Una vez rojo, ciento amarillo
El estado canalla (más conocido como España) es aún un poco más canalla hoy que ayer. El régimen monárquico neofranquista del 78 se apuntala un poco más tras las elecciones autonómicas en Andalucía. Que hayan ganado los neofranquistas asusta a algunos cuando es algo que se veía venir y ante lo que giraban la cabeza queriendo no ver mientras reciben sustanciosas prebendas del régimen al que supuestamente -y es mucho suponer- critican. Es el caso de Unidos Podemos.
Ayer me llamaron un par de, todavía, amigos de Unidos Podemos y me dijeron que había que unificar fuerzas contra el fascismo. Y les dije que no. Que no cuenten conmigo para ir con ellos a ninguna parte. Lo dijo Karl Liebknecht hace cien años: "cuando estás en una trinchera con alguien de la derecha, lo primero que te tienes que hacer es una autocrítica". Ellos no la han hecho y dudo que la hagan por mucho que hoy todos, y todas, digan que la van a hacer. Al igual que no hay que ir con Lula por el simple hecho de que está encarcelado (olvidando todo lo que no hizo cuando era presidente, o lo que hizo de conciliar con el capitalismo), o con Correa porque su sucesor -elegido por él y continuador de su política a pasos agigantados- le esté casi dejando como bueno, tampoco hay que ir con ellos ni a la esquina. Hay un dicho castellano, y yo lo soy, que es esclarecedor: "más vale ponerse una vez rojo que ciento amarillo". Es decir, más vale pasar ahora el mal trago de decir que no que echarse las manos a la cabeza por las constantes renuncias, una y otra vez, de esta gente. Las que han hecho y las que harán.
Su llamamiento de un frente antifascista llega tarde, muy tarde. Sus golpes de pecho diciendo que "tenemos que volver a las calles y recuperar al espíritu del 15-M" (sic) son tan falsos como una moneda de mil euros. Apostaron por moderarse, por los sillones, por disolver las movilizaciones, por "hacer política institucional" poniéndose sin dudar del lado de la reacción y del neofranquismo como fue el caso de Catalunya. Y de esos polvos vienen esos lodos.
Apostaron por Europa cuando Europa es un zombi. Se reunieron con el FMI y celebraron "desayunos de trabajo" en hoteles de lujo (como el Ritz madrileño) con la élite empresarial y bancaria para demostrar que no eran radicales, que eran buena gente, una "izquierda" moderada. Se compraron chalets de 600.000 euros y las bases apoyaron de buena gana a sus dirigentes en esta compra. Y de esos polvos vienen estos lodos.
¿Y por qué estamos en un lodazal neofranquista y, por lo tanto, neofascista? Porque ante la crisis del sistema, como se manifiesta en Francia sin ir más lejos, toda esta gente ha apostado por su salida personal y por moderarse. Han apostado por el sistema. Se abandonó la calle y cuando se intentó recuperar, aunque fuese parcialmente como en Catalunya con los CDR, ellos mismos hablaron de "violencia". Eso de asaltar los cielos, como se prometió hace cinco años, se ha quedado en apoyar todo tipo de corruptelas, de insidias, de luchas por el poder, de cambalaches, de mirar para otro lado, de ir de la mano de los neofranquistas… Han cimentado todo lo que está ocurriendo. Estamos donde estamos por su lógica del apaciguamiento, porque han hecho todo lo posible y lo imposible por huir de la "izquierda marginal" (sic). Haced un simple ejercicio de memoria.
¿Qué me estoy pasando? Para nada. Me quedo corto, muy corto. Como corta es la memoria de toda esta gente. Hay una contestación evidente contra el modelo político y económico configurado en Bruselas, con el retroceso de derechos y libertades y eso se ha escenificado de formas diversas, desde la transversal -y ejemplar- lucha de los "chalecos amarillos" en Francia (a quienes los niñines y niñinas descalificaron como "la revuelta de los palurdos") hasta el voto a los neofascistas (porque la pretendida izquierda ha abandonado a la gente) en la misma Francia, en Austria, en Italia, en Polonia, en Hungría, en Alemania... pero los neofascistas no son anti sistema, no son anticapitalistas sino fieros defensores del capitalismo (y en Francia este debate aún no se ha producido entre los "chalecos amarillos", como bien decía mi amiga Danielle).
