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Asturies :: 15/03/2010

Se incineran recursos, no basura

Miguel Ángel Llana
El Gobierno de Asturias y el Ayuntamiento de Gijón, PSOE-IU, atentando contra el medio ambiente y la salud, apuestan por las grades inversiones, no por el empleo

Se propone la incineración como método ineludible para poder eliminar los residuos urbanos añadiendo que se pueden obtener “energía” y que carecen de efectos perjudiciales porque técnicamente todo el proceso está controlado. Sin embargo, sólo se aporta como argumento la limitación de los vertederos pero sin ningún otro dato sobre las consecuencias de la incineración. Tampoco se plantea ninguna otra solución como pudiera ser el reciclado, la selección, una política de reducir embalajes y envases o cualquier otra alternativa.

De este modo, la propuesta cerrada y sin argumentos para incinerar -es decir, quemar, destruir- como única solución, es una imposición y, así planteado, no cabe la discusión. Pero sí hay, sí existen, otros planteamientos, otras consideraciones y, sobre todo, serios motivos para adoptar otras medidas.

Sí hay datos que apoyan el tratamiento de las basuras y no su incineración, cuando además, las basuras urbanas no son el problema. El total de residuos recogidos en Asturias en 2009 fue de 4,2 millones de toneladas, sólo 526.000 toneladas fueron residuos urbanos de los que sólo se han reciclado el 10%, una cantidad irrisoria muy por debajo de cualquier cifra razonable. El volumen importante de los residuos son escorias, cenizas y otros deshechos procedentes de las centrales térmicas y de actividades industriales como lo son la metalurgia del hierro, aluminio, zinc, etc.

Los residuos urbanos sólo representan el 12,5% del total y, si además, pueden ser reciclados hasta en un 70% o más, ¿dónde está el problema? Con la incineradora prevista de 450.000 toneladas/año, supondría “quemar” el 86% de los residuos urbanos lo que implicaría una renuncia expresa del reciclado. Y, la incineradora también generaría más de un 20% de residuos sólidos, además de toda la contaminación atmosférica, es decir, lanzaría al aire un 80% de los residuos y al vertedero un 20% de cenizas altamente concentradas más difíciles de tratar que el 30% de residuos no reciclables. Muchas y muy variadas son las razones, y las necesidades, para apostar decididamente por el aprovechamiento exhaustivo de los residuos.

Porque los recursos de la Naturaleza son escasos y, algunos, ya han entrado en la fase de agotamiento. En cambio, la actividad económica y el planteamiento político actúa y se comporta como si fueran ilimitados y, en el caso de los que son renovables, como si su capacidad de recuperación fuera instantánea y no de siglos. Y, aún habría que añadir el deterioro sobre el medio ambiente en el que vivimos y que afecta a la propia salud.

El actual modelo de "usar y tirar" no es sostenible, agrede al medio ambiente y despilfarra las limitadas materias primas; unas porque provienen de yacimientos que tienen unas reservas concretas y, otras, porque aún siendo renovables, lo son a muy largo plazo.

A diario extraemos recursos para transformarlos en productos de los que apenas aprovechamos una pequeña parte y, el resto, es catalogado como "basura" creando, además, un grave problema dada su gran cantidad y poder contaminante. Aparte de la necesidad de una política que limite envases y embalajes, el reciclaje es obligado, no sólo para resolver el problema de la cuantiosa basura generada sino, precisamente, para convertir esta "basura" en recursos útiles mediante el adecuado tratamiento.

Sin aportar argumento alguno, salvo el inexistente agotamiento de los vertederos, la incineración no es más que desperdiciar una importante fuente de materias primas tan necesarias en la agricultura y para otras actividades industriales. La incineración produce una importante emisión de dioxinas, furanos, CO2 y otras micro partículas, cenizas volantes, extremadamente nocivas para la salud.

Quemar y destruir no es ningún invento y, mucho menos, una solución propia de una comunidad que se dice "desarrollada". En tiempos de crisis y de paro se plantea una incineradora de 250 millones, más sobrecostes, -negocio seguro para algunos- que han de pagar los ciudadanos y que choca frontalmente con la recogida selectiva de la basura urbana que, además, crearía numerosos puestos de trabajo.

El estilo depredador –incendiario, destructor- se ha apoderado del modelo económico y de los dirigentes políticos hasta tal punto que lo que es rentable y aprovechable lo han convertido en un problema y, que además, es mucho más costoso. Se relegan avanzadas técnicas de selección y reciclaje para recurrir a lo “fácil” como es quemar en vez de propiciar el reciclaje selectivo y la reutilización.

El modelo agrícola industrial intensivo y extensivo ejerce tal presión sobre el suelo que ha provocado una pérdida masiva de materia orgánica y de fertilidad que se intenta suplir con abonos químicos que nunca podrán aportar los nutrientes orgánicos necesarios. Cuanto más se satura el suelo con abonos nitrogenados tanto más reducen su fertilidad, la retención de agua y de CO2, todo ello como consecuencia directa de la pérdida de materia orgánica provocada por los abonos químicos. En las últimas décadas, los 60 o 70 minerales que el suelo aporta a las frutas, hortalizas, etc, se han reducido a casi la mitad dada la pérdida de minerales y de materia orgánica. Los productos orgánicos contenidos en la basura debieran recuperarse, mediante el compostaje, para mejorar la fertilidad de los suelos cultivados y no para ser destruidos, quemados. Y, aún habría que añadir que los fertilizantes actuales provienen principalmente de los combustibles fósiles, para mayor incertidumbre.

A nivel mundial, la explotación de los yacimientos del conjunto de los minerales ya han superado el 60% de sus reservas y, en algunos casos, sólo quedan minerales para 20 años, pero, en cambio, sólo se reciclan, se recuperan, menos de la mitad de los metales consumidos. Esta situación se agrava porque una buena parte de los yacimientos se encuentran “concentrados” en China, Australia y África del Sur.

El rendimiento energético neto de la incineración es desfavorable porque aunque sí es posible obtener energía con la combustión y fermentación de estos residuos, siempre va a ser menos energía de la que será necesaria para volver a obtener estos productos. Todo ello sin contar con que el 80% de la basura quemada, no desparece, se lanza al aire, al agua y a los cultivos.

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