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Estado español :: 25/05/2011

Sobre los acontecimientos en España

Miguel Urbano Rodrigues
El M-15 atrajo a gente muy diferente. Algunos ni siquiera rechazan la obsoleta y corrupta monarquía borbónica. Pero rápidamente la contestación popular excedió las previsiones

Los acontecimientos de España, por su significado, están polarizando la atención de Europa y de millones de personas en otros continentes. En Washington, Berlín, París y Londres, la acampada de la Puerta del Sol, inicialmente encarada como iniciativa folclórica de frustrados jóvenes pequeño burgueses, genera ahora preocupación.

Cuando el llamado Movimiento M-15 alcanzó a decenas de ciudades del país y en las capitales europeas cientos de personas se manifestaron frente a las embajadas españolas, la indiferencia pasó a convertirse en un sentimiento de temor. ¿Por qué?

La protesta española se inserta en la crisis global de civilización que la humanidad enfrenta, cuyas raíces arrancan de la crisis estructural de un sistema de opresión: el capitalismo.

Sería un error concluir que los jóvenes que crearon el Movimiento «Democracia Real Ya» son revolucionarios y su objetivo es la destrucción del régimen. El M-15 atrajo a gente muy diferente. Algunos ni siquiera rechazan la obsoleta y corrupta monarquía borbónica. Pero rápidamente la contestación popular excedió las previsiones. El Movimiento, después de la represión del primer día, fue observado casi con benevolencia por el PP y el PSOE, los dos grandes partidos de la burguesía. Mas, al asumir proporciones torrenciales, la protesta adquirió los contornos de una condena del régimen en la cual las masas emergían como sujeto histórico.

En la Puerta del Sol comenzaron a escucharse consignas inesperadas: «No al FMI»; «No a la farsa electoral»; «PSOE y PP, ¡la misma gente!»; «No a las guerras de los EEUU!». Sonó hasta la palabra «Revolución!» De ahí el miedo.

Los jóvenes de Madrid saben lo que no quieren, pero la gran mayoría no tiene una idea mínimamente clara sobre qué hacer y cómo actuar. Las reivindicaciones aprobadas el 20 de mayo, en la Asamblea de la acampada, son moderadas, algunas ingenuas. Espontáneo, el M-15 no acampa en el centro de Madrid en función de una estrategia de poder.

Cuando aquello comenzó lo que unía a la multitud heterogénea de jóvenes era poco más que el rechazo a la caricatura de democracia. Para el pequeño núcleo inicial habrá sido una sorpresa la adhesión masiva de adultos, de desempleados, de jubilados. Fue todavía bajo una atmósfera de confusión que surgieron los primeros liderazgos embrionarios, los portavoces de la acampada. Jóvenes entrevistados por medios internacionales manifestaron turbación al conocer acerca de la repercusión internacional de la iniciativa y de las concentraciones de solidaridad en ciudades españolas y europeas.

DE TÚNEZ A MADRID

La protesta de los «indignados» de España fue obviamente inspirada por el modelo de Túnez y de Egipto. En la época de la comunicación instantánea, las redes sociales permitieron que en tiempo rapidísimo los llamados a la concentración popular en la Puerta del Sol fueran atendidos por millares de jóvenes. La plaza madrileña fue la Tahrir egipcia.

Tal como ocurriera en el Norte de África, la exigencia de «democracia» funcionó como motor de la movilización popular. Pero, mientras en las rebeliones contra Ben Ali y Hosni Mubarak las masas reivindicaban libertades, elecciones libres, un parlamento tradicional, destrucción de aparatos represivos, el fin de feroces dictaduras y su substitución por regímenes representativos similares a los de la Unión Europea, en España la «democracia real ya» reclamada por los «indignados» partía dialécticamente del rechazo de la figura por la cual se batían los africanos.

Lo que para los árabes era ambición y sueño aparece hoy a muchos de los acampados de la Puerta del Sol como caricatura de la democracia, rostro de un régimen cuya práctica niega los valores y principios que invoca, que concentra la riqueza en una ínfima minoría y promueve el desempleo, amplía la desigualdad social.