Frente a ello esta pretendida izquierda, que para mí no lo es sino sólo la izquierda de la derecha, sólo ha hecho estupideces intentando quedar bien con el capital y ser aceptada por el capital. Sólo os recuerdo lo penúltimo que escribí sobre ello, que hay bastante. Esta gente ha recurrido a la ignorancia, a la mentira, al cinismo, a la prepotencia. La lista sería enorme. Las amenazas, las pretendidas amenazas en su mayoría fabricadas, hacen que la gente tolere y/o respalde un aparato de seguridad que los fascistas siempre han identificado con la policía y el ejército sin diferenciar entre ambos. Por eso se jaleó a la policía con el "a por ellos" cuando fueron destinados a reprimir en Catalunya y promueven el envío del ejército si la policía no fuese suficiente. Un "a por ellos" que, por omisión, fue asumido por la pretendida izquierda.
La pretendida izquierda, la izquierda de la derecha, no ha hecho otra cosa en estos cinco años que seguidismo del neofranquismo. El caso más espectacular fue el de Joan Coscubiela, diputado de Catalunya si Que es Pot en el parlamento catalán -la marca de Unidos Podemos allí-y que sirvió de ariete del neofranquismo para atacar al independentismo. Su discurso incendiario fue jaleado por el neofranquismo, recordad eso porque fue sólo hace un año. Este tipejo ha dicho que está satisfecho de "haber sido la voz de mucha gente". Es la gente que ayer votó al neofranquismo de forma masiva. Es la gente que lo consideró "el héroe inesperado" (sic). Los editoriales fueron elogiosos, los parabienes unánimes desde la reacción, los aplausos cálidos desde el neofranquismo. Buscad por ahí y veréis que no miento. Ni miento ni olvido. Eso sirvió de justificación para una represión que hoy tiene a varios presos en las cárceles y a 200 encausados por delitos de "terrorismo, rebelión y sedición". Él fue el justificante necesario para acallar a los mosositos de la pretendida izquierda. Él dio la señal del beneplácito de toda esta gente con la represión.
Pero no se queda atrás otro fichaje estrella de Podemos, el ex fiscal Villarejo, quien fuese eurodiputado cuando aquello de "asaltar los cielos" hablando de golpe de estado en Catalunya para referirse a los independentistas. Esto ha sido ahora, esta misma semana pasada. Y ahora van y celebran la Constitución que sirve de capa blanqueadora al neofranquismo.
La pretendida izquierda ha alimentado, alimenta todavía, al neofascismo. En Andalucía se ha votado por mano dura no sólo con Catalunya, sino contra el resto de pueblos del Estado canalla. Y esta gente tiene una gran parte de culpa en ello. Si en Francia el sistema se sacó de la manga a un Macron, aquí se ha hecho lo mismo con un Sánchez que no ha movido un dedo por lo importante sino por lo anecdótico. Y la pretendida izquierda, la izquierda de la derecha, jaleando y apoyando. Han pasado seis meses desde que llegó al gobierno Sánchez, seis meses de nada.
El frente antifascista ya existe, desde hace mucho tiempo. Y Unidos Podemos no ha estado en él. Sumarse al carro ahora es tarde, muy tarde. Porque al igual que está pasando en Francia con "la revuelta de los palurdos", el descrédito de toda esta gente es de tal calibre que nada de lo que digan es creíble. ¿Van a salir de Europa? ¿De la OTAN, de esa OTAN que ampara abiertamente a los neonazis ucranianos o letones? ¿La Constitución? ¿La monarquía? El último escrito de Pablo Iglesias sobre la monarquía, un no pero sí, es para temblar. Si se suman a lo que ya hay, bien. Si lo hegemonizan, mal porque lo desvirtuarán. Eso es lo que planteé a mis, todavía, amigos de Unidos Podemos.
Por lo tanto, y hoy por hoy, no es no. Es mejor ponerse una vez rojo ahora que ciento amarillo después (otra vez y esto va por esos dos amigos, que lo asumieron).