Leninistas contra leninistas
Leninistas contra leninistas
Cristina González, Raúl Martínez y Rosa Valiente
La religión católica era para Gramsci el gran ejemplo de cómo funciona una ideología dirigente. De un lado está la catequesis, que pese a afirmar las más disparatadas ideas sobre milagros imposibles, educa al pueblo en una mitología común llena de fábulas y lecciones que son muy útiles como guía moral. Por otro lado, está la doctrina de los doctores de la iglesia, tan sofisticada y compleja que puede competir en capacidad argumentativa con cualquier filosofía profana.
Algo parecido ocurre con el marxismo que se practica en los Partidos Comunistas. De un lado están los manuales, que prometen explicar la totalidad del pensamiento humano en un par de metáforas y esquemas: base y superestructura, tesis, antítesis y síntesis, etc. Del otro los grandes pensadores del marxismo: Rosa Luxemburgo, Lenin, Lukács, etc. El sueño de Gramsci era que un día, esa "religión laica" que era el marxismo consiguiera convertirse en una máquina de elevar el pensamiento, desde lo básico y popular hasta ideas más complejas y precisas, de tal manera que el partido se convirtiera en un gran intelectual colectivo.
El Partido Comunista de España renunció en 1978 a la tradicional etiqueta ideológica de "marxismo-leninismo" para cambiarla por una más inofensiva: "marxismo revolucionario". La explicación que encontró Carrillo a la disparidad entre la influencia social del PCE y sus resultados electorales era el miedo que aún provocaba el anticomunismo, ante lo cual quiso distanciar simbólicamente al PCE tanto del socialismo real de la URSS como de los recuerdos dramáticos de la guerra civil. Su estrategia fracasó y se ha convertido en el gran paradigma de los costes políticos que implica para los partidos comunistas su transformación en instrumentos puramente electorales.
El leninismo al que el PCE renunció en 1978 tiene, igual que la Iglesia, dos caras, una es la mitológica, la otra es la doctrinaria. Cuando se renunció al leninismo se renunció a la "identidad" del partido, es decir, a los símbolos con los que se identificaba la militancia. Pero, sobre todo, se renunció al proyecto del partido, a los significados profundos que deberían encerrar esos símbolos. Si el leninismo del que hablamos es coherente consigo mismo, una cara y otra deberían ser simples "momentos" de un mismo continuo.
A finales de 2017 el PCE re-introdujo en sus estatutos el término "marxismo-leninismo" como parte de su definición ideológica. En teoría esto debería haber ayudado a cohesionar ideológicamente a un partido que arrastraba desde hace 30 años esta herida en su identidad. Sin embargo, como suele suceder, la consolidación de un bloque fue solo el preámbulo para su ruptura.
Laten hoy en el PCE dos ideas de leninismo completamente distintas con un gran poder de repulsión entre sí.
Una es la imagen del Lenin mítico, el edificador del socialismo. Aquel que era especialmente implacable con los socialdemócratas, a los que tachaba de traidores, oportunistas y renegados. El Lenin, en definitiva, que dibujó la Unión Soviética durante sus primeras décadas.
Lo fundamental para este leninismo es una idea de revolución emanada de los agitados tiempos de la Primera Guerra Mundial, y una teoría del estado concebido como "dictadura económica de clase". El foco se pone sobre los medios para tomar el poder, de un lado los medios institucionales utilizados por los reformistas y de otro la acción directa, la revolución obrera que liquidará el aparato del estado burgués.
La operatividad de este esquema en el mundo real de nuestros días es, siendo comedidos, como poco limitada. Sin embargo, su capacidad para establecer un antagonismo entre "ellos", los socialdemócratas, y "nosotros" los revolucionarios funciona, dentro de los partidos comunistas, a las mil maravillas. Es bajo estos parámetros que se hacen las críticas al proyecto de Yolanda Díaz, a la que se recrimina no solo una falta de base organizada de militantes que sustente el proyecto (crítica que es compartida en amplios sectores del PCE y de IU), sino la caracterización de este como un proyecto "pactista".
