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Pensamiento, Estado español :: 14/09/2006

La deriva del pensamiento que un día se nombró "contestatario". (Parte I)

Pedro García Olivo - La Haine
Desde el extrarradio del "No-Pensamiento Ã?nico", unos círculos de autores que durante las últimas décadas conservaban el halo de la "contestación", exponentes en nuestros días de una suerte de extravío teórico-ideológico y casi de una lenta deriva hacia el conformismo, nos ofrecen unas maneras recurrentes, simétricas, de abordar el tema de la globalización (proscritas ya las vetustas referencias a Marx y también embotados los filos críticos del análisis -aquel modo fiero de mirar al Capitalismo.

Es como si se hubieran "ablandado" y empezaran a transigir con lo existente; como si la famosa muerte de las ideologías, aquel fin de la historia de Bell y de Fukuyama, les hubiera alcanzado de verdad, fuera su caso: muerte de sus ideologías, fin de sus historias... Parecen guardar cola, bajas las cabezas, ante el hospicio del "liberalismo social". Se registra aquí, como hemos indicado, un exterminio de la diferencia teórica (marxismo, anarquismo,...), "recuperada" como mera Diversidad -nuevas facies liberales. Cuando leemos, por ejemplo, las controversias entre Habermas, Rawls y Rorty (marxista "light" o ex-marxista el primero, liberal-progresista el segundo y conservador "pragmático" el tercero) nos asalta siempre la impresión de que comparten las reglas y el terreno de juego y de que, de algún modo, dicen lo mismo con voces distintas. En resumidas cuentas, ¿no están todos de acuerdo en que, para resolver los "desajustes" de la Globalización, habría que instituir una especie de Sociedad de las Gentes (Rawls) o "ciudadanía universal" aferrada a un mismo y único código jurídico transcultural -código que se asemejaría demasiado a la regulación liberal-occidental, a la "ética legislada" de nuestra Civilización...? De alguna forma, con su trayectoria personal, J. Habermas ilustra el destino de la crítica "ex-contestataria": suicidarse como crítica, confundirse con la apologética liberal...

De todos modos, y como anticipábamos, la literatura "ex-contestataria", identificada en lo profundo con los posicionamientos "conformistas", enterradora de la diferencia conceptual y filosófica que en su día arrostrara, acusa, al abordar el problema de la globalización, una muy sintomática regularidad, un estilo propio, una forma singular de exponer y de callar (sobre todo, de callar), que cabría definir como "nostalgia dolorosa de la barbarie". He aquí los puntos en que la mencionada "regularidad’ se manifiesta con especial nitidez, los aspectos de la coincidencia ex-contestataria:

1) Convocar a la Conciencia, a la Razón, al Pensamiento, más que a la "praxis" efectiva y a la movilización social: idealismo de los "nuevos conceptos" que debemos forjar, de los "nuevos valores" que habría que alumbrar, de las "nuevas herramientas epistemológicas" que sería preciso hallar, de la "nueva comprensión de lo Otro" que necesitamos para evitar la xenofobia, etc. -añoranza, reclamo, de la "barbarie" afirmadora y negadora, no-escéptica, con sus nuevos dioses y sus nuevas creencias... Las "demandas" de una novedad ("diferencia") epistemológica, teórica y ética saturan estos estudios, que, a la vez, dan ya la espalda a la "clásica" vindicación de un inconformismo práctico, inmediato, institucional y callejero, intelectual y popular... Pero, ¿de dónde van a nacer esos "nuevos conceptos", esos "nuevos valores"? ¿De un Cerebro iluminado? ¿De un acto "genial" de reflexión por parte de un Filósofo universitario? ¿De un Libro certero e irrebatible? Sabido es que los "nuevos valores", como las "nuevas ideas", proceden de la praxis, de la inflexión de la historia que acompaña a la movilización de los hombres, del conflicto, de la resistencia social... Silenciando esta circunstancia, sólo cabe esperar la tan anhelada alteración del pensamiento de un desenvolvimiento autónomo de la Conciencia, al modo metafísico, de una iniciativa de la Razón, o, en términos "terrenales", de la actividad separada de una Mente bienhechora, de la ocurrencia salvífica de un Individuo excepcional...

