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Pensamiento :: 18/11/2005

Reporteros sin pelos en la lengua

Carlos Tena
Sus señorías de la madrileña Carrera de San Jerónimo, azuzados por los terroristas mediáticos que componen el colectivo Reporteros Sin Fronteras (Éticas), se disponen, por iniciativa de ¡¡Izquierda Unida¡¡, a dotar a los profesionales del periodismo de un nuevo ordenamiento

La aparición en escena del colectivo al que pertenezco, Reporteros Sin Pelos en la Lengua (denominación a la que al final puede añadirse el término referente al idioma del periodista), que comenzara su andadura en los tiempos de Homero, está poniendo nervioso a los gobiernos de aquellos países, que han aceptado de facto que George W. Bush es el nuevo César del Imperio Yanqui, Sumo Sacerdote de la Demosgracias a la Incultura, y Gran Violador de las Leyes Internacionales.

La pleitesía que se rinde al nuevo Calígula va más allá de todo lo imaginable, incluso en tiempos de los faraones. Pocos son los que se atreven a tomar el papiro y denunciar los desmanes del poderoso, conscientes de la ausencia de un Espartaco del periodismo que pudiera rescatar a la deontología profesional, encerrada en una oscura prisión: la del miedo a perder el salario, la del pavor a la pobreza, la desesperación ante el paro laboral.

Para colmo de desdichas, el papiro dejó de tener una importancia relativa cuando las ondas hertzianas entraron en el juego de la comunicación universal, emitiendo mensajes optimistas sobre la realidad, que en un principio fueron digeridos con cierta ingenuidad, para poco más tarde, en pleno siglo XX, comenzaran a ser manipulados para convencer a los pobres esclavos de la llamada "sociedad del bienestar", de que ese status no era posible excepto para un 50% (exagerando sumamente la cifra) de los seres humanos que pueblan el globo terráqueo.

El mandato del Príncipe de la Mentira, apoltronado en la Domus Alba de las tierras del norte de América, ha sido aceptado en estancias gubernamentales de todo tipo, comisiones, colegios profesionales, colectivos sociales afines a la concepción hitleriana del orbe, iglesias y sectas cristianas de variado pelaje, amén de ejércitos educados en la represión, tortura y fusilamiento como pilar de su formación espiritual.

Muchos de los partidos políticos de corte socialista, que hace treinta años se regían por unos estatutos en los que aún existía ideología, fueron invadidos por personalidades pertenecientes al ámbito de la economía de mercado, con el único objetivo de cercenar todos aquellos artículos que pudieran ser interpretados por los militantes, como llamadas a la justicia social, la revuelta contra la corrupción o la lucha contra la injusticia. Abandonando principios, pronto se llegó al final. ¿Verdad, Tony Blair?

Circunscribiéndonos a la política española, el PSC, por ejemplo, mantiene distancias mínimas de sus homólogos madrileño o andaluz; la derecha que representa el PNV de Euskadi parece izquierda cuando se comparan sus objetivos con el PSOE de Extremadura; la IU castellana semeja en buena parte al PSE del País Vasco, mientras que la EB vasca podría pasar por partido abertzale comparado con los socialistas aragoneses o esa labordetiana xunta que, a su vez, semeja un partido comunista ortodoxo al lado del PP andaluz. La ceremonia de la confusión está servida, para vergüenza de quienes comprendieron y compartieron los idearios de Pablo Iglesias, Telesforo Monzón, Francesc Macià o Blas Infante.

En ese estado de cosas, sus señorías de la madrileña Carrera de San Jerónimo, azuzados por los terroristas mediáticos que componen el colectivo Reporteros Sin Fronteras (Éticas), se disponen, por iniciativa de ¡¡Izquierda Unida¡¡, a dotar a los profesionales del periodismo de un nuevo ordenamiento. La violación está servida. Los pantalones y faldas, en el suelo. Y el Parlamento español del siglo XXI, ridículo ante el recuerdo de lo que fue en 1979, se ha situado por arte de travestismo no ya como cámara Baja, sino bajísima, en los sótanos de la democracia, en las alcantarillas de la pretendida representatividad.

Si cualquier persona, incluso la que no es experta en derecho, sabe que la mejor ley de Partidos Políticos es el Código Penal, el óptimo estatuto periodístico es el de la libertad de expresión, sujeta precisamente a ese mismo compendio de leyes. Lo que sus señorías se disponen a discutir en el foro de las Cortes, no es otra cosa que pornografía parlamentaria, con el ánimo de legalizar la violación de todos los ordenamientos que hoy hacen posible la información objetiva, veraz y contrastada, contra las mentiras constantes y manipulaciones diversas que se publican en buena parte de la los medios de comunicación españoles. De los políticamente correctos, faltaría más.

El éxito mediático de las llamadas páginas de contra-información, han tomado el relevo a esas gacetillas sin credibilidad, que se sostienen en buena parte gracias al dinero que se desprende de los anuncios apodados de manera eufemística como de "masajes especiales" (que no son sino variopintas ofertas de Prostitución Sin Fronteras), sirve para abonar los sueldos de esos periodistas tan preocupados por la libertad de prensa. De la suya, que no de la de miles de colegas que intentamos combatir su vesania, sencillamente escribiendo. Y hasta eso nos quieren quitar: el derecho a la existencia. El derecho a la palabra.

Reporteros Sin Fronteras (Morales) se convirtió desde su nacimiento en las cloacas de la Casa Blanca, merced a las inyecciones de miles de euros y dólares de dudosa procedencia, con aroma a pólvora y sexo fácil, en un patético intento por silenciar la batalla de la verdad, la objetividad y el rigor informativo. Europa entera ha cerrado filas (salvo excepciones puntuales) ante El Emperador de Washington, ese mismo al que el colectivo canadiense Abogados contra la Guerra ha denunciado como "culpable de tortura", mientras los miembros de los tribunales supremos del resto del mundo civilizado esconden sus posaderas (y sus rostros enrojecidos por el rubor de la vergüenza), perdiendo la oportunidad de poner en práctica lo que estudiaron, hace ya muchos años, en la Universidad. ¿Para qué les sirve el derecho ya existente, los miles de artículos con los que hasta ahora se regían las Naciones Unidas?

El César se ha encargado de mostrarles su mejor arma democrática: la amenaza de la fuerza bruta. Ante el argumento, nada que objetar, excepto un pequeño detalle: aún somos millones los que podemos dar otra batalla desde las trincheras de las ideas, como afirmaba Martí, desde la dignidad de las revoluciones cubana y bolivariana. No todo está perdido mientras exista la rebeldía, la insurgencia y la resistencia al imperio. Por mucho que nos quieran meter en el paquete "terrorista", saben muy bien que las bombas las ponen ellos.

Y si hasta eso quisieran evitar (por aquello de guardar las formas), bien pueden ponerlas en la calle utilizando sus ejército de Posadas Carriles: Bosch, Zoé Valdés, Carlos Alberto Montaner, Vargas Llosa, Savater, Aznar, Jiménez Losantos, Moragas, Modroño, y demás Reporteros de la Sangre. Aquí estamos, nosotros no matamos.

Insurgente

 

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