La reforma laboral, si bien es para estos sectores un avance, encierra el mayor de los peligros: restaura la cultura del diálogo social, de la paz social. La lógica es que una reforma es beneficiosa para la clase trabajadora, solo si sirve para aumentar su conciencia, independientemente de sus efectos sobre la realidad material. Por poner un ejemplo, si una plantilla de trabajadores consigue mediante una sacrificada huelga indefinida, un aumento salarial del 10%, estamos ante una reforma útil. Si este mismo aumento salarial, o uno mayor, es conseguido a través de una negociación entre los delegados sindicales y la patronal, estamos ante una reforma que desmoviliza. La lucha no tiene ninguna dimensión instrumental, sino formativa. Para esta visión la lucha de la clase trabajadora por sus derechos tiene un único objetivo: formar a la misma para futuras luchas y, en última instancia, para la definitiva victoria final.
Lo que no tiene en cuenta esta manera de ver las cosas es que la transformación de la realidad no responde a un modelo, ni siquiera a un tiempo lineal. No se puede explicar la reforma laboral aprobada sin hablar de la huelga general de 2013, igual que no se puede entender la posibilidad de este diálogo social concreto sin entender la acumulación de fuerzas tras el estallido de la crisis económica y de régimen que ha llevado al PCE al gobierno 80 años después.
El diálogo social, como sucede en un comité de empresa, es un escenario más de la lucha de clases, y en este caso, la plasmación de un avance de la clase trabajadora que, a la vista del auge ultraderechista, empieza a parecer ya extemporáneo. No aprovechar el brevísimo paso del PCE por el gobierno central para aprobar medidas en favor de la clase que dice representar, para evitar promover una "cultura del pacto" es sencillamente anteponer lo simbólico a lo material.
La gran pérdida que sufrió el PCE en 1978, desde esta concepción, no es la identitaria. No es aquella que le vincula al sentimiento de pertenencia, sino la disolución de la capacidad de influencia socio-política acumulada durante los 40 años de franquismo y que a mediados de los 70 era a la vez una aplastante avalancha de poder popular y una máquina perfectamente engrasada de elaborar y ejecutar estrategias políticas. Un partido acostumbrado a la clandestinidad, y por tanto a la necesidad de camuflarse entre la gente, a ser pueblo, sin perder su papel dirigente.
Lenin y su idea de un partido "de nuevo tipo" fue sin duda el elemento determinante para constituir lo que hoy en día entendemos por Partido Comunista. Esta herencia leninista es seguramente el arma más resiliente del movimiento comunista internacional, es lo que hace que, incluso en las peores circunstancias, los PC sobrevivan en todo el mundo y sean en muchos lugares la columna vertebral y la escuela de cuadros de todo movimiento popular.
El partido de nuevo tipo de Lenin no era un partido al uso, porque no es un simple vehículo, sino una herramienta para construir, como describió Marx un siglo antes, "el movimiento real que transforma el estado de cosas". Las grandes enseñanzas de este nuevo partido quedaron plasmadas en las clásicas páginas del ¿Qué hacer? escrito en 1905. En él se comprende al cuerpo social casi como una estructura psicológica, en la que los estados de la conciencia se manifiestan de distintas maneras.
El partido es la organización que agrupa a los sujetos más concienciados y comprometidos, su objetivo no es crecer indefinidamente, sino imprimir entre sus miembros la capacidad de influir en otros espacios más amplios que son la verdadera condición de posibilidad de la transformación social. En definitiva, es un partido de cuadros.
Según esta concepción, el partido debe estar implicado en todos los sectores de la sociedad, en los centros de trabajo, con toda su variedad, en los colegios de profesionales, en la producción artística, en los centros de estudio, en los barrios y pueblos. Esto es lo que en el PCE se ha conocido como "el principio de sectorialización".
El intento más relevante de reintroducir este modelo leninista de partido fue el proceso de sectorialización iniciado en los años 90 en la UJCE.
Hay una cuestión estructural que hace más sencilla la sectorialización entre los jóvenes: mientras en la vida adulta cada profesión compone un sector laboral distinto, en la edad juvenil la mayoría de las profesiones se encuentran concentradas o precedidas por el ciclo formativo: secundaria, formación profesional y universidad. Los centros de estudio, analizaba la UJCE en aquel momento, ofrecen posibilidades de intervención política que recuerdan a las fábricas del modelo fordista en las que el PCE y las CC. OO. extendieron su hegemonía a partir de los 60: grandes centros, concentración de la mano de obra (en formación) y problemáticas comunes. Extender este modelo de intervención a las dificultades que presenta el modelo laboral posfordista que caracteriza al neoliberalismo debería ser el siguiente paso en este proceso.
