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Pensamiento :: 21/04/2009

Un Reino Esclavista en una Europa que no lo es menos

Carlos X. Blanco
Para ir a la UE hubo que hacer ?encaje de bolillos?, pero no por miedo a la ?involución? franquista. El paso del franquismo al ?europeísmo? ya estaba bien planificado

A tenor de los cambios operados en el mundo tras la caída del llamado “Muro de la Vergüenza”, el sistema bicéfalo, los dos imperialismos, soviético y capitalista, se ha deslizado rápidamente hacia una estructura única de “Fascismo Global” que hay que analizar urgentemente. En puridad, el Fascismo Global ya se escondía dentro de la bicefalia aparente del Telón de Acero. Los dos imperios, yanqui y soviético, pasaron por sus propias oleadas de fascismo interno recrudecido (macarthismo y stalinismo). Ambos imperios “exportaban” su modelo de vida, los jeans y minifaldas a un lado, los komsomoles al otro.

Ninguno de los dos imperios se vio libre de culpa en cuanto a matanzas, represiones, campos de exterminio. Nunca fue tal bicefalia el equilibrio frío de dos modos de vida incompatibles, liberal a un lado, marxista al otro como algunos teóricos pensaron. Su equilibrio de fuerzas, mientras existió, fue el equilibrio estrictamente imperial: dos potencias imperialistas y autocráticas que jugaban respectivamente con el lenguaje de una democracia liberal y de una democracia popular. Los dos imperios fueron enormes monumentos a la explotación del hombre y al genocidio de pueblos. El modelo actual de Fascismo Global sigue consistiendo básicamente en eso. El Gendarme yanqui controla lo mejor que puede “los procesos de transición” de todos los estados y regiones del mundo que hasta ahora se escapaban o se podrían escapar mañana a los dictados del Capital. Cuando la mano larga vaticanista llegó a controlar la autocracia roja de los polacos, cuando las mafias internas del propio PCUS maniobraban para lograr sus autogolpes y transiciones “liberales” (tan liberales como el bombardeo yeltisiano del parlamento ruso), la lógica única que subyacía al pensamiento único fue la lógica del Capital.

Un Capital que tendría que reorganizarse de una forma más bien policéfala, con potencias emergentes que hasta entonces eran consideradas “tercer mundo”: China, India, Brasil. “Potencias” en el sentido capitalista, esto es, cloacas y sumideros de miseria en el sentido humano y moral. Pero el Capital es, en todo tiempo y lugar, un ente en constante proceso de Acumulación que necesita forzosamente crear tales sumideros para garantizar su producción y reproducción. Dado que el Capitalismo de Estado soviético (el socialismo “real”) vino al traste, un Capitalismo lumpen, formado por ex comunistas y mafiosos (o ambas cosas a la vez, las más de las veces) haría la “transición” preciosa y precisa que el Gran Gendarme Yanqui exigía.

Lo cierto es que en todos los estados donde el capitalismo fue arraigando, siempre tuvo que darse esa especie de salvajada que Marx, en El Capital, denominó Acumulación Primitiva. Antes de la explotación “legal” del hombre sobre el hombre y del hombre sobre la naturaleza, hubo de darse un saqueo, un robo, una violencia y un genocidio de carácter generalizado. La Acumulación Primitiva original, que Marx estudió en Inglaterra y en la historia de la colonización (Indias, Irlanda, Escocia) fue precisamente eso: pasar por el machete a toda una sociedad, diezmarla y dejarla sin tierra ni auto-suficiencia con el fin de que el Capital pueda, después, entrar sin trabas en los territorios allanados y con medidas “liberales” hacer que la maquinaria del mercado funcione suavemente, como un guante de seda acariciando una fina piel. Pero el reguero de sangre y genocidio que precede a tal “liberalismo” suave es perfectamente conocido en la historia.

Lo malo (para la moral decente, para cualquier ser sensible) es que la Acumulación Primitiva no se dio una vez, y nada más, como si fuera el Pecado Original de Adán y Eva. Ese crimen se tiene que repetir cada vez que un territorio ha de entrar (imperativamente) bajo el Dictado del Capital, bien porque sea virgen, bien porque ha asumido el mando en él un gobierno proteccionista, popular, nacionalista… o bien porque es señalado por el Gendarme como un enemigo a derrocar (un enemigo que no suele ser peligroso per se, sino más bien peligroso como modelo a seguir por otros rebeldes al Fascismo Global).

