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Carlo Frabetti, Anti Patriarcado :: 15/10/2009

Sobre la prostitución

Carlo Frabetti - La Haine
Diálogos plutónicos 3 :: Lo que hay que abolir no es la prostitución, sino el capitalismo, que todo lo convierte en mercancía y, antes o después, en basura

-¿Cómo puedes estar en contra de la abolición de la prostitución?

-Entre otras cosas, por la misma razón que estoy en contra de la “condena del terrorismo”: porque los términos no están bien definidos.

-¿Cómo que no? Todo el mundo sabe qué es la prostitución y qué es el terrorismo.

-En absoluto. Mucha gente confunde la prostitución con la explotación sexual y el terrorismo con la violencia no gubernamental.

-¿Y no son lo mismo?

-No. Por supuesto, la prostitución puede ir unida a la explotación sexual, del mismo modo que la construcción puede ir unida a la explotación de la mano de obra; y sin embargo nadie pide que se dejen de construir edificios.

-Pero la mayoría de las prostitutas son explotadas por mafias o por proxenetas.

-Aun suponiendo que así fuera, también la mayoría de los obreros son explotados. ¿Vamos a abolir la industria para acabar con la explotación?

-No es lo mismo. La industria es necesaria, mientras que la prostitución es una lacra.

-Muchas de las cosas que la industria produce actualmente en los países ricos, no solo no son necesarias, sino que son perjudiciales para la humanidad y para el planeta.

-Pero la sociedad actual no puede funcionar sin un alto grado de industrialización.

-La sociedad actual tampoco puede funcionar sin un alto grado de prostitución. La mayoría de las personas alquilan su cuerpo y/o su mente al mejor postor.

-Estás mezclando la prostitución real con la metafórica. No es lo mismo alquilar tu fuerza de trabajo que alquilar tu sexualidad.

-No, no es lo mismo. Pero elegir qué parte de tu cuerpo o de tu mente alquilas es, o debería ser, una decisión personal. Una licenciada en derecho que ejercía la prostitución me dijo: “Prefiero aguantar a un cliente diez minutos que a un jefe ocho horas por el mismo precio”. Por otra parte, incluso lo que llamas “prostitución real” es indispensable para el funcionamiento de nuestra sociedad. Dicho de otro modo, la mercantilización del sexo es un aspecto fundamental de la sociedad de consumo.

-¿A qué llamas “mercantilización del sexo”? ¿No es otra forma de denominar la prostitución?

-La mayoría de la gente solo entiende por prostitución el hecho de acostarse con alguien a cambio de dinero. Pero el matrimonio de conveniencia, ¿no es también una forma de prostitución? Por no hablar de sus innumerables variantes leves y difusas, como ponerse una blusa escotada para conseguir un empleo. En algún momento y en alguna medida, la mayoría de la gente comercia con el sexo.

-Tal vez. Pero, como tú mismo has señalado, hay formas leves y menos leves de hacerlo.

-Que dependen de las necesidades, las posibilidades, la sensibilidad y los escrúpulos de cada cual. ¿Quién tiene derecho a decir hasta dónde se puede llegar? Lo que nos lleva a otra cuestión que, por sí sola, basta para convertir el abolicionismo en una intolerable forma de injerencia en la vida privada de las personas: la imposibilidad de tipificar la prostitución.

-Si lo que quieres decir es que puede haber casos dudosos...

-Salvo en el caso de los inequívocos anuncios de los periódicos (que, paradójicamente, casi todos toleran), el “comercio carnal” siempre es dudoso. Si una mujer se me acerca por la calle y me propone que la acompañe, ¿quién tiene derecho a decir que lo hace por dinero y no movida por un súbito arrebato amoroso?

-Es evidente, por la forma de vestir, la zona...

-Hay “zonas”, como las discotecas, donde la gente liga con frecuencia y donde las mujeres suelen ir vestidas de forma “provocativa”. Pero no sería posible, ni lícito, controlar si los ligues de discoteca van acompañados de alguna forma de retribución.

-Pero en el caso de que pudiera demostrarse...

-Aunque pudiera demostrarse, si se puede pagar por un masaje, también se puede pagar por los llamados “servicios sexuales”. ¿Quién, y con qué derecho, establece la frontera entre un masaje relajante y un masaje erótico? Lo que dos o más adultos hagan con sus cuerpos en la intimidad es cosa suya. La intimidad es, por definición, el lugar donde el individuo deja de tener que rendir cuentas a la sociedad.

-¿Y por qué muchas personas y organizaciones de izquierdas son abolicionistas?

-Porque muchas personas y organizaciones de izquierdas aún no se han librado del yugo de la moral cristiano-burguesa, es decir, del nefasto puritanismo patriarcal, que niega o reprime la sexualidad femenina y el derecho de la mujer a decidir lo que hace con su cuerpo. El abolicionismo, en última instancia, es una forma sublimada de machismo.

-Entonces, ¿estás a favor de la prostitución?

-En absoluto. Me parece lamentable. Pero también me parece lamentable vender mis libros infantiles en vez de regalárselos a los niños. No estoy a favor de la prostitución, sino de quienes la ejercen: no se puede tomar ninguna medida relativa a este problema sin contar, ante todo, con ellas, con su opinión y sus reivindicaciones. Antes de “redimirlas”, hay que preguntarles si quieren ser redimidas, y de qué manera.

-Pero, sinceramente, ¿no te horrorizaría que una hija tuya fuera prostituta?

-Sí, me horrorizaría. Pero también me horrorizaría que fuera monja de clausura, guardia civil, princesa o ama de casa. Vivimos en un mundo horrible, sobre todo para las mujeres. Un mundo en el que “hijo de puta” es el mayor de los insultos cuando la prostitución es la menor de las culpas. Lo que hay que abolir no es la prostitución, sino el capitalismo, que todo lo convierte en mercancía y, antes o después, en basura.

 

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