Mariátegui y los ?ismos?
“La manía iconizadora que convierte al pensamiento de Marx, Lenin, Trotsky o Mao, en signo de algo trascendente engendra defensores de la obediencia literal a la ley. Nosotros siguiendo a Mariátegui, preferimos una actitud libre y crítica frente a la doctrina”
Miguel Mazzeo
El próximo 14 de junio se cumplirán 115 años del nacimiento del peruano José Carlos Mariátegui, y el pasado 16 de abril se cumplieron 79 años de su fallecimiento, acontecido en el año 30 del pasado siglo a sus 35 años de edad. Si estas fechas nos sirven para reflexionar sobre su quehacer, bienvenidas sean. Su prolífica producción que abarca diversas temáticas (históricas, literarias, políticas, teóricas) sin necesidad de hacer culto a la personalidad nos refleja, indudablemente, a un hombre excepcional cuya herencia merece ser recordada, pensada y, por qué no, abiertamente disputada.
Como es ampliamente conocido, la filiación teórica fundamental de Mariátegui fue el marxismo. Ello que a priori podría hacer presuponer una homogeneidad de juicio entre quienes nos reivindicamos grosso modo parte de esta tradición de pensamiento, sabemos que no sólo no es así, sino que muchas veces es la mejor forma de agregar “leña al fuego”. Sin duda por divergencias reales, otro poco por una tendencia a la querella intestina y artificial en la que recurrentemente recaemos. Como quien “avisa no traiciona”, voy a pasar a hacer honor a la tradición, lo que por otra parte, como señalaría algún antropólogo, no deja de ser una forma de “cohesionar” a la tribu.
A principios de este año vio la luz un libro de Miguel Mazzeo, intitulado “Invitación al descubrimiento. José Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América”, de la editorial El Colectivo. Es un estudio sumamente interesante que abarca una cronología, un enfoque metodológico, una declarada perspectiva militante, una reflexión histórica y teórica sobre el pensamiento y la acción política del Amauta. Todo esto, no está de más señalarlo, con una pluma que incita a la lectura. El texto está articulado en torno a la reflexión sobre el concepto de “socialismo práctico” de Mariátegui, que Mazzeo analiza de primera fuente para apuntar a fundamentar su utilidad y su vigencia en la lucha actual por el socialismo latinoamericano.
Para el autor “Tal vez, todo Mariátegui se pueda resumir en la noción de elementos de socialismo práctico. Laten en ella el socialismo como camino, razón y fe, un camino dinámico, intelectual, sentimental, místico y práctico; el optimismo de la acción, la fuerza creadora, en fin, el trabajo preparatorio de la herejía. Lo más importante es que esa noción está hoy más viva que nunca”. Y en una interrogación que manifiesta intenciones se pregunta: “¿en qué aspectos se puede relacionar el pensamiento de Mariátegui con las experiencias de las organizaciones populares y los movimientos sociales de Argentina y Nuestra América? ¿Cuál es el aporte de Mariátegui a las actuales reflexiones sobre el poder popular y las construcciones populares que se reconocen en esa noción?”[1].
Casi al mismo tiempo en que finalizaba la detenida lectura del libro, me encontré en mis manos con la contratapa del seminario Hoy del PCR, con la clásica foto de perfil del peruano y un título en rojo: “La vigencia de Mariátegui”. El contraste entre el enfoque de Miguel Mazzeo y el del columnista del PCR, Germán Vidal, no podría ser mayor. Aún cuando sabemos que nos manejamos en el “archipiélago de los mil y un marxismos”, como diría el francés Daniel Bensaïd[2], no deja de sorprender las perspectivas diametralmente opuestas con que puede apuntar a reivindicarse y recuperarse un legado. Antes de pasar a los argumentos, alguien podría reprochar la desigualdad tendenciosa que puede existir en la tentativa de establecer un contraste polémico entre un libro y un artículo de un periódico político. Sin embargo, paradójicamente, es el texto más corto el que abunda en mayores definiciones y tiene lo que podríamos denominar argumentativamente una estrategia de cierre; mientras que el ensayo más largo es menos categórico y apunta a abrir un abanico de posibilidades.
