Terrorismo de Imperio
Si es verdad que Bin Laden ha sido asesinado por una cuadrilla de mercenarios norteamericanos, un grupo de militares profesionales, “voluntarios” a lo estadounidense, trabajadores de las muerte en cualquier caso, estamos entonces ante el “eterno retorno” de una aberración histórica: el Terrorismo de Imperio.
Se ejecuta al Enemigo, sin que se le conceda la más básica de las garantías del Estado de Derecho: la presunción de inocencia. No habrá de ser juzgado, no podrá “defenderse”, como a todo ciudadano se le asegura, según la teoría, según nuestras leyes, las leyes del llamado Mundo Libre, proclamas de unas Democracias Occidentales con las manos anegadas en sangre. Se le elimina, sin más.
Ante Bin Laden no funciona la “presunción de inocencia”; ni la reclamamos, pues nos creemos como estólidos todo lo que los poderes han dicho de él. No funciona la exigencia del Juicio, el requerimiento de una “captura” y de una “entrega” a los Tribunales...
El terrorismo de Imperio mata desde la impunidad, y buena parte del Planeta celebra sus crímenes. Desde esta perspectiva, ¿por que se persiguió a los GAL en España? Hacían lo mismo: asesinar a sus tan odiados enemigos, al margen de toda legalidad, al margen del Estado de Derecho, aceptando el monto de los defenestrados por error y de las víctimas “colaterales”.
Hoy alcanzamos extremos insuperables de doblez, de sarcasmo... Estamos, como otras veces, pero ahora casi sin protesta, ante lo que un cine comercial denominó “la Ley del Oeste”: matas a tu adversario, sencillamente porque puedes y porque tu voluntad es soberana, y todo el mundo, degradado en público, te aplaude.
Yo, que nunca he creído en el liberalismo político, porque concibo la “democracia representativa” como un engendro falsario, expediente insustituible de la dominación social, denuncio esta forma pérfida de proceder: los “nuestros” se saltan sus propias reglas ciudadanistas, su tan engañoso discurso de los Derechos Humanos, y, tranquilamente, eliminan a quien les estorba. Sin juicio, sin cautelas jurídicas, sin “legalidad internacional”...
Queremos matar a Gadafi, también. Y a otros... Estamos ante una forma de masacre muy conocida, en la que se ha prodigado, valga el ejemplo, el Estado de Israel, “suprimiendo” selectivamente a cuantos le plantaban cara con firmeza.
Así se da el “terrorismo de Imperio”, así se alarga la cuenta de los “ejecutados por el Imperio”; así aniquilamos a cuantos se enfrentan con vigor a los intereses económicos, sociales, políticos, geo-políticos, geo-estratégicos, culturales, “civilizatorios”, de Occidente -y Occidente somos “nosotros”, los más feos de los hombres, como diría Nietzsche.
Hoy nos sentimos muy orgullosos de haber matado. Hoy se ha evidenciado que nuestros ideales son de mentira, que nos constituye la hipocresía y el cinismo, que estamos podridos desde hace siglos y que solo nos cabe “esperar el fin” -morir de nosotros mismos.
Repugnancia de saber lo que somos y de estar donde estamos... ¿Cómo no repugnarnos?
Pedro García Olivo – La Haine
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