Mientras la burguesía tunecina y egipcia se solidarizaba con los rebeldes que se manifestaban contra Ben Ali y Mubarak y el imperialismo rompía con sus aliados de la víspera, la burguesía española, los partidos tradicionales y los poderosos de la Unión Europea condenaban a los «indignados» peninsulares, identificando en ellos a desorderos de un nuevo tipo.

Merece reflexión la dualidad antagónica de la posición asumida por el imperialismo americano. En la Casa Blanca, el presidente Obama comprendió que las reivindicaciones de los rebeldes de Túnez y Egipto no chocaban con su estrategia hacia la Región y, actuando con rapidez y eficacia, estimuló y aplaudió en esos países la instalación de gobiernos de transición llamados democráticos, bajo la tutela de personalidades militares y civiles que, con pocas excepciones, habían servido a las dictaduras eliminadas. En Libia bombardea Trípoli; en el Golfo pide a Arabia Saudita que ahogue en sangre rebeliones incómodas como la de Bahrein, sede de la V escuadra de la US Navy. Naturalmente, el imperialismo encara con desconfianza y aprensión el alcance de la protesta inorgánica de los jóvenes «indignados». Obama y el Pentágono se interrogan sobre las consecuencias imprevisibles de un movimiento que condena con dureza el involucramiento de España en las guerras asiáticas de los Estados Unidos.

ADHESIONES INTERNACIONALES

La derecha barrió al PSOE en las elecciones municipales del domingo. Los acampados de la Puerta del Sol reaccionaron con indiferencia aparente a los resultados. «Ellos no nos representan», declararon portavoces del M-15, subrayando que en el engranaje de poder, el PSOE y el PP, aun con discursos, historias, recorridos y bases sociales diferentes, practican en el gobierno políticas neoliberales muy semejantes, y políticas exteriores caracterizadas por la sumisión a las exigencias de los Estados Unidos y de Bruselas.

Significativamente, el espacio y el tiempo que la prensa española ha dedicado durante la última semana a los «indignados» han disminuido drásticamente desde el sábado. El tema casi ha desaparecido de las primeras páginas de los grandes diarios y de los programas de los canales de televisión. La victoria del PP y el avance de las Autonomías monopolizaron la atención de políticos, analistas y periodistas del sistema.

Opuesta es la actitud asumida por la mayoría de los intelectuales progresistas. En España y también en América Latina, personalidades de prestigio, en artículos y entrevistas publicadas en revistas web de información alternativa, como Resumen Latinoamericano, Rebelión y otras, expresan su solidaridad con los jóvenes del M-15 y reflexionan sobre el significado y las consecuencias de la contestación.

Cito algunos ejemplos expresivos.

El filósofo y escritor Santiago Alba Rico, en un artículo titulado «La Qasba en Madrid» subrayó que España «no es una democracia». Y afirma, realista: «No habrá una revolución en España (...). Pero una sorpresa, un milagro, una tormenta, una conciencia en las tinieblas, un gesto de dignidad en la apatía, un acto de coraje en la anuencia, una afirmación antipublicitaria de juventud, un grito colectivo de democracia en Europa, ¿no es ya un poco una revolución?»

Carlos Taibo, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, estuvo en la Puerta del Sol llevando solidaridad, y dirigiéndose a los acampados dijo al saludarlos: «Los que aquí estamos somos, obviamente, personas muy diferentes. Tenemos en la cabeza proyectos e ideas diferentes. Pero, a pesar de eso, logramos llegar a acuerdo respecto a un puñado de ideas básicas». Y, parafraseando a Santiago Alba Rico, afirmó: «Aquello a lo que en España llaman democracia, no lo es!».

El escritor italiano Carlo Frabetti escribió: «Desde la protesta de los Goya de 2003 no se lograba un aprovechamiento tan eficaz de la contestación interna del sistema y su expresión cultural de espectáculo».