Otra forma de escamotear la determinación de la "praxis", en tanto "intervención conflictual de la ciudadanía", consiste en reclamar asimismo "nuevas políticas responsables", "nuevas orientaciones legislativas". Todo se espera, pues, de la Conciencia, del Pensamiento..., y de las "decisiones del ejecutivo", de las "medidas gubernamentales". Todo se espera del Cerebro y del Gobierno... Y las poblaciones, los sujetos empíricos, han sido desposeídos de todo poder "transformador", de todo protagonismo; han sido borrados de la historia, sepultados, ignorados y menospreciados en su capacidad de lucha, en su voluntad de cambio, en su resistencia,... Francisco Jarauta: "Resulta absolutamente urgente promover políticas responsables que impidan llegar a situaciones límite e irreparables". "Debemos construir conceptos suficientemente abiertos que nos permitan pensar las nuevas situaciones". Pierre Bourdieu: "Debemos reivindicar un pensamiento crítico que se haga cargo de la nueva situación y de la complejidad que la caracteriza". Jarauta: "Se trata de construir un nuevo pensamiento crítico". "Se trata de pensar nuevos conceptos, nuevos valores". "La ética contemporánea está necesitada de un nuevo concepto de lo otro". "Necesitamos nuevas legislaciones que posibiliten dinámicas abiertas y de integración",...

En definitiva, se invoca sin cesar a la Conciencia, a la Razón, al Pensamiento ("No debemos renunciar -dice Jarauta- a aquello que nos hace humanos, a la dignidad de la razón y de la conciencia". ¡Y todo esto después de Auschwitz!), incurriendo en un nuevo, y aún así agotado, idealismo humanista; y, como complemento, se apela a una "intervención" de los políticos, de los legisladores, de los gobiernos, se solicita una gestión "consciente", "responsable" -idealismo paralelo de "lo político", de las posibilidades de "lo político", casi de una "política" que estaría por encima de la fractura social y de la lucha de civilizaciones. Jarauta: "Necesitamos una política más solidaria, capaz de proyectar, más allá de la situación heredada, nuevas ideas y dinámicas de desarrollo, que impidan situaciones estructurales críticas como las que sufre buena parte de África, Asia y Latinoamérica". ¿Se puede esperar tanto de los políticos y de las políticas? ¿Qué concepto de política subyace a esa declaración "filantrópica"? ¿No estaremos, más bien, ante una manifestación desvergonzada del cinismo contemporáneo?

2) Ahuyentar del texto todo vestigio de "anti-capitalismo" teórico e i deológico. Desaparecen, así, las referencias de clase, las alusiones a la cuestión social, las indicaciones de dominación material,... Se evita la culpabilización expresa del Sistema, de la Burguesía, del Capital o del Estado (como mucho, y ya casi "a la moda", se habla convenientemente mal del "G-7", que se demoniza tal si no fuera una mera excrecencia del orden socio-económico general). Jarauta: "Queda bien en evidencia cómo los intereses particulares y "privados" de una minoría -el G-7- impiden una verdadera reflexión, la definición de una agenda de investigación y actuación, y finalmente una nueva orientación de las estrategias macro-económicas que definan el futuro del Planeta." El G-7 no es presentado, siquiera, como uno de los "responsables" del mal -como tampoco se dice que lo sea el sistema capitalista o la organización estatal: se percibe, meramente, como un "obstáculo", un "escollo" que dificulta las "nuevas reflexiones", las "nuevas investigaciones", las "nuevas orientaciones" de la macroeconomía,...

En 1995, "preocupado", Bourdieu advertía del riesgo que corría la actual civilización de ser destruida. Para evitar esta "destrucción de nuestra civilización", abogaba por aquel "nuevo pensamiento crítico capaz de construir un proyecto social y cultural que corrija y evite los desajustes del sistema actual". Como vemos, se ha pasado del "anti-capitalismo" a una "asunción del capitalismo", a una preocupación por la eventualidad de su fin, a la demanda de nuevos proyectos sociales y culturales que subsanen sus desajustes. Algo va mal en el sistema actual, y hay que "repararlo". "Corregir desajustes": eso se espera, sólo eso, del mágico pensamiento nuevo...

3) Alimentar un curioso -y "aristocrático"- temor al derrumbe de la Civilización, al Caos, a la Catástrofe, a la Convulsión planetaria: todos esos "nuevos valores", "nuevos pensamientos", "nuevas políticas", etc., tienen por objeto, en efecto, salvar la Civilización, evitar una Conflagración social intercontinental. Quienes viven en el "corazón" de la Catástrofe, en las "entrañas" mismas del Caos, bajo los "escombros" de ese Derrumbe (los pueblos del Sur), no tienen ya "tanto" miedo. Por eso he hablado de un temor "aristocrático": la minoría que vive bien en el planeta teme que se hunda el edificio económico-político-cultural que garantiza su bienestar; la mayoría que vive mal, y especialmente la porción que ya no puede vivir peor, apenas alberga ese miedo y casi celebraría un Colapso definitivo, el Fin de lo Dado, para que, de las ruinas, pueda surgir algún día otra cosa -ya no le queda nada que perder...

