Tras las elecciones francesas: Estado de excepción
Se ha pretendido también, gracias a una caja de tranquilizantes más eficaces, presumir de que la izquierda contaba con el voto de los jóvenes, de los cuadros (por supuesto, dinámicos), de los empleados y, para estar más a la altura, de los “barrios”, mientras que el adversario o, mejor dicho, el competidor, se tenía que contentar con los gestores, los patronos, la crema y nata de la elite dominante, de los asalariados (al menos) del sector privado, de los viejos y de los que había “arrebatado” (se ha repetido mucho) al Frente Nacional. Se pasaba por alto el famoso “voto obrero”, mayoritario para Sarkozy, tras haberlo sido para Le Pen. También se felicitaban de la vuelta al muy querido esquema Derecha / Izquierda, algo que no expresaba sino el deslizamiento hacia el bipartidismo al estilo anglo-sajón.