Los viejos roqueros nunca muerden
Chavez no hace bien al enviar “misiones pedagógicas” a las comunidades, a los distritos, a los territorios indígenas, siempre para la forja de un Hombre Nuevo ideal que únicamente se consigue marginando, acosando y persiguiendo a aquellos Hombres Viejos insurrectos que no pueden subsistir en el horizonte de su “Revolución Bolivariana”, proyecto “moderno” a fin de cuentas, homogeneizador, pensable sólo en el horizonte de un Estado Centralizado y de unas consignas ideológicas altericidas. Y no hace bien Marcos, no hace bien la dirigencia del EZLN, al colocar la bandera mejicana por encima de todas las otras banderas –“banderas anarquistas y de la autogestión”, “banderas de la hoz y del martillo”, “banderas de los pueblos indios”, “banderas de las organizaciones de izquierdas”, “banderas de las ONGs”, “banderas de las familias”,... enumeraba en su mitin oaxaqueño del 2006. Suspiraba por un “sujeto colectivo” idealizado, un sujeto nacional.
Hablamos de “miserias” de la dirigencia zapatista porque es a todas luces abochornante colocar juntas, por un lado, las banderas oenegistas, sobre cuya vileza sobran los testimonios; las banderas de las “organizaciones de izquierdas”, que en muchos países del denominado Mundo Desarrollado están en el poder y gobiernan de hecho, reforzando por vías inteligentes, astutas, los intereses del Capital y de las Burguesías Hegemónicas; las “banderas de las familias”, que reconocemos de pesadilla todos aquellos que cometimos alguna vez la insensatez de apostar por el Número Dos (El y Ella bajo el techo de un mismo presidio coyungal) y hasta por el Número Tres (El, Ella y la víctima de los Dos); y, por otro, las banderas “de los pueblos indios”, las banderas “de la hoz y del martillo”, las banderas “anarquistas y de la autogestión”...
Más que al entendimiento, apelamos al “olfato”...
Los viejos roqueros cantaron bien en el pasado, e incluso se les pudo considerar “corrosivos”, mordaces. Cuando vuelven, hechos unos vejestorios elegantes, trafican con la nostalgia. Pero no muerden. En realidad, se han dejado sobornar por la “industria cultural”. Pueden gustar a unos cuantos ancianos que los amaron cuando todavía no eran ancianos y a demasiados jóvenes imbecilizados por los medios; pero sólo eso. No muerden. Y mienten.
Este es el caso del zapatismo institucional de nuestros días, que nada tiene ya que ver con aquel otro zapatismo insurgente de los 90. Por eso pudo hablar así de mal, tan desafortunadamente, Marcos en el zócalo de Oaxaca, apelando en primer lugar a la Patria, a la Nación y mezclando luego todos los “descontentos reales” (bandera indígena, bandera anarquista, quizá también bandera de la hoz y del martillo) con todos los “pseudo-descontentos” que se emboscan en el teatro de la disconformidad, resolviéndolo, cuando dejan caer el disfraz, en un demofascista reformismo del Capital y del Estado (banderas de las ONGs, banderas de las organizaciones de izquierdas, banderas de las familias).
Sólo hemos pretendido, con este escrito, aportar una percepción crítica al mitin del subcomandante Marcos en el zócalo de Oaxaca. Nosotros estábamos allí, acompañando y grabando al Sub, discutiendo también con él en la última noche. Y son nuestras las grabaciones, que, revisadas hoy a la luz de otros materiales, de otras experiencias y de otras noticias, nos han servido para derribar un ídolo.
No, a nosotros Marcos ya no nos convence. Marcos ya no nos engaña. Nos convencen y nos arraigan en la verdad las llamadas bases zapatistas, los campesinos indígenas que suscribieron el proyecto zapatista en la medida en la que lo sintieron asimismo como un respaldo y casi como un abrazo; nos convencen y nos arraigan en la verdad los ex-zapatistas que al final, observando su situación “real”, se pasaron al Mal Gobierno, conscientes de que vendían su alma al Diablo porque Dios o bien no era tan bueno o bien les servía de muy poco. Nos convencen los zapatistas “de raíz” que están empezando a mirar con ojos inclementes las estrategias mercantiles del liderazgo zapatista (rentabilización del turismo revolucionario, implicación en la sórdida industria contemporánea de la solidaridad) y el show, casi norteamericano, de sus mítines, charlas y comparecencias públicas (asunción de la racionalidad política clásica, a pesar de sus afeites vanguardistas, y, lo que es peor, admisión tácita de que se puede mentir, se debe mentir, cabe fingir, si con ello se ayuda a la Causa, llamada ahora “Otra Campaña”, terriblemente parecida, por cierto, y en lo profundo, a cualquier otra campaña, a todas las campañas “políticas” conocidas y por conocer).
Prefiero un Enemigo trasparente, rotundo, inequívoco, a un Amigo viscoso que me habla de Patrias, ONGs, Organizaciones de Izquierdas y Familias.