La palabra “liberal” también está teñida en el Reino de España con una serie de coloraciones sanguinolentas. Con más de un siglo de retraso, las desamortizaciones del XIX sirvieron para enriquecer a una plétora de tiralevitas de la corte, de burgueses rentistas y advenedizos, mientras que al pueblo (un pueblo mayormente campesino entonces) se le iba quitando toda una serie de seguridades: foros y arriendos baratos, terrenos comunales, autosuficiencia alimenticia. En este Reino de Borbones, la finca, el cortijo, se reconfiguró gracias a la consabida red (camarilla, mafia, empleemos la palabra que más nos plazca) burguesa y parasitaria que siempre ha caracterizado el capitalismo español.

La verdad es que tras el desastre social y económico que supusieron las guerras napoleónicas, el Reino de España (aquella supuesta “España de Ambos Hemisferios”), ya perdida América y su antiguo esplendor, quedó rebajado a la condición de potencia de tercer orden, atrasada para mucho tiempo en lo que respecta a su industrialización (deficiente) y modernidad aún hoy discutible (y aún no conseguida totalmente, y para ello basta ver las ingerencias episcopales en la vida política y civil, así como las procesiones de Semana Santa).

Rebajado este Reino a la condición de periferia de una Europa progresivamente proletarizada, bajo un Capitalismo campante, en España –ya apenas sin colonias, a excepción de las caribeñas, Cuba y Puerto Rico, más Filipinas- era necesario realizar los últimos tramos de la Acumulación Primitiva que, como siempre, consistían en el saqueo sistemático al campesino. El paso a un Capitalismo puro y duro necesita darse creando (a) una clase burguesa con capital acumulado para poder ser invertido en un tejido industrial, y (b) una clase proletaria que huya desposeída de su agro, y busque empleo a la puerta de las fábricas. A diferencia de los casos Inglés, Francés, Alemán, el caso hispano fue de todo punto defectuoso, se salió del molde clásico.

En este Reino Borbónico (incluyendo los intervalos dictatoriales en los que “España” no dejó de ser Reino o fue dictadura gracias a los reyes) la clase burguesa hizo bastante dejación de lo que El Manifiesto Comunista llamaba “misión histórica” de tal clase: impulsar la industrialización y con ello la modernidad, disolviendo para siempre las viejas reminiscencias feudales. Nada de eso. Los burgueses made in Spain se dedicaron a comprar tierras baratas en las subastas de la Desamortización, de la misma manera en que hoy los empresarios “afines” consiguen contratos y concesiones del Estado, del “Principado” o del Ayuntamiento dentro del toma y daca de favores que tanta tradición ha creado por todas estas latitudes. Una burguesía émula de la vieja aristocracia y, además, negrera. Sí, negrera: pues todavía Alfonso XII, el bisabuelo del Borbón de turno, abolió la esclavitud para sustituirla por un “patronato” (esclavitud light) en 1880, esto es, en unas fechas en las que los teóricos marxistas del capitalismo reconocían la máxima madurez del sistema y barruntaba posibles crisis (“de éxito”) en este modo de producción.

Europa occidental y los USA maduraban en este modo de producción, mientras el viejo Imperio Hispano se resistía a manumitir a sus negros de Cuba. De todas las maneras (y lo he defendido en muchos artículos) el esclavismo no es incompatible con el trabajo asalariado y creo que éste sistema jurídico (el contrato laboral) puede encubrir formas muy variadas de explotación del hombre sobre el hombre, incluyendo la más pura y descarada esclavitud. De aquella burguesía negrera que pedía sangre de soldados de quinta por defender la españolidad de Cuba, hemos pasado a los negreros actuales que acumularon grandes fortunas en Almería y demás puntos agro-industriales del sur y del levante. Por cierto, esos burgueses son los mismos racistas de siempre, a los que les disgusta que entren emigrantes en el mismo bar donde ellos, los amos, echan la partida. Pero esos mismos agro-empresarios negreros son los que dan su apoyo a partidos “progresistas” que fomentan discursos tales como el del multiculturalismo, diálogo de civilizaciones y la integración de todos con todos. Semejantes discursos encubren, bajo categorías culturalistas e identitarias, la verdadera y cruel lucha de clases.