En todo caso, esta situación no deja de indicarnos la necesidad de recurrir al estudio sistemático y menos panfletario de Mariátegui, y como señala Mazzeo “recomendar encarecidamente su lectura directa”. Anticipo al mismo tiempo que el ejercicio polémico de este texto quizá vaya contra la voluntad del propio autor del libro, quien en un pasaje del mismo señala que “es tan absurdo disputar la filiación de Mariátegui a identidades y tradiciones revolucionarias malogradas o desfasadas, con sus cánones convertidos en superstición, como sostener que Mariátegui ha sido 'tergiversado' y que en algún lugar subyace un Mariátegui puro. Nada más ajeno a la cultura política del propio Mariátegui, fundada en una 'filosofía de la praxis'”[3]. Coincidiendo con el señalamiento, no dejamos de considerar esclarecedora la posibilidad de establecer un contraste.
Miguel Mazzeo señala que “Nosotros pretendemos alejarnos de todos los 'ismos' que tienden (contradictoriamente) a la imposición de las tesis emancipatorias. Pero esto no significa negar la especificidad de nuestra apropiación. La diferencia, tal vez, radique en que nosotros, comprometidos con la tarea de producir un pensamiento propio y construir aquí y ahora poder popular e instancias de contrahegemonía, necesitamos de un Mariátegui que alumbre nuestras prácticas, nuestros proyectos, y no uno que confirme nuestras categorías y concepciones prefabricadas (aunque esta operación se disfrace de 'recuperación crítica'). Nosotros nos asumimos lisa y llanamente como continuadores (críticos) de Mariátegui”[4].
Vayamos entonces a los argumentos de Vidal: “Los revisionistas del marxismo han hecho con Mariátegui lo que con otros dirigentes marxistas, tergiversando sus opiniones, y tejiendo una leyenda, en un intento de buscar fundamentos 'ilustres' para sus posturas del presente. Así, nos presentan un Mariátegui 'independiente', vinculado a las corrientes opositoras a Stalin, 'creador' y distanciado del 'pensamiento dogmático' ". Luego Vidal continua con una cita de Otto Vargas (secretario general del PCR de Argentina desde su fundación, en 1968): “los revisionistas no levantan al Mariátegui que fundó el Partido Comunista de Perú…levantan a Mariátegui de 1923, 1925, cuando su pensamiento estaba en formación, y era una mezcla de sindicalista revolucionario y de comunista, una mezcla de marxista y de Sorel, desde el punto de vista filosófico. Y lo levantan los revisionistas, porque ellos han tenido que liquidar la base doctrinaria del Partido Comunista. Ellos ya no son marxistas-leninistas, ahora se dicen marxistas, guevaristas, mariateguistas, gramscianos, fidelistas, cookistas”[5].
Como puede observarse el contraste es total, puesto que el PCR se propone hacer precisamente lo que Mazzeo rechaza, la búsqueda de un “Mariátegui puro”. En este caso un marxista-leninista a su medida (para el PCR esto significa adscribir al pensamiento de Marx, Engels, Lenin, Stalin, a lo que se sumaría Mao como síntesis posteriormente), que intenta ser “tergiversado” por todo tipo de “revisionistas”. No es casual por otra parte [ver] contra quiénes Otto Vargas apunta sus dardos, precisamente contra los militantes populares que de una u otra manera nutrimos nuestro pensamiento y acción, además de Carlos Marx, de Ernesto Guevara, José C. Mariátegui, Antonio Gramsci, Fidel Castro y John William Cooke. Entre tantos otros, por supuesto.
Pero todos estos pensadores y militantes, aún con sus particularidades históricas, personales y geográficas, son parte de lo que puede englobarse bajo la “filosofía de la praxis”, es decir un marxismo crítico que cuestiona el economicismo y el determinismo, y coloca al sujeto en el centro del análisis y del cambio en el proceso histórico. Sin hacer una descripción detallada que alteraría los fines de este escrito, podemos sintetizar las características concretas que los unen y que los hacen intragables para los dogmáticos.