El sectorial de estudiantes de la UJCE ha sido el proyecto más exitoso de re-sectorialización en el ámbito del PCE, cuya influencia se pudo comprobar en las movilizaciones estudiantiles contra la LOU, el plan Bolonia o la LOMCE.
La paradoja es que en los últimos años la UJCE ha tenido una radicalización aparente de su apuesta por el leninismo, como podemos observar en su beligerante posición en este proceso congresual, a la vez que un rápido proceso de des-sectorialización. En su XIV congreso (2019) la UJCE decidió desintegrar las estructuras sectoriales intermedias rompiendo con el proceso iniciado 30 años atrás. Esta involución de la juventud comunista lleva por correlato la eliminación de su "historia oficial", de toda mención al proceso de sectorialización o a los dirigentes de la Juve que la impulsaron.
La tendencia a desectorializar para "preservar" la unidad de acción responde al empeño de recuperar las viejas seguridades del marxismo de manual para aplacar las ansiedades en el contexto de un escenario cada vez más complejo. Recuperar la ortodoxia, la vigilancia contra el enemigo interno: "Los Socialdemócratas", en este caso encabezados por Enrique Santiago, el mismo dirigente que, con sus aciertos y errores, puede presumir de ser el Secretario General que recuperó el "marxismo-leninismo" como definición ideológica del PCE.
Independientemente de qué idea de leninismo acabe imponiéndose, queda claro que los debates dentro del PCE están muy alejados de la realidad política y social a la que debería prestar atención si quiere tener un papel relevante. A los problemas planteados por la pandemia, la crisis de cuidados, los retos climáticos y la guerra de Ucrania, al embiste de la inflación, a la derechización de la sociedad y la estrategia populista de la oligarquía, a las relaciones con las fuerzas soberanistas, a las posibilidades de construcción de frentes electorales, a la posición de los sindicatos, a las perspectivas del gobierno, a los límites y las posibilidades de transformación. Todas estas preguntas encuentran poca respuesta a la luz de un debate tan marcado por el identitarismo ideológico.
Desde la humildad nos toca hacer una reflexión profunda sobre cómo hemos llegado hasta aquí y qué partido comunista queremos construir. De este atolladero no nos sacará la vuelta al dogmatismo sino una apuesta decidida por aquel aforismo que nos legó un revolucionario ruso: el análisis concreto de la situación concreta.
blogs.publico.es
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El 'dogmatismo reformista' que somete al PCE
Pedro García
Todo Partido Comunista está atravesado por contradicciones. Esa situación tiene dos causas fundamentales, las cuales están ligadas a la sociedad burguesa en la cual el Partido se organiza, sin que sea posible que este funcione como una organización estanca.
- La primera causa es la presión de la ideología burguesa (asfixiante en un país imperialista en el que toda la prensa ofrece la versión mediática de los monopolios), que impulsa la confusión y la flaqueza ideológica de los trabajadores incluso al interior del Partido.
- La segunda causa es la heterogeneidad de la clase obrera y la penetración en ella de sectores provenientes de otras clases; situación compleja dentro de la cual tiene especial relevancia la existencia de una aristocracia obrera, pactista y despreocupada por el imperialismo.
Esta fracción de clase funciona como un cauce privilegiado para la entrada de la presión ideológica burguesa, haciendo más fácil que permee en toda organización obrera. Para avanzar sobre estas dificultades, los Partidos comunistas estudian el marxismo-leninismo y las experiencias de desviación ideológica, y desarrollan el centralismo democrático y la vigilancia revolucionaria. Sin embargo, la historia de los Partidos Comunistas no es siempre exitosa.
El Partido Comunista de España lleva acumulando derrotas ideológicas y organizativas debido a estas dos razones fundamentales desde la Política de Reconciliación Nacional de 1956. Como es sabido, el viraje hacia el oportunismo estuvo entonces facilitado por el XX Congreso del PCUS y por el dramático vacío que había supuesto la pérdida de cuadros revolucionarios en 1936-1939 y la represión posterior.
