Lecciones para los movimientos alternativos
Apuntes contra la hegemonía informativa conservadora
Madrid, jornadas tras el atentado del 11 de marzo. En todas las casas, las oficinas, cibercafés y lugares de encuentro la gente se intenta enterar de lo que ha pasado. Sintonizan la BBC, la CNN, las televisiones francesas, italianas, etc, en busca de algo de información sensata sobre lo ocurrido unas horas antes en las estaciones de cercanías del sureste de la capital. Otros muchos recurren a Internet. La imagen recuerda a los antifranquistas que sintonizaban las emisoras del extranjero para enterarse lo que ocurría en su propio país.
Dos semanas después, el director de El País, Jesús Ceberio, daba explicaciones a sus lectores sobre un titular aparecido en la edición matinal de su periódico el jueves 11. Las letras, a toda página, hablaban de "brutal matanza de ETA en Madrid’. Arnaldo Otegi, portavoz de Batasuna, ya había descartado públicamente la hipótesis de que ETA estuviera detrás de lo ocurrido. Esa misma tarde se hizo público el hallazgo del furgón con los versículos del Corán que supuestamente habían utilizado los terroristas. Ceberio explicó que, ante la llamada del presidente José María Aznar garantizándole la autoría etarra, su periódico tuvo que dar por buenas dichas hipótesis, jaleadas por casi toda la prensa progubernamental hasta el sábado por la noche.
¿Qué había pasado? ¿Cómo es posible que un medio directamente interesado en la derrota electoral del PP diera por buenas las explicaciones del presidente, aun cuando todo apuntaba a tomarlas con extrema cautela? El País, y con él todos los medios de masas españoles hicieron exactamente lo contrario de lo que sus propios manuales aconsejan: no publicar algo de cuya veracidad se puedan tener dudas razonables, o por lo menos no hacerlo sin una buena coartada documental. Es evidente que todos esos elementos faltaron el once e incluso el doce de marzo.
Antes que de teorías conspirativas, cabría aquí hablar de hegemonías para explicar este silencio. La teoría de la conspiración apunta a reuniones secretas y llamadas confidenciales, a la oscuridad de los despachos y la omnipotencia del Estado. La hegemonía nos habla, por el contrario, DE RELACIONES DE PODER, DE CAPACIDADES, INTERESES CRUZADOS, JERARQUIAS, de códigos lingüísticos, canales de comunicación, símbolos, pactos y inercias dominantes en la sociedad, que imponen el silencio a todo lo que se salga de esas pautas. Más que el silencio, lo que se intentó imponer el 11-M fue una voz: no bastaba con callar, además había que desfilar y gritar una vez más bajo la bandera constitucional.
El ridículo de buena parte de los medios de masas esos días no se debió a ninguna censura, sino a su temor por salirse de la corriente mayoritaria -
o por lo menos, aparentemente mayoritaria-. Especialmente en un ámbito, el del antiterrorismo, que se ha convertido en la principal fuente de legitimidad del proyecto de modernización capitalista conducido por las megacorporaciones y los gobiernos. En realidad, lo que hace diferente al caso español es que esa legitimidad se había construido sobre otra anterior, basada en el llamado "consenso constitucional" contra ETA y los nacionalismos periféricos. Algunos medios de masas podían haber atacado al gobierno por su apoyo a Bush, pero romper el consenso fundamental del antiterrorismo patrio les habría enfrentado a la voz conservadora hegemónica que ellos mismos han contribuido a alimentar durante años.
Así entendida, la hegemonía no resulta tan solo una cuestión ideológica, sino muy material y concreta: en términos gramscianos se podría medir por la cantidad de profesionales y cuadros criados bajo su paraguas, en el número de medios de masas sustentados por auténticas dinastías bancarias, en la cantidad de tertulias espontáneas animadas en la calle por los devotos seguidores de los tertulianos conservadores. Ante tamaña fuerza, confiar simplemente en la capacidad de convocatoria de los SMS en catastrófico tiempo real resulta ingenuo.
Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo -en mi opinión, en mucha mayor medida que durante la primera fase de la guerra en Iraq- los medios alternativos han sabido estar a la altura de lo sucedido, SIENDO CAPACES DE CONECTAR CON EL SENTIR DE PARTE DE LA POBLACIóN, LA MÁS "CONECTADA" E "INFORMADA". El número de visitantes que recibieron durante estos días los sitios web de los colectivos de contrainformación se multiplicó. La propia respuesta de estos colectivos a los acontecimientos fue rápida y eficaz, lo cual permitió construir un discurso fuerte -vinculación de lo sucedido con la lógica de guerra animada por el propio Partido Popular, desobediencia frente al toque de queda mediático también asumido por la oposición política y comunicativa, voluntad de expresar de forma radical el descontento- que además se llevó a la práctica unas horas más tarde en las calles.
Pero el activismo por sí solo no constituye un antídoto -O LO ES SOLO TEMPORALMENTE- contra la hegemonía conservadora. Esta llegó al límite de su descaro el 11-M precisamente por su carácter hegemónico: la existencia de cortafuegos o contrapoderes fuertemente arraigados en sus territorios - A EXCEPCIóN DE LAS ZONAS DONDE SI LOS HAY, QUE CURIOSAMENTE COINCIDEN EN GRAN MEDIDA CON LOS NACIONALISMOS PERIFERICOS-nos habría evitado el tener que soportar las mentiras incontestadas del gobierno, su deslizamiento a posiciones abiertamente autoritarias -¿qué habría pasado en Euskadi si la autoría de los atentados hubiera correspondido a ETA?- y finalmente el juego a todo o nada sobre doscientos cadáveres. El trabajo por hacer resulta enorme, y pasa por entender que la acción comunicativa constituye una opción política en sí misma, y no una herramienta puesta al servicio de la lógica propagandística.
Estamos ante una opción política vital porque la hegemonía mediática conservadora animará los brotes racistas y el enfrentamiento entre los distintos. Una opción política, además, estratégica, en tanto que el ámbito de los medios de comunicación es actualmente uno de los más fáciles de autogestionar de modo positivo y útil para la emancipación social: no sólo porque hoy dispongamos de herramientas comunicativas con un gran potencial de difusión a un coste relativamente bajo, sino porque existe una base social acostumbrada a manejarlos.
El proyecto que sucederá al Molotov deberá contribuir a contrarrestar la hegemonía conservadora, y de este modo ensanchar los ámbitos de libertad
- Y DESDE UNA OPTICA QUE CORTOCIRCUITA LA LOGICA CAPITALISTA- hoy tremendamente limitados por el consenso político dominante. En este mismo proceso se encuentran multitud de proyectos comunicativos y editoriales-desde los portales web de información alternativa hasta las pequeñas editoriales, librerías y distribuidoras de nuestro ámbito, pasando por las radios libres, la prensa barrial o local, los proyectos audiovisuales y ciertas televisiones locales-.
El éxito en este proceso sólo podrá medirse si conseguimos crear modelos que puedan permanecer y acumular experiencia política y organizativa, arraigados en espacios abiertos a su territorio inmediato, que entiendan los distintos medios de base como un patrimonio común. Cada cual tendrá sus ideas sobre cómo conseguir estos objetivos; en el grupo promotor del nuevo periódico creemos que resulta indispensable el abandono de los lenguajes identitarios y la apertura a otras formas de acción política que normalmente se ignoran -como las redes de economía social y solidaria o como aquellas formas asociativas que ni siquiera consideramos "políticas"-, la investigación exhaustiva de los elementos que hoy pueden permitir un salto comunicativo de estas características -intercambio de materiales informativos como corresponsalías, fotos, textos, con proyectos similares dentro y fuera del estado; empleo sistemático del humor y del lenguaje gráfico como señas de identidad del nuevo medio-; en definitiva, experimentar la comunicación como una actividad militante más, fuera de la lógica instrumental que con frecuencia la ha guiado en el mundo político.
Existen precedentes en España para demostrar que el proyecto es posible. Desde las diferentes cabeceras de la izquierda abertzale hasta periódicos como La Realidad, en Cantabria -cerrado por multa-, o El Aragonés, en Zaragoza, existe un espacio comunicativo alejado de los actores políticos dominantes, si bien definido por su altísima heterogeneidad ideológica. Aprendiendo de estas experiencias, pero sin perder sus especificidades, la tarea del nuevo periódico pasa por abrir una nueva brecha comunicativa que ayude a consolidar la autonomía y el protagonismo político de los movimientos de base.