Memoria histórica y Revolución Social
Lo que no puede permitir el poder de ninguna manera es que esos cadáveres puedan hacer resurgir los ideales emancipadores por los que lucharon esas personas, que distan tanto del modelo socio-político que nos imponen hoy. Quizá el poder permita, de forma no muy escandalosa, que se recuperen los muertos, pero nunca querrá permitir que se recuperen las ideas. No puede tolerar que se recupere la acción.
Por tanto actuaran igual que actúa el poder, igual que los fascistas, aquellas organizaciones por la recuperación de la memoria histórica, que se dediquen a desenterrar cadáveres enterrando las ideas, fusilando la acción. Actuaran igual que los fascistas, aquellas asociaciones que besen la mano que sustenta la desigualdad y adoren la institución contra la que lucharon sus antepasados. Serán fascistas y como tales serán tratados.
Las denominadas derechas e izquierdas parlamentarias (burguesías gobernantes del estado español) han puesto especial empeño en ocultar las luchas de nuestros antepasados, que dieron la vida por abolir las clases sociales. Los pactos políticos y económicos acordados en el periodo histórico llamado sutilmente transición, fueron hábilmente trazados por la clase empresarial y capitalista.
El aperturismo democrático sabía que era necesario reconocer una serie de libertades formales para perpetuar la explotación. La vieja España fascista se quedaba anquilosada en una tiranía militar evidente. Mientras tanto el resto de occidente bailaba hábilmente el nuevo son del neoliberismo. La evolución capitalista tecno-industrial se adaptaba a otros parámetros productivos más eficaces y más democráticos.
Este proceso histórico, vanagloriado continuamente hasta nuestros días por todos los partidos políticos (con el PCE a la cabeza) tuvo consecuencias en todos los ámbitos de la vida. Los movimientos sociales más dependientes -sobre todo ideológicamente- de las estructuras del poder fueron progresivamente desmontados. No escapaba a este gran pacto político la cuestión de la memoria histórica.
Se hablaba de pagar la Paz Social. Un coste político y vital consistente en que la clase trabajadora ceda su libertad para que los empresarios sigan engordando sus bolsillos. "No puede estallar otra guerra", decían. "Ni puede remover otra vez el odio", afirmaban La tragedia como antesala de la injusticia. Movían una hábil ficha en el tablero de la productividad.
Muestra de ello fue la falsa amnistía democrática que se nos vendió como una victoria parlamentaria hacia el pueblo. Una amnistía falsa en la que se ponía en libertad a los presos políticos que veían con buenos ojos la democracia capitalista. Mientras tanto continuaban presos quienes habían sido rebeldes contra las cárceles -sirva como ejemplo la COPEL*- y contra la maquinaria explotadora, con ciertos aires renovados, que se ponía en marcha en el exterior. Presos como los de ETA tampoco fueron amnistiados pues el nuevo poder constitucional no podía de ninguna de las maneras consentir que se hablará del tema de la autodeterminación.
La mayoría de los presos políticos y sociales, juzgados por tribunales franquistas, permanecieron presos a pesar de la maravillosa amnistía con la que se lavaron la cara el Rey, Suarez y las fuerzas que tenían la poca vergüenza de denominarse antifascistas, como el POSE, el PCE y sus respectivos sindicatos correas: UGT y CCOO.
La mayoría de los carceleros, de los jefes de prisiones, guardias civiles y altos cargos militares continuaron en sus puestos para siempre. Otros fueron recolocados en diversos puestos de poder, valga como ejemplo que a día de hoy Rodolfo Martín Villa (ex ministro franquista) sea presidente de SOGECABLE, empresa perteneciente al poderosísimo grupo PRISA.
He aquí una victoria del capitalismo democrático frente al capitalismo franquista, más bien una connivencia entre ambos: comprar a los lideres del viejo régimen, perpetuándolos en el poder y atiborrándolos de dinero, a cambio de que accedieran a pequeñas modificaciones formales y, a fin de cuentas, se sumaran a la tecnificación de la opresión.
Ahora vemos continuamente al PSOE -y a toda su macabra maquinaria de intelecualoides y periodistas- hablando de la importancia de recuperar la memoria histórica. Eso si, despojando de cualquier contenido revolucionario dicha recuperación. Planteando las luchas pasadas, contra cualquier forma de explotación, por la lucha de la actual democracia. Es decir, por la defensa de un régimen político-económico que propicia interesadamente toda las formas de explotación. Así, de la noche a la mañana, los que luchaban por la libertad ahora parece que lucharon por la falta de ésta.
Los debates por la memoria histórica se han convertido generalmente, incluso los protagonizados por los movimientos sociales y organizaciones anticapitalistas, en tristes hechos anecdóticos que ignoran lo más esencial del asunto. El radicalismo más palpable en estos eventos es la defensa acérrima por la II Republica como un Estado liberador no conocido en la historia.
Se entierra que hubo un tiempo, que empezó allá por el 19 de Julio del 36, en el que la clase trabajadora fue capaz, en diferentes territorios del estado español, durante prologados meses, de manera coordinada, de organizarse y hacer desaparecer la propiedad privada, el capital, la administración, el trabajo asalariado, la cárcel, incluso el dinero... Una sociedad colectivizada y autogestionada que ponía en práctica los principios básicos del comunismo libertario, que era capaz de combatir contra el fascismo alejándose de los principios militaristas que lleva implícito cualquier ejercito.
Se entierra que el Estado republicano torturó, asesinó, creó campos de concentración para los revolucionarios, hacinó en cárceles a los trabajadores, que además de ganar la guerra, estaban haciendo la revolución. Se olvidan de decir que la Republica se negó a entregar al pueblo las armas para combatir el fascismo y que nunca movió ficha -sólo para salvarse el culo- a sabiendas del golpe de estado franquista. Curiosamente se olvidan las tremendas medidas antiobreras tomadas por los políticos republicanos. Una República que siempre se doblegó ante las exigencias burguesas y sólo introdujo cambios políticos que permitieran establecer un equilibrio entre dichas exigencias y la potente presión popular de las masas obreras insurrectas.
Y ahora, esa republica, se nos planeta como el mejor de los mundos que no pudo ser y que a lo que mas que se le puede perecer es esta mercantilista democracia. Ya no hay más salida, es el fin de la historia, el fin de la lucha de clases, el fin de la Revolución Social. Es el perpetuo presente de occidente y su cruzada contra el terrorismo.
Se habla en clave partidista de la memoria histórica. Se olvida interesadamente que la mayoría de las personas que murieron lo hicieron por la libertad, no por ningunas siglas
La recuperación del memoria histórica ha sido un ave de rapiña de la que no se libran ninguna sigla para decir "Yo más". No podemos atribuiros la verdad en dicha recuperación, simplemente construir un escenario de debate desde una óptica anticapitalista para, entre todxs, poder reconstruirla con el único objetivo de que no caiga el olvido, para poder aplicar aquellos principios revolucionarios aquí y ahora.
¿Qué sentido tiene reivindicar dicha revolución? ¿Se pueden aplicar esos principios hoy? Si es así ¿Cómo? ¿Es la clase obrera un factor determinante en un proceso revolucionario? ¿Y las luchas obreristas? ¿En que ha cambiado la sociedad desde entonces? ¿En que lo han hecho los sistemas de control? ¿Cómo avanzar hacia la búsqueda de la libertad?
Veamos en queda todo esto.
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*La COPEL (Coordinadora de Presos en Lucha) fue una organización que existió en el Estado Español, dentro y fuera de la cárcel (grupos de apoyo a la COPEL) que organizó, principalmente en la "transición", diferentes actos de protesta contra el sistema carcelario. Protestas como ajusticiamiento de carceleros, motines reivindicativos, fugas, huelgas de hambre y un largo etc.... de luchas en prisión.
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