Televisión, salud mental y el insoportable lastre de la mediocridad
Escribir una entrada para presentar el siguiente programa (Millenium, de la depresión a la ansiedad) es complicado. Hay que tratar de animar a los lectores de Primera Vocal a dedicarle un tiempo y verlo… y por tanto se deben adelantar algunas cuestiones que sirvan de acicate, pero tampoco podemos desvelar demasiado y ofrecer un material mascado y digerido. Aquí, como siempre, lo importante es que cada cual saque sus propias conclusiones.
Dicho esto, se esbozarán algunos breves apuntes:
El programa consta de tres partes. La primera está protagonizada por el Dr. Chinchilla, y según nuestro humilde entender carece de cualquier interés (que se puede saltar perfectamente, vaya). La segunda es una entrevista (con una ambientación que busca la modernidad —esos pretenciosos planos abiertos de nave industrial…— y unas preguntas esencialmente anodinas) a Rojas Marcos, escritor de best-sellers, señor que al menos sabe estar y habla con corrección, lo cual es algo notable en este país (por cierto, vive fuera de él), pese a que tampoco nos interese demasiado lo que dice. Finalmente, y hacia la mitad del vídeo, está el debate, que es donde se encuentra el meollo del programa.El debate se plantea con cuatro interlocutores (una psiquiatra, un psicólogo, un médico especialista en medicina familiar y comunitaria y un periodista diagnosticado), pero a los pocos minutos de comenzar queda claro que es un tres contra uno en toda regla.El moderador está como ausente…En general no hay un proceso comunicativo que pudiéramos calificar de diálogo. Por nuestra parte, solo podemos decir que Ernesto López Méndez, el médicoespecialista en medicina familiar y comunitaria, es el tipo cabal de la mesa.El vídeo nos gusta por ser un reflejo preciso de tópicos y prepotencias profesionales. Es impagable cuando el psicólogo, henchido de sí afirma que hay miles, miles de estudios que demuestran la heredabilidad de la esquizofrenia.
Lo que nos importa es que se pone sobre la mesa una cuestión crucial: la epistemología de (y en) la salud mental. ¿Cómo definir la heredabilidad de un trastorno que no se puede definir bajo parámetros objetivos?, ¿cómo dar por sentados los atributos de un objeto que se desconoce? Y sin embargo se hace. A diario. Como si fuera un hecho incuestionable. Y a nosotros nos hace gracia y da miedo a partes iguales…
Recogemos la propuesta del señor López Méndez y animamos a leer No está en los genes, de Lewotin, Rose y Kamin. Un clásico de mediados de los ochenta que evidencia la debilidad teórica del determinismo biológico… ha tenido 30 años para encontrar pruebas de laboratorio con las que diagnosticar los trastornos mentales, pero de momento parece que se les resisten.
El punto más sugerente de todo el encuentro, resultado de esta querella epistemológica que apenas es esbozada, lo constituye la diferenciación entre patología y anormalidad. Se plantea, pero no hay oportunidad de profundizar: la televisión es así… inmediatista, endeble y banal como un diagnóstico psiquiátrico.El papel desempeñado por el periodista merecería un análisis específico. Parece aterrado ante la posibilidad de que el fantasma de la antipsiquiatría recorra de nuevo Europa. Se presenta como enfermo que ha alcanzado el equilibrio gracias a la medicación. Echa mierda gratuitamente sobre Carl Rogers y Viktor Frankl. Afirma con rotundidad “Yo no creo que se pueda vivir con voces” (y por tanto le invitamos ainformarse). Y sin embargo, acaba apelando a que el enfermo mental no es un enfermo más, y debería ser aceptado socialmente como lo fue el colectivo homosexual en su momento (punto en el cual nos perdemos, de veras, la comparación solo es lógica y consistente si asumes la diferencia en clave no patológica).Finalmente, y ya os dejamos en paz, queremos resaltar que es evidente que la psiquiatría nacionalsocialista es el antepasado no demasiado lejano de la psiquiatría biologicista de hoy (algo que se convierte en una controversia quizás no demasiado entendida dentro del debate). No hacemos demagogia barata ni decimos que son lo mismo, tan solo afirmamos el hecho irrefutable de que existe una continuidad histórica que cualquier genealogía rigurosa puede evidenciar… de la misma manera que la aeronáutica espacial de la postguerra es deudora del nazismo. Von Braun y elPrograma T4 caminaron de la mano por Europa antes de que esta fuera devorada por las llamas, solo que aparentemente no hay mayor problema en reconocer la innegable contribución teórica de los ingenieros alemanes en la conquista del espacio y sí una vergüenza deshonrosa en plantear que los psiquiatras germanos estaban detrás del sistema de categorización que posibilitaba la pérdida de la “condición humana” (y por tanto el derecho a la propia vida). Aunque los crímenes fueran condenados internacionalmente, no existió un cuestionamiento real del paradigma teórico que permitió aquel proceso de cosificación.
Nos vamos citando a Rogers, básicamente por molestar: Aguardo con esperanza el día en el que invertiremos al menos el valor de una o dos grandes naves espaciales en la búsqueda de una comprensión más adecuada de las relaciones humanas.