Durante los años sesenta y setenta, la desviación ideológica y práctica continuó madurando hacia la definición de la línea eurocomunista. Esta degeneración tuvo su expresión formal más clara en 1978, cuando el PCE dejó de caracterizarse en sus estatutos como leninista. A nadie se le escapará que, si el 80% de los delegados votaron a favor de suprimir el leninismo, es porque hacía ya tiempo que el grueso de la organización se había ido desviando de él. En adelante la situación no hizo sino empeorar. Si bien el PCE reivindica haber superado el carrillismo y el eurocomunismo, en realidad sus actuales tesis políticas conservan algunos de sus principios y están aún más lejos del marxismo-leninismo.
PROBLEMAS DE LARGA INCUBACIÓN
El PCE se encuentra hoy lastrado por profundos problemas incubados desde entonces. En 2021 el Partido cumplió 100 años, pero sus complacientes dirigentes se olvidaron de recordar que buena parte de esta larga historia había sido de capitulación y de pérdida de militancia y capacidad; y lo que es más importante: se olvidaron de ponerle remedio. En lugar de ello, el PCE grabó un condescendiente documental, vuelto hacia el pasado e incapaz de dibujar el horizonte de futuro del Partido: "Parias de la tierra".
¿Cómo podría el documental llegar hasta el presente con energía y claridad hacia el futuro, habiendo sido incubado por la misma concepción del Partido que actualmente lo dirige; una concepción que lo sigue conduciendo ciegamente hacia la pérdida de solidez ideológica y de militancia? Desde esta posición no cabe más que dar la espalda al futuro comunista, dejarse llevar por la corriente oportunista y, si de reivindicarse comunista se trata, deleitarse con las gestas del pasado. No hay imagen más patética de la pérdida del norte. Un Partido serio, firme, habría provechado el Centenario, no para dormirse una vez más en los laureles y entonar la música del Titanic en pleno hundimiento, sino para realizar un correcto diagnóstico de su historia y tensionar las fuerzas hacia el futuro, sobre la base de identificar sin ningún miedo los errores y dirigirse a resolverlos.
Después de que el oportunismo hubiera ido venciendo sistemáticamente durante décadas en el PCE, y con el Partido sumido en la irrelevancia social, la crisis económica del 2008 y las protestas derivadas pusieron al desnudo su impotencia. Esta bancarrota política, visible ante los ojos de todos, impulsó reflexiones entre la militancia; también propició que una parte del ala oportunista pequeñoburguésa migrara a Podemos, propiciando así que el PCE perdiera algo de lastre ideológico. Fruto de todo ello, en 2018 el PCE recuperó el leninismo en su XX Congreso. Los grados de conciencia de quienes impulsaron y aceptaron esta recuperación fueron desiguales. Y también hubo sectores en contra. Tras ello, la actual dirección no ha hecho nada para que este cambio estatutario permee en la formación y en la actividad del Partido. Mientras tanto, el grueso de la militancia, formada en el seno de un Partido oportunista, no podía por sí misma avanzar sobre este acuerdo; al tiempo que una parte de ella era reticente a progresar.
EL "GIRO DE 1919"
Por todo esto, el giro de 2018, que formalmente abría puertas regeneradoras, ha venido seguido de una deriva aún más reformista y de más pérdida de militancia. Varios territorios empiezan ya a carecer de organización comunista cotidiana de base, y sostienen a duras penas el trabajo institucional con sus cuadros.
La enorme debilidad que no para de crecer y el desvío ideológico cada vez más acuciado, bajo esta dirección se han dado la mano dentro del gobierno. En este punto las contradicciones en el interior del Partido se han disparado. Por un lado está la militancia que asume las posturas de la actual dirección, instintivamente reformista, acostumbrada a justificar toda capitulación como única opción posible, desentendida de todas las tareas cotidianas que un Partido Comunista necesita para desarrollarse (y que a menudo ni siquiera entiende ni conoce, pues nunca se le ha orientado en ello). A su cabeza, el grueso de la dirección actual.
Por el otro lado se han agrupado las fuerzas leninistas y sectores críticos (algunos que pueden tener como referencia incluso el eurocomunismo del PCI), preocupados ante la pérdida total de proyecto. ¿Acaso el PCE impulsa de algún modo la organización y la conciencia de la clase obrera? Al contrario, llama a la clase obrera a celebrar una reforma laboral en la que se han recuperado unos pocos puntos de todo lo perdido; se le invita a abandonar las protestas de Cádiz y a confiar en el gobierno; se le dice que el gobierno de Ucrania (que ha estado persiguiendo a comunistas, sindicalistas, rusoparlantes...) tiene derecho a defenderse. Es decir, la actual dirección del PCE ha estado dificultando la toma de conciencia y organización de la clase obrera a todos los niveles.