La ideología oficial y el empeño de partidos que se dicen de izquierdas (PSOE) consiste en sermonear a la población diciendo: hay que abrir de par en par los corazones al “otro”, un “otro” que ya no es solo de piel negra, sino de todos los colores, lenguas y credos imaginables. Pero mientras el “otro” sea pobre y carne de cañón para la ultra-explotación laboral, es en la práctica (en la vida económica) tratado como un sub-humano, como un verdadero esclavo. El desarrollo de regiones enteras del Reino ha consistido en explotar a ese otro “diferente”, al que tanto interés hay en “integrar”. En el fondo, la palabreja “integrar” contiene la misma doble faz que todas las de su especie (“tolerancia”, por ejemplo): a ese otro no se le quiere, se le odia, pero también se le precisa para la acumulación de capital y la creación de plusvalía.

El burgués del XIX también, según lo supo ver Marx, detestaba en el obrero la zafiedad, la promiscuidad, y todos los demás rasgos negativos que él veía en el esclavo contemporáneo. Pero este burgués con “manías aristocráticas” y con ganas de sublimar el craso mundo material en que vivía, necesitaba del mismo proletariado para existir (la dialéctica del amo y del esclavo). Marx supo ver que en toda Producción hay una trastienda. Y la trastienda del Reino Español, supuesta 8ª potencia del mundo (que aspira a estar en los G-8, G-20 y demás foros de elite) no es otra que la de ser una puerta de entrada, un umbral bastante siniestro, al Primer Mundo.

Un Primer Mundo que, al igual que la Decadente Roma del siglo IV y V d.n.e., ya no posee una clara noción de los ideales ilustrados con los que, como coartada, puso su bota sobre el resto del planeta. Un Primer Mundo que ha sustituido la Estatua de la Libertad por la Pornografía de Abu-Grahib. Un Primer Mundo que sigue en pie por la maquinaria (bastante impotente, pues desde la II Guerra Mundial no ha ganado bien una guerra) de los USA. Una maquinaria que no es temida por los desarrapados talibanes, pero a la que los burócratas europeístas temen como si fuera la misma Omnipotencia Divina. Un Primer Mundo que ya no es la Europa “civilizadora” del Mundo.

El Mundo entero se nos ha metido dentro, desde Lisboa hasta Moscú, desde el círculo boreal hasta Tarifa, y no nos queremos enterar. Musulmanes, africanos, sudamericanos, hindúes. El boomerang del colonialismo, de la Acumulación Primitiva e Imperialista mundial, ha venido ya a pegar duro. Toda esa caterva de eurofuncionarios, que viven como marajás en las instituciones de la UE, se parecen a los antiguos senadores de Roma que se reclinaban con sus uvas doradas mientras los “bárbaros” asolaban los campos cercanos. Todo imperio (también, Occidente) genera tal detritus de pueblos y naciones oprimidas, que algún día éste se vuelve sólido y muy, muy real: el detritus está dispuesto a suplantar a su opresor y a exigir su Humanidad.

España fue un Reino todavía franquista en sus hábitos e inercias, que bajo el terror mediático de Mr. X y su nueva cúpula de neoliberales con carné del puño y la rosa, ingresó al estado en ese “club” selecto de la UE. Pero el abogadillo andaluz lo hizo por la puerta trasera, bajo estrictas condiciones de vigilancia extranjera. Para ir a la UE, era menester entrar en la OTAN. Para ir a la Democracia formal, había que aceptar a un monarca puesto por Franco. Para ser “Occidente” y “Primer Mundo” había que tragar con las bases yanquis, con el eurocomunismo de Carrillo y el Concordato. Hubo que hacer “encaje de bolillos”, sí, pero no por miedo a la tan temida “involución” franquista. El paso del franquismo al “europeísmo” liberal ya estaba bien planificado. Era cosa, nada más, de una homologación puramente formal. La Dictadura del Capital sabe cambiar de chaqueta. La Camisa Vieja también sirve para los negocios modernos.

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