Soy un ladrillo
Un idiota de cuyo nombre no quiero acordarme dijo, al comienzo del ignominioso juicio a los presos políticos catalanes, que el 1 de octubre de 2017 los independistas levantaron un “muro humano” para impedir que las fuerzas de seguridad del Estado cumpliera su benemérita misión (Lo de idiota es por respeto a la presunción de inocencia, pues en este caso la única alternativa a la idiotez es la vileza).
Y puesto que el 1 de octubre de 2017 yo estaba en un colegio electoral de Girona, y por tanto formaba parte del supuesto muro, el susodicho idiota me ha llamado ladrillo. Favor que me hace. Intentaré estar a la altura de tan alto título. Porque consideraría un honor y un privilegio poder contribuir de alguna manera a levantar lo que millones de ladrillos humanos están levantando en Catalunya.
Que no es un muro, sino todo lo contrario: un puente hacia la libertad y la justicia, hacia una República independiente, liberada de la España ninguna, pequeña y cautiva que se cree una, grande y libre. Una República Catalana liberada de la España negra del aguilucho y del régimen del 78, pero fraternalmente abierta a las españolas y los españoles de buena voluntad, que son mayoría. Una República en la que tendrán cabida todas y todos. Incluso los idiotas.