Atilio Boron, sociólogo marxista argentino de prestigio internacional, dedica a los jóvenes acampados un artículo lleno de entusiasmo titulado «Los indignados y la Comuna de París». Recuerda que aquello que la democracia de la Moncloa propone para enfrentar la «crisis es el despotismo del mercado, irreconciliable con cualquier proyecto democrático». Y, cediendo a un impulso romántico, concluye el artículo con estas palabras: «Si persisten (los indignados) en su lucha podrán derrotar la prepotencia del capital y, eventualmente, iniciar una nueva etapa en la historia, no solo de España, sino también de Europa».

Ángeles Maestro, la destacada dirigente de «Corriente Roja», de España, más realista, asevera que los campamentos en decenas de ciudades españolas «tienen un contenido anticapitalista» y en ellos ondula «una multitud de banderas republicanas». Enfatiza el descrédito del montaje electoral y afirma que «Las movilizaciones masivas que se iniciaron en numerosas ciudades del estado español el 15 de mayo, y que tuvieron continuidad en acampadas, asambleas y convocatorias para nuevas manifestaciones, expresan el alto nivel de indignación y de rabia de una juventud que no tiene esperanza alguna de llegar a tener los derechos básicos que la Constitución pomposamente proclama: derecho al trabajo, a vivienda, a educación y salud pública de calidad, a una pensión digna, etc.».

Con relación al futuro del Movimiento, advierte como revolucionaria experimentada: «En nuestros procesos sociales no hay atajos. Si es un hecho que la chispa de la espontaneidad está siempre presente y sirve para desencadenar las movilizaciones, solamente el avance de la organización es la medida de la acumulación de fuerzas, y sin acumulación de fuerzas las luchas se las lleva el viento.»

MAÑANA INCIERTO

Esperanza Aguirre, la reelecta alcaldesa de Madrid, no esconde su hostilidad a los acampados. Si de ella dependiera, declaró, ordenaría a la policía que expulsara de la Puerta del Sol a los acampados. La represión inicial fue esclarecedora de su posición. Pero carece de poderes para recurrir a la fuerza.

¿Cuál es el desenlace de la protesta de los «indignados»? Por ahora es imprevisible. ¿Va a persistir, transformándose en desafío al poder? Una Asamblea, improvisada y tumultuosa como las anteriores, decidió mantener la acampada hasta el próximo domingo. Durante la semana los activistas irán a los barrios. Después se verá.

En Barcelona y otras ciudades, las concentraciones de protesta tampoco se disolverán, pero los propios organizadores admiten que el número de participantes disminuirá en los próximos días.

Repito: los jóvenes «indignados» sienten dificultad en definir un rumbo para la lucha que iniciaron. La mayoría tal vez no tenga consciencia de la complejidad del desafío lanzado al poder.

Vuelvo a citar Ángeles Maestro: «El proceso de confluencia múltiple en torno a un programa común solamente podrá abrirse camino si crea raíces en las luchas obreras y populares. En otras palabras, si la construcción del referente político bebe la savia en la lucha de clases y demuestra su utilidad para abordar un largo proceso de acumulación de fuerzas».

La consciencia demostrada por los «indignados» de Madrid de que la «democracia representativa» es una ficción en el estado español debe, entonces, ser saludada como acontecimiento importante en el ámbito de las luchas de masa europeas y no ignorada, subestimada o criticada altaneramente a través de actitudes irresponsables de algunos dirigentes de partidos de izquierda de la Unión Europea.

No comparto la euforia prematura de Atilio Boron, pero estimo oportuno reafirmar que España no es la excepción en Europa. No hay democracia auténtica sin participación decisiva del pueblo. En la Unión Europea un sistema mediático perverso y desinformador esconde la realidad. Los regímenes existentes en los 27 se diferencian mucho entre sí. Pero existe un denominador común: la ausencia de una democracia auténtica. En estos inicios del siglo XXI, en el contexto de una gravísima crisis mundial de civilización, el capitalismo, en fase senil, coloca el rótulo de la democracia representativa a dictaduras de la burguesía de fachada democrática.

Vila Nova de Gaia, 23 de mayo de 2011
Este artículo se encuentra en www.odiario.info - Traducción de Marla Muñoz

 

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