Alarmado, Jarauta repara en el crecimiento de la población y recalca "la absoluta gravedad que acompaña el desarrollo de este factor". Llama la atención sobre "la vasta falla demográfico-tecnológica que divide profundamente el planeta" (alusión, por lo demás, mixtificadora: la falla es económico-social). Y lo que teme del crecimiento de la población es que desemboque en una convulsión: "El mayor reto al que se enfrenta hoy la sociedad global es el de evitar que esta falla estalle en una crisis que conmueva al mundo". Para conjurar esa crisis que conmueva al mundo (lo que implica una "aceptación" tácita de este mundo; una "defensa" del sistema, considerado digno de salvar), se solicitan, una vez más, "políticas prudentes y responsables" -en concreto, y respaldando a Henry Kendall, el control de la natalidad: "Si no estabilizamos la población con justicia, humanidad y compasión, la naturaleza acabará con nosotros, y lo hará brutalmente y sin piedad." ¡Qué terrible cinismo! ¡Qué inmensa falsificación! ¿Cómo esperar del Norte, de las sociedades capitalistas avanzadas, eso que nunca ha exhibido, aquello de lo que carece: "justicia", "humanidad’ y "compasión"? ¿Cómo pensar que "la naturaleza acabará con nosotros", tal si en este caso no fueran, exacta y literalmente, las gentes del Sur, los hombres del Mundo Subdesarrollado, los pobres de la Tierra, los oprimidos, quienes "acabarían con nosotros"? ¿O no seremos nosotros mismos, los privilegiados del planeta, quienes, ayudándonos los unos a los otros, aprovechando incluso el maltrato que damos a la Naturaleza, nos suicidemos torpemente, llevando nuestro Sistema al punto paradójico en el que ya no podrá "crecer" sin devastar sus propias bases, sin devorar y agotar sus propios nutrientes? ¿Y a quién se refiere Kendall con el término "nosotros", que parece aludir a la Humanidad toda cuando el "miedo" sólo lo padecemos unos cuantos, los "desarrollados", los que podemos todavía acabar, nosotros-los-de-Occidente?

Una buena parte de los estudios sobre la "posibilidad’ del transculturalismo, del multiculturalismo, de la integración de civilizaciones, etc., parte también de ese Miedo a la Convulsión -miedo, ahora, a una desestabilizadora "guerra de Culturas". Contra ese "peligro", ese "inquietante foco de conflictos", nos alerta, por ejemplo, Samuel P.Huntington: "La principal fuente de conflictos en este nuevo mundo no será ya ni ideológica ni económica. Las grandes divisiones de la Humanidad y la fuente de conflictos predominante será de carácter cultural. El choque de civilizaciones dominará la política mundial. Las líneas de fractura entre las diversas civilizaciones serán las líneas del frente del futuro." (Y de nuevo la mixtificación, la separación arbitraria, infundada, de "lo ideológico", "lo económico" y "lo cultural", como si detrás del "conflicto entre civilizaciones" no hubiera también un conflicto de "ideologías" y de "economías"...). Alberto Moncada, en un artículo de la revista Contrastes, aludía, abundando en lo mismo, a la "animosidad de esa fuerza incontestable de nuestro presente" representada por el mundo musulmán, insistiendo, para exacerbar nuestro miedo, en "el terrorismo nuclear que ya está en los manuales de algunos grupos del fundamentalismo árabe"... Como ha quedado dicho, contra esta "amenaza del derrumbe de nuestra civilización" (Bourdieu), la terapia es la de siempre: "nuevos pensamientos" y "nuevas políticas responsables"...

La generalización del mencionado "miedo a la Convulsión" entre los pensadores contemporáneos de Occidente, divertida fobia hipocondríaca, deviene como un signo más del exterminio de la diferencia a nivel intelectual, una señal de la progresión indetenible del Pensamiento Único.

4) Apostar en definitiva por un tibio "reformismo político-económico", salvaguardando a su vez el propósito de una "occidentalización" definitiva del Planeta. El comentado "temor a la Convulsión" y la constante petición de nuevos pensamientos, nuevos valores, nuevas políticas, etc., sólo adquieren sentido en un contexto de "reformismo político y económico", de justificación de lo establecido y esfuerzo por su reparación, por su reajuste. De ahí las connotaciones de los títulos de los libros, de los artículos, de las conferencias: "Retos de la Globalización", "Desafíos de la Mundialización",... Se refieren, siempre, a problemas que deben resolverse desde la conservación, y en todo caso "reforma", de lo imperante.