El Che Guevara fue quien inspiró con el método guerrillero, la construcción del hombre nuevo y los estímulos morales a las generaciones de los sesenta y los setenta. Mariátegui quien cuestionó el evolucionismo positivista y reivindicó la tradición comunitaria incaica y colocó a los indígenas como sujeto de la lucha por la revolución socialista. Gramsci, un teórico destacado que fue crítico del dogmatismo soviético, del sociologismo y el economicismo y cuestionó a quienes pretendían con fórmulas “meterse toda la historia en el bolsillo”. Fidel, el padre y el referente de la revolución cubana, un “aventurero” que cuestionó en los hechos el reformismo stalinista, y que como tal pudo resistir nada más ni nada menos a la caída del “socialismo real”. Cooke, un implacable crítico del legalismo del PC, defensor de la línea insurreccional para desarrollar las tendencias obreras y revolucionarias del proscripto movimiento peronista, precursor de la nueva izquierda y de las formaciones político-militares en nuestro país. No es casualidad que sea este “revisionismo” el que Vargas rechace con tanto encono.
Por detrás de todo esto, también se encuentra esta necesidad que el autor tiene de partir a Mariátegui en dos. Un primer Mariátegui soreliano y meramente sindicalista; y un segundo Mariátegui iluminado, defensor del marxismo-leninismo. Esa es la principal preocupación de Vidal, porque para reivindicarlo ellos necesitan un Mariátegui fanático del PC (no es casualidad que en todo el artículo no se señale nada sobre las conocidas polémicas con la Internacional Comunista, y la hostilidad de Vittorio Codovilla hacia él) que deje atrás las influencias “extrañas”, y por ello termina el artículo señalando: “Estos sectores remarcan tesis de Mariátegui que se demostraron erróneas, tratando de destacar lo que en él había pasado a ser secundario (su origen soreliano), minimizando lo principal, su adscripción al marxismo-leninismo y adhesión explícita a la Internacional Comunista”.
Independientemente de que este intento no resiste el menor análisis histórico, puesto que si bien existió un desarrollo de Mariátegui hacia posiciones más claramente marxistas, jamás rechazó sus anteriores influencias, y de hecho su contacto con el marxismo comenzó en la Italia de principios de los 20 con las influencias de Antonio Labriola, de Benedetto Croce, de Piero Gobetti y del francés Georges Sorel; el problema de fondo es que “Mucho se ha discutido sobre el 'sorelismo' de Mariátegui. Para muchos, la admiración que Mariátegui profesaba por Sorel era un síntoma inequívoco de las falencias de su marxismo. Esto era así (y es, evidencia de por medio, agregamos nosotros) principalmente para aquellos que, en aras de la pureza, le negaron a Mariátegui y a todo marxista perspicaz la posibilidad de dialogar con otras corrientes no marxistas, es decir, interactuar con la cultura de su tiempo. Para el marxismo dogmático, todo lo que rompe con el monolitismo suele ser concebido como una 'confusión' ”[6].
La reivindicación de la influencia soreliana en el marxismo por parte de Mariátegui, esta orientada a destacar la acción de los sujetos (los oprimidos, los hombres y las mujeres de carne y hueso) para modificar las circunstancias, contra las concepciones positivitas que conducen al fatalismo y la pasividad. Así, en sus textos que serán recopilados después de su muerte como “Defensa del marxismo”, Mariátegui indicaba que
“La herejía es indispensable para comprobar la salud del dogma. Algunas han servido para estimular la actividad intelectual del marxismo, cumpliendo una oportuna función de reactivos. De otras, puramente individuales, ha hecho justicia implacable el tiempo. La verdadera revisión del marxismo, en el sentido de renovación y continuación de la obra de Marx, ha sido realizada, en la teoría y en la práctica, por otra categoría de intelectuales revolucionarios. Georges Sorel, en estudios que separan y distinguen lo que en Marx es esencial y sustantivo, de lo que es formal y contingente, representó en los dos primeros decenios del siglo actual, más acaso que la reacción del sentimiento clasista de los sindicatos contra la degeneración evolucionista y parlamentaria del socialismo, el retorno a la concepción dinámica y revolucionaria de Marx y su inserción en la nueva realidad intelectual y orgánica. A través de Sorel, el marxismo asimila los elementos y adquisiciones sustanciales de las corrientes filosóficas posteriores a Marx. Superando las bases racionalistas y positivistas del socialismo de su época, Sorel encuentra en Bergson y los pragmatistas ideas que vigorizan el pensamiento socialista, restituyéndolo a la misión revolucionaria de la cual lo había gradualmente alejado el aburguesamiento intelectual y espiritual de los partidos y de sus parlamentarios, que se satisfacían, en el campo filosófico, con el historicismo más chato y el evolucionismo más pávido (…) Sorel, esclareciendo el rol histórico de la violencia, es el continuador más vigoroso de Marx en ese período de parlamentarismo social-democrático (…) Las reflexiones sobre la violencia parecen haber influido decisivamente en la formación mental de dos caudillos tan antagónicos como Lenin y Mussolini. Y Lenin aparece, incontestablemente, en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista”[7].