La contradicción incubada por todo esto ha hecho posible que, por primera vez desde hace décadas, emerja una candidatura a dirección capaz de frenar algunas de las más importantes degeneraciones oportunistas. Seamos realistas: si la necesaria candidatura de Alberto Cubero vence, serán necesarios varios años de trabajo para revertir las dinámicas en las que se han educado ya cuadros muy veteranos. Cinco décadas de deterioro no se resuelven con cuatro documentos, unas cuantas escuelas y una serie de indicaciones a los núcleos. Pero lo que preocupa a los comunistas no es el trabajo inmenso que hay por delante. Eso va de suyo, pues recuperar la correcta dirección del Partido no es más que la escuela preescolar de la verdadera tarea: la construcción del socialismo. Lo que actualmente preocupa sobremanera a los comunistas es apuntar de una vez por todas en la dirección correcta.
Ante estas contradicciones en el Partido, tres militantes han publicado un texto lleno de falacias. Leninistas contra leninistas; así lo han titulado[i]. Cualquier lector mínimamente perspicaz sabrá que este título, que parece referirse a un enfrentamiento fratricida, es en realidad una triquiñuela. Desmontémosla.
¿ENFRETAMIENTO ENTRE LENINISTAS EN EL PCE?
¿Hay un enfrentamiento entre leninistas en el PCE? Desde luego que no. Ni tan siquiera todo el sector crítico es unívocamente leninista. Sería imposible que se formase una mayoría leninista en un Partido que se ha desentendido de esta línea durante décadas. Eso es algo que tendrá que hacerse; algo que podrá afrontarse si una nueva dirección se pone a ello. Lo que ha emergido es una lucha contra la línea más descaradamente oportunista, desligada del marxismo, impregnada de posmodernismo, incapaz de elevar el Partido, socialdemócrata y entreguista. Quienes han escrito el artículo están en esta línea. No por nada una co-autora es también co-directora de "Parias de la tierra"; ese documental que retrata, mejor que cualquier otra cosa, la impotencia de la, por ahora, línea dominante del Partido: su incapacidad para identificar errores y superarlos.
"Laten hoy en el PCE dos ideas de leninismo completamente distintas con un gran poder de repulsión entre sí", nos dicen. ¡Vaya infantilidad posmoderna! ¿Puede haber dos ideas de leninismo? No, no puede. La realidad es una y la línea revolucionaria ante ella es una. O se está o no se está en la línea leninista. Entonces, ¿a qué viene este deje relativista? En realidad, tiene un doble filo.
Por un lado, busca convertir las posiciones de los sectores críticos en un muñeco de paja. Los presenta como fanáticos mistificantes de Lenin que, además, solo conciben "la acción directa" y no la acción en las instituciones. Pero de entre quienes saben algo de Lenin, no hay quien ignore que uno de sus más importantes textos es "La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo". En él, todo leninista aprende que debe trabajar con criterio revolucionario también en los sindicatos reformistas e incluso reaccionarios, y en las instituciones burguesas (donde por cierto hace parte de su trabajo quien encabeza la oposición: Cubero). De modo que el artículo nos falsea cuestiones elementales.
El segundo filo consiste en restaurar el carrillismo de tapadillo, renunciando a la teoría marxista del Estado como dictadura de clase y a las aportaciones universales de Lenin a la teoría de la revolución. Estos dos elementos de principio, junto con el "muñeco de paja" que han creado, pretenden que solo tenga validez en "los agitados tiempos de la Primera Guerra Mundial". ¡Qué sucia maniobra teórica! Carrillo estaría orgulloso. ¡El carrillismo ha muerto; viva el carrillismo!
La estrategia del "muñeco de paja", solapada con la renuncia a cuestiones de principio, está en todo el artículo. Esos son sus dos mimbres.
"La reforma laboral, si bien es para estos sectores un avance, encierra el mayor de los peligros: restaura la cultura del diálogo social, de la paz social. La lógica es que una reforma es beneficiosa para la clase trabajadora, solo si sirve para aumentar su conciencia, independientemente de sus efectos sobre la realidad material."
