Un estado por botín
En aquel tiempo dijo Emilio a sus discípulos: “Concentraré la riqueza de la tierra y las fuerzas socializadoras no prevalecerán contra ella”. Estaban hechos los unos para el otro. Me refiero a los tirantes con la bandera de la marca Spain.
Bisnieto, nieto, sobrino, hijo, hermano y padre de banqueros, prohombre del capital con réditos, le practicaba el kárate a cualquier gobierno al que acababa haciéndole una doble llave mortal y archivando cualquier causa que se practicara sobre él, sus tirantes y su evadida fortuna.
Dicen, las malas lenguas, que ha podido ocultar, suizamente hablando, tres mil kilos, y no ha habido fiscalía, abogacía del estado, juez, magistrado o denuncia que le pueda meter mano.
- Est-ce que Paloma est ici?
-¿Qui l’appelle?
-Dios, con tirantes.
-Un momento que Felipe, José Mari, José Luis y Mariano están comulgando.
A Dios nunca le sucede nada, y si la pasa alguna incidencia, hasta alguna vicepresidenta de Gobierno intercede y la cosa se queda en una ligera multa. El mundo estaba lleno de pobres, recortados y despedidos, pero el dios Emilio era feliz manejando las marionetas del teatrillo de la Moncloa. Los gobiernos al bañomaría de aquel tiempo eran fáciles de sobornar, teledirigir y llevar al cubo de la basura. Y unas confusas operaciones de cesión de créditos sin practicar las debidas retenciones de impuestos, unas truculentas indemnizaciones multimillonarias, unas compras sospechosas de bancos extranjeros y cincuenta casos Bárcenas reunido en un solo tirante se liquidan levantando un teléfono. La marca Spain.
- Tengo que darle una mala noticia.
– Dime, Mariano
– España no se recupera, la crisis nos gana.
– ¿Seguro?
– Me lo ha dicho Ángela.
– Llamaré a Ginebra para que cifre mi cuenta.
Los mascarones del “mejor banco del mundo” entraban a saco en las filas de los millones de parados, desahuciados y jubilados estafados. El país era una verbena, Juanito se había fugado con la rubia, se descubría el misterio catalán del tres por ciento, a Isidoro, el del Corte, le daba un patatús inglés, y el régimen de la Trotona y el Cristóbal de las amnistías fiscales a defraudadores y banqueros del Olimpo, era la viña de Mariano.
-Se acaba de morir Dios.
-No jodas.
-Sí, ha cambiado el banco por la caja.
¿La de fiambres?
Sí. No doy, ni da, crédito.
La gente guapa, la bolsa, las dulces amantes despechadas, todos tenían miedo, al comprobar que te puedes morir de un infarto aunque seas Dios. Y te sobran hasta los tirantes.
RIP. Amén.