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Estado español :: 24/02/2012

[Libro] "Rescatados del Olvido" de D. Antonio Ontañón Toca.

Mikel Arizaleta
"Rescatados del olvido" es el título de un libro donde Ontañón destapa a 850 muertos republicanos, liberándoles de polvo, desprecio y abandono.

Antonio Ontañón Toca lleva años investigando, con terco proceder, en
archivos descuidados y escondidos, ha ido poniendo nombre, fecha y
dato –“rescatados del olvido”- a 850 republicanos, que fusilados en la
tapia del cementerio de Ciriego (Santander) figuraban como
desconocidos en el registro y que fueron “enterrados en fosas comunes,
unos sobre otros, durante 11 años, desde agosto de 1937 hasta abril de
1948, la época de la mayor represión franquista y los juicios
sumarísimos”. Uno de ellos es Ramón García Olavarrieta nacido el 9 de
marzo de 1889 en Galdames (Bizkaia), fusilado el 15 de octubre de 1937
en la tapia oeste del cementerio de Ciriego y arrojado anónimamente
para el olvido en una fosa común.

"Rescatados del olvido" es el título de un libro de casi 500 páginas
donde Ontañón destapa a los muertos, liberándoles de polvo, desprecio
y abandono tras 20 años dedicado a consultar archivos y recabar
testimonios. Antonio ha conseguido poner nombre a 1.207 represaliados,
de los que 809 murieron fusilados, 90 paseados y 21ejecutados por
garrote vil: que "de los rojos no quedara ni rastro" era la consigna.
Tras la muerte física la muerte jurídica.

Y es que la guerra dejó también en Cantabria huella larga, pero sobre
todo un reguero de fosas comunes y de personas desaparecidas,
enterradas sin registro en una esquina del cementerio de Ciriego, a
siete kilómetros de Santander. “En la tapia oeste del cementerio de
Santander, que dividía el cementerio civil del católico, era donde se
procedía a las ejecuciones y que en ningún caso quedaba reflejada la
identidad de los fallecidos porque el objetivo era "su desaparición".
Recién ejecutados los cargaban en carros de mano forrados de zinc,
alargados, que construían los hermanos Nereo, los de la funeraria.
Después los arrimaban a la tierra y los volcaban, colocándolos como
arenques con cal viva encima”. En el cementerio civil de Santander no
había fosas, eran zanjas comunes rectangulares para cada cien
fusilados, que construían y cavaban los presos del campo de
concentración de Monte-Corbán. A poco que investigues ves que muchos
de los nombres que formaban los tribunales militares tienen familiares
actualmente en la judicatura.

Un caso concreto y revelador. Lo cuenta Antonio Ontañón: “En Cóbreces
vive un paisano que me proporcionó una sentencia fallada en
Valladolid, año 1938, como consecuencia de un consejo de guerra a un
grupo de soldados artilleros. En un primer momento las penas que se
solicitaban para estos soldados oscilaban entre los seis y los 12
años. Hasta que aparece un fiscal auditor de guerra, que consigue
cuatro condenas de muerte. Aquel fiscal se llamaba Luciano Conde
Pumpido, responsable de muchas otras muertes y abuelo del anterior
fiscal general del Estado, Cándido Conde Pumpido. Este último es
precisamente el que más está haciendo para que no se anulen los
Consejos de Guerra”.

Que "de los rojos no quedara ni rastro”. En Cantabria hubo un
individuo que se ocupó de esto, nombrado capellán administrador en la
época de los fusilamientos, mano derecha de José Eguino y Trecu, el
’obispo bueno’ de Santander. Se llamaba Tomás Soto Pidal y está
enterrado en honor de santidad en la Virgen del Mar. El piquete los
ejecutaba físicamente y, en este caso, Soto Pidal jurídicamente porque
los desaparecía. El capellán no anotaba sus nombres en el registro del
cementerio, en su lugar escribía ’desconocido’ e indicaba la fosa
común donde debían arrojarse.

El Ayuntamiento de Santander se comprometió a inscribir sus nombres en
un anexo del registro: "A partir de ahora, si alguien cree que algún
familiar suyo fue fusilado y enterrado aquí puede consultar el
registro y comprobar si está en el archivo".

Curioso, en el listado de fusilados desconocidos aparece Daniel Cazón
Robles, abuelo del ex presidente de Cantabria y ex alcalde de
Santander, el conservador Juan Hormaechea Cazón. Daniel Cazón tenía 49
años cuando fue fusilado el 15 de octubre de 1937 y este hecho hizo
posible que el nieto autorizase a erigir monolitos con sus nombres y
su recuerdo en el cementerio municipal.

Antonio Ontañón fue citado y estuvo presente, como testigo de la
Memoria olvidada, en el juicio contra Garzón pero es muy consciente de
que a las familias y a los muertos por la represión franquista en
Cantabria las instituciones les desprecian. Dice: “No quieren saber
nada de nosotros, ni nos escuchan, ni nos contestan, ni nos reciben. Y
sin embargo se da la escandalosa paradoja de que anualmente viene a
Cantabria Maite Pagazaurtundúa, concejala del PSOE del País Vasco en
representación de una asociación de víctimas del terrorismo de ETA,
pues bien, cada vez que viene a Cantabria recibe 90.000 euros y a
nosotros ni un euro”.

En su libro "Rescatados del Olvido" figuran todos los nombres de los
jefes de piquetes y de los jueces miembros de los Consejos de Guerra
"Sumarísimos de Urgencia".

Un buen libro y un buen trabajo el de D. Antonio Ontañón Toca.

Mikel Arizaleta

 

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