Pero aún más: se propende, en el fondo, la occidentalización encubierta del Planeta, diseñando un nuevo aparataje ético-retórico para justificarla. Jarauta se solidariza con la propuesta impúdica de Charles Taylor: "una comunidad liberal de grandes dimensiones" -casi un equivalente "comunitarista" de la Sociedad de las Gentes de Rawls. Habla de la "defensa de los bienes comunes" (de la Humanidad) y del "interés general planetario", recurriendo, por cierto, a la conocida estrategia de los políticos chauvinistas ("bienes comunes de la Patria", "interés general del País"), y ocultando deliberadamente que el Paraíso de unos coincide demasiado a menudo con el Infierno de otros: en una sociedad dividida en clases, ¿dónde están los bienes comunes?; y ante el choque de culturas antagónicas, ¿qué es del interés general? En su lista de "valores universales", Jarauta incluye el "rechazo a la guerra", la "paz", los "derechos humanos", etc., consideraciones que únicamente cobran significado desde el bando de los vencedores -es decir, desde el bando de aquellos que, habiéndose impuesto a sus adversarios mediante el empleo de la fuerza, la agresión y la violación de todos los derechos (así nació en Francia el liberalismo, como recordó Anatole France a principios de siglo), ahora, para preservar sus posiciones de poder, proscriben y satanizan los instrumentos de que ellos mismos se sirvieron, procurando de este modo descalificar y desarmar a sus enemigos. Así Walzer, que apoyó la Guerra del Golfo, definiéndola como una "guerra justa", tacha de "absolutamente injusta" y moralmente reprobable toda oposición violenta al régimen demo-liberal...

Francisco Jarauta: "Hay que construir y defender la idea y la práctica de una ciudadanía mundial, enraizada en una redefinición del bien común y del interés general planetario". Lo que no explicita es quién va a definir ese "bien común" y ese "interés general". La historia nos enseña que la posteridad no conoce más voz que la de los vencedores. Luego los definirá Occidente, desde luego...

5) Cerrar los ojos a una evidencia: que Occidente, nuestra civilización, se ha desposado ya con la muerte, que es hoy un moribundo que mata, y que su agonía va a ser terrible -guerra social y guerra cultural. Todas las civilizaciones son formaciones "temporales", "contingentes", con un principio y un final. Nacen un día y mueren otro. El Capitalismo occidental no va a constituir una excepción... Las decadencias de las culturas suelen verse sobresaltadas por turbulencias, dramas, conflictos. A Occidente le sucederá lo mismo...

Los "signos" de la crisis del Capitalismo, de su "vejez" irreversible, son clamorosos: la denominada "cancelación de las ideologías", una verdad parcial, y el ascenso de un "escepticismo" minusválido, de un pragmatismo a-teórico, con lo que ello implica de renuncia al pensamiento (no-pensamiento), de postración de la imaginación crítica y del impulso creativo; el "agotamiento" de todas las artes y la "anemia" de la producción cultural; el "abstencionismo" político y el descrédito indisimulable de la dinámica electoral; la pobreza invasora; la certidumbre de una "quiebra ecológica" que sólo cabe ya "posponer"; etc. Negándose la evidencia de esta "crisis", se diría que los pensadores ex-contestatarios hacen suya, realmente, una perspectiva de "fin de la historia", como si nuestra Civilización hubiera sido premiada con el galardón de la "eternidad’ y nuestro Sistema constituyera la "realización" perfecta de la Razón, la meta por la que testarudamente se hubiese debatido la Humanidad; como si no subsistiera en ninguna parte la semilla de una "alternativa" (aunque esto fuera cierto, no cabría extraer de aquí un certificado de "buena salud’ del Capitalismo: las Culturas empiezan a morir antes de que sea revelado el rostro de sus heredero, antes de que se perfilen los contornos de la civilización "sustitutoria") y nada estuviera ya aguardando, embozado en las esquinas del tiempo, a la descomposición de lo establecido; como si sólo nos restase una tarea, un ejercicio plausible, una dedicación honrosa: cuidar de lo que existe, repararlo, reajustarlo, universalizarlo... Cometen, pues, el mismo error en que incurrió el Comunismo: imaginar que hemos atravesado ya el umbral del Paraíso, y que ha llegado por fin la hora de habitarlo y defenderlo; soñar que la historia, habiendo dado su fruto (el liberalismo globalizado) dejará de molestarnos, de zarandearnos...

Probablemente, estamos llegando de verdad al Final; pero no al "final de la historia", sino a los estertores de una Civilización increíblemente presuntuosa, patéticamente enamorada de sí.
6) Arrojar sobre todos los problemas de la contemporaneidad una mirada moralizante, de índole "hipócrita", dispuesta a justificar los futuros holocaustos culturales, el avasallamiento mundial de la Diferencia, el despotismo ético-jurídico de la Civilización económica, geo-política y militarmente más fuerte. En nombre de supuestos "valores universales", se perseguirá y se condenará todo "valor regional"; alegando la defensa de hipotéticos "bienes comunes", se proscribirá y se estigmatizará todo "bien particular"; y una gran homologación planetaria de las formas sociales y culturales hallará miles de páginas para ocultar sus pavorosos costes espirituales y humanitarios... "La moral siempre ha sido una tapadera", se ha dicho...

Pedro García Olivo - La Haine
www.pedrogarciaolivoliteratura.com

 

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