He aquí un espantajo más para asustar a incautos. Convendrá recordar que hay otro famoso texto de referencia para los leninistas. Se titula "Reforma o revolución", de Rosa Luxemburgo. ¿Qué encontramos en él? Pues que los primeros en contraponer la reforma a la revolución fueron los reformistas, que negaron la segunda en favor de la primera. ¿Los leninistas cómo conciben las reformas? Los leninistas luchan también por los avances parciales de la clase obrera; por los avances en el seno del capitalismo. Pero, al mismo tiempo, buscan que con ello aumente la conciencia obrera sobre su fuerza y sobre los límites que el modo de producción capitalista pone a la satisfacción de sus intereses.
Sin embargo, los dirigentes en el gobierno han capitulado de estos principios. El problema de Yolanda Díaz no es que haya alcanzado un determinado acuerdo o que haya pactado algo, pues la clase obrera en lucha sabe bien que no siempre puede todo, y que llegado un escenario, lo mejor que puede hacer es pactar. El problema es que Yolanda Díaz, con sus declaraciones y su preparación de la reforma laboral, contribuye a oscurecer la conciencia obrera y a entregar a los trabajadores a un reformismo que no eleva la vista por encima del reparto de migajas, y que en el ámbito internacional asume la línea imperialista.
Parece mentira que haya que decirlo: el problema no es obtener migajas (hemos de trabajar por todas las conquistas parciales posibles); el problema es que la actual dirección es parte de las trabas que impiden el desarrollo de la conciencia y organización obrera, y deja campo ancho a la ultraderecha. Por inacción, están dejando crecer aquello que definen como su peor enemigo. Porque, en contra de lo que dice el artículo, lo que se debate actualmente en el PCE no es un problema "simbólico" contrapuesto al problema "material". Se debate la función del Partido ante la organización de la clase obrera y ante el conjunto de la sociedad burguesa y sus superestructuras. Se debate un problema político que está íntimamente ligado, no solo a la toma del poder, sino también a las conquistas parciales que pueden alcanzarse. Y todo este debate, necesario, es lo que el artículo busca neutralizar. El objetivo es mantenernos anclados al dogma reformista bajo el cual el Partido es cada vez más débil, y en el que quieren persistir sin rectificar.
EL ARTÍCULO APARECIDO EN EL DIGITAL "PÚBLICO"
Según el artículo que aparece en el digital "Público", el abandono del leninismo por parte del PCE en 1978 fue un error. Sin embargo, al mismo tiempo afirma que
"a mediados de los 70 [el PCE] era a la vez una aplastante avalancha de poder popular y una máquina perfectamente engrasada de elaborar y ejecutar estrategias políticas".
Curiosa complacencia; el mejor de los Partidos posibles. Debió ser alguna incomprensible casualidad la que hizo que en 1978 el 80% de los delegados votase por abandonar el leninismo. Debió ser un mero traspiés, nada relacionado con las expulsiones de leninistas efectuadas especialmente durante los diez años previos...
La incapacidad de ver los problemas que tenemos ante los ojos y sus raíces, no puede tener una expresión más palmaria. Al tiempo que el artículo se suma a la archiconocida crítica pedantesca contra los manuales, demuestra no conocer el ABC del marxismo. Y cierran hablando de humildad. ¡Qué repugnante y cobarde soberbia vacía!
El artículo acierta en un asunto. A la hora de desarrollar la sectorialización, la UJCE encuentra más facilidad para cumplir esta tarea, pues buena parte de su militancia es estudiantil. A pesar de este factor objetivo, en la frase siguiente convendría reconocer que la UJCE ejecuta con mucha más firmeza sus acuerdos, y que ha desarrollado estrategias progresivas de sectorialización también entre su militancia obrera. ¿Acaso en el conjunto del Estado la UJCE tiene militancia concentrada en Institutos, FP y Campus universitarios? En ocasiones sí, pero también organiza a la militancia estudiantil que está dispersa en diversos Centros de estudio, y la militancia obrera que se encuentra bajo todo tipo de condiciones de precariedad, en puestos de trabajo que duran meses. ¿No será que la actual dirección y buena parte de la militancia del PCE en el fondo se niegan a progresar en la sectorialización, porque ni saben cómo desarrollarla ni dedican un minuto de sus preocupaciones a la organización de base?
Al mismo tiempo, el artículo distorsiona las reflexiones de la UJCE sobre su sectorialización. La sectorialización tiene como objetivo organizar la intervención comunista en los espacios donde la clase obrera se desenvuelve y es susceptible de organizarse e iniciar un conflicto. En el ámbito juvenil esto ocurre en los Centros de estudio, además de en los Centros de trabajo, Sindicatos, asociaciones vecinales, etc. La militancia, por tanto, en función de su centro de estudios, de trabajo o de intervención vecinal, se organiza en núcleos dedicados a un sector lo más concreto posible. Un primer nivel podría ser un núcleo estudiantil de una ciudad que recoge a los estudiantes de instituto, FP y universidad; si aumenta la militancia, un segundo nivel de sectorialización sería dividir el núcleo y hacer uno de enseñanzas medias y otro de universidad; si continúa aumentando la militancia, la UJCE genera núcleos específicos de determinado FP, determinado instituto, determinada facultad, etc. Es decir, la UJCE no se duerme en los laureles a la espera de que caigan del cielo las células de empresa. Si la UJCE decidió disolver las estructuras de dirección sectoriales no fue para revertir la sectorialización, sino porque se generaban duplicidades y un exceso de militancia en direcciones. De modo que se adelgazaron las direcciones para fortalecer el trabajo de base esperando ganar en influencia y en atracción de militancia. Un evidente acierto que, como otros, lo han alcanzado a través de errores, pues es una juventud que está escalando el leninismo por su propia cuenta, sin ayuda de su partido (aún les falta; en buena medida lo saben, pero avanzan).
El artículo llama a que la militancia se relaje en la vigilancia de la línea del Partido y de las posibles desviaciones. Llama a dejar prosperar e imponerse, de manera indefinida, la línea oportunista. El artículo reproduce lo mismo que el documental "Parias de la tierra" y que la actual dirección: el mantenimiento de una militancia pasiva y sumisa; la misma que cultivó el carrillismo. Es decir, se llama a que la militancia no sea militancia comunista. Y a renglón seguido se dice: "queda claro que los debates dentro del PCE están muy alejados de la realidad política y social a la que debería prestar atención si quiere tener un papel relevante". ¡Ahí tenéis la directriz!
Básicamente es esta: Dejad hacer al oportunismo y preocuparos de lo importante, de los problemas sociales; dejaros de "identitarismo ideológico". Delirante. Quieren hacernos creer que definir la línea del partido es "identitarismo"; que acordar las prioridades, la forma de encarar los problemas sociales y el modo de desarrollar el partido es "identitarismo". Y quieren que dejemos de debatir sobre esto y nos centremos en las problemáticas externas al Partido, como si definir la línea y las prioridades del Partido no fuese organizar el trabajo externo. Así de vil es su argumentación. De ahí el símil religioso con el que abren el texto; para presentar el debate como irracional, anularlo de partida y propiciar que siga venciendo la inercia.
El artículo cierra con la necesidad de ejercer un principio esencial, al que por otra parte en nada contribuye: el análisis concreto de la realidad concreta. Pero, ¿cuál es la realidad concreta? La realidad es que por primera vez desde hace cinco décadas una parte muy importante de la militancia del partido, y la enorme mayoría de los territorios, se ha levantado para frenar al oportunismo; y tiene posibilidades de vencer. Han sido ya demasiadas décadas de derrotas y capitulación. Cada vez es más flagrante el incumplimiento de la orientación comunista y la descomposición que sufre el PCE al abandonar sus tareas. Las elecciones andaluzas del 19 de junio prometen recordarlo una vez más. Por primera vez en su historia reciente, el PCE puede salir de la espiral degenerativa. Estamos ante un acontecimiento. Si lo logra, deberá afianzar el avance sobre una severísima crítica de su propia historia. Solo eso le permitirá clarificar aprendizajes y comprender cómo desarrollarse. Los comunistas no tememos la crítica ni la autocrítica. Pero nos repugna la pasividad, la desviación, la capitulación. Este debate de 2022 es lo mejor que le ha ocurrido al PCE desde hace décadas.
Adelante. Que dé sus frutos. Que el Partido vuelva a la senda que la clase trabajadora necesita: la senda de la conciencia y la organización marxista-leninista. Queremos un Partido fuerte y capaz, y trabajaremos para ello. Estamos más cerca que nunca de tener una dirección que encare esta tarea crucial.
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