiento obrero y en el movimiento popular. La construcción de la confianza mutua mediante la actuación leal y la experiencia compartida, al tiempo que permiten avances mucho más efectivos del trabajo entre las masas, constituyen baluartes más sólidos para la confluencia que muchos congresos de “unidad” que abortan al poco tiempo.
Ángeles Maestro. Red Roja. Publicado originalmente en Hojas de Debate.