No es casualidad entonces, que en un mismo párrafo Vargas rechace las influencias sorelianas en Mariátegui y acuse de “revisionistas” al Che, Gramsci, a Fidel y Cooke, puesto que como señaló este último allá por el año 67 “En último caso siempre es preferible ser derrotado o muerto con el Che Guevara, que acertar y triunfar con Vittorio Codovilla. Sobre todo, mucho más alegre”[8].
Luego en Aniversario y balance, editorial de la revista Amauta de septiembre de 1928 (es decir no el Mariátegui de 1923, 1925 como dice Vargas, sino el “declaradamente marxista”), el peruano señalaba: “Capitalismo o Socialismo. Este es el problema de nuestra época. No nos anticipamos a las síntesis, a las transacciones, que sólo pueden operarse en la historia. Pensamos y sentimos como Gobetti que la historia es un reformismo más a condición de que los revolucionarios operen como tales. Marx, Sorel, Lenin, he ahí los hombres que hacen la historia”[9].
Este es el espíritu mariateguiano que las nuevas generaciones tenemos que retomar, cuando las luchas populares, los proyectos emancipatorios y la misma posibilidad del socialismo empiezan a renacer en las nuevas condiciones históricas latinoamericanas, de la mano del incansable pueblo cubano, de los indígenas bolivianos, de los sin tierra brasileños y del bravo pueblo bolivariano. Por eso terminamos con la siguiente recomendación de Mariátegui, que no por repetida deja de tener un enorme valor: “El socialismo, en fin, está en la tradición americana. La más avanzada organización comunista, primitiva, que registra la historia, es la inkaica. No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano. He aquí una misión digna de una generación nueva”[10].
[*] Estudiante de Historia, UBA. Militante de La Mella
Notas
[1] Mazzeo, Miguel, Invitación al descubrimiento. José Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América, Buenos Aires, El Colectivo, 2008, p. 64 y 65.
[2] Ver Bensaäid, Daniel, Marx intempestivo. Grandezas y miserias de una aventura crítica, Buenos Aires, Herramienta, 2003.
[3] Mazzeo, Miguel, op. cit., p. 52.
[4] Mazzeo, Miguel, op. cit., p. 57.
[5] Vidal, Germán: “La vigencia de Mariátegui”, en Semanario hoy, del Partido Comunista Revolucionario de la Argentina, 15 de abril de 2009. Las citas posteriores corresponden al mismo artículo.
[6] Mazzeo, Miguel, op. cit., p. 100.
[7] Mariátegui, José Carlos, “Defensa del marxismo”, en Baeza, Francisco (selección), Obras José Carlos Mariátegui, Tomo I, La Habana, Casa de las Américas, 1982, p. 124 y 125.
[8] Cooke, John William, La lucha por la liberación nacional, Buenos Aires, Papiro, 1971, p.105.
[9] Mariátegui, José Carlos, “Aniversario y balance”, en Baeza, Francisco (selección), Obras José Carlos Mariátegui, Tomo II, La Habana, Casa de las Américas, 1982, p. 243.
[10] Mariátegui, José Carlos, “Aniversario y balance”, en Baeza, Francisco (selección), op. cit., p. 242.