"Terrorismo financiero" y suicidios: La represión silenciada
Cuando hablamos de represión hacemos referencia a las detenciones, los juicios, las multas, la violencia policial, etc. Esta es la represión más directa y visible que sufrimos, pero existe una represión menos directa y visible, la represión económica y social. Los afectados por esta represión tienen dos opciones: luchar por los derechos que nos niegan o resignarse a padecer una vida de explotación y miseria. Esta situación conduce a miles de trabajadores a la desesperación haciéndoles creer que la única salida posible de la miseria es el suicidio.
Aunque ya empiezan a aparecer, es muy difícil encontrar datos que demuestren la relación que existe entre el número de suicidios y la crisis económica. Lo que sí resulta cada vez más evidente es que el aumento considerable de suicidios en los últimos años es debido, fundamentalmente, al agravamiento de ésta. Normalmente se relaciona el suicidio con personas con determinadas enfermedades mentales. Sin embargo, los datos estadísticos muestran otra realidad. Detrás del incremento preocupante de suicidios se esconden problemas sociales y políticos. Según un informe de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), en España se producen unos 34 suicidios cada semana ligados a lo que empieza a denominarse como “terrorismo financiero”. La Comunidad de Madrid ocupa el primer lugar de esta siniestra lista con una media de un suicidio cada 54 horas, es decir, tres muertos a la semana. Según ese mismo informe, se calcula que en el periodo que va desde 2008 hasta 2015 se han producido debido a este terrorismo financiero 13.300 suicidios.
No es casualidad que en los países europeos donde existen mayor número de suicidios sean precisamente aquellos que se han visto más afectados por la crisis y los recortes. En el Estado español el mayor número de suicidios (40%) se produce en trabajadores de entre 40 y 59 años. Estos datos permiten asociar el aumento de los suicidios, entre otras causas, con el desempleo, fundamentalmente de larga duración. Durante la recesión económica la tasa de suicidio aumenta, mientras que en momentos de expansión económica la tasa de suicidio disminuye.
En el anterior número de nuestra revista mencionábamos el gran número de trabajadores que son empujados al suicidio al enfrentarse a un intento de desahucio. En la Comunidad de Madrid recordamos la terrible situación que se vivió el 23 de julio de 2019 en el municipio de Parla, cuando una madre y su hijo amenazaron con suicidarse.
cuando iban a ser desahuciados sin ninguna alternativa habitacional y con todo un despliegue policial preparado para reprimir a los activistas que intentaban impedirlo. Son ya muchas las víctimas que han sido empujadas al suicidio cuando querían expulsarlas de su hogar.
La pobreza y la miseria en la que viven miles de familias están detrás de estas dramáticas y desoladoras cifras. La pérdida de nuestros derechos más básicos se une a la falta de libertades para luchar por conquistarlos. La falta de la más mínima perspectiva de futuro conduce a la desesperación a muchos trabajadores ahogados por las deudas hipotecarias, cargas familiares y un desempleo de larga duración.
El miedo a la represión nos paraliza y acaba con todas las esperanzas de conquistar nuestros derechos y conquistar una vida digna. Esta represión es una de las manifestaciones más crueles del terrorismo de Estado, que busca acabar con nuestras ansias de justicia y nuestras ganas de luchar. Esto hace de la lucha, la solidaridad y la conquista de nuestros derechos una cuestión de vida o muerte. El Estado busca silenciar, aislar y destruir a todas aquellas personas que se enfrentan a sus injusticias, para evitar que se expanda su ejemplo, que todas esas personas que se ven empujadas al suicidio descubran en la lucha una salida para conquistar nuestros derechos y dignidad. Reprime a aquellas personas que luchan, porque éstas hacen evidente otro camino, el de enfrentar nuestra realidad para cambiarla. Mientras, se ocultan las causas reales de la mayoría de suicidios, ofreciendo como solución fármacos de todos los tipos y colores, un parche para ocultar una herida que evidencia el problema real.
Pero el terrorismo de Estado no solo se queda aquí, además de las víctimas mortales, se calcula que hasta 8.000 personas en España intentan quitarse la vida al año y sufren por este motivo secuelas psicológicas y físicas. Por otro lado, las condiciones de miseria, la falta de perspectiva y las pésimas condiciones de vida de la clase trabajadora generan diferentes problemas de salud física: cardiovasculares, cerebrovasculares, dermatológicos, digestivos, diabetes, tensión arterial, colesterol, etc. Además, se detectan frecuentes problemas de salud psicológica: estados depresivos, desmotivación, desilusión y apatía, deterioro del cuidado personal, sensaciones de impotencia y autocompasión, cambios de humor, estrés, ansiedad, etc.
Nadie escapa del empeoramiento constante de nuestras condiciones de vida y la única forma que tiene el Estado de hacernos tragar con estas es la constante represión, acabando con nuestras esperanzas e ilusiones. Y a todos aquellos que consiguen salir de esta constante represiva organizándose para luchar por nuestros derechos les prepara golpes, acoso, cárcel o incluso la muerte. Es un deber de todos unirno y organizarnos para conquistar las libertades que nos permitan luchar por una vida digna.