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Asturies :: 09/06/2010

Triunfo y fracaso de las movilizaciones del 8-J en Asturias

Miguel Ángel Llana
Sobre todo triunfó la división y la fragmentación de los trabajadores y, en general, la de los ciudadanos afectados por el largo túnel de la crisis.

Si ya es difícil hacer frente a la gigantesca ola de precariedad, de privatizaciones, de reducción de prestaciones sociales fundamentales, sin olvidar las cifras récord de paro y de eventualidad, mucho más difícil va ser ahora poner freno a la degradación social que implica una convocatoria restringida y escandalosamente excluyente como ha sido y se ha promovido la de ayer 8 de junio y, mucho más, dada la gravedad de la situación, independientemente del éxito o fracaso. El resultado es que importa más la fragmentación exhibida que la presión que pueda suponer la movilización de un día y, mucho más, cuando todo está planteado de un modo sectario e insolidario respecto a otros trabajadores, o ya jubilados, que están siendo muchísimo más perjudicados.

Claro que los funcionarios tienen el derecho y hasta el deber de movilizarse, pero no sólo los funcionarios. Claro que las centrales sindicales CCOO, UGT y CSIF tienen el mismo derecho y hasta la misma obligación de convocar y de propiciar las movilizaciones, pero nunca para fragmentar, por una parte a los afectados por la crisis y, por otra, para relegar cuando no excluir, sin más, al resto de las organizaciones sindicarles.

Ambas consideraciones: sólo funcionarios y sólo CCOO, UGT y CSIF, han sido la pauta de la jornada y el “éxito” del fracaso del monopolio reivindicativo y sindical de estas organizaciones. Cuando todo el mundo sabe lo de "divide y vencerás" y que este juego de dividir y fragmentar no hace más que empeorar la situación. Y lo saben los sindicatos convocantes, lo saben de sobra, pero con cientos de liberados sólo en Asturias y con subvenciones millonarias, “quien paga manda” y a nadie se le va a ocurrir morder la mano que le da de comer, ni CCOO ni UGT ni CSIF van a ser la excepción. Y así es, el presidente de la patronal, Díaz Ferrán, en vista del "éxito", proclama ya a los cuatro vientos la necesidad de rebajar el 5% los salarios de todo el mundo, porque ahora, después del "triunfo" de la división, ¿quién se lo va a impedir? Porque ahora, después de esta exhibición de sectarismo y de insolidaridad ¿qué amenaza suponen estos sindicatos subvencionados con sus “líderes” a sueldo?

De la crisis, o salimos todos o no sale nadie. De la crisis, como de la peste, no hay salida individual sino colectiva. Porque la crisis no es -sólo- de los 61.000 funcionarios que hay en Asturias, ni tampoco pueden ni van a resolverla los sindicatos CCOO, UGT y CSIF, que se deben más a las subvenciones de las que cuelgan los liberados, comenzando por los respectivos Secretarios Generales, Antonio Pino, Justo Rodríguez Braga y Félix Rodríguez Hevia. Como es más que lógico y como cabe esperar por el propio interés personal, apostarán más por su subsistencia que por defender los intereses ajenos de cuatro afiliados que con sus cuotas no pagarían ni la factura de los móviles. Sí, porque el nivel de afiliación en Asturias, como en el resto del Estado, seguramente es de los más bajos de Europa que ni siquiera es, precisamente, ningún modelo de sindicalismo aunque nos saquen millas de ventaja.

En esta ocasión, sobre todo y sobre cualquier otra consideración, una vez más, la dirección de CCOO, UGT y CSIF han batido su propio récord de sectarismo e insolidaridad y, también, de poner su organización en contra del conjunto de la sociedad y de los trabajadores en particular, olvidando la grave situación en la que se encueran todos ellos. El movimiento reivindicativo no sólo no se refuerza, sino que sale mal parado, debilitado, cuando por el medio circulan unos sindicatos amarillos que negocian más con la patronal que con los trabajadores, incluyendo a sus afiliados, y que defienden más la continuidad en sus cargos sindicales vitalicios que a los intereses de los trabajadores a los que dicen representar.

Porque hoy, un día después de la movilización no sé qué pueden pensar los funcionarios que secundaron la huelga y la manifestación. Por supuesto que para cada uno supuso un esfuerzo y un deterioro económico y, por supuesto también, que su buena voluntad está fuera de toda duda, aunque no tanto la de las organizaciones convocantes y, mucho menos, la de los profesionales que viven del sindicalismo. Para estos, las movidas van en el sueldo.

Aunque sea complicado de entender y puede que mucho más encontrar una explicación, tampoco el resto de las organizaciones sindicales, consideradas como independientes, han estado, ni están, a la altura de las circunstancias. Puede que el descrédito, en general, del sindicalismo tenga gran parte de responsabilidad, pero también una buena parte está en los propios sindicatos considerados como más combativos que están siendo "incapaces" de hacer frente a la situación y, aunque con menos capacidad de movilización y muchísimos menos medios, sí cabría esperar de ellos que, por lo menos, marcaran la pauta y las directrices a seguir, aunque sólo fuera para una minoría. Tenerlo claro ya sería algo, sería mucho. Concretamente, ante esta anunciada movilización del 8-J del sindicalismo amarillo, no hay constancia ni referencia de cómo y por qué secundarla, ni cómo ni por qué oponerse.

Pero, volviendo al principio, de lo que sí podemos estar más seguros es de lo que piensan los marginados de esta movilización que, de nuevo, vuelven a ser reiteradamente marginados. La congelación salarial afecta, principalmente, al 58 % de los pensionistas que reciben menos de 624 euros/mes. En Asturias 57.000 parados tienen algún tipo de cobertura pero, de éstos, 30.000 están con menos de 500 euros/mes, mientras que 22.000 personas no reciben ningún tipo de prestación. Cuando, además, estas cifras se dan en una situación en la que el paro es el doble que en la UE-25 (el 19,1% frente al 9,7%) y con una precariedad laboral, en cuanto a los contratos temporales entre otras desventajas, también del doble que en la UE-27 (el 25,1% frente al 13,5%). Y cuando, en general, el resto de todas las prestaciones sociales están muy por debajo de la media de la UE, lo que aún hace más difícil poder salir adelante o sencillamente defenderse, contamos con unos sindicatos “subvencionados” que se movilizan de modo sectario y, sobre todo, de la manera más insolidaria imaginable.

Todos los indicadores que miden el nivel de las prestaciones sociales y de empleo, vienen cayendo desde hace unos cuantos años, tanto en valor absoluto como con respecto a la UE, pero siempre de la mano de las reivindicaciones "pactadas" por estos sindicatos subvencionados. Es decir, a esta situación tan calamitosa, para una buena parte de los trabajadores y de la población, no se ha llegado casualmente. La crisis es sistémica, lo es debido a este nefasto modelo económico, pero cuando en la UE lideramos el desempleo y la precariedad laboral, cuando también lideramos el menor gasto público en prestaciones sociales, cabe preguntarse qué responsabilidad no tendrán estos sindicatos subvencionados cuando además ellos y sus "liberados", por otra parte, gozan de tan buena salud en todos los aspectos.

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