El velo y la corbata
El velo que las mujeres tienen que llevar obligatoriamente en algunos países islámicos, es lamentable, desde luego. Pero aún más lamentable es la actitud de muchos occidentales que se creen superiores o más civilizados porque nuestras mujeres pueden ponerse o quitarse lo que les venga en gana. Esos bobos occidentocéntricos se olvidan de varias cosas. Por ejemplo, de la corbata.
En Occidente, la mayoría de los hombres se ven obligados a llevar corbata en su trabajo y en muchos lugares y situaciones. Y la corbata, amén de antifuncional y ridícula, es tan lamentable como el velo. Es clasista y es, sobre todo, machista: es el estandarte del “señor”, que lo distingue tanto de la mujer como del obrero, y, junto con su inseparable chaqueta, constituye el uniforme del macho dominante.
La mujer, cuando se pone “elegante” (es decir, cuando reafirma su estatuto social mediante la indumentaria), tiene innumerables opciones. El varón, sólo una: el uniforme. ¿Y quiénes llevan uniforme? Los militares, los policías, los curas... Es decir, las personas cuya pertenencia a un cuerpo o estamento determinado les confiere algún tipo de autoridad.
La corbata es un símbolo (uno de los más relevantes, a pesar de su inofensiva apariencia ornamental) de nuestra cultura patriarcal y clasista. La corbata es vanidosamente reaccionaria, chillonamente falocrática. Desconfiemos de los que la eligen. Y combatamos a los que la imponen: no son mejores que quienes obligan a llevar velo o cuelgan crucifijos en las aulas donde los niños deberían aprender a pensar.
Otro día podríamos hablar de los